Elliot está cargado de rabia y de dolor después de que la mujer de su vida rechazara su propuesta de matrimonio. Así que ¿por qué no descargarlo todo en una noche perfecta con una bella desconocida? El arreglo matrimonial de la hija de su socio más importante lo lleva a la India… a un antro exclusivo… a una botella de bourbon… y a las piernas de una seductora mujer. La noche fue perfecta. El problema vino al día siguiente, cuando se dio cuenta de que había deshonrado nada menos que… ¡a la novia! Hacía pocos días Elliot había querido casarse con la mujer que amaba, y ahora se veía obligado a caminar al altar con otra para no arruinar el nombre de su familia. Y esa «otra»… no era una mansa paloma. Era una maldita bomba a la que nadie, ni siquiera su padre, había podido controlar jamás. Él se ha sumido en la oscuridad, y ella está llena de demonios. La pregunta es: ¿Cuánto tardará en arder ese infierno?
Leer másPREFACIO
—No.
La palabra era tan absurdamente sencilla, y a la vez tan incomprensible para él que Elliot se quedó allí, con aquella rodilla clavada en el suelo, aturdido.
—¿Qué…?
Parecía estúpido volver a preguntar, pero al parecer tenía un lado masoquista que no podía evitarlo.
—No, Elliot, lo siento, no puedo casarme contigo.
Elliot frunció el ceño y se levantó despacio, y luego cerró de golpe la caja de terciopelo azul marino en la que brillaba aquel anillo de compromiso.
Miró a Emma como si estuviera viendo a una extraña y no a la mujer con la que había compartido los últimos años.
—¿Pero qué demonios, Emma…? ¿¡Cómo que no!? —exclamó, arrepintiéndose de haber preparado aquella m*****a propuesta en el restaurante favorito de su novia, ¡a la vista de todo el maldito mundo!—. ¡Has pasado el último año suspirando en cada boda a la que vamos, no dejas de mandarme indirectas, y ahora que estoy aquí con todo… las velas, la champaña… el puto anillo…! ¿…me dices que no?
Ella se puso de pie con los puños apretados.
—Es que es eso precisamente, Elliot. Lo estás haciendo porque todos los demás lo hacen. ¡No porque realmente quieras!
Elliot abrió mucho los ojos.
—¿Emma, te has vuelto loca? ¿De verdad crees que me casaría contigo solo por salir del paso? —la reconvino, escuchando cómo los cuchicheos se extendían por todo el salón—. ¡Llevamos cinco años juntos, por amor de Dios! Te amo. Pensé que eso estaba claro. ¡Y quiero casarme contigo!
Ella negó con un suspiro cansado, como si lo hubiera pensado demasiado.
—¡No estás listo para esto, Elliot!
—¿Disculpa? —le gruñó él, acercándose.
Sentía tanta frustración, tanta rabia. Había pasado semanas pensando en la forma más linda, más dulce, más romántica de proponerle a la mujer que amaba que se casara con él y ella le salía con aquellas estupideces.
—¡No estás listo para casarte, Elliot! No estás listo para tener una familia, hijos… para un compromiso serio. Eso no es lo tuyo.
Elliot retrocedió vivamente mientras su rostro enrojecía.
—¿¡Pero qué diablos dices, Emma!? ¿Qué m****a he estado haciendo contigo en los últimos cinco años si no es comprometiéndome? —le gritó y los camareros se movieron nerviosos por toda la estancia—. ¿Qué m****a es esto entonces?
Elliot señaló a la mesa donde el champán se calentaba lentamente. Sentía que le iba a dar un colapso de la rabia. Amaba a Emma con todo su corazón. Las cosas con ella nunca habían sido un camino de rosas, y a pesar de eso Elliot jamás se había rendido en aquella relación… Pero ahora…
—Lo siento. De verdad no puedo hacerlo —dijo ella con firmeza y Elliot retrocedió—. No estás listo.
—Tú no eres quién para juzgar eso —siseó él por lo bajo, cerrando los ojos y encajando aquel golpe.
Casi pudo escuchar los pedazos de su corazón cayendo a sus pies. Solo él sabía cuánto se había esforzado por demostrarle a aquella mujer que la amaba de verdad, pero allí estaban, cinco años después, y ella lo estaba rechazando delante de todo el mundo.
—¿Sabes qué, Emma? —dijo muy bajo, metiéndose la cajita con el anillo de compromiso en uno de los bolsillos—. Si no quieres casarte lo entiendo, lo que me rompe las pelotas es que me eches la culpa de esto. Yo estoy listo ahora, esta fue mi decisión, pero es una que ciertamente no repetiré… Así que vete a la m****a.
Y Elliot le dio la espalda y salió del restaurante como un huracán, porque si algo no iba a permitir era que la mujer que más amaba en el mundo se diera cuenta de que lo había destrozado con una sola palabra.
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AMOR REBELDEUn libro de Valeria AdamsBestseller del New York TimesNúmero uno en el ranking de ventas por once semanas.La pantalla al fondo del set, tal como hacía un año, mostraba aquel anuncio en grandes letras oscuras, y junto a él aparecía la foto del libro que estaban a punto de publicitar.Ya se le había hecho habitual visitar aquel set durante sus lanzamientos, y por suerte la anfitriona, quizás porque era su amiga, tenía buen cuidado de hacerle llevadera la entrevista.Valeria parpadeó, intentando mantener la atención, pero lo cierto era que estaba cayéndose del sueño. La chica de maquillaje había hecho milagros escondiendo sus ojeras, pero la realidad era que estaba haciendo un esfuerzo. Estaba muy agotada por todas las pres
Tres años después —Que es la «A», mi amor, mírala bien —decía Elliot, sentado con una paciencia que solo él creía infinita, intentando enseñarle las vocales a su hija. —Pues a mí se me parece un a un «4» —dijo la niña cruzándose de brazos y arrugando el ceño. —Ya sé, pero no es un «4» porque no tiene esta patita completa —insistió Elliot. —¿Y tan difícil era terminarla? Para mí es un «4». —¡Pero no es un «4», en una «A»! —¿Y por qué? ¿Porque lo dices tú? —protestó Asha sacando el labio inferior como si fuera un pequeño y adorable pitbull—. Igual que esto… ¿Por qué tiene que ser una «E» si para mí es un «3»? —¡Pues porque tiene las patas para el otro lado, Asha! —exclamó Elliot, sintiendo cómo el ojo derecho ya empezaba a brincarle. —Bueno pues eso es fácil, se las pinto del lado que yo quiero y ya… —replicó la niña creando una deformada figura que no era ni número ni letra. —¡Kaliiiiiiiiii! —El grito de Elliot se extendió por la casa y pocos minutos después se Kali se asomó a
Kali no pudo evitar hacer un puchero y sonreír de oreja a oreja mientras leía aquella tarjeta. Las flores eran preciosas, y aquella frase era toda una insinuación. En la parte trasera de la tarjeta había dibujado un pequeño corazón y repetido muchas veces la frase: «¿Quieres ser mi novia?». Todavía faltaba una hora para que el día terminara, pero la curiosidad de Kali era mucha. —¿Alguien trajo esto? —preguntó y la chica que había traído el obsequio asintió. —Un chofer, dijo que la estaría esperando hasta que saliera. Los ojos de Kali se iluminaron y no esperó más. Tomó su bolsa y sus rosas, se despidió de Elijah por ese día y bajó para encontrarse con el chofer. Era el sedán que Elliot usaba normalmente, pero en cuanto puso un pie dentro, el aroma dulce de las flores la envolvió. El asiento trasero estaba lleno de pétalos de rosas, y durante todo el camino estuvo escuchando la música que Elliot había preparado para ella. Casi no pudo reconocer el departamento cuando llegó. Parec
—¿Estás segura de que quieres hacer esto? Ya tienes como un centímetro y medio —dijo Valeria acariciando la cabeza de Kali con indecisión—. Pensé que querías dejarlo crecer. —Y quiero dejarlo crecer —respondió Kali—, pero esta noche es demasiado importante, y no quiero desperdiciarla por un centímetro y medio de pelo. El cabello puede volver a crecerme mañana pero esta noche… esta noche yo tengo algo que decir. Valeria asintió, y empuñó la rasuradora eléctrica con una mano mientras frente a ellas Layla comenzaba a grabar y Lydia le sonreía para darle ánimos. Hacía un mes la hermana de Kali le había rasurado la cabeza después de que su padre le cortara el cabello por completo. Ahora, era Valeria la que estaba quitándole de nuevo lo poco que le había crecido, pero era porque ella se lo había pedido. Y a diferencia del video de hacía un mes, en este estaba sonriendo con sinceridad. «Yo tengo algo que decir». Fue el título de aquel video que Valeria subió a las redes sociales de la vo
Sentado allí, dando órdenes como un general en campaña, Elliot se preguntaba cómo aquella primera amenaza de Sohan para que se casara con Kali hacía un año lo había afectado tanto. ¿Cómo había llegado a creer que una empresa tan sólida como Davies Inc. perdería una de sus divisiones solo porque un oportunista como él se aprovechaba de su posición? Era cierto que le había tomado un año volver a encausar la división asiática hacia el mercado de la señora Goo, pero nada era imposible. Quizás estuviera demasiado aturdido en ese momento. Quizás hubiera estado abrumado y sobrepasado por todo lo que estaba sucediendo, pero incluso a esa falta de juicio tenía que agradecerle, porque por fin había encontrado su paquete completo. Por fin tenía al amor de su vida, la mujer por la que valía la pena seguir insistiendo a pesar de todo, y por ella precisamente estaba allí. —Bien. ¿Qué dicen los señores del tribunal? —preguntó Elliot cuando los tres hombres que se habían sentado frente a ellos term
Último capítulo