Macarena se levantó de la cama lentamente. Lo que pensó era un sueño, seguía siendo su más dura realidad. Salió de la habitación por un vaso de agua. Al pasar por el comedor, vio la tarjeta de invitación sobre la mesa, la tomó en sus manos y volvió a leerla. El nombre de Lucas y su prometida centelleaban frente a sus ojos.

Esta vez no había tristeza en su mirada, sino rabia y dolor. Rasgó el papel una y otra vez hasta volverlo añicos como si con ello pudiera deshacer aquel dolor que la embargaba.

—Te odio Lucas, te odio. —dijo apoyando sus manos sobre la mesa.

Las lágrimas volvieron a rodar por sus mejillas imposibles de contener. Tiró de la silla con brusquedad y se dejó caer sobre ella, vencida por la traición. Apretó los puños con fuerza y gruñó de ira como un animal herido.

Todo, absolutamente todo lo que había soñado y planeado junto a su prometido se desmoronaba frente a ella, hecho pedazos imposibles de recoger. Todo era una mentira, los meses de felicidad, llenos de alegrí