Mundo de ficçãoIniciar sessãoLuis, un empresario poderoso, que sabe aprovechar cada una de las oportunidades, se casó con Isa, una noble y heredera jovencita, pasado un tiempo, Luis cometería un terrible traición por ambición, lo que llevará a Isa, a un destino terrible, del cual ella deberá levantarse y en el camino conocerá a Mario, un aliado que pretende ser algo más que un socio de VENGANZA
Ler maisCAPITULO I: Tu esposo me dio la dirección
Isa Belmonte
Corro, alguien me esta persiguiendo, pero no logro saber quien es, solo sé que debo correr y escapar de él o ella… manos pasan por mi cuerpo, un aliento tibio y escalofriante recorre mi cuello, el frio de la noche penetra mis huesos y el peso de un cuerpo me corta el paso del aire, un cuerpo… no, esto no es solo un sueño, esto está pasando en realidad.
Despierto, mi pecho agitado se queda quieto por un segundo al ver el rostro masculino desconocido frente a mí, el peso de su cuerpo cubre el mío por completo y no puedo moverme, sus ojos, profundos y siniestros recorren con lujuria mi rostro pálido y asustado. Necesito ayuda, trato de soltarme empujando y pataleando, pero es más grande y fuerte que yo, grito por ayuda aún sabiendo que es en vano.
- Nadie vendrá por ti preciosa, estamos solos – dice la voz del hombre que no deja de pasar su nariz desde mi cuello hasta el valle de mis pechos.
- Déjeme ir, no me haga daño – suplico entre lágrimas, la risa del hombre me causa escalofríos mientras intenta terminar de quitarme la ropa en medio del forcejeo.
- ¿Cómo dejarte ir? Si eres el mejor pago que me han hecho en mucho tiempo – susurra pasando la lengua por mi mejilla, logro meter mi rodilla entre sus piernas y la elevo con todas mis fuerzas.
El hombre se dobla por el dolor y cae a un lado, aprovecho y logro soltarme por completo, salgo de la cama y en un tonto intento de ponerme algo de ropa caigo de bruces en el suelo, esto hace que ese hombre logre alcanzarme en el suelo intentando someterme. Me toma en brazos mientras pataleo, me lleva de vuelta a la cama y sigo peleando por escapar.
- No te sigas resistiendo preciosa, tu esposo me dio la dirección y las llaves de tu villa – confiesa riendo – que bueno que esté tan alejada, así nadie nos va a interrumpir – es cierto, mi villa está muy alejada de todo y de todos, nadie vendría a ayudarme por mucho que gritase, pero lo que no entiendo es lo que acaba de decir ese hombre, mi esposo… ¿Cómo pudo mi esposo mandar a alguien para hacerme daño? Se supone que mi esposo es el hombre que más me ama en este mundo, el no pudo…
Las lágrimas siguen cayendo por mi rostro, las manos del hombre siguen recorriendo mi cuerpo y veo rojo, no, no lo permitiré, aunque sea lo último que haga, no dejaré que me ultrajen de ese modo. Estiro mi brazo hasta el buró de mi cama, abro el cajón en silencio mientras el hombre sigue tratando de separar mis piernas, logro alcanzar las tijeras y haciendo uso de todas mis fuerzas las clavo en el cuello del hombre que grita a causa del dolor.
La sangre brota inmediatamente bañándome en el acto, el cuerpo ahora sin vida cae sobre mí, lo aparto y salgo de la cama, logro alcanzar una camisa de Luis y salgo corriendo de la habitación, bajo a tropezones hasta la sala y me detengo en seco al notar que frente a la chimenea hay un hombre esperando, no cualquier desconocido, se trata de Luis, mi esposo, mi esposo estaba aquí esperando mientras a mí me hacían daño, mi esposo había mandado a alguien a hacerme daño.
Las lágrimas caen a mis pies y con furia me limpio el rostro, doy la vuelta para salir por la puerta del garaje, tomo las llaves de mi coche en el camino e intento subirme a él cuando escucho los gritos desde la habitación.
- ¿Cómo la dejaste escapar, imbécil? – Luis debió darse cuenta que ya no había forcejeo arriba, tal vez quiso asegurarse de que estuviera muerta.
- Vas a arrepentirte de esto – susurro mirando hacia la ventana de la habitación, pero entonces lo noto, hay alguien más en casa, hay otro auto y desde adentro alguien intenta venir por mí.
Las manos me tiemblan y las llaves caen al suelo, no logro verlas y el instinto de supervivencia me exige correr, me dirijo hacia el bosque, lo he recorrido miles de veces, lo conozco, entro en la vegetación sintiendo los pasos que me persiguen, las ramas caídas lastiman las plantas de mis pies, pero no me importa, corro sin parar, sin mirar atrás, corro hasta que mis pulmones me exigen oxigeno y mis piernas fallan, caigo al suelo y ruedo un par de metros cuesta abajo, la cabeza me da vueltas y no logro ponerme de pie.
Los sonidos se minimizan, el frío ya no lo siento, todo se vuelve borroso y finalmente la oscuridad me consume, ya no veo ni siento nada, ¿este es el fin?
Tres meses atrás
Otra vez el reloj marca la media noche y Luis no ha llegado, ya va un mes que es igual, lo espero con la cena servida y él no llega, un día es una junta, otro día es el tráfico, otro día se quedó dormido en la oficina por causa del cansancio, y así sigue una larga lista de excusas que me ha ido poniendo cada vez, no pretendo desconfiar de él y su palabra, jamás me ha mentido ni mucho menos, sé que esta muy estresado por sus deudas, nos venimos a vivir aquí por ello.
Cuando me casé con Luis era un hombre de negocios, exitoso y brillante, nos enamoramos y luego de un rápido noviazgo nos casamos, incluso en contra de la voluntad de mis padres quienes nunca estuvieron de acuerdo con mi decisión, me desheredaron el día de mi boda con Luis, lo único que no me quitaron fue esta villa en donde resido actualmente, poco después de contraer nupcias, mis padres fallecieron en un trágico accidente y sus vienes fueron donados a diversas fundaciones.
Hace unos meses mi esposo hizo una riesgosa inversión, al parecer no lo estudio muy bien y perdió todo, incluso el préstamo que le había hecho a un usurero, amenazas empezaron a llegar a la casa en la que vivíamos, asi que tomamos la decisión de trasladarnos a la villa de mis padres, hemos vivido aquí desde entonces, pero conmigo vino también el miedo, casi no salgo por miedo a que cobradores me vean y me ataquen, miedo de que atenten contra mí, Luis se ha estado esforzando mucho por conseguir inversores y fondos para la empresa, pero las cosas no están marchando muy bien que digamos.
Sin embargo, hay algo más allá de las deudas que me está inquietando, porque Luis está llegando tarde y se ha vuelto frío y distante conmigo, ya casi ni me habla, casi no lo veo y cuando viene solo se queda un par de horas y se vuelve a ir. Los problemas financieros ya han afectado nuestra comunicación, demostración afectuosa y hasta la intimidad, Luis no me ha tocado en demasiado tiempo.
Actualidad
Calor, un poco de calor llega a mi cuerpo cuando alguien me toma en brazos, estoy demasiado débil como para poner resistencia, no logro ni siquiera abrir los ojos, solo siento como trasladan mi cuerpo con delicadeza, no siento miedo, solo calor reconfortante y antes de perder la conciencia solo escucho su voz…
- Tranquila, ya estás a salvo mi niña.
La Redención del SilencioIsa BelmonteEl reloj en mi despacho marcaba las 11:45 AM. Habían pasado veinticuatro horas desde que lancé la última bomba. Veinticuatro horas en las que el poderoso Vittorio Orsini había pasado de ser un titán de Milán a ser un fantasma. La aniquilación de un imperio no hace ruido; solo un silencio espeso y antinatural, como el que precede a una tormenta nuclear.Mario estaba conmigo, sentado en el sofá de cuero, con el Corriere della Sera desplegado sobre sus rodillas. La portada era un monumento a nuestra victoria: titulares en negrita sobre la crisis de liquidez de Orsini Holdings, la intervención judicial en la Banca Romana, y la misteriosa "desaparición" del CEO. Nadie sabía dónde estaba, pero todo el mundo sabía que había caído.—Está hecho, mia cara —dijo Mario, doblando el periódico con un gesto lento y pesado, como si estuviera cerrando la tapa de un ataúd. —El precio ha sido pagado.—No del todo —respondí, acercándome a la ventana. El cielo sobre
La Danza de los FantasmasIsa BelmonteLa noche que siguió a mi encuentro con Vittorio Orsini fue la primera noche que no dormí por miedo, sino por el peso helado de la inminente victoria. El amanecer sobre Milán, con sus tonos grises y dorados, se sintió menos como una promesa y más como un telón que se alzaba sobre el acto final de una tragedia.Mario regresó justo después de medianoche. No hizo preguntas sobre Zúrich, solo me miró. Había sangre en sus ojos, pero era la sangre de la justicia. Cuando entró en la biblioteca, me encontró sentada en el escritorio, rodeada de documentos financieros y legales, las piezas de ajedrez listas para el jaque mate.Me levanté y caminé hacia él. Su traje olía a humo de avión y a la tierra antigua de Palermo. Su abrazo no fue de pasión, sino de ancla.—Donato Marone es un hombre de palabra, a su manera —me susurró al oído, la confirmación que lo era todo. —La lealtad tiene un precio, Isa. Y él lo pagó por su propia sed de venganza contra el que ju
La Máscara de DiosIsa BelmonteLa distancia entre nosotros, en ese santuario alpino, no era de unos pocos metros, sino de la vastedad de los años robados y la sangre derramada. Vittorio Orsini me miraba, no con la arrogancia del titán de Milán, sino con la desesperación helada de un hombre que ve cómo su último refugio se incendia.—Usted me ha robado mi paz —repitió, su voz un susurro venenoso. Estaba de luto, no por la muerte, sino por el fin de su secreto.—Y usted me ha robado todo lo demás —respondí, mi voz era un alfiler de hielo. —El nombre de mi padre, la seguridad de mi familia, la inocencia de mi hijo. La paz es un lujo que solo los justos merecen. Dime quién es ella, o juro por mi apellido que haré que tu vida se desmorone tan rápido que no sentirás el golpe.Orsini tomó aire, sus ojos fijos en la mujer comatosa. La quietud de la habitación, solo rota por el suave beep de la maquinaria médica, amplificaba la tensión hasta hacerla insoportable.—Ella no es parte de su guerr
El Archivo CeroIsa BelmonteLa tentativa de asesinato en la vía pública había borrado cualquier rastro de duda o moralidad en mí. Ya no era la hija que buscaba redimir el nombre de su padre; era una madre y una esposa luchando contra un depredador que jugaba con vidas humanas. Vittorio Orsini no era un rival; era una plaga que debía ser erradicada.El ataque contra el coche blindado me había dado una lección invaluable: la fuerza de Orsini residía en su paciencia y su capacidad para utilizar terceros. El camión no era suyo, el conductor tampoco. Era un intermediario de un intermediario, una cadena de culpabilidad difuminada. Para aniquilarlo, yo debía encontrar su eslabón más corto y más frágil.Ese eslabón era la mujer en la fotografía, el objeto de su amor "aterrador".Mario había puesto a trabajar a Luca Lombardi en una búsqueda que parecía una locura: rastrear a una mujer anónima en una cama de hospital, basándose solo en la descripción de un artista traumado.—Necesitamos más que
La cacería comienzaIsa BelmonteLa humillación pública de Lavinia Orsini y la inauguración simbólica del Edificio Belmonte se sintieron, por un breve y peligroso momento, como la victoria final. La prensa no hablaba de mi pasado; hablaba de la hipocresía de la nobleza, de un titán corporativo que usaba a su hija para enterrar a artistas honestos. Había convertido la vergüenza de mi padre en el pedestal de mi triunfo.Sin embargo, el triunfo duró lo que tarda el sol en ponerse.Esa noche, de vuelta en la mansión, mientras Mario supervisaba a un equipo de técnicos desmantelar la pared de Alessandro en busca de cualquier otro objeto insidioso, me senté sola. Sostuve la araña de porcelana, pequeña, fría y blanca. Me susurró la verdad: el ataque a Lavinia era una distracción mía, no de Orsini.Vittorio me había visto, desnuda de pretensiones, y había notado que mi punto de quiebre no era la ruina financiera, sino el miedo por mi hijo. Al golpear a Lavinia, yo había demostrado mi capacidad
El Corazón en la ParedIsa BelmonteLa araña de porcelana era pequeña, insignificante, del tamaño de una mentira que se susurra al oído. Sin embargo, su presencia en el interior del muro de Alessandro no era una broma; era una declaración de guerra sellada con mi sangre. Vittorio Orsini no solo había violado mi hogar y burlado nuestra seguridad, sino que había confirmado lo peor: él sabía que Alessandro era nuestra única vulnerabilidad.Sostuve el fragmento frío en mi mano. Era un objeto de arte delicado y maligno. Mario, junto a mí, estaba lívido. La furia en su rostro era la de un hombre que había sido humillado. No con una bala, sino con un juego de manos infantil que había expuesto la impotencia de todo su imperio tecnológico.—Lo mato —dijo Mario, su voz apenas audible. Era una promesa solemne y espantosa.—No —respondí, y la palabra salió de mi garganta como hielo seco. —Tú no. Si lo tocas, nos convertimos en lo que él quiere que seamos: criminales de nouveau riche luchando por
Último capítulo