CAPITULO II

CAPITULO II: Extraños

Isa Belmonte

Dolor, me duele la cabeza, todo me da vueltas y tengo mucha sed, intento abrir los ojos y me cuesta al principio, siento la garganta seca y el cuerpo pesado, pero logro incorporarme, la cama debajo de mi es suave y las sabanas se seda resbalan con facilidad por mi cuerpo, me toma un par de minutos orientarme y entonces me doy cuenta.

Estoy en una habitación que no es la mía, no reconozco nada a mi alrededor, me acerco a la ventana, afuera solo hay árboles y arbustos, lo que quiere decir que estoy en alguna cabaña aledaña, en el mismo bosque, escaneo la habitación buscando pistas sobre el dueño o dueña del lugar. Todo esta en orden a excepción de la cama, hay una estantería con libros, un buró con una lampara junto a la cama, un sofá individual en esquina, una repisa con todo tipo de armas de caza, por lo que el dueño debe ser un cazador que viene aquí ocasionalmente. Estas cabañas son vacacionales, muy poca gente reside permanentemente aquí.

Hay dos puertas, una de ellas debe llevar al baño y la otra a la salida, intento moverme, pero me duele demasiado el cuerpo, tengo arañazos en brazos y piernas, las plantas de los pies me arden y me veo obligada a sentarme en la cama para descansar. Los recuerdos de la noche anterior vienen de golpe y las lágrimas vuelven a caer, no puedo creer como es que llegué a este punto, como mi vida cambió totalmente desde que descubrí la verdad sobre Luis. Limpio mis lágrimas y trato de pensar en que hacer, como segur adelante, pero esencialmente ¿cómo llegue aquí? Mi ultimo recuerdo es caer al suelo en medio del bosque, medio desnuda y herida, ahora mis heridas están vendadas, tengo ropa y parece que me dieron una ducha.

Me pregunto cuanto tiempo llevo en este lugar y quien me ha ayudado, yo no conozco a nadie aquí, nunca había venido antes del fracaso financiero de Luis, mis divagaciones se detienen en cuanto escucho el seguro de la puerta abriéndose, mi instinto de supervivencia me hace ponerme de pie de un salto y tomo el primer rifle a mi alcance, sé disparar desde los catorce años, mi familia era una de las más acaudaladas en México, mi país natal, varias veces intentaron secuestrarme o hacerme daño, mis padres en un afán de cuidarme me metieron a varios cursos de defensa personal y tiro, sé disparar todo tipo de armas gracias a eso.

- ¿Qué haces? – pregunta la mujer que ingresa con las manos en alto.

- ¿Quién eres y por qué estoy aquí? – contesto con otra pregunta, afirmo bien el rifle, la mujer se mueve con sigilo

- Mi nombre es lo de menos, me encargaron cuidarte y es lo que estoy haciendo – dice acercándose más, aún no bajo la guardia, mi cerebro se mantiene alerta por si debo correr – baja eso por favor, no pretendo hacerte daño, te he curado las heridas por tres días seguidos.

- ¿Tres días? – la pregunta sale casi en un grito, la cabeza me da vueltas, suelto el rifle debido al mareo y siento como me fallan las piernas, la mujer es rápida al sujetarme para no dejarme caer, me ayuda a llegar a la cama y me pasa un vaso con agua.

- Sí, estuviste inconsciente todo ese tiempo, por un momento temí que estuvieras muerta o en estado catatónico – lo último lo dice con ironía.

- ¿Por qué me estas ayudando? – pregunto mirándola a los ojos, todo atisbo de risa desaparece inmediatamente.

- Solo cumplo órdenes, mi jefe te trajo aquí y te dejó a mi cuidado, negarme a hacerlo habría desatado una tormenta y soy más de días soleados – dice poniéndose de pie, camina a la puerta y regresa con una bandeja de comida, me la extiende y la recibo con ansias.

- ¿Por qué vives sola aquí? – pregunto después de un rato.

- Mi vida no es asunto tuyo, así que no indagues – contesta.

- Solo quería hacer platica – le resto importancia mientras sigo comiendo.

- Mejor termina con la comida que debes irte de aquí, mi jefe volverá en unos días y tú deberías irte para entonces, no tengo idea de porque te salvo ni porque estabas en medio del bosque tan herida en la madrugada y honestamente tampoco quiero saberlo, solo necesito que te vayas lo antes posible.

- No fue mi decisión aparecer en medio del bosque en la madrugada, estaba escapando – respondo sintiendo como las lágrimas llenan mis ojos.

- Debes dinero o algo por el estilo, ¿no? – pregunta mirándome con desconfianza.

- En realidad, todo es culpa de un hombre – digo pensando en todo lo que ha sucedido en estos meses.

- Eso no es nuevo, los de esa especie siempre nos están arruinando la vida – dice sentándose de nuevo a mi lado - ¿Cuál es tu historia? – pregunta mirándome profundamente.

- Me casé muy joven, ese fue mi primer error, vivía en México con mis padres, tenía una buena vida, un día conocí a un italiano que me deslumbró, me enamoré como una idiota y aunque mi familia siempre se opuso, yo me aferré a Luis hasta que nos casamos, mis padres me desheredaron y yo corté contacto con ellos, poco después ellos murieron y yo me refugié en mi matrimonio, todo iba de maravilla los primeros meses, salíamos de viaje, Luis me compraba todo lo que yo quisiera, era mi vida de ensueño.

  >> Luego llego la desgracia, Luis se endeudó con usureros para hacer una riesgosa inversión, todo salió mal y la empresa entró en banca rota, las amenazas empezaron a llegar y yo me asusté mucho, entonces nos mudamos a la villa, lo único que mis padres no me quitaron, nuestra convivencia en ese lugar fue algo tensa, yo me encerré por el miedo que sentía de que nos vinieran a cobrar las deudas hasta aquí y Luis se volvió esclavo de la oficina.

  >> Yo intente apoyarlo de cualquier modo, incluso hablé con un agente inmobiliario, quería vender la villa para pagar las deudas de mi esposo, vale millones y creí que bastaría, en cuanto tuve una oferta fui a contarle a mi marido, conduje hasta la empresa, estacioné y cuando estaba a punto de bajar, el ascensor se abrió y de él salieron Luis y una mujer, una mujer a la que él estrechaba contra su cuerpo, una mujer a la que besaba con pasión, una mujer a la que le sonreía de la misma forma en la que un día me sonrió a mí, y esa mujer era Sofía, mi supuesta mejor amiga.

  >> Sentí mi corazón quebrandose en mil pedazos, esperé a que subieran al auto y en silencio los seguí, temí que alguno de los dos reconociera mi auto así que tomé un taxi, fueron a la antigua casa que compartíamos Luis y yo, el lugar al que llamé hogar y creí perdido en manos de usureros, entraron juntos, le pagué al taxista y los seguí, aún tenia las llaves de la casa, entré en silencio y subí a la habitación, siguiendo el rastro de su ropa tirada por el piso.

  >> Cuando llegué a la habitación sentía el corazón en la garganta, la puerta estaba entreabierta, escuché sus voces

- ¿Cuándo te vas a divorciar amor? – pregunto Sofía con una voz melosa, el tono de voz que solía usar para conquistar hombres

- Ya falta poco amor, dame unos meses más, necesito que Isa se ahogue en su miseria y muera para cobrar el dinero de los seguros, después de eso no solo seré un hombre libre, sino que también seré un hombre con mucho más dinero del que tengo

- Esa tonta ¿aun sigue creyendo que estas en la banca rota? – preguntó Sofía riéndose

- Si, Isa es muy ingenua, si le digo que el cielo es rojo, ella no lo pondría en duda – esas fueron las últimas palabras de Luis, luego vinieron los gemidos y el choque de sus cuerpos una y otra vez.

No lo soporté, entré fúrica a la habitación, grite que quería el divorcio enseguida y luego hui, la sorpresa no los dejó seguirme esa noche, volví a la villa entre lágrimas, no podía creer que había escuchado eso, fui a la cama y lloré hasta quedarme dormida, cuando desperté tenía a un hombre sobre mí intentando ultrajarme, pelee con él, grite por ayuda, nadie vino, me defendí como pude, alcancé unas tijeras y se las clave en el cuello, luego corrí, Luis estaba en la casa, Luis había mandado a ese hombre a hacerme daño.

Corrí, corrí todo lo que pude y en algún momento me desmayé, así fue como llegue aquí – termino mi relato, la mujer frente a mí no dice nada, yo miro al suelo y finalmente habla.

- Es obvio que a esa villa no puedes volver, tampoco deberías, puedes quedarte el tiempo que necesites aquí, si mi jefe te salvo seguro fue porque vio algo en ti.

- Muchas gracias…

- Ana, me llamo Ana y desde ahora, seré tu amiga…

- Isa, me llamo Isa y acepto tu amistad con mucho gusto.

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