CAPITULO VIII

CAPITULO VIII: La boda

Isa Belmonte

Hoy es el día, hoy me convierto en una Colombo más, hoy me convierto en la esposa de Mario Colombo, director ejecutivo de corporación Colombo, dueño del imperio más grande que se haya visto en el último siglo en Italia. Hoy paso a ser no solo una mujer casada, sino también adquiero poder legal sobre las empresas de Mario, hoy seré oficialmente la nuera de Ximena Colombo, la mujer que más me odia en este mundo.

Todo empezó el día de la cena, bueno sé que no le agradaba desde antes, pero el día de la cena me odió debido a mi reacción ante su intromisión en los asuntos de mi familia. Creo que a nadie le gusta que se metan en la vida privada de uno, y para nada creo que mi reacción haya sido exagerada ni mucho menos. No voy a permitir que ni ella ni nadie me pase por encima o me trate como si no valiera nada, casarme con Mario no es solo un buen trato, es un seguro de vida y poder.

No he dormido toda la noche por la ansiedad de lo que me depara este día, las últimas horas me esmeré mucho en los preparativos finales de la boda para que saliera perfecta, no solo porque me caso con Mario, sino porque esto marca un nuevo inicio para mí, representa el inicio de mi nueva familia, y, sobre todo, hoy empieza mi guerra contra todos aquellos que me han hecho daño y aquellos que intenten lastimarme.

Los primeros rayos de sol empiezan a filtrarse por las cortinas de la habitación, me levanto de la cama rumbo al baño, me ducho y cepillo mis dientes con tranquilidad, regreso a la habitación y ya están ordenando todo, entran los maniquíes con los vestidos, Tanya llega con sus maletas de maquillaje, Ana supervisa todo lo que entra a la habitación y mantiene un audífono conectado ya que se está encargando de la seguridad, básicamente como una escolta personal.

- Bella y radiante como siempre – adula Tanya.

- Tú no te quedas atrás – correspondo la sonrisa, en bata me hacen sentarme frente a la peinadora y Tanya empieza a trabajar en mi cabello.

Entran dos empleadas (aún no me sé sus nombres) traen consigo bandejas con comida para las personas que estaremos aquí toda la mañana. Me acercan mi comida y devoro todo rápido, ayer no comí nada y mi estómago agradece cada bocado.

- Mario parece lobo enjaulado en el apartamento – se burla Ana mirando la pantalla de la Tablet.

- ¿Por qué? – pregunto curiosa, Ana se acerca a mí.

- El lugar es muy pequeño para lo que está acostumbrado y es muy independiente como para aceptar que alguien le ayude a ponerse un traje, ha pasado peleando con el personal desde ayer porque no lo dejan en paz – comenta en medio de sonrisas, sonrío también porque me hace gracia genuinamente.

- Que no lo toquen mucho o se irritará – comento mirando la pantalla que muestra a dos hombres tratando de entrar a la habitación en donde Mario duerme.

- Tienen órdenes estrictas de fastidiarlo cuanto puedan por hoy – dice Ana riendo malévolamente.

- Órdenes tuyas, supongo.

- ¿De quién más? – dice riendo más fuerte, Tanya niega con la cabeza sonriendo mientras sigue tejiendo mi cabello – debo aprovechar cada oportunidad que tenga para molestarlo dado que no pasa muy seguido.

- El señor debe quererte mucho como para que aún estés con vida – el comentario de Tanya me borra la sonrisa, pero Ana ni se inmuta.

- Soy como su hermanita menor, lo que me da derecho a molestarlo como tal, además de que nadie lo cuidará mejor que yo, daría mi vida por él sin pensarlo – asegura con una sonrisa, la miro a través del espejo y sonrío con ella, sé que sus palabras son sinceras y lo dice de corazón.

- Nunca te había visto por aquí – comenta Tanya.

- Solía encargarme de asuntos que no ameritan que esté en la ciudad, ahora estoy aquí porque tengo nuevas diligencias.

- ¿Eres parte del equipo de seguridad?

- Soy la jefa de seguridad – aclara Ana sacando el pecho con orgullo.

- ¿Jefa? – Tanya se sorprende – es la primera vez que sé de una mujer ocupando un puesto así.

- Soy única en mi especie – dice Ana restándole importancia, Tanya termina con mi cabello y me pide cepillar mis dientes para empezar con el maquillaje.

Luego de un par de horas en donde solo podía sentir cosas suaves chocando con mi rostro, me autorizan a abrir los ojos, lo que veo en el espejo me hace sentir demasiado feliz, nunca me había visto tan bella como hoy, nunca antes me sentía tan preciosa como ahora, en bata me dirijo al armario, me pongo la lencería que usaré hoy y regreso a que Tanya me ayude a ponerme el primer vestido, el más grande.

Es pesado por el material y el tamaño, pero vale totalmente la pena porque me hace lucir como una diosa en la tierra, los tacones me hacen lucir diez centímetros más alta y cuando me colocan la corona decorativa que sostendrá el velo me siento como la reina del jodido mundo. Estoy lista, ya es hora de partir y junto a mis acompañantes abordamos el ascensor que nos lleva directo al estacionamiento donde la limosina decorada espera por Ana y por mí.

Subo al auto y solo cuando se pone en marcha, me empiezan a invadir los nervios de evento, el auto avanza por las avenidas, tardamos alrededor de quince minutos en llegar a la iglesia, hay muchas personas afuera, autos lujosos y reporteros por doquier. La boda de uno de los herederos Colombo es un hito para la prensa italiana. La limosina se estaciona y los flashes se disparan en nuestra dirección, Ana empieza a hablar por el intercomunicador y en unos segundos hay un montón de hombres vestidos de negro creando un camino del auto a la entrada de la iglesia.

Bajo del auto con ayuda del chofer y me preparo para entrar a la iglesia completamente sola, pero el señor Colombo aparece no sé de donde a mi lado, me ofrece el brazo y lo acepto sonriendo, siento más flashes a mi alrededor, pero todo deja de importarme, camino del brazo del señor Colombo quien mantiene el paso firme.

- Luces preciosa cariño – dice en voz baja mirándome de reojo, le sonrío en agradecimiento, el padre de Mario es él único de la familia que me ha tratado bien desde el día uno.

- Muchas gracias, por todo – le digo sonriendo.

- Me recuerdas mucho a alguien que quise demasiado – dice, sus ojos cristalizados remueven mi corazón, lo poco que he logrado conocer de este hombre me hace pensar que lleva un gran peso con él.

Avanzamos juntos por el pasillo, entramos a la iglesia y veo todo lleno, cientos de personas que no logro identificar dado que no los conozco, el pasillo parece interminable y nunca me había sentido tan observada como ahora.

- Hay demasiadas personas aquí y no conozco a ninguna – le susurro a mi suegro.

- Somos una familia importante, por eso hay tantas personas, tendrás tiempo de conocerlos, al menos a los relevantes – me dice con una sonrisa tranquilizadora, seguimos avanzando por el pasillo.

El altar luce completamente hermoso con las rosas blancas y los lirios de bosque que hacen una combinación preciosa, el sacerdote está esperando por mí con la biblia abierta, un poco más abajo está Mario, luce perfecto en el traje negro a la medida, la camisa blanca y la corbata lo hacen lucir como un ser de otro mundo, me mira fijamente y me tiemblan las rodillas.

El cabello perfectamente peinado se desacomoda cuando se pasa las manos por él ansioso, se relame los labios sin dejar de verme y siento como el corazón me retumba en el pecho. El espacio se acorta y cuando menos lo espero ya estamos frente a frente.

- Hijo, haz muy feliz a esta hermosa niña, tiene un corazón noble y merece que la cuides con tu vida – le dice el señor Colombo a su hijo, Mario asiente sin decir nada, recibe mi mano y me guía al altar.

- Estamos reunidos aquí para celebrar la unión de dos almas libres que se mana sinceramente – inicia la voz del cura, aunque no le pongo mucha atención, el olor y la cercanía de Mario me tienen atrapada.

La ceremonia continua con normalidad, decimos los votos ensayados previamente, intercambiamos anillos, nos colocan el lazo matrimonial, recibimos la bendición y finalizamos con el beso que hace que el lugar estalle en aplausos.

Mario me toma de la mano y juntos salimos de la iglesia, las personas invitadas nos aplauden y al salir los flashes de las cámaras nos ciegan, parece que hay más reporteros que cuando llegué, nos piden un beso y los complacemos, Mario me toma con fuerza y me besa con pasión, se oyen los aplausos y felicitaciones por doquier. La guardia nos abre paso a la limosina en la que subimos para que nos lleve al lugar de la recepción, una vez que me acomodo en mi asiento Mario no tarda en saltarme encima, literalmente, está desesperado porque no nos vimos un par de días y ha estado pidiéndome intimidad desde la última vez que nos vimos.

La limosina entra a un estacionamiento al mismo tiempo que las manos de Mario se abren paso por la falda del vestido encaminándose al centro de mis piernas, lo detengo porque debemos subir a la fiesta. Mario se enoja con el velo y río porque se comporta como un niño de cinco años que no ha podido adquirir el dulce que quería.

Salimos juntos y nos guían al salón que ya está recibiendo personas, me siento feliz y tranquila hasta que veo a una mujer con un vestido rojo entallado y muy escotado entrar en la recepción y ser recibida efusivamente por Ximena, mi querida suegra…

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