Reencuentro con mi ex y su amante.
Isa Belmonte
- Oye, camina, fui amable contigo porque eres mi prometida, pero no esperes que sea romántico – dice Mario viendo que no me he movido de mi lugar, no digo nada, me mantengo en mi lugar quieta y callada, ni siquiera pestañeo, no sé si sigo respirando.
Se da cuenta de que algo me sucede y se vuelve a acercar, sigue la dirección de mis ojos y su postura cambia inmediatamente, se pone a la defensiva, me cubre por completo y me abraza, siento el calor de su contacto, me relajo y entonces logro encontrar mi voz.
- No esperaba verlos juntos tan pronto – susurro contra el pecho de Mario.
- Se muestran juntos en público desde hace mucho, ya los investigué – dice Mario, siento como una lágrima resbala por mi mejilla, la limpio con rabia y prometo que es la última que voy a derramar por él.
Mario se aparta un poco para darme aire, vuelve a ponerse a mi costado, me toma de la cintura y me ayuda a caminar, Luis y Sofía caminan en nuestra dirección, tomo aire y avanzo, veo un poco de sorpresa y miedo en el rostro de Luis en cuanto ve la cara de mi acompañante, parecía tener la intención de acercarse y ahora elige pasar de largo, no lo miro, continuo con mi camino a la limosina, Ana nos espera adentro.
- Tardaron mucho – dice cuando nos acomodamos dentro – creí que debía ir por ustedes.
- Luis y Sofía aparecieron – suelta Mario.
- Oh… ¿estás bien? – me pregunta.
- Lo estoy, solo me tomó por sorpresa, verlo después de lo que sucedió, ver que esta tan tranquilo y contento… solo fue demasiado repentino – digo mirando mis manos que reposan en mi regazo.
- Al penthouse – dice Mario por el intercomunicador, el auto avanza y yo veo las luces de la ciudad por la ventana, Ana y Mario mantienen una conversación de la que no me entero mucho, cierro los ojos un momento y cuando los abro, el auto se ha detenido, todo está oscuro alrededor.
Ana se mantiene en el auto mientras Mario me ayuda a bajar, estamos en un parqueadero, hay varios autos y un ascensor, Mario me rodea la cintura y entramos solos al ascensor.
- ¿Dónde estamos? – pregunto un poco adormilada, la agitación del día y las emociones de la noche me tienen agotada.
- En mi edifico favorito, viviremos aquí después de la boda – informa Mario, asiento con la cabeza y el ascensor se detiene en el último nivel, salimos juntos, Mario abre una puerta y entramos juntos.
Este es un lugar muy diferente a la cabaña del bosque, aquí todo es elegante y lujoso, los ojos se me van a todo lado tratando de admirar todo el esplendor del lugar, me quedo quieta en el centro de la sala, Mario se pega a mi espalda.
- Mañana podrás recorrer el departamento a tu gusto, hoy necesitas descansar, te llevaré a tu habitación.
- ¿Tendré una habitación propia? – pregunto dando la vuelta para mirarlo a la cara.
- Así es, no voy a tocarte – dice seriamente, pero sus manos se ciñen a mi cintura y me aprieta más contra él, pongo mis manos en su peco para impedir que nuestros rostros se toquen – a menos que quieras empezar a procrear a nuestro hijo desde ahora – susurra demasiado cerca de mi oído, dejo de respirar hasta que se aleja un poco de mi cuerpo.
- Esta noche estoy muy agotada, tal vez mañana – digo tratando de que mi voz suene firme.
- De acuerdo – sonríe soltando mi cintura, me indica el camino y lo sigo hacía el pasillo que conduce a las habitaciones, entro a la que me señala y quedo asombrada, es muy bonito y elegante.
Mario se despide de mí, me quedo sola y luego de respirar con profundidad, empiezo a quitarme la ropa, la chaqueta y lo que queda del vestido, dejo todo en el sesto de ropa sucia y me quedo frente al espejo de cuerpo entero por un instante, mi piel pálida por esconderme tanto tiempo del sol hace un contraste ideal con la lencería negra que traigo puesta, es ropa demasiado sexy, no sé en que momento dejé que Ana me convenciera de usar esto.
Me admiro por un instante y entonces me pregunto ¿Cómo es que me perdí tanto por Luis? Soy una mujer hermosa, siempre fui muy independiente y lista, aprendí de negocios con mi papá y desarrollé muchas habilidades con mi madre, ¿Cómo es que terminé en esta posición por un hombre?, Luis es atractivo sí, pero eso es todo, no es gracioso, ni complaciente, él solo es un hombre, un hombre que nunca me amó.
La reflexión final ya no duele, ya no siento nada por él, pero si tengo mucha rabia conmigo misma por haberle dado tanto a ese idiota, pero se acabó, a partir de hoy me encargaré de hacer que se arrepienta de cada maldito segundo que disfrutó mi sufrimiento por su causa.
A partir de hoy nace una nueva Isa, una Belmonte de verdad, la que mi padre quería que fuera. Y por ahora necesito apoyo, ese apoyo vendrá de Mario y solo lo podré asegurar si le doy un hijo, tal vez en un futuro cercano pueda construir la familia que siempre quise, junto al hombre que sí me podrá ayudar.
La puerta se abre de pronto y Mario ingresa con la camisa a medio abrochar, sus ojos se abren incrédulos cuando me ve y de la nada parece que se quedó mudo.
- Isa… - susurra, le sonrío con coquetería, debo empezar a jugar mis cartas desde ahora.
- ¿Necesitas algo? – pregunto sin intención de cubrirme, Mario carraspea, retoma su postura dominante y se acerca a mí.
- Quería preguntarte si estabas cómoda aquí o si querías ropa de dormir, puesto que el armario está vacío – dice acercándose aún más, no me intimido.
- No necesito nada, gracias por preguntar – digo acomodándome el cabello.
- ¿Qué tienes? – pregunta mirándome con desconfianza – hace un rato estabas como ida y ahora pareces…
- Me di cuenta de que no tengo tiempo que perder, tengo una meta por cumplir y una venganza que no puede esperar – suelto rodeando su cuello con mis brazos, las manos de Mario van a mis caderas pegándome a su ingle, puedo sentirle todo.
- ¿Sí? – pregunta en un susurro - ¿Y cómo pretendes empezar? – me armo de valor y termino de pegar nuestros cuerpos, inicio con un beso suave que él transforma en lujurioso, le toma tres segundos cargarme y apoyarme contra la pared.
Mis piernas rodean su cintura, sus manos se aferran a mis nalgas y las aprieta con fuerza, me besa con más ímpetu y yo me encargo de abrir su camisa para poder tocarlo también, una de sus manos sube por mi espalda, quita el seguro del brasier y este cae por un costado, mis pechos quedan libres, y entran en contacto directo con la piel de su pecho, el rose hace que mis pezones se pongan firmes, vuelve a tomarme de las caderas para llevarme a la cama en donde me deja con suavidad, se aparta un poco y se pasa la lengua por los labios. Sin apartar la vista se quita el pantalón y vuelve a colocarse sobre mí, separo las piernas inmediatamente y dejo que se acomode, empieza a besarme y acariciarme sin parar, al punto que parece que tuviera ocho manos ya que lo siento en todas partes.
Hace a un lado la diminuta braga que me queda antes de introducir dos dedos en mí, lo hace rápido y sin contemplaciones, los vuelve a sacar y por un segundo me avergüenza lo fácil que sus dedos resbalan en mi ya que estoy como un charco. Mario besa mis pechos y baja lentamente dando lengüetazos por todo mi torso sin dejar de masajearme ahí abajo. Me dejo ir en sus caricias y siento como la corriente atraviesa mi cuerpo desde mi pelvis hasta la parte bajo de mi cabeza, respiro con dificultad y entonces siento como su lengua se une al baile de sus dedos y no puedo resistirlo más, grito y suelto toda mi excitación en su boca, Mario se saborea y no deja de tocarme, sigue acariciándome hasta que vuelve a mi boca.
Siento mi propio sabor en sus labios y me vuelvo a humedecer enseguida, nunca había experimentado este nivel de placer, Luis era bueno en la cama, pero esto… Mario es excelente, separa más mis piernas y entonces siento algo tibio y duro punteando en mi entrada, respiro cuando intenta adentrarse, pero es demasiado grande, me besa el cuello y sigue acariciándome para dilatarme más y lo consigue, en unos instantes su falo empieza a entrar, me aferro a las sábanas con fuerza, Mario me pide que respire, obedezco y entonces se introduce de una sola estocada, grito de nuevo por el dolor y la sorpresa.
Mario me besa las mejillas y los labios, se queda quieto mientras me acostumbro a su tamaño, Mario sigue acariciando mi pecho, besa mi cuello y acaricia mi cabello de vez en vez.
- Estas actuando muy romántico – le digo sonriendo.
- Solo estoy siendo caballero – responde con soberbia, sonrío junto con él.
- Pues yo voy a dejar de ser una dama ahora – le digo antes de tomarlo por el cabello y pegarlo de nuevo a mis labios, lo beso con frenesí y él empieza a moverse, fuerte, contundente.
Nuestros cuerpos chocan una y otra vez y los sonidos del acto no se hacen esperar, Mario entra y sale de mí con fuerza, me aferro a su espalda y él marca mi cuello un par de veces, muerde mi hombro y siento la tibieza de su excitación dentro de mí, pero no deja de moverse, sigue firme y me toma con más fuerza, cierro los ojos y trato de fundirme con la cama, me siento en las nubes, de pronto Mario sale y se aparta de mí, pero no me da tiempo de decir nada.
Me toma de las caderas y me hace girar dejándome de espaldas a él, me toma de las caderas y vuelve a hundirse con fuerza, en esta posición lo siento mucho más profundo, muerdo la sabana mientras Mario sigue complaciéndome, no me toma mucho llegar al clímax nuevamente, me dejo ir y caigo en la cama rendida, Mario cae a mi lado, estoy tan agotada que siento que no puedo moverme, es mi acompañante quien me cubre antes de acomodarse a mi lado, se aferra a mi cintura y caigo inmediatamente en los brazos de Morfeo.