CAPITULO III: Hacer un trato
Isa Belmonte
Ana es muy divertida, hemos charlado la mayor parte del día, aunque he sido víctima de Bullying, Ana no ha hecho otra cosa que reírse de mí después de contarle la mitad de mi vida, tiene un humor muy particular, me cuenta también cosas de su vida, como terminó trabajando para Mario, ahora sé que mi salvador se llama así, trato de absorber toda la información que suelta Ana, algo de lo que dice podría ayudarme a vengarme de Luis y Sofía.
En la noche destapamos una botella de vino, yo no debería beber, pero siento que lo necesito, en cuestión de días mi vida se trastorno por completo, estoy completamente sola, no tengo nada ni nadie a quien recurrir, una copa de vino no me hará más daño.
- ¿Y qué piensas hacer ahora? – pregunta Ana después de un rato en silencio.
- Por ahora, no tengo idea – contesto con honestidad – no tengo a quien recurrir, ni a donde ir, no tengo familia, estoy sola – lo ultimo dicho me quiebra un poco el corazón.
- Puedes quedarte aquí, al menos hasta que mi jefe regrese – suspira mirando al naranja que ha bañado el cielo a esta hora – él dijo que deberías irte para entonces, pero si le explicamos tu situación tal vez te deje quedarte o te ayude de otra forma.
La idea de conocer a mi salvador y recibir ayuda de su parte me anima un poco.
- ¿Crees que se pueda? – pregunto tanteando terreno
- Mario es muy benevolente y disfruta de ayudar a los menos afortunados, por él estoy aquí – dice mirándome a la cara – puede parecer frio y un poco malo, pero tiene un gran corazón.
- Suena como un buen hombre – lo digo de corazón - ¿Cómo terminaste trabajando para él? Y ¿a qué se dedica? Por cierto – pregunto dejando que Ana rellene mi copa con el líquido carmesí.
- Es un buen hombre, que ha pasado por mucho, eso es todo lo que puedo decirte, cuando lo conozcas y solo si él te lo permite, podrás saber algo más.
La conversación cambio de rumbo después de eso, destapamos una segunda botella y Ana fue a cazar la cena, literalmente, salió un rato y regresó con dos conejos, yo hice ensalada, jugo y pan de ajo para acompañar.
Los siguientes días fueron un poco más rutinarios, levantarse temprano, conseguir comida, hacer limpieza, charlar por horas y en ocasiones quedarme sola, Ana recibe llamadas misteriosas de su jefe y desaparece por horas, empiezo a sospechar que su trabajo no es muy legal, al igual que los negocios de Mario, porque salió ayer por unas horas y en la noche, el rostro de mis agresores estaba en la televisión.
Los encontraron colgados del cuello en un camión abandonado en medio de la carretera cercana a la zona residencial en la que está ubicada mi villa, mi agresor principal tenía una herida de la tijera en el cuello, al parecer no lo maté aquel día, pero alguien ya termino el trabajo por mí, Ana vio la noticia y solo sonrió ladeadamente y siguió comiendo como si nada, a mi se me revolvió el estómago, la descripción del reportero me heló la sangre al ver el nivel de tortura que sufrieron esos hombres.
También descubrí que mi nueva compañera de casa es muy buena en pelea cuerpo a cuerpo, presencié un entrenamiento y me di cuenta de lo rápida y ágil que es, le pedí que me enseñara y se río en mi cara porque aún estoy un poco adolorida, mis heridas no han sanado por completo y tengo moretones muy notorios, pero hoy me levanté más temprano y corrí un poco alrededor de la cabaña para demostrarle a Ana que si puedo hacerlo.
Ella no estaba muy convencida aún, pero aceptó entrenarme, tengo que volver y recuperar lo que por derecho me corresponde, y para eso necesitaré todas las ventajas posibles.
- Eres rápida y persistente – comenta Ana esquivando un nuevo puño que le lanzo, paro la patada que me da y aprovecho el espacio para tomarla del muslo, girar y llevarla al suelo, termino sentada sobre su espalda e inmovilizándola por completo.
- Soy muy terca y si algo se me mete en la cabeza, es más fácil quitarme la cabeza que la idea – digo soltándola por fin cuando ha pasado el tiempo que me declara ganadora en la pelea.
- Ya lo noté, eres buena, nadie me ha derribado en una pelea hace mucho tiempo – dice mientras la ayudo a ponerse de pie
- La última vez, fui yo quien la derribó, me alegra saber que alguien nuevo le va a bajar el ego – dice una voz masculina desde algún rincón oscuro que aún no logro identificar.
- Creí que llegabas en dos días más – dice Ana acercándose a la puerta del salón de entrenamiento, puerta que estaba entreabierta, por cierto.
- Logré concretar mis asuntos con mayor brevedad – la voz adquiere forma cuando el hombre ingresa.
Me congelo en mi puesto y no puedo apartar la mirada, es alto, musculoso, extremadamente guapo, mandíbula marcada, cejas espesas, pestañas largas, barba estilizada y perfecta, cabello rizado y sedoso, ojos cafés claros, casi llegando al verde, su postura y forma de caminar muestra una autoridad impresionante, tanto que me siento diminuta cuando se acerca a mi lugar.
Nuestra chica del bosque es fuerte – dice mirándome de arriba abajo, lo que hace que me sienta más pequeña aún.
- Fuerte y muy rápida – dice Ana acercándose a Mario, se saludan, pero Mario no me quita los ojos de encima.
- Me gustaría comprobarlo – dice Mario apartándose de Ana, se quita la chaqueta sin dejar de mirarme y la avienta al suelo como si nada, se arremanga la camisa y se pone en posición de combate – adelante chica bosquetera, dame tu mejor golpe – invita, yo sigo congelada en mi lugar, no sé qué hacer.
- Yo… no…
- Ya la dañaste, siempre dañas lo que tocas – se ríe Ana.
- Pero si aún no la toco – contesta Mario – vamos niña, inténtalo o es que… ¿ya te asustaste? – no me gusta el tono que usa, se está burlando de mí y no voy a consentir eso.
Me abalanzo hacia él con el puño cerrado, es rápido para evadirme, pero no me rindo, intento de nuevo y fallo, lanzo golpes, puños y patadas que quedan en el aire cuando él me esquiva, pero no me detengo, la ira se apodera de mi cuerpo y golpeo más y más fuerte, que un hombre intente siquiera burlarse de mí es algo que no voy a consentir nunca más. Consigo engañarlo para que gire a la derecha y estampo una patada en sus costillas que lo hace doblarse un instante, se recupera pronto y me barre los pies consiguiendo que caiga, se sube sobre mí inmovilizándome por completo, nuestros rostros quedan a centímetros de distancia.
Mi pecho sube y baja rápido debido a la agitación del momento, nuestras respiraciones chocan y puedo sentir como su cuerpo se tensa más a medida que su rostro se acerca mas al mío, sus ojos me escanean sin parar y no intento apartarme, no siento necesidad de alejarlo, al contrario, siento ganas de pegarlo más a mí y… besarlo, si me gustaría besarlo, no hay espacio entre ambos, estamos demasiado juntos, puedo sentir cada movimiento de sus músculos, empiezo a cerrar los ojos esperando el beso que no llega, alguien carraspea, es Ana.
- Es evidente que le falta un poco de entrenamiento, pero en poco tiempo podrá darte una buena pelea – dice haciéndome recapacitar y volver a poner los pies en la tierra ¿Qué estuve a punto de hacer?
- Si, tiene potencial – dice Mario poniéndose de pie, siento frío cuando se aparta de mí, me extiende una mano y me ayuda a levantarme también.
- Podría trabajar con nosotros, es buena – dice Ana, Mario sigue sin apartar la vista de mí.
- Es demasiado bonita para lo que hacemos, pero si podría servirnos en algo – esto último lo dice mirándome con lascivia innegable, es en ese momento que caigo en cuenta de que solo llevo unos shorts diminutos y un top deportivo, y no soy ignorante de mi físico, en mi adolescencia fui muy vanidosa, cuando crecí cuidé mucho de mi cuerpo y gracias a eso hoy tengo una figura esbelta, además de que mi genética está compuesta de características muy llamativas.
- Belleza letal – comenta Ana
- Belleza letal – concuerda Mario – vamos a cenar y lo discutimos – propone recogiendo su chaqueta, sigo a ambos hasta la cocina en donde nos espera todo un banquete ya servido.
El olor característico de la pasta nos recibe, aspiro hondo, amo la pasta, tomo asiento en el lugar que he usado estos días, Mario y Ana se acomodan también y empezamos a comer en silencio, es mi nueva amiga quien lo rompe.
- Mario, Isa no tiene a donde ir, de hecho, lo ha perdido todo, estaba en el bosque porque corría por su vida, ¿crees que puedas darle un trabajo? Ya viste que es buena – me siento pequeña cuando Mario me ve con el ceño fruncido.
- ¿Realmente no tienes a nadie? – pregunta mirándome.
- No, estoy sola – respondo mirando mi plato y jugando con los fideos.
- Estoy enterado de parte de tu historia, me gustaría conocer el resto, pero lo hablaremos luego, por ahora, puedes quedarte aquí, unos días, luego viajarás conmigo – lo miro con los ojos abiertos, ¿viajar? No tengo ninguno de mis papeles conmigo.
- No puedo salir del país, no tengo mis documentos – suelto demasiado rápido, pero me han entendido.
- Lo sabemos, tranquila, yo me encargo, ahora come que la pasta fría no sabe igual.
La cena transcurre con completa normalidad, Ana se encarga de hacernos reír a todos, terminamos de comer y me dispongo a recoger la mesa como lo he hecho en la última semana, pero Mario me detiene.
- No tienes porque hacer eso, acompáñanos a la sala, tenemos que charlar.
- Está bien – digo dejando todo tal cual.
Nos acomodamos en los sillones, la chimenea está encendida y mantiene caliente la casa, Ana me pasa una frazada con la que me cubro todo lo que puedo, no por frío, sino porque Mario sigue mirándome de vez en vez y eso me pone nerviosa.
- Isa, ¿alguna vez has usado un arma? – pregunta Mario.
- Sí, desde los catorce años, mi padre me enseñó a disparar y a defenderme por la situación de violencia y peligro que vivía mi país.
- Asumo entonces que conoces mucho de armamento y combate.
- Solo lo básico – comento mirando al fuego.
- Lo pregunto porque… - la voz de Mario se ve interrumpida cuando el sonido de una camioneta derrapando se escucha desde afuera, Ana y Mario toman armas y se acercan a la ventana, al mismo tiempo alguien entra por la puerta principal.
Dos hombres grandes y cubiertos de tatuajes entran sosteniendo botellas de licor, hay manchas de sangre seca n diferentes partes de su cuerpo.
- ¿Qué carajos están haciendo? – pregunta Mario furioso
- Cumplimos con su encargo jefe, ese marica lloraba como nena mientras suplicaba – dice uno de los hombres, ambos ríen estrepitosamente – tenemos un nuevo puente abierto para mandar mercancía a medio oriente.
- Y estamos festejando porque nos deshicimos del senador que lo estaba molestando señor – contesta el otro, la piel se me vuelve de gallina al escucharlos, estos hombres son unos matones y trabajan para Mario.
Definitivamente lo que hace Mario para vivir está mal, es ilegal y peligroso, pero eso lo hace poderoso también, y poder es lo que yo necesito para acabar con Luis y Sofía.
- Fuera de aquí, celebren en otro lado, después los llamo – los hecha de la casa y los hombres se van sin chistar, Mario me vuelve a ver y noto algo nuevo en sus ojos, ¿está nervioso? – no tenías que ver ni escuchar eso – dice carraspeando.
- Es una chica inteligente, no lo habría tomado mucho tiempo descubrirlo de todos modos – dice Ana poniéndole una mano en el hombro.
- ¿Eres un criminal? – la pregunta abandona mis labios con mayor rapidez de la que me hubiese gustado, pero enseguida me doy cuenta de lo que dije – lo siento, no…
- No me gusta autodenominarme así, prefiero decir que soy un hombre de negocios arriesgados – responde volviendo a tomar asiento, Ana también se sienta mirándome con inquietud.
- De acuerdo, supongo que lo de viajar contigo me involucraría en esos negocios, ¿no?
- Te va a involucrar conmigo, no con mis negocios, a menos que tú quieras hacerlo – dice mirándome con seriedad.
- ¿Qué significa eso? – pregunto con nervios.
- Isa, sé perfectamente quien eres y lo que te pasó, como también sé que ahora soy tu mejor opción de sobrevivir y recuperar parte de lo que te han robado, pero a cambio necesito algo de ti.
- ¿Qué?
- Cásate conmigo, por un año, yo te protegeré y te ayudaré a hacer tu propia fortuna, a cambio, té serás una esposa ejemplar frente a mi familia y me darás un hijo, es lo que necesito para reclamar lo que me pertenece y se niegan a darme.
La cabeza me da vueltas, ¿casarme con él por un año y darle un hijo?
- No puedes pedirme un hijo cuando ni siquiera sé quién eres – protesto – además, después del año de matrimonio ¿qué pasaría conmigo y ese niño?
- Eso lo decidirás tú en su momento, por ahora solo piénsalo, después de todo, nos necesitamos mutuamente, podríamos ser escudo el uno del otro.