Un nuevo inicio
Isa Belmonte
Calor, comodidad, relajamiento, paz, eso es todo lo que siento cuando despierto, estoy cubierta por sábanas tersas, el calor del cuerpo torneado de Mario está debajo de mí, se mantiene aferrado a mi torso desde la madrugada que me despertó para otra sesión de conexión corporal entre ambos, me hizo subir encima de él y no pude negarme, este hombre tiene un apetito sexual muy intenso, aunque no me quejo, es realmente bueno en ello.
Intento salir de su agarre porque necesito ir al baño, pero en cuanto siente mis movimientos se aferra con más fuerza, me hace reír y termino dando pequeños pellizcos en sus hombros hasta que despierta y la mirada que me lanza me congela en el lugar y borra mi sonrisa del rostro, paso saliva y aclaro mi garganta antes de hablar.
- Necesito ir al baño – digo haciendo un nuevo intento por levantarme, su agarre se afloja y por fin salgo de la cama.
- No tardes, tenemos que hablar sobre un par de cosas – la voz de Mario me detiene, asiento con la cabeza y corro al baño, hago lo que necesito, me cepillo los dientes y lavo mi rostro, solo cuando me detengo a mirarme en el espejo noto las marcas en mi cuerpo.
Mario fue algo rudo conmigo y las marcas de sus dedos y labios son la prueba de ello, un escalofrío me recorre el cuerpo cuando recuerdo lo que hice la noche anterior, me es inevitable no mirare en el espejo de cuerpo entero y mirar directamente a mi vientre, no usamos protección y lo hicimos varias veces en la noche. Entro a la ducha y me limpio rápidamente, envuelvo mi cuerpo en una toalla al salir y uso otra para mi cabello, cuando regreso a la habitación la cama está vacía y una bolsa de Prada reposa en la mesita de noche.
Saco las prendas de la bolsa, todo es de mi talla, me visto rápido y seco mi cabello lo mejor que puedo con la toalla, Mario ingresa en ese momento, recién bañado y oliendo a colonia masculina, el cabello húmedo me dice que también tomo una ducha, entra acomodándose las mangas de la camisa y detrás de él ingresan seis personas con la mirada en el piso, hombres y mujeres que muestran total sumisión ante la presencia de Mario.
- A partir de hoy, Isa es la señora de la casa y deben respetarla como tal, es mi prometida y próximamente dueña de todas mis propiedades, obedezcan en cada cosa que ella les pida – la voz fría e imponente de Mario me pone firme incluso a mí.
Todos los presentes corean un “¡Sí, señor!” y salen de la habitación en completo silencio.
- Necesito que vengas conmigo a la oficina hoy, debo resolver unos asuntos y es preciso que mi familia te vea en la empresa – ordena inspeccionando mi aspecto.
- Necesito unos minutos para arreglar mi cabello y… - interrumpe mi frase dándole paso a una mujer desconocida.
- Tanya es tu estilista a partir de hoy, te peinará y maquillará para cada evento que tengamos y en ocasiones relámpago como hoy, pediré que te traigan el desayuno en lo que te arreglan, te espero en el auto.
No me da tiempo ni de decir que si, sale rápido de la habitación y yo me quedo sola con Tanya, ella es quien se acerca a saludar, me extiende la mano que tomo y me pide que me acomode frente a la peinadora, es agradable y muy amable, nos traen comida y charlamos animadamente durante los treinta minutos que tarda en dejarme completamente hermosa, las sombras oscuras en mi ojos me hacen lucir feroz, lo que se complementa perfectamente con el labial rojo carmesí que me aporta un aire sensual y llamativo, el conjunto de blanco y negro me hace lucir seria y formal.
Con todo listo, bajo al auto en donde Mario ya está esperando, el chófer me abre la puerta y me siento junto a mi prometido, <<que raro se siente decirle así>>, me acomodo en mi lugar y Mario despega los ojos de la pantalla que sostiene.
- Te ves preciosa – dice escaneándome completa.
- Gracias – siento como me sonrojo y suplico que el maquillaje me ayude a disimularlo.
- Bien, iremos a la oficina, mi padre nos entregará el archivo del proyecto a ambos, yo haré el trabajo completo, tú solo debes simular que me estás ayudando…
- ¿Puedo saber de qué va el proyecto? No me has hablado de ello y si puedo, me gustaría ayudar de verdad.
- ¿Conoces de arquitectura, ingeniería, bienes raíces o diseño de interiores? – pregunta mirándome con suspicacia.
- Estudié arquitectura antes de casarme con Luis, nunca ejercí, pero conozco del tema, también soy buena haciendo negocios si tienen que ver con ventas, mi padre me enseñó – respondo un poco tímida.
- Si… podrías aportar algunas ideas, te asignaré un par de tareas y un equipo para que te ayuden a concretar todo – informa tecleando algo rápido en el teléfono, probablemente un texto a alguien – también necesito que te encargues de los detalles de la boda, no tengo tiempo para eso.
- ¿Ya hay una fecha?
- En diez días, los preparativos están listos, solo quiero que lo revises y si algo no te gusta, lo cambias, Ana vendrá más tarde para ayudarte, noté que se llevan bien.
- De acuerdo, me encargaré de todo – acepto, el auto se detiene en un lugar oscuro, un parqueadero subterráneo.
Bajamos juntos del auto, me ofrece el bazo y juntos abordamos el ascensor que nos lleva a la cima del edificio, es una corporación gigante, ya había escuchado el apellido Colombo cuando estaba en la facultad, sé que se dedican a la construcción, son una familia famosa por sus increíbles obras arquitectónicas en todo el mundo. El ascensor llega a la cúspide y salimos tomados de la mano directo a una oficina que tiene una puerta de madera tallada que se ve hermosa.
Entramos sin llamar a la puerta, adentro se encuentran los padres de Mario y su hermano, el último se ve muy molesto y no disimulan el desagrado que nuestra presencia les provoca. Mario no se inmuta, camina derecho al escritorio de su padre sin soltar mi mano, trato de seguirle el paso con la misma seguridad, aunque me estén temblando las rodillas.
- Buenos días padre, disculpa la tardanza.
- Buenos días, no pasa nada, llegue hace muy poco – responde el señor Colombo con una sonrisa que no llega a sus ojos.
- Me voy a trabajar en lo que sí importa, llámenme cuando Mario falle – dice el idiota de su hermano con una sonrisa fingida y arrogante antes de salir por la puerta, la madre se mantiene quieta y Mario impasible.
- No escuches a tu hermano, sé que lo harás bien – habla el padre.
- Jamás he escuchado a mi hermanito, por eso mis negocios siempre han ido bien – dice Mario, la madre levanta una ceja incrédula.
- ¿Y qué negocios tienes según tú? – pregunta con la clara intención de hacer burla.
- No son de tu interés Ximena – responde Mario algo irritado.
- Respeta a tu madre – exige el señor Colombo
- Lo haré el día que se comporte como tal – responde Mario firme, me mantengo al margen mirando en silencio.
- No quiero altercados, el archivo se acaba de enviar a tu computadora personal, ponte a trabajar, ya me encargué de que le llevaran un escritorio a tu prometida, si lo desea se le dará una oficina – habla como si yo no estuviera presente.
- De acuerdo, entonces no tengo nada más que hacer aquí – Mario me arrastra fuera de la oficina y camina rápido por los pasillos, las personas nos miran, o bueno, me miran a mí con extrañez, seguramente porque no me conocen.
En la oficina de Mario hay dos escritorios como dijo su padre, es un lugar amplio y moderno, todo se ve lujoso y bien cuidado, quedo maravillada con el ventanal que permite ver toda la ciudad, abajo todo se ve diminuto, es como tener el mundo bajo los pies.
- Bien, como sabes, este no es mi único negocio, esto es la fachada que usa mi familia para no levantar sospechas, por ahora, te mantendrás en este lado, no quiero que te involucres en lo demás – dice Mario una vez que cierra la puerta y suelta mi mano.
- ¿Puedo saber de que va el otro lado? – pregunto con cuidado.
- No creo que estés lista para saberlo – responde con una sonrisa irónica.
- Ponme a prueba – lo reto airosa.
- Eres delicada, frágil y temerosa.
- Sabes que no es así, soy fuerte – le llevo la contraria.
- Te asustas con facilidad.
- No es cierto.
- Casi te desmayas cuando mis hombres llegaron a casa de Ana – me mira levantando la ceja.
- Estaban cubiertos de sangre y yo acababa de pasar por un episodio traumático – me defiendo cruzándome de brazos.
- Excusas…
- No son excusas, son hechos.
- Lo que digas bonita – le resta importancia yendo a su escritorio, se acomoda en su lugar y empieza a trabajar como si nada, no permitiré que me deje así.
Me voy a mi nuevo lugar de trabajo, hay una computadora encendida, block de notas, lapiceros, un poco de todo, Mario me envía un par de planos y cosas básicas sobre el proyecto, se trata de un complejo cinco estrellas en las islas bermudas, es un proyecto ambicioso y frutífero. Reviso por encima todo lo que conozco y hago un nuevo archivo con mis notas sobre lo que ceo que puedo aportar, no modifico nada en el archivo original, abro copias y trabajo todo el medio día.
No pasaba tanto tiempo frente a una computadora desde que me titule, el olor de comida me distrae, hay una bandeja llena frente a mí, una mujer muy atractiva con un uniforme demasiado pequeño para ella, ordena platos frente a Mario, quien ni la determina, sigue con la mirada en la pantalla, la mesera termina y se va sin decir nada, mi bandeja la dejó tal cual.
- Come, hoy no me dio tiempo de salir, cenaremos fuera – habla Mario sin dejar de teclear en su computador.
- ¿Cómo seleccionan al personal de la cafetería? – pregunto levantándome a acomodar mis platos.
- Pregúntale a recursos humanos – me dice seco, lo miro con severidad, pero no le discuto, mi hambre es más importante en este momento. Me alimento saboreando todo, me tomo mi tiempo, la comida está rica.
Mario no toca sus platos y me acerco a él, tiene que comer también, llevo una silla junto a él y tomo uno de los platos junto con los cubiertos.
- ¿Qué haces? – pregunta serio.
- No pareces tener tiempo para comer, te ayudare – respondo tomando un poco de sopa en la cuchara – abre – pido guiando la cuchara a su boca.
- No soy un niño de tres años, puedo comer solo – me mira mal.
- Entonces come – le digo dejando su plato en la mesa de mala gana, intento irme, pero me sujeta de la muñeca.
- Si vas a hacer algo conmigo, tienes que hacerlo bien – dice mientras de un solo tirón me sienta en sus piernas, nuestros torsos están muy pegados, respiramos en mismo aire y sus manos se posan en mi cadera, se me corta la respiración.
Siento como mi corazón empieza a palpitar demasiado rápido, de pronto no siento que pueda moverme, Mario me mira con intensidad y pasa saliva despacio, el movimiento de su manzana de adán me seca la garganta, siento calor en medio de las piernas y temo necesitar bragas nuevas, siempre me gustaron los hombres que representen autoridad y poder y Mario representa eso en demasía.
- Ahora si puedes alimentarme – dice con la voz ronca, no sé ni de donde saco la inteligencia suficiente como para tomar el plato y darle de comer, cada bocado que da es un tremendo esfuerzo para mí.
Después de lo que siento como una eternidad, termina de comer, le limpio los labios y me pongo en pie para recogerlo todo, siento como sigue mis movimientos con los ojos, lo que me llena de adrenalina, procuro moverme rápido para volver a mi lugar de trabajo, en ese momento, la misma mesera entra en el despacho sin tocar, muy sonriente y pavoneándose sin reparar en mi presencia. Intenta acercarse a Mario y este la detiene diciéndole que recoja todo y se vaya, eso me da satisfacción.
¿Estoy empezando a sentir celos por Mario? Esto es muy extraño, conozco los celos, los he sentido y esto que estoy sintiendo en este momento se parece mucho a eso. Necesito poner mis ideas en orden.