Emma Collins siempre tuvo una vida sencilla,siendo enfermera en Central Medic support tenía lo justo para vivir. Había perdido a su madre dos años atrás,ella la había cuidado hasta su muerte. Su vida da un cambio brusco al despertar un día vestida de novia y a unas horas de casarse con un desconocido y con un arma apuntando hacia ella. Ian Spencer es un as para hacer negocios,su tiempo vale oro y no está para perderlo con nadie. Unas horas antes de su boda con Francesca,ella decide huir al descubrir por accidente que los negocios de su prometido no son tan legales como creyó,dejando a Ian con la vergüenza de quedar plantado en el altar.
Leer más—¡Quítenle ese uniforme y cámbienla rápido!.
Emma no supo lo que estaba pasando,el cuerpo le dolía casi por completo. Sobre todo la cabeza,sentía que alguien estaba golpeándola desde adentro. —!No le queda,esta chica es más gorda! ¿Qué vamos a hacer?. La voz de la mujer sonó desesperada. Emma no alcanzó a entender lo que estaba sucediendo a su alrededor. —¡Trae unas tijeras y aquel listón! No es tanto,esta chica no es gorda,simplemente es alguien normal,no como la escuálida de Francesca. Seguía escuchando frases cortas entre sueños. —¡Sigue sin despertar! No sé qué vamos a hacer si llega la hora y esta chica no logra estar consciente. De pronto ambas mujeres del servicio vieron entrar a Ian Spencer,su jefe. En la mano llevaba una jarra con agua con hielo,y sin miramientos se lo arrojó al rostro a Emma. Ella despertó de pronto asustada y temblando. Ambas mujeres no tuvieron el valor para ver a su jefe al rostro. Este se miraba furioso. —¡Terminen de prepárarla! Fue la orden que Ian les dió. Emma seguía temblando,sin lograr entender qué sucedía. —¿Quiénes son ustedes?. Preguntó asustada. Echó un vistazo a su alrededor,se notaba que era un lugar elegante,aún así el miedo se había apodetado de su cuerpo. Había despertado justo en el momento en que un hombre de piel bronceada le arrojaba agua al rostro. Ambas mujeres del servicio se lanzaron miradas interrogativas,pero ninguna habló. Justo en ese momento entró un hombre con pinta de guardaespaldas. —¿Está lista? Preguntó en tono severo. La mujer mayor se acercó a la chica y empezó a ajustar el vestido que llevaba puesto,mientras que al oído le decía unas palabras que para Emma quedarían grabadas en su memoria. —No pongas resistencia, niña. Acabará pronto. —Ya casi está lista,pero necesitamos que nos dejes a solas con ella,solo será un momento. Fue la misma mujer que habló para el guardaespaldas. El no confíaba en nadie,pero Leonor llevaba ya demasiado años en la casa,en ella podía confiar. —Está bien,que sea rápido. Salió un momento,lo suficiente para que Emma se pusiera de pie para terminar de vestirla. Emma estaba temblando,y buscó la mirada de la mujer,pero ella pretendió no verla. Los años que llevaba de ama de llaves no era en vano,sabía que no debía involucrarse,de lo contrario pondría en riesgo su vida también. —¿Estoy en peligro?. Emma murmuró muy bajito,el ama de llaves seguía sin verla a los ojos,pero asintió con la cabeza muy rápido para que no lo notarán por las cámaras,le estaba ajustando la espalda a Emma. —Haz todo lo que te digan,no hagas preguntas, muévete rápido y todo saldrá bien niña. Habló tan rápido que Emma apenas alcanzó a entender,pero se aferraría a esa información con tal de salvarse. —Suficiente,debo llevarla a la oficina del jefe. Leonor dió un suspiro y decidió dejar que se llevaran a la chica de una vez. El hombre imponía,llevaba la cabeza rapada y anteojos negros al igual que su traje. Rondaba los cincuenta años,pero aún lucía intimidante. Él la tomó del brazo con un poco de fuerza,Emma no puso resistencia,pero involuntariamente giró el rostro para ver a la única persona ahí que le había dado un poco de ayuda. Sólo pedía que lo que fueran a hacer con ella fuese rápido. El hombre la llevó hasta el final de un pasillo. La casa era muy grande y estaba decorada con un gusto exquisito. Al final del pasillo había una oficina y el hombre simplemente la aventó dentro. Ian subió los ojos y le dió una larga mirada a la chica. No podía creer que fueran tan parecidas y a la vez se notasen tan distintas. Le hizo una señal a Evaristo para que se retirara y lo dejara solo con ella. Se levantó de su silla,caminó en círculos con ojos crítico. Ella no subía la vista,se notaba asustada. —Supongo que te preguntarás qué es lo qué haces aquí. Emma prefirió quedarse callada.—Tengo un trato para ti. Ian era un hombre acostumbrado a conseguir todo lo que deseaba. —¿Qué clase de trato? Preguntó por fin. Y aunque le faltaba valor,le sombraba entereza. Ian se levantó de su silla y se acercó hasta Emma. Maravillado por enorme parecido con Francesca,su prometida. —Hoy te casarás conmigo. ¿Qué? ¿Acaso estaba loco? ¿Cómo un extraño podía decirle esas palabras sin siquiera pestañea?. —¿Porqué haría algo así?. Ian odiaba tener que dar explicaciones de sus actos,sólo ordenaba y era suficiente. Pero al parecer tenía que darle una simple repuesta a esa insípida mujer. —Ambos necesitamos el uno del otro. Tengo entendido que cuidaste de tú madre hasta que esta murió de cancer en un hospital en el cual aún trabajas para poder saldar la cuenta. Emma estaba sorprendida y asustada de que ese hombre supiera tanto de ella. —Así es señor. El hombre que le daba la espalda le atemorizaba. Y no era su aspecto en sí,al contrario. Este poseía un cuerpo bien trabajando,podía notarlo a través de su camisa blanca que hacía que los músculos de los brazos se marcaran,y a través de los pantalones que apenas lograban cumplir su trabajo de cubrirlo. Ese hombre era demasiado atractivo,pero tenía un Aura de peligro que era lo que más asustaba a Emma. Lo vió girarse. —¡Espere,usted me arrojó una jarra de agua con hielo! Ian no respondió,dio un nuevo sorbo a su bebida mientras observaba a la chica con detenimiento. No podía creer que esa mujer fuera exactamente igual a su prometida,misma altura,mismos rasgos,pero había algo en ella que le gustaba aún más,aún conservaba su naturalidad. Francesca era una mujer atractiva,pero su profesión la había orillado a recurrir a las cirugías para estar en el gusto de los diseñadores,algo que a Ian le molestaba,porque poco a poco dejaba su naturalidad para sumarse a la banalidad. —¡Este es el trato,te casarás conmigo!,te alejarás de cualquier fotógrafo que te pida una foto para las revistas,les dirás que tienes un contrato de exclusividad con alguna revista,no beberás ni una copa para no arruinar el momento,no hablaras con nadie que yo no permita y me dejarás a mi decirlo todo,por último,no te separarás de mi ni un solo momento!. ¡Es que no le estaba preguntando si quería,ese hombre le estaba ordenando casarse con él! —¿Y si me rehuso?. Le daba miedo preguntar,pero estaba en una situación en la que por lo visto no te la nada que perder,porque notaba que su vida ya no le pertenecía. El hombre bajó lentamente el vaso del cual bebía y le lanzó una mirada desafiante. Caminó unos pasos para estar más cerca de ella. —No se confunda señorita Collins,no es que quiera casarme con usted,es que debo hacerlo. Mi nombre y mi reputación están en juego,y créame que yo jamás pierdo. Eso sonó como una amenaza para Emma,y aunque no estaba dispuesta a pasar su vida a lado de alguien que literalmente la había secuestrado,estaba muy dispuesta a permanecer viva. —¿Porqué yo?. —Al cabo de seis meses diremos que tenemos diferencias irreconciliables y nuestra separación es definitiva,tú tendrás diez millones en tu cuenta y yo mi preciada libertad. No respondió su pregunta... —¿Qué me garantiza que cumplirá su palabra? Las palabras casi se ahogaban en su garganta, y aunque tenía miedo, debía proteger lo único que tenía, su vida. El magnate apretó la mano que aún sostenía su bebida. Se giró nuevamente para lanzarle la última mirada que estaba dispuesto a darle a esa mujer en toda la noche. —Mi palabra es irrevocable. —dio un nuevo sorbo y la dejó caer sobre el escritorio con demasiada fuerza— Nada pasará entre nosotros, de eso puede estar segura. Él se alejó dejando a Emma desconcertada. Ella tampoco deseaba estar ahí, estaba siendo obligada, la habían secuestrado y para colmo ese hombre se daba el placer de humillarla. Pero no dijo nada, al final estaba muy acostumbrada a ese trato de las demás personas, ser huérfana era algo que la volvía una paria, así que quejarse no estaba muy bien visto por las demás personas. El guardia abrió la puerta y entró nuevamente por ella, y con un nuevo jalón la hizo moverse. Esta vez ella permaneció en silencio. Tenía bien entendido lo que el hombre le dijo, no debía hablar con nadie. En silencio lo siguió sin protesta alguna hasta que de nuevo entró a la habitación donde había despertado de forma tan agresiva. —Yo me hago cargo. El guardia asintió con la cabeza y la dejó ahí nuevamente con la mujer mayor. —No te muevas niña, debo dejarte lista para la ceremonia. Ella la miró, y esa mirada hizo que el corazón de Leonor se hiciera pequeño. Le tenía lástima, una chica tan joven y bella, pero sola, sin nadie que la defendiera de esa vida tan miserable que le había tocado vivir. La preparó con cuidado, como si estuviera vistiendo a una flor, o a su propia hija. Era lo único que el ama de llaves podía hacer por ella. Sentía pena por ella, pero no podía involucrarse, nadie podría hacerlo. La hizo verse en el espejo, un espejo en el que podía verse de cuerpo completo. Si no fuera porque la estaban obligando a ese enlace, podría disfrutar esa vista. El vestido que llevaba era precioso y se notaba que era lujoso y caro, pero bastante atrevido por el escote que llevaba en la espalda, algo que sin duda ella no hubiera escogido, pero debía recordarse que no era ella la que se casaba, sino la mujer del millonario. Y ese pensamiento le hizo llegar a una conclusión bastante extraña para ella. Tenía la apariencia de una mujer que podía darse el lujo de casarse con un millonario, pero no la misma suerte. Había jugado las cartas que le habían tocado en la vida, y las suyas nunca habían sido las mejores, por el contrario. Estaba casi en la calle el día anterior, y un día después le tocaba sustituir a la prometida de un mafioso. Porque Emma no era tonta, a esa conclusión había llegado al percatarse de la seguridad que llevaba ese hombre y toda el aura peligrosa que lo rodeaba, y aunque la novia original había sido lista al alejarse, ella no corría con la misma suerte. —La ceremonia está por empezar, el patrón ha mandado por ella. Era la misma mucama que la había llamado gorda, de ella no se iba a olvidar tan fácil. —Ya vamos para allá. Emma le dirigió una mirada a la mujer mayor y esta le asintió levemente, como si quisiera darle un valor que ni ella misma poseía. Tragó un nudo que se le había formado en la garganta, aunque era una boda falsa, podía decir que estaba asustada hasta los huesos. Salieron de la habitación por un largo pasillo y bajaron las escaleras hasta llegar a la parte baja, de lejos podía escuchar música, pero esa música nupcial hacía que el corazón de Emma se sintiera en los oídos y la garganta. Tenía miedo y lo peor es que no podía escapar, ella no tenía esa suerte. Con cada paso que daba, su corazón bombeaba más, hasta que llegó a la puerta de la capilla donde esperaban todos. El ama de llaves abrió la puerta y la música se escuchó con más fuerza. Hubiese podido echarse a correr, pero las piernas no le obedecían. —Camina hacia el frente y no mires a nadie a los ojos. La mujer mayor le estaba aconsejando, pero ya ni siquiera la escuchaba. Emma dio varios pasos muy lentamente, y hizo lo que la mujer le ordenó, no miraba a los lados, sentía que si hacía aquello iba a perder el poco calor que había logrado juntar. Al final del pasillo estaba ese hombre, pero él no la miraba a ella, estaba un poco girado, viendo a la nada. Emma no pretendía que ese sujeto se sintiera abrumado con su presencia, pero parecía que estaba en cualquier lado, menos en su boda. Ella podía escuchar los cuchicheos y las murmuraciones de los invitados, pero ignoró todo y llegó hasta donde el novio la esperaba.—¿Qué le inyecté? Ian sacudió la mano, deshaciéndose de la aguja con la que había picado a Micah. Le lanzó una última mirada antes de girarse sobre sus talones, dispuesto a exigir más respuestas. Su hermana llegó hasta ellos justo a tiempo para ver cómo el versed* hacía efecto: rápido, eficaz. Su cuñado seguía con vida, pero ahora estaba imposibilitado para defenderse o atacar. —Un potente somnífero —respondió Ellis, sin apartar la vista del cuerpo inmóvil—, pero tenemos poco tiempo antes de que recupere la consciencia. Alessandro soltó el aire que parecía haber estado conteniendo desde hacía minutos. ¡Maldita sea, no era un cobarde! Se acusó en silencio. Había planeado con frialdad lo que haría si descubría que su hermano era realmente un traidor. Iba a concederle el último gesto de humanidad: acabar él mismo con su vida. Porque dejarlo en manos de la organización sería peor. La Cosa Nostra* no perdonaba traiciones. No lo matarían… no al menos de inmediato. Lo destrozarí
—¿Maritza? Entonces, todo cobró sentido en la mente del mafioso. Maritza había sido aprendiz de Evaristo durante años, casi como si fuera su propia hija. Aquello no era solo una traición: era un golpe brutal para su amigo. —¿No es esto una maravillosa coincidencia? —soltó Maritza con una sonrisa venenosa. El cinismo en sus palabras encendió la ira del mafioso. Había visto muchas traiciones que merecían pagarse con sangre, pero esta… esta rozaba lo imperdonable. —Eres una… —¡Shhhht! Yo no diría eso —interrumpió Micah Bianchi, con el arma ya apuntando al pecho de su enemigo. Su voz fue suave, casi amable, pero el dedo en el gatillo hablaba otro idioma—. No querrás darme una excusa para llenarte de balas. —¿Qué demonios está sucediendo, Micah? ¿Por qué esta mujer está contigo? —espetó Francesca, con la voz cargada de furia. El Bianchi sonrió como sonríen los locos, como si el mundo ardiera y él disfrutara el espectáculo. —Disculpa la confusión, hermosa. Todo este tiempo
—Te sigo, querida —dijo él con sorna apenas contenida—. Voy justo detrás tuyo. Ella se detuvo en seco y se giró con los ojos clavados en los suyos. —Escúchame bien —espetó—. No tengo la menor intención de dar mi vida por la de él. Ian alzó una ceja, pero no dijo nada. Ella continuó, con la voz baja pero afilada: —Si estás aquí para matarlo, no me voy a interponer. Ese imbécil ha estado moviéndose por su cuenta. Eso solo significa dos cosas: O te teme más de lo que está dispuesto a admitir… o está planeando algo que ni siquiera me ha confiado. Francesca dio un paso al frente, ya sin máscaras, sin teatro. —Y en ambos casos, estoy fuera. Silencio. El tipo de silencio que suele ser bastante revelador. Ian la estudió por un momento. Ya no había rastro de arrogancia en ella, solo una fría determinación de quien ha elegido sobrevivir, no importa a quién tenga que dejar atrás. —No tienes idea del gusto que me da haber abierto los ojos. No sé cómo pude ser tan estúpid
—Está bien… te llevaré. Porque, aunque no lo creas, no sé cómo explicarlo —soltó al fin Francesca, con la voz rasposa, más dócil que arrepentida. No sonaba del todo creíble. Pero tenía un arma apuntándole y una pierna ensangrentada chillando a sus espaldas, así que optó por confiar. O fingir que confiaba. Ian no respondió de inmediato. Solo la observó. Con los ojos fijos. y por supuesto sin creer de todo. Ella sostuvo la mirada, altiva, pero ya no con esa soberbia de siempre . Tenía miedo,O al menos, la astucia de saber que era momento de recular. —Muévete —ordenó él, con esa calma suya que asustó más que cualquier grito. Francesca se puso en pie despacio. Elegante, incluso ahora. Siempre tan consciente de sí misma. Pero Ian sabía que algo no cuadraba. Podía ver cómo su cerebro trabajaba detrás de esos ojos maquillados. Y esta vez… no iba a dejar que lo sorprendieran. Bajaron las escaleras del edificio a paso firme, dejando atrás
El arma seguía rozando el rostro de la modelo. Fría, peligrosa… El cañón acariciaba su piel como si midiera el lugar exacto donde dejar la bala. Ella ni se movía. Ni respiraba fuerte. Sabía que con ese nuevo Ian no se jugaba. Intentó hablar. Decir algo que lo hiciera entrar en razón. Pero era inútil. Ese hombre ya no escuchaba. Era un desquiciado, y ella lo supo al ver sus ojos: no quedaba nadie ahí dentro.¿Cómo había logrado volverlo loco a ese grado? ¡Esa maldita mosca muerta! —¿Dónde se esconde Bianchi? La voz le salió apretada, atravesando los dientes que apenas lograban sacar las palabras. Francesca no se atrevió a moverse más de lo permitido. El arma seguía ahí, tan presente como lo estaba ella. Y el miedo que estaba sintiendo era algo nuevo. Y ella, que siempre había sabido jugar con fuego, entendía perfectamente que esa no era la partida para apostar. No iba a poner en riesgo su valiosa vida por hacerse la lista. Tragó saliva, seca, amarga. Lo m
La situación rozaba lo descabellado. Su hermana seguía sin encontrar a Emma y el maldito perro traidor de Bianchi seguramente desquitaría su odio con ella. Ian, una vez más, no sabía qué hacer. La desesperación le carcomía el estómago y el nerviosismo le trepaba por la espalda como un pinchazo agudo. Desde el principio, había detestado la idea de que ella se ofreciera como carnada. Pero era tan malditamente terca que, aun así, había decidido sacrificarse. Y, por supuesto, nadie se opuso. Al contrario. Eso lo hacía estallar por dentro. Apoyó las manos sobre la mesa de mando con tanta fuerza que el golpe hizo vibrar el café frío que alguien había dejado olvidado. —¡Joder! —espetó, sin importarle quién lo escuchara. El silencio en la sala era casi ofensivo. Ellis revisaba planos sin siquiera quitar la mirada, muy concentrada en ello.mientras Alessandro murmuraba instrucciones por teléfono como si estuviera planeando una cena, no una operación suicida. Ian los miró con od
Último capítulo