Elif Pellegrini, la única hija del consigliere de la mafia italiana, es una joven brillante y ambiciosa que se debate entre el deseo de seguir su propio camino y la presión de su padre para que se convierta en abogada, siguiendo sus pasos en el negocio familiar. Romeo Mancinelli, el Don de la mafia siciliana, es un hombre temido y respetado por todos. Su reputación de líder despiadado y sanguinario le precede, pero también es un hombre astuto y calculador, capaz de cualquier cosa para mantener su poder. La vida de Elif da un giro inesperado cuando Romeo Mancinelli, en un intento por afianzar su poder y asegurar la lealtad de su consigliere, le propone un trato: casarse con su hija Elif. Elif se ve atrapada en una encrucijada. Por un lado, está la lealtad a su familia y el deseo de complacer a su padre. Por otro lado, está su propia independencia y la idea de casarse con un hombre al que teme y desprecia. A medida que Elif se adentra en el peligroso mundo de la mafia siciliana, descubre secretos ocultos y verdades incómodas sobre su propia familia. Se da cuenta de que el poder y la lealtad tienen un precio muy alto, y que a veces, la única forma de sobrevivir es jugar según las reglas de los hombres más peligrosos. En un juego de poder y seducción, Elif y Romeo se verán arrastrados a una relación tormentosa y apasionada, donde el odio y el deseo se entrelazan en un peligroso equilibrio. ¿Podrá Elif escapar del destino que le han impuesto? ¿O se convertirá en una pieza más en el tablero de ajedrez de Romeo Mancinelli?
Leer másElif Pellegrini
En el cielo de la mafia, la tempestad era la furia del Don, un cielo de plomo que se desplomaba sobre sus enemigos. El miedo, como una sombra alargada, acechaba en los callejones oscuros, donde el poder de la mafia era ley. La sangre, tinta roja en el lienzo de la ciudad, narraba las brutales verdades del imperio mafioso. El poder, cual rayo incandescente, surgía del cielo nocturno, iluminando el camino de los líderes mafiosos. La tempestad era el rugido del león herido, el Don, cuyo poder se extendía por todo el territorio. El miedo, cuál niebla espesa, envolvía a aquellos que osaban desafiar el poder de la mafia. La sangre, cual río carmesí, arrastraba las esperanzas de aquellos que se cruzaban en el camino del Don. El poder, cual sol implacable, quemaba a aquellos que se acercaban demasiado, recordándoles su lugar. La tempestad era la danza macabra de la mafia, donde el cielo se vestía de tragedia y el poder reinaba. El miedo, cual lobo hambriento, acechaba a la sombra del poder, listo para devorar a los incautos. ¿Poético no? Soy Elif Pellegrini, primogénita y única hija de Marcelo Pellegrini, consigliere de la mafia italiana. O mejor dicho, el abogado del diablo. Mi familia se destaca por más de dos décadas al ser defensores legales de estos criminales. No puedo negar que vivo una vida extraordinaria a través de la corrupción. Ropa de marca. Coches de último modelo. Joyas valiosas. Todo lo que te puedas imaginar, los privilegiados como yo, lo tenemos ¿El problema de todo esto? ¡Claro que lo hay! Al salvarle el trasero más de una vez a los Mancinelli nos une como vínculo para toda la vida, ellos no les conviene que mi padre los deje de representar y a mi padre que lo metan bajo tierra con vida. O es un ganar ganar, o perder perder. Así de sencillo. — Mia figlia. — saluda mi padre sentándose de cabecilla para desayunar. "Hija mía" — Buen día padre ¿Cómo amaneces? — Bien dentro de todo el trabajo que tengo — toma un sorbo de café —. Hoy nos reuniremos con los Mancinelli, después de tantos años, podrás conocer a mi mejor amigo y Don de la mafia italiana. — ¿Emilio no es el jefe? — pregunto curiosa. Niega con una sonrisa. — Emilio solo es una marioneta del Don, nadie conoce su rostro. Excepto él, el servicio y yo. — Definitivamente ustedes viven en una mentira que creen que es verdadera. — ruedo los ojos — En fin, no me interesa conocerlo papá. A Marcelo se le oscurecen los ojos ante mi negativa. Mi padre me consiente en todo, soy una verdadera mimada; sin embargo, negarle lo poco que él me pide, es una ofensa. — Elif... — sentencia. — Una hora y me voy. Asiente no muy convencido. Ambos terminamos de desayunar en silencio, él leyendo el periódico y yo pensando cómo viajar sin que mi padre me ponga seguridad para todos lados ¿Y si me escapo? Me encontrará ¡Ahhh, es frustrante! Tengo veintidós años y pareciera que fuera una niña ante los ojos del hombre que me engendró, no tengo amigos, ni un familiar con el que me lleve bien. Solo somos mi papá y yo desde que mi madre murió. Al final, Marcelo se despide teniendo que ir al bufete de urgencia quedándome sola en el comedor y todos los inmensos cuadros que me rodean. Cojo mi Iphone e ingreso a i*******m, veo vestidos que me llaman la atención, zapatillas de infarto y noticias que pueden ser amarillistas. "¡Italia en movimiento! Con el rumor de que la mafia está en las calles, ponen en tensión a los ciudadanos de la ciudad de Sicilia. Todos ven, pero callan por su propio bien ¿Tendrán algo que ver la familia Mancinelli?" Ahora entiendo porqué mi padre salió prácticamente corriendo, las canas que tiene Marcelo son provocadas por el estrés que esa familia le provoca. Mi abuelo murió de un infarto, mi tío de un derrame cerebral y mi tía prefirió estudiar medicina antes que terminar como ellos; desde mi perspectiva, Marta fue inteligente, por ello, vive una vida relativamente tranquila que de lo único que se tiene que preocupar es de sus pacientes. Quise elegir el mismo camino que ella, pero la medicina es muy fuerte para mi pequeño cerebro. Ser abogada... Pues es algo a lo que mi padre me obligó desde niña, y más siendo la primera mujer Pellegrini que lo es. Cabe destacar, que tampoco es mi vocación, lo es la poesía y la pintura, un arte inexplicable que me hace desconectar con mi realidad. Exhalo y me voy a mi habitación para ver qué me pongo para la hora de falsa en el viñedo de los Mancinelli. [...] Por el problema que hubo hoy con la prensa, mi padre no le dará tiempo de pasar por mí. A lo que mi guardaespaldas me llevará hacia el viñedo sin poder refutar. El rugido del motor resonaba en mis oídos, una sinfonía mecánica que marcaba el compás de mi ansiedad. Mis manos, posadas sobre el regazo, se retorcían nerviosas, aferrándose a un bolso que parecía pesar una tonelada. A través de la ventana, el paisaje siciliano se deslizaba ante mis ojos, un tapiz de verdes colinas y pueblos pintorescos que contrastaba con la tensión que atenazaba mi pecho. El chofer, un hombre corpulento de rostro pétreo, conducía con una calma que yo envidiaba. Sus ojos, ocultos tras unas gafas de sol oscuras, parecían escrutar el camino con una intensidad felina. Apenas habíamos intercambiado un par de palabras desde que había subido al coche, un silencio que sólo contribuía a aumentar la atmósfera de misterio que me rodeaba. A medida que nos adentrábamos en el corazón de la isla, el paisaje urbano daba paso a una campiña salpicada de viñedos y olivares. El aire se volvía más fresco, impregnado del aroma de la tierra y las flores silvestres. A pesar de la belleza del entorno, mi mente no podía apartarse de la imagen del Don Mancinelli, el hombre cuyo nombre pronunciaban con respeto y temor en los bajos fondos de la ciudad. ¿Cómo sería su rostro? ¿Qué clase de hombre se escondía tras la leyenda? Las preguntas se arremolinaban en mi cabeza como abejas en un panal, aguijoneando con su insistencia. Había escuchado tantas historias sobre él: algunas hablaban de un hombre cruel y despiadado, capaz de ordenar la muerte de un hombre con un simple chasquido de dedos. Otras, en cambio, lo describen como un líder astuto y carismático, un hombre que había construido un imperio a base de inteligencia y determinación. Bueno, lo escuché de la boca de mi padre. La incertidumbre me carcomía por dentro. No sabía qué esperar de aquel encuentro, pero una cosa era segura: mi vida estaba a punto de cambiar para siempre. Lo presiento. El coche giró bruscamente, abandonando la carretera principal y adentrándose por un camino de tierra flanqueado por altos cipreses. El final de mi viaje se acercaba. Cuando el vehículo se detuvo frente a una majestuosa villa de piedra, mi corazón latió con fuerza en mi pecho. La mansión, con sus muros cubiertos de hiedra y sus ventanas cerradas, parecía guardar secretos inconfesables. El chofer salió del coche y me abrió la puerta con una reverencia. —Hemos llegado, señorita Elif —anunció con voz grave. Tragué saliva y asentí con la cabeza, incapaz de articular palabra.Elif Pellegrini Mis pensamientos se desvanecieron mientras me entregaba a ese momento. Cada caricia de sus labios encendía un fuego dentro de mí, y la química entre nosotros era innegable. Sentía cómo su deseo me envolvía, y a la vez, algo en mí se resistía a ser absorbido por esa intensidad.Mazhar profundizó el beso, sus manos explorando mi espalda con un toque firme pero delicado. Era como si el mundo a nuestro alrededor se desvaneciera, dejándonos solos en una burbuja de deseo.Cuando finalmente nos separamos, ambos respirábamos con dificultad. Sus ojos brillaban con una mezcla de deseo y determinación.—Quiero más de ti —dijo, su voz grave resonando en mi interior.No pude evitar sonreír, aunque una parte de mí seguía sintiendo una punzada de incertidumbre. Sin embargo, el deseo era más fuerte que cualquier duda que pudiera tener.De repente, Mazhar se puso de pie, tomando mi mano con firmeza. Me llevó hacia la mesa, y en un movimiento decidido, me levantó y me colocó sobre la s
Cuando finalmente llegamos, Mazhar estacionó en un área tranquila, rodeada de árboles y una atmósfera de misterio. El lugar era un pequeño bar escondido, con una entrada discreta que prometía privacidad.Al salir del coche, me sentí como si estuviera cruzando un umbral hacia lo incógnito. Mazhar se acercó a mí, y su mirada estaba llena de una mezcla de deseo y posesión. —Confía en mí —dijo, extendiendo su mano hacia mí.Miré su mano, dudando por un instante. Pero en el fondo, sabía que había tomado la decisión de seguirlo. Acepté su mano, sintiendo cómo una chispa de electricidad recorría mi piel.Con un último vistazo hacia el camino que dejábamos atrás, di un paso hacia adelante, adentrándome en un mundo que prometía ser tan fascinante como peligroso. Era el momento de descubrir qué secretos guardaba Mazhar Arslan, y qué significaba realmente ser deseada por él.Al entrar en el bar, la atmósfera cambió drásticamente. Las luces tenues y la música suave creaban un ambiente íntimo, pe
La decisión de encontrarme con Mazhar Arslan me llenaba de nerviosismo y emoción. Mientras me miraba en el espejo, sabía que este encuentro era crucial, pero debía ser cuidadosa. No podía dejar que mi padre se enterara, así que me preparé con meticulosidad, cada prenda una declaración silenciosa de mi determinación. Empecé por elegir una blusa de seda color marfil, suave al tacto y con un ligero brillo que capturaba la luz. El tejido se ajustaba a mi figura, realzando mis curvas sin ser demasiado revelador. La elegí porque quería proyectar elegancia y confianza, sin parecer demasiado provocativa. A continuación, busqué una falda negra que llegaba justo por debajo de las rodillas. Era ceñida, pero cómoda, permitiéndome moverme con libertad. La combinación de la blusa y la falda creaba una silueta sofisticada, perfecta para la imagen que quería dar. Para complementar mi atuendo, decidí ponerme unos pendientes de perlas que había heredado de mi madre. Eran un símbolo de elegancia y tr
Elif PellegriniSalí del viñedo de Romeo con el corazón palpitante y la mente en un torbellino. La confrontación con Theo había despertado en mí una mezcla de rabia y confusión. No podía creer que un hombre como él, tan arrogante y despectivo, se sintiera con el derecho de tratarme de esa manera.Caminé rápidamente por el sendero que conducía a la salida, sintiendo cómo la ira se acumulaba en mi pecho. Las palabras de Theo resonaban en mi mente, como un eco hiriente. "Marioneta", "payaso"... esas etiquetas no eran solo insultos; eran intentos de despojarme de mi identidad, de reducirme a un objeto sin valor en su mundo.El aire fresco de la tarde no podía calmar la tormenta que rugía dentro de mí. Me detuve un momento, apoyándome contra un árbol, tratando de recuperar la compostura. Pero la frustración seguía fluyendo como un río desbordado.¿Por qué tenía que ser así? Pensé. No era la primera vez que me encontraba en una situación así, pero cada vez era más difícil. La familia Manci
Romeo Mancinelli La dejé ir, sintiendo que había abierto una puerta que no podía cerrar. Elif Pellegrini era una fuerza de la naturaleza, y su presencia había comenzado a desestabilizar mi mundo.Mientras la observaba alejarse, supe que esto era solo el comienzo ¿De qué? Aún no lo sé.Había algo en su mirada que me decía que no todo estaba resuelto. La curiosidad me impulsó a seguirla, pero decidí quedarme en el salón, esperando a que la tormenta pasara. Pasaron unos minutos antes de que escuchara el sonido de una puerta abriéndose de golpe. La habitación donde Elif había entrado se convirtió en un escenario de furia y frustración. La escuché gritar, sus palabras resonando con fuerza a través de las paredes.—¡No puedo creer que me hayan traído aquí! ¡Esta familia es un chiste! —exclamó, su voz cargada de rabia. —¡Son todos unos despreciables!Sus palabras eran como dagas, atravesando el silencio que había dejado su música. Me pregunté qué había desencadenado esa explosión.—¡Los Man
Romeo MancinelliEl avión aterrizó en el aeropuerto de Catania, y el sonido de las hélices se apagó lentamente, dejando un silencio que resonaba en mis oídos. Había pasado demasiado tiempo desde la última vez que pisé esta tierra, y aunque los años habían dejado su huella, Sicilia seguía siendo un lugar donde el pasado y el presente se entrelazan con la misma intensidad que el aroma del vino tinto y la brisa del mar. Sicilia, mi tierra natal, donde el sol brilla con una intensidad que puede cegar a los más débiles. Pero yo no era débil. Nunca lo había sido.Al salir del aeropuerto, el calor del sol siciliano me abrazó como un viejo amigo. Las palmeras se mecían suavemente, y el murmullo de la gente en la terminal me trajo recuerdos de una infancia llena de promesas y traiciones. La mafia no solo era un modo de vida; era un legado que llevaba en la sangre.Salí del aeropuerto y me subí a un coche negro, un modelo elegante que reflejaba mi estatus. El conductor, un viejo conocido, me sa
Último capítulo