Andrey no es un hombre común, es un enigma. Un hombre que vive al margen del mundo visible, dueño de un imperio tan vasto como la tierra misma, buscado algo que ni él mismo sabe nombrar… porque aun cuando lo tiene todo, nada en lo absoluto lo llena, así que vive atrapado en un ciclo interminable, que ya acepta como su destino. Luna ha conocido la dureza de la vida desde niña. Huérfana, criada en un orfanato y forjando su propio camino junto a sus hermanos adoptivos, comparte un pequeño piso mientras lucha por salir adelante. Trabajando en una de las mejores empresas de Londres, ella literalmente está arañando por alcanzar sus objetivos, y aunque está entre las mejores de su empresa, su vida es una lucha constante, especialmente por culpa de su insoportable jefe, el señor Collins. Harta y al borde del colapso, Luna toma una decisión impulsiva: ir hasta la oficina del misterioso dueño de todo, para presentar una queja, pero frente a ella, no encuentra un feje cualquiera. Su vida se transformará para siempre, porque, entre todos los mortales… Andrey no lo es. Un hombre fuera del tiempo, un ser que no debería existir, y que, sin saberlo, podría haber encontrado en Luna aquello que buscó durante siglos…
Ler maisLondres despertaba con su clásica capa de niebla y las bocinas apagadas por el cansancio de una ciudad que nunca duerme. Entre la marea de trajes grises, paraguas rotos y cafés apurados, Luna corría, otra vez tarde, otra vez con el estómago vacío y otra vez con el corazón al borde.
—¡Señorita Miller! —bramó una voz en cuanto cruzó la puerta de cristal—. Son las 8:07. ¿No le parece una falta de respeto?
El señor Collins era como una mancha de tinta en un documento impecable. Siempre de traje oscuro, sonrisa falsa y ojos que escaneaban más de la cuenta. Si se trataba de apariencia, era el hombre perfecto de una revista, aunque su perfume desagradaba a Luna en exceso, como algo caro que intenta esconder la podredumbre de adentro. Pero su mirada… esa la conocía bien, no era profesional, ni justa, era una mezcla entre superioridad y deseo mal disfrazado.
Así que Luna tragó saliva, y contuvo el impulso de decirle exactamente dónde podía meterse su reloj, y al contrario de eso, se disculpó con un murmullo casi inaudible.
—Lo siento, señor Collins. No volverá a pasar —susurró, sabiendo que esa frase era su escudo y su condena. Alimentaba su ego, claro que sí. Ese maldito ego que parecía crecer cada vez que ella bajaba la cabeza.
El hombre parecía estar obsesionado con ella, y no de una forma romántica.
Y tragó saliva con ese pensamiento.
El pasillo hasta su oficina le pareció más largo que nunca. Apenas cerró la puerta detrás de sí, soltó el aire que había estado conteniendo desde que se bajó del bus. Su escritorio la esperaba tan impecable como su vida no. Los gráficos, los informes, las tazas limpias, los informes de colores… todo en su sitio, todo menos ella.
Cada día sentía que se apagaba un poco más, como si todo el talento, la inteligencia y la entrega no bastaran. Como si siempre tuviera que agradecer por estar ahí, como si su puesto fuera un favor y no un mérito. Como si su historia personal, ese pasado sin padres, ese apellido sin respaldo, la convirtiera en menos.
A las diez, Collins le pidió que corrigiera tres informes que él mismo había aprobado el día anterior.
A la una, le cancelaron el almuerzo para que tomara notas en una reunión donde nadie la miró a los ojos.
A las tres, la mandaron a entregar unos documentos al edificio central, bajo la lluvia, sin paraguas y con los zapatos arruinados.
Y a las cinco y media, cuando estaba guardando su laptop, Collins pasó por su oficina y dijo:
—Espero que sepa que este mes evaluamos renovaciones de contrato. Le aconsejo… que se esmere.
Ella no contestó, solo asintió, con los nudillos blancos de tanto apretar el bolso.
El día siguiente, no fue diferente, el caos gobernó su entorno, y aunque intentó resolver más de un problema a la vez, ella se sintió abrumada, pensando si volverse loca por mérito propio sería más fácil.
Sin embargo, tenía cosas más urgentes en las que pensar. Como el café que no tomó, el almuerzo que no podría pagar, y el correo que acababa de llegar a su bandeja:
“REVISIÓN URGENTE: INFORME DE PRESUPUESTO MAL PRESENTADO.”
Firmado, por supuesto, por el malnacido de Collins.—Mal presentado mis ovarios —murmuró entre dientes mientras abría el documento que ella misma había revisado tres veces anoche. No tenía errores, pero eso no importaba, no con él.
El día avanzó como una carrera de obstáculos de nuevo: llamadas sin sentido, cambios de último minuto, un almuerzo interrumpido por una falsa “emergencia”, y para rematar, una reunión en la que Collins la hizo leer en voz alta cada cifra como si fuera una niña de primaria aprendiendo a contar.
Cuando por fin el reloj marcó las 6:00, Luna se quedó sentada, mirando el monitor apagado, con las manos en el regazo y la garganta cerrada. Por un segundo, pensó en llorar, pero ya lo había hecho ayer, y el llanto seguido pierde dramatismo.
Y cuando llegó al departamento, se quitó los tacones ni bien cerró la puerta y se dejó caer en el sofá como si le pesaran los años, y no los veinticuatro que tenía.
—¿Otra vez ese imbécil? —preguntó su hermano Alex desde la cocina. Estaba en camiseta, con harina en la cara, preparando pizza casera como cada viernes que cobraban algo.
Era su ritual de consuelo.
—¿Qué hizo ahora? —se sumó Abril, su hermana menor, con una taza de té en las manos.
Alex y Abril no eran sus hermanos de sangre, pero en el orfanato, había podido elegir su propia familia, y ellos se habían elegido entre sí para de cierta forma protegerse. Alex tenía 27 y Abril 22.
—Nada… lo de siempre —dijo Luna, sacando una goma del cabello para soltar la coleta tensa.
—Voy a golpearlo —declaró Alex con total seriedad—. Le voy a romper la mandíbula, no puede tratarte así.
—Ay, por favor —suspiró Abril—. No seas dramático, además, le terminarías de joder el trabajo a Luna, y no podemos darnos el lujo de que te metan preso. Aguanta un poco más, Lu. Solo un poco más. Tal vez alguien vea tu trabajo y te saquen de ese infierno.
—O tal vez siga trabajando para el mismo bastardo hasta que tenga treinta y ya no tenga energía para empezar de cero —murmuró Luna, enterrando la cara en el cojín.
Abril se acercó y le acarició el cabello con dulzura.
—No digas eso, tienes talento, Luna, y lo sabes. Lo único que necesitas es una oportunidad y eso va a llegar, te lo prometo.
Luna no respondió, porque no lo sabía. Porque las promesas se le hacían frágiles, porque el futuro parecía una broma pesada y el presente, una condena.
—Si conociera a su jefe… —Alex volvió con la harina en sus manos mientras le daba círculos—.… y no hablo del jefe del edificio, sino del puto dueño de todas estas empresas Unilever, lo acusaría, y no me importa si pierdo el trabajo con solo joder a ese puto de Collins.
Abril volteó los ojos, pero Luna los entrecerró, mientras su boca se apretó un poco.
Estaba en un punto en que, ya no le estaba importando nada, ni siquiera el trabajo por el que ella se había jodido en los últimos años…
***
El lunes amaneció con una llovizna molesta y un aire denso que se colaba por cada rendija de la ciudad. Luna se había esforzado por olvidar y pasar la página, pero se estaba dando cuenta de que este momento lo estaba superando toda, durante la reunión de último momento del señor Collins y esa misma frase, repitiéndosele como un martillo en la cabeza:
“Lea cada cifra en voz alta.”
Había treinta y cuatro personas en esa sala. Treinta y cuatro pares de ojos fijos en ella, mientras Collins la corregía en tono burlón cada vez que dudaba con una cifra.
—¿Eso es un seis o un cinco, señorita Miller? ¿Está segura de que sabe leer un número decimal?
Risas.
Algunas veladas, otras no tanto.
Y mientras su dignidad se desangraba lentamente frente al proyector, él se sonreía como si le encantara verla encogerse.
—Luna… —ella estaba a punto de las lágrimas cuando su compañera intentó ayudarla.
—Las carpetas las recoge la señorita Miller, Andrea, sigue derecho a tu oficina.
Andrea soltó el aire, y Luna siguió tomando las carpetas que eran muchas en sus brazos.
—Y, Luna… vuelve a pedirme un café, le pusiste mucho azúcar —Collins pasó por su lado, y a propósito le restregó el cuerpo, haciendo que ella soltara las carpetas—. ¡Ay, Luna, ahora tendrás que agacharte…!
Ella no esperó un momento más, caminó como si el diablo se estuviera llevando su alma, y tomó unos documentos de su oficina, solo recordando lo que le dijo su hermano Alex el viernes por la noche.
—¿Luna? —Andrea trató de detenerla, pero ella estaba más decidida que nunca.
En este día solucionaría su caos, o arruinaría su vida para siempre…
CAPÍTULO 61El sonido del monitor llenaba la sala con un zumbido leve, pero persistente, y Luna apenas respiraba. El médico deslizaba el transductor con lentitud, su expresión empezando a cambiar de neutral a… confusa.En la pantalla, algo se formaba, una silueta clara, más grande de lo esperado y una vibración latía en el centro, pero no era el típico parpadeo cardíaco. Era más… intenso. Como un pulso que golpeaba al ritmo de otra energía.Andrey se acercó un paso más, con el rostro desencajado y preguntó.—Habla… ¿qué ves?El médico no respondió al instante. Siguió tecleando, haciendo mediciones con rapidez y luego se irguió, sin apartar los ojos del monitor.—Hay actividad cardíaca… pero las pulsaciones no son normales. No en frecuencia ni en intensidad.—¿Qué significa eso? —preguntó Luna con la voz tensa, su cuerpo vibraba descomunalmente.—Significa que… no estoy viendo un desarrollo típico. El embrión… —hizo una pausa, buscando las palabras—, es más grande de lo que debería ser
CAPÍTULO 60La luz de la mañana entraba por los ventanales con una suavidad engañosa. Todo parecía tranquilo en la sala, como si el mundo no estuviera al borde de algo que ninguno de ellos comprendía del todo.Luna estaba sentada en el sofá, con una manta ligera sobre las piernas y las manos cruzadas sobre el vientre, donde aún no se notaba nada, pero ya sentía una especie de calor suave, y una presencia real.Entonces Abril llegó con dos tazas de té y una sonrisa casi infantil.—Anoche soñé que era un niño —dijo mientras se dejaba caer a su lado—. Que tenía tus ojos y el temperamento de un pequeño demonio.Luna esbozó una risa nasal, negando suavemente con la cabeza.—¿Imaginas un niño? —continuó Abril, emocionada—. O… imagina que es una niña, Luna. ¿Sabes los peinados que podríamos hacerle? ¡Con flores y trenzas infinitas!Luna rio, pero fue una risa breve e inestable. Su mandíbula tembló y un estremecimiento leve que le bajó hasta el pecho… y luego el llanto brotó como una herida a
CAPÍTULO 59Andrey apretó los dientes con tanta fuerza que le crujió la mandíbula.—Estoy intentando controlarme, y puede que suene cruel, pero ella me importa más. Sé que me odia, pero desde el momento en que supe que era un ancla no me importó nada más cuando estuve con ella…—No hay algo escrito con ella, nadie lo sabe y no es tu culpa… —Denzel insistió—. Ella te eligió a ti sabiendo quién eras.—Es mi culpa de todas formas. —Andrey… debo irme, respira. Esto trae un cambio inminente, y yo debo reunirme con los demás… La energía del mundo acaba de inclinarse. Como si el equilibrio universal hubiera parpadeado y necesito saber que puede venir a continuación…Andrey lo miró con un estremecimiento en la espalda.—¿Por el… embarazo de Luna?—No. Pero sí por lo que pueda representar…Denzel le apretó el hombro, y con rapidez, desapareció de la vista de Andrey que aspiró el aire mirando hacia las escaleras vacías.No era momento de hablar con Luna, y necesitaba estar solo. La idea de esta
CAPÍTULO 58El camino de regreso fue silencioso. Abril no dejaba de hablar sobre lo que le parecía increíble el embarazo de su mientras Luna iba en el asiento trasero con la frente pegada al vidrio, como si el paisaje urbano pudiera resolver lo que sentía. Y al mismo tiempo, un poco queda por la expresión de Andrey.Andrey iba junto a ella, pero no la había tocado. No desde que salieron del hospital. No desde que escucharon la palabra que se le quedó clavada en el centro del pecho: *embarazo*.—Denzel —murmuró Andrey al llegar a casa, ya en la nueva residencia—. Necesito hablar contigo.—Y yo contigo —dijo Luna, cuando el auto estacionó.Abril entendió de inmediato y les dijo al bajar del auto.—Voy a salir a caminar… necesito procesar esto. Dios… un bebé. No puedo creerlo —susurró con una sonrisa emocionada antes de dejarles la privacidad que, sin saberlo, estaban pidiendo a gritos.El silencio los envolvió cuando la puerta se cerró. Luna se volvió hacia los dos hombres que la miraba
CAPÍTULO 57Una semana después, la puerta del apartamento se cerró tras Luna con un leve suspiro de viento. El eco de la ciudad volvió a abrazarla como una vieja melodía conocida, pero esta vez no se sintió invadida. Venía de un mundo suspendido entre bosques, fuego y promesas, y aunque el concreto la recibía de nuevo, algo dentro de ella se mantenía intacto: la certeza de que ya no era solo Luna, era Luna Launder.Se había despedido de Andrey en la parte de abajo cuando recibió una llamada y un asunto que debía tener con Denzel y ella prefirió que mantuvieron a Abril lejos de ello.El olor a pan tostado y café se extendía desde la cocina como un abrazo silencioso. Abril apareció con una taza entre las manos, los ojos cansados, pero el rostro en paz, pero al verla en el umbral, sonrió con esa mezcla de alivio y reproche que solo una hermana puede sostener sin palabras.—Al fin apareces… —murmuró, pero al ver su rostro más de cerca, algo en su expresión cambió—. Estás… distinta, más vi
CAPÍTULO 56Las luces tenues colgaban todavía entre los árboles cuando los últimos fuegos artificiales murieron en el cielo. La cena había sido sencilla, pero perfecta. El pastel, las copas de vino medio vacías, y los faroles encendidos seguían oscilando como si se negaran a que esa noche terminara. Denzel se despidió con un abrazo fuerte a Andrey y una mirada significativa, dejando a Abril junto a los recién casados, con los ojos húmedos y la voz atrapada en la garganta.—No puedo creer que esto acaba de pasar… —dijo Abril, abrazando a Luna con más fuerza de la que ella esperaba—. Te vi crecer… Vi cada herida, cada caída, y ahora estás aquí… vestida de esposa, como salida de un sueño.Luna cerró los ojos y se dejó envolver.—Gracias por venir conmigo, por no soltarme cuando todo parecía derrumbarse —Le acarició el rostro, apartándole un mechón rebelde del peinado ya algo deshecho—. Abril, te necesito en el apartamento. Quiero que te quedes allí mientras estoy fuera. No estaré mucho,
Último capítulo