CAPÍTULO 1Londres despertaba con su clásica capa de niebla y las bocinas apagadas por el cansancio de una ciudad que nunca duerme. Entre la marea de trajes grises, paraguas rotos y cafés apurados, Luna corría, otra vez tarde, otra vez con el estómago vacío y otra vez con el corazón al borde.—¡Señorita Miller! —bramó una voz en cuanto cruzó la puerta de cristal—. Son las 8:07. ¿No le parece una falta de respeto?El señor Collins era como una mancha de tinta en un documento impecable. Siempre de traje oscuro, sonrisa falsa y ojos que escaneaban más de la cuenta. Si se trataba de apariencia, era el hombre perfecto de una revista, aunque su perfume desagradaba a Luna en exceso, como algo caro que intenta esconder la podredumbre de adentro. Pero su mirada… esa la conocía bien, no era profesional, ni justa, era una mezcla entre superioridad y deseo mal disfrazado.Así que Luna tragó saliva, y contuvo el impulso de decirle exactamente dónde podía meterse su reloj, y al contrario de eso, se
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