CAPÍTULO 3

Andrey no se había movido. Sus ojos seguían fijos en ella, como si la hubiera elegido antes de que ella hablara, como si su rabia fuera justo lo que necesitaba ver ese día para recordar que aún había verdad en el mundo.

Y sobre todo, sintió el temblor de su alma. Como si se tratara de un animal herido que, aun así, se atrevía a mirar de frente al cazador.

Pudo notar su palidez, y cómo se estremeció su cuerpo al saber que detrás del vidrio había un montón de ojos que la miraban. Se le quedó mirando con una quietud sobrenatural y, mientras los ejecutivos murmuraban a su alrededor, él no oía nada más que a ella.

Era una de sus destrezas, callar todos los sonidos, y concentrarse solo en uno.

Cada inhalación suya, cada contracción en la base de su garganta, era como una sinfonía amplificada en su mente.

Era como ver fuego bajo agua.

Y Andrey no sabía si la belleza era lo que lo estaba deteniendo, o si era esa obstinación rota que ella llevaba en los hombros, como una armadura hecha de ruinas.

Entonces, sin siquiera ordenárselo a Denzel, su asistente tomó el teléfono de la oficina de Lemaitre y ordenó a la secretaria afuera.

—Dígale a la señorita que el señor Lemaitre quiere recibirla. Y que todo el personal se retire del área de dirección.

Hubo un silencio del otro lado, una respiración contenida y luego la respuesta:

—Sí, claro… enseguida, señor.

Andrey no dijo una palabra.

Pero dentro de él, algo ancestral —y peligrosamente dormido— acababa de abrir los ojos. Como quien ve, por primera vez en mucho tiempo, algo real, atravesar la perfección de su imperio de acero.

El sonido de sus pasos se escuchó incluso antes de que la puerta se abriera.

Para cualquiera era inaudible: un roce de suela sobre mármol encerado, pero para Andrey, era tan claro como si caminara sobre vidrio quebrado.

Él no la miró de inmediato, dejó que su presencia llenara la estancia antes, que el temblor leve de su respiración entrara por las rendijas de la sala, y que el calor de su piel comenzara a alterar las moléculas del aire, y que su fragancia, arañara las paredes invisibles de su control.

Denzel estaba sentado a un lado del escritorio y Lemaitre, con una tensión tibia, se levantó para recibirla.

—Señorita… —dijo con voz medida—, por favor, tome asiento.

Andrey permanecía al fondo. Sus ojos no se movieron, pero todo en él estaba despierto.

Luna entró sin dudar, aunque su corazón tambaleaba en cada latido y Andrey lo escuchó.

Oh, sí… Cada golpe contra su pecho, cada vacilación al tragar saliva, el leve roce de su lengua seca buscando palabras que aún no habían nacido.

Podía oír cómo su garganta se contraía para no llorar, y, aun así, entró con dignidad. Una dignidad rota, pero intacta.

Andrey bajó apenas la cabeza, y allí la miró.

Y cuando lo hizo, fue como si se abriera un microscopio secreto en sus pupilas.

Vio los poros de su piel, el vello de sus brazos ligeramente erizado por el frío o por el miedo, el latido que bombeaba en la parte blanda de su cuello, y la piel tensada sobre sus clavículas, que subía y bajaba con cada respiración acelerada.

Podía ver cómo su cuerpo trataba de estar firme mientras sus sentidos eran devorados por el caos interno.

Ella lo ignoraba a él, como todos, y eso era… Perfecto hasta ahora.

—¿Cuál es su nombre? —Lemaitre le estiró la mano, pero Andrey descifró que lo hacía solo como un movimiento obligado.

—Luna… Luna Miller —Andrey pasó un trago cuando las manos de ellos se estrecharon y él le ofreció el asiento, pero él odió que ella se sentara.

—Denzel —dijo, sin moverse, sin mirarlos—, hazte cargo.

Denzel asintió y se interpuso entre ella y Lemaitre.

—Señorita Luna, puede decirnos lo que quiera, nadie la interrumpirá.

Ella desvió los ojos hacia Denzel, y Andrey notó el color de sus ojos. Eran una mezcla de amarillo, marrón y verde, aunque sus pestañas eran más oscuras, igual que sus cejas.

Un contraste perfecto.

—Gracias —Luna cerró la boca, y luego se giró al único hombre con el que no había mantenido una comunicación.

Andrey.

Cuando sus ojos se encontraron, la sacudida fue más brutal que cualquier rayo.

Fue un segundo… un pestañeo.

Notó cómo el ceño de Luna se frunció, y se quedó pensando por unos segundos. Hubiese dado millones por saber qué había pensado al mirarlo, y le jodió la vida que Lemaitre volviera a interrumpir, y por dicha, Denzel notó su desagrado.

—Entonces, señorita…

—Lemaitre … —Denzel alzó la mano—. He dicho que no vamos a interrumpirla.

Lemaitre asintió y se sentó no muy cerca.

—Parece que hay una situación complicada —continuó Denzel, y ella soltó el aire.

—Yo trabajo para la empresa.

Lemaitre torció los ojos y Denzel asintió.

—Sí, podemos notarlo.

—Realmente lo siento —ella negó con los ojos vidriosos y Andrey pasó un trago—. Yo no quería hacer un escándalo, no crean que los irrespeto, ni nada por el estilo.

—¿Había pedido una cita antes? —Lemaitre le preguntó y el ceño de Andrey se frunció.

—No… realmente esto fue…

—¿Tal vez urgente? —Denzel completó por ella y de cierta forma le dio el empujón que ella necesitaba.

—Sí… —Andrey no necesitaba tocarla para saber que estaba ardiendo por dentro—. Yo… hay una situación compleja, señor… y aunque he tratado de soportarlo, ya no puedo más.

Andrey miró sus labios moviéndose cuando ella trataba de explicar unos tres años bajo un hombre que tenía como jefe que visiblemente le había hecho la vida imposible, pero él podía deducir que era producto de su frustración.

Imaginaba que había fallado en el intento por querer que ella lo mirara siquiera, y es que esta parecía ser su esencia, caminar sin notar lo mucho que alteraba, o despertaba a su alrededor. Ella ni siquiera se daba cuenta de que ahora mismo, incluso al mismo desesperado de Lemaitre, enfadado por joder una de sus mejores reuniones, estaba cautivado con sus labios que se movían sin piedad narrando su historia.

Pero mientras ellos fingían comprensión, Andrey seguía allí, como una sombra extendida, absorbiendo cada fragmento de su voz, cada partícula de su dolor, como si se tratara de una canción olvidada que, finalmente, volvía a sonar.

—No tengo nada en contra del señor Collins, pero es injusto…

Luna se quedó quieta cuando terminó. Sintió como si su garganta se desenredara cuando miró a los tres hombres, uno por uno. Pero fue este hombre último al que observó, por más tiempo, como si buscara algo más.

Ella podía describirlo como ningún otro. Su aura era diferente en todo el sentido. Tenía un rostro perfectísimo, y unos ojos que jamás había visto en su vida.

Aún incluso sentado, podía imponerse en la sala, y a diferencia de los otros dos, él no le dio una sonrisa, ni una palabra, solo una mirada que parecía decirle: Te vi, y eso ya te salvó de muchas cosas.

No podía sostenerle la mirada por más de tres segundos, era imposible no sentirse tan diminuta, además de que había pasado la raya. Según Lemaitre era el jefe en ese edificio y en todos, pero, ese hombre allí sentado, parecía el dueño incluso de la voluntad de Lemaitre y del mundo.

—Lamentamos lo sucedido —Eso fue todo lo que Denzel le dijo cuando ella volvió la mirada a los dos hombres a su frente—. Me comunicaré con usted pronto. Esto mejorará.

Ella parpadeó no entendiendo mucho, incluso Lemaitre lo miró como si no comprendiera lo que había dicho y Luna se puso de pie con rapidez.

—No quiero perder mi trabajo —y la negación de este hombre la dejó un poco tranquila.

—Eso no pasará —Denzel le dio su mano y ella la recibió mientras Andrey seguía todos sus movimientos.

Entonces ella asintió hacia Lemaitre y luego, hacia él.

—Gracias…

Luna salió, cerró la puerta con suavidad, aunque por dentro todavía ardiera. No supo cómo sus piernas funcionaron hasta llegar al ascensor, y ni siquiera miró a la secretaria cuando se apresuró a hundir los botones para salir de allí, pegándose a la pared metálica.

Cerró los ojos soltando el aire, recordando esa mirada que la hizo sentir vista como nunca nadie la había visto, y lo más aterrador de todo fue que no sintió peligro, sino fascinación.

Mientras adentro, Lemaitre recogía sus cosas para salir definitivamente de la sala, entonces Andrey ya no sintió su aroma cuando le murmuró a Denzel sin mirarlo.

—Quiero su expediente completo… Hoy.

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