Donde aprendí a quedarme

Donde aprendí a quedarmeES

Romance
Última atualização: 2025-08-13
Lubik B.N.  Atualizado agora
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Traicionado por los suyos, Alessandro, un hombre dominante y arrogante, lo pierde todo y debe mantener su identidad oculta… hasta que una mujer irritante le enseña que el amor, la lealtad y la verdad se encuentran cuando tocas fondo.

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Capítulo 1

Capítulo 1: Irritante

Si alguien le hubiera dicho que terminaría pidiendo trabajo en una empresa que no conocía, en un país que no entendía, y con el nombre de otro hombre… le habría escupido en la cara.

Las puertas cromadas del ascensor se abrieron con un leve susurro metálico. Alessandro Strozzi entró, colocándose en el centro, irradiaba una presencia imposible de ignorar. Alto, de hombros anchos y postura impecable, su camisa blanca prestada abrazaba los músculos definidos de sus antebrazos como si hubiese sido diseñada para él. Tenía el tipo de elegancia innata que hacía que cualquier prenda pareciera de alta costura. No necesitaba esfuerzo; su simple existencia bastaba para que las miradas lo siguieran.

El reloj de cuero negro en su muñeca capturó la luz justo cuando se acomodó el cabello oscuro y ligeramente despeinado, ese estilo “recién salido de la cama” que parecía casual, pero llevaba media hora de perfección frente al espejo. Tenía una mandíbula cincelada, barba milimétrica, labios firmes, y unos ojos color gris acero que parecían haber sido hechos para mirar por encima del hombro a todo el mundo.

Tres mujeres entraron al ascensor justo después que él. Rieron en voz baja, fingiendo no mirarlo, mientras una de ellas se retocaba el labial y otra le ofrecía un “¿Piso?”. Alessandro levantó una ceja con desinterés y presionó el número 18. Su mirada no se detuvo en ninguna.

No tenía tiempo. O más bien, no quería perderlo.

Era su primer día en aquella empresa nueva, una oportunidad desesperada envuelta en un edificio de concreto. No podía permitirse errores. Había dormido mal, tenía el estómago cerrado y un nudo en la garganta que, por orgullo, se negaba a reconocer como miedo. Era la primera vez que sentía eso en años.

Cuando el ascensor llegó al piso cinco, las puertas se abrieron, las tres chicas salieron y una mujer lo miro de pies a cabeza soltando un bufido exasperado.

Pero no era por su físico. Valeria Sarli odiaba a los hombres arrogantes, y este lo tenía escrito en su cara y en la forma en la que abarcaba el espacio en el ascensor, parado justo en el centro, con los brazos cruzados, haciéndola arrinconarse hacia atrás, a pesar de que venía cargada con una caja y varios planos enrollados encima de ella.

Llevaba puesto el atuendo de seguridad del taller de diseño. Una bata azul que le llegaba debajo de las rodillas, botas, casco y lentes de seguridad. Aun con todo eso encima, Valeria no se perdió el gesto de fastidio que se le escapó al hombre a su lado.

Alessandro la ignoro, pero no podía creer como una mujer en su sano juicio podría salir así en público.

Él siempre había estado rodeado de mujeres bellas, siempre disponibles, nunca había sido rechazado, sino todo lo contrario. Pero nunca, en toda su vida, una mujer lo había visto como esta chica promedio lo vio, y mucho menos con esas fachas.

Valeria vio el número marcado. El hombre iba a su mismo piso, pero notó que ni siquiera se había tomado la delicadeza de preguntarle, ya que ella tenía ambas manos ocupadas.

El ascensor comenzó a subir. Pero en algún momento uno de los planos se cayó de encima de la caja, rodando con un sonido seco y golpeando el piso con un ‘clac’ que rompió el silencio tenso.

Valeria no pudo sujetarlo. Miro el plano en el piso, y luego al hombre a su lado. Este ni se inmutó.

—Idiota— susurró.

Respiró profundo, apoyo la espalda contra la pared y se arrastró poco a poco. La tela de su bata crujió al deslizarse contra las paredes del ascensor, el plástico de su casco rozando apenas la pared metálica, hasta que pudo alcanzar el plano devolviéndolo a su lugar.

Alessandro la vio por el espejo del ascensor, la forma en que decidió resolverlo le parecía cómica y vergonzosa a la vez, ella lo fulminó con la mirada por el espejo. Él solo la ignoró.

Valeria se levantó con dificultad. No pudo evitar confrontarlo.

—Gracias por su ayuda… Caballero — dijo un poco exasperada.

Él la miro con el ceño fruncido.

—No parece que la necesitaras, pudiste resolverlo ¿no?

Valeria noto el acento italiano. Lo miro arrugando la nariz y rodando los ojos.

—Ah, eres de esos.

Eso ofendió más el ego de Alessandro, ¿que se creía esta mujer para mirarlo y tratarlo de esa forma? Solo era una obrera o algo así, sabía que él no estaba en una posición estable en ese momento, pero ni siquiera lo conocía.

—Disculpa — Dijo él ahora mirándola de frente— ¿De esos? — Preguntó con una ceja levantada.

Valeria no había querido perder el control, pero no soportaba a este tipo de hombres. Lo enfrentó, mirándolo directamente a los ojos a través de sus lentes de seguridad. Él era mucho más alto, pero eso no le importaba en absoluto.

—De esos idiotas egocéntricos que creen que el mundo les debe pleitesía, pero solo son unos bastardos egoístas.

Alessandro lanzó una carcajada echando la cabeza hacia atrás, levantó ambas cejas sin poder creer lo que tenía enfrente. Si esta hubiera sido su empresa, esta mujer habría sido echada en el siguiente piso, estuviera despedida y sin posibilidad de encontrar trabajo en toda la ciudad, todo en menos de cinco minutos.

Pero esta no era su empresa, ni su ciudad, ni siquiera tenía como mantenerse el siguiente mes. Pensó un segundo que hacer con esta mujer tan exasperante e irritante.

—¿Sabes qué es esto? —Preguntó señalando el espejo del ascensor

Valeria frunció el ceño sin entender.

—Se llama espejo. Tal vez podrías usar uno la próxima vez... —dijo con media sonrisa.

Valeria abrió la boca de par en par, incrédula.

No podía creer al hombre que tenía enfrente. El ascensor se abrió en su piso, pero Valeria se quedó paralizada, con los labios entreabiertos.

Alessandro salió tropezándola, haciendo caer los planos otra vez.

Ella trató de buscar la forma de detener el ascensor, pero no tuvo tiempo. La caja pesada se le clavaba en los antebrazos, la superficie de cartón grueso raspando su piel con cada movimiento.

Lo miro fulminándolo, con la mandíbula apretada antes de que la puerta se cerrara de nuevo.

—Sigue mi consejo… Te hará bien— Dijo él al final.

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Capítulo 1: Irritante
Capítulo 2: Ataque
Capítulo 3: Dos semanas atrás
Capítulo 4: Detrás de las paredes
Capítulo 5: El primer día
Capítulo 6: Mura Diseño Integral
Capítulo 7: Nuevo proyecto
Capítulo 8: Jugadas
Capítulo 9: Entre diseños y artimañas
Capítulo 10: Provocaciones
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