—Eso no es prudente Cami—intervino Valeria sin levantar la voz.
Camila quiso insistir, pero la sola mirada de Valeria fue suficiente para hacerla desistir. Sabía lo que implicaba una cercanía de este tipo entre Camila con un empleado y lo que podía costar a la imagen de la empresa. Por suerte, la llamada de Víctor anunciando que pasaba por ella resolvió la discusión. “Una señal del cielo”, pensó Valeria.
Camila se despidió a regañadientes y, en cuanto salió, Valeria se volvió hacia Noah.
—Sé lo que intentas —dijo, desabrochándose la bata de trabajo—. No voy a permitir que uses a Camila. La conozco desde hace años y no voy a dejar que alguien como tú la lastime.
Se quitó las botas de seguridad con movimientos pausados, dejando que la bata se deslizara por sus hombros hasta quedar sobre la silla.
Noah no pudo evitar mirar la curva sutil de su clavícula, el brillo cálido de su piel y el vaivén suave de su pecho bajo el escote en V mientras se inclinaba para acomodar el dobladillo del pan