Valeria observaba las nubes a través de la ventanilla. El zumbido constante de los motores había dejado de ser ruido hace horas; ahora era solo un ronroneo sordo que la mantenía despierta. Ruiz dormía a su lado con la cabeza inclinada, pero Mónica seguía despierta, leyendo algo en su teléfono.
Valeria apretó los dedos contra el reposabrazos. Sentía las yemas entumecidas por la presión constante desde que despegaron de Ciudad de México. Sus uñas dejaban pequeñas medias lunas en la palma de su mano cada vez que cerraba el puño.
"Alessandro está ahí. Respirando el mismo aire que pronto respiraré yo."
El pensamiento la hizo cerrar los ojos con fuerza. Su corazón latía con un ritmo irregular, como si hubiera olvidado cómo funcionar correctamente en las últimas semanas. Cuando las ruedas tocaron la pista con un chirrido agudo, sintió cómo su estómago se contraía. El impacto resonó en su columna vertebral. Aferró los reposabrazos con tanta fuerza que sus nudillos se pusieron blancos.
Roma.
A