El mediodía estaba cargado de ese calor pegajoso que hacía que el aire acondicionado del restaurante pareciera un regalo divino. Valeria bebió un sorbo de su café mientras Emilio, frente a ella, sonreía como si no hubiera pasado un mes desde la última vez que se veían y le hablaba sobre su último logro: había conseguido un cliente importante para la empresa.
El restaurante estaba lleno, pero en la mesa junto a la ventana, Valeria sentía que el ruido se apagaba.
—Ya te extrañaba —dijo ella, moviendo distraídamente la cuchara en el café—. Se me hizo eterno tu viaje.
—Y yo a ti —respondió él, sonriendo de esa forma que siempre parecía sincera y tomándole la mano con suavidad—. Pero valió la pena. Este cliente es muy importante.
Valeria sonrió, genuinamente feliz por él. Después de todo, ella misma lo había recomendado en la empresa, y verlo prosperar le daba cierta satisfacción.
—Eso es genial, Emilio. Te lo mereces.
Él asintió, como si estuviera midiendo sus palabras.
—Justamente por e