matrimonio Samantha Miller, una bailarina Las Vegas, con Aristo Christakos, un CEO griego parece salido un cuento hadas, pero la realidad es otra, su familia no la quiere y le ponen una trampa para que su esposo piense que le ha sido infiel con su propio hermano gemelo. Samantha vuelve a casa destrozada y embarazada de gemelas. El orgullo de Aristo no le permitirá escapar por lo que acuerdan que ella y las niñas vivan en Londres hasta que un suceso impactante la hará regresar a Grecia donde deberá enfrentarse al pasado y a quienes quieren destruirla.
Leer másCuando Samantha recibió un correo electrónico de su esposo para un fin de semana romántico en un conocido hotel de Atenas se había sentido muy feliz. En su mente se imaginó una segunda luna de miel. Nunca había estado en ese lugar y aunque llevaban varios meses viviendo la vida de una mujer rica, la joven no pudo más que asombrarse por el lujo que la rodeaba. Desde que puso un pie en el hotel la había tratado como si fuera de la realeza, un mayordomo, acompañado de un botones la llevaron a la suite presidencial. El lugar era muy grande, constaban de una sala comedor, una habitación espectacular y un baño con bañera, jacuzzi y ducha. Además de una terraza con una vista impresionante y una hermosa piscina.
Al entrar a la habitación encontró a una doncella de elegante uniforme blanco que esperaba su llegada para deshacer la inmensa maleta que había llevado para el fin de semana que su esposo preparó, como no sabía cuáles serían sus actividades metió un poco de todo. Otra de las trabajadoras del hotel le sirvió una merienda ligera mientras ella admiraba la ciudad de Atenas desde el balcón de la suite. Sam se metió a la bañera y se dio un relajante baño, se puso todas las cremas y el perfume que su asesora personal de compras le había llevado y un sugestivo camisón para esperar la llegada de su esposo. Tenía una importante noticia que darle. Samantha aún se debatía entre si decírselo antes o después de hacer el amor cuando la puerta de la habitación comenzó a abrirse. Decidió que primero iría la seducción y después la noticia de que estaban esperando su primer hijo.
La joven había bajado la intensidad de las luces de la habitación al mínimo para crear un ambiente romántico, pero dejando suficiente iluminación para que su esposo viera el camisón casi trasparente que cubría su cuerpo. Samantha No escuchó llegar a Aristo, solo oyó que la puerta de la habitación se abrió, al girarse lo vio parado en el umbral mirándola, con una sonrisa de felicidad se abalanzó sobre él. Lo había extrañado mucho y este último viaje de negocios se le había hecho eterno. Sus labios buscaron los suyos en un beso sensual y la joven se dejó llevar por la emoción. Cuando sintió que él la apretaba contra su cuerpo una alarma se encendió en su mente. Algo no estaba bien, lo que sintió con el beso era incorrecto, le provocó un rechazo absoluto y mucho asco. Durante un breve instante pensó que podía ser efecto de las hormonas del embarazo, pero pronto desechó esa idea, aunque este hombre usaba el mismo perfume que su esposo, estaba segura de que no sabía cómo él. No había química, ni pasión ni todas las cosas que con Aristo se sentían correctas.
Nerviosa lo empujó un poco para separarse y al mirarlo a la cara descubrió con horror que ese no era su esposo, si no Alec el hermano gemelo de Aristo. Antes de que pudiera decir absolutamente nada un grito de rabia resonó desde la puerta de entrada a la suite, al girar la cabeza vio a Aristo observando la escena con los ojos cargados de odio y de desprecio. Casi pudo sentir las oleadas de rabia que parecían manar del cuerpo de su esposo y que impactaban en el suyo. Empujó con toda su fuerza a Alec y sin pensarlo dos veces lo golpeó en la cara con la palma de su mano.
―¿Cómo te atreves a tocarme? ―le gritó Sam a Alec.
Después se giró hacia su esposo, corrió a su lado para abrazarlo, pero Aristo no le permitió tocarlo, la tomó por los brazos para mantenerla separado de su cuerpo.
―Aristo, amor, no es lo que tú piensas, cuando él entró pensé que eras tú y por eso dejé que me besara, cuando me di cuenta de mi error lo empujé en rechazo, pero ya tú estabas parado en la puerta.
―¿Y cuantas veces has cometido ese error, esposa?
―Que dices, por favor, pregúntale a Alec, es la primera vez que ocurre, pensé que eras tú, me dijiste que querías verme aquí.
―¿Por qué tratas de negarlo, Sam? ¿No ves que Aristo no es tonto y descubrió nuestro secreto? ―preguntó Alec con calma.
―¿Qué? ¡Por Dios!, Alec, ¿Por qué haces esto? Sabes que no es cierto, es la primera que ocurre, díselo, por favor, ―rogó llorando desesperada.
―No puedo hacer eso, no puedo seguir negándolo más tiempo, Sam.
Samantha no podía creer lo que escuchaba, no sabía que ganaba Alec con eso, solo que estaba destruyendo su vida. Sabía que ella no era apreciada por la familia Christakos, que su suegro la despreciaba y la consideraba una cazafortunas porque era una bailarina pobre cuando se casó con Aristo unos días después de conocerlo. Pero ella lo amaba, se enamoró de él a primera vista y toda la sensatez huyó por la puerta cuando él le pidió matrimonio en Las Vegas.
―Déjame solo con mi esposa, Alec ―ordenó Aristo.
―No, Aristo, no pienso dejar que la lastimes.
―No sumes la ofensa a la traición, Alec, vete de aquí mientras aún tengo fuerza para mantener a raya las ganas que tengo de partirte la cara ―ordenó Aristo con voz peligrosa.
Su hermano asintió con cara de arrepentimiento y se marchó de la habitación dejándolos solos.
Aristo la empujó con suavidad para evitar que ella lo tocara, se movió por la habitación hasta pararse detrás del sofá, usándolo de barrera entre ambos.
―Mi padre tenía razón sobre ti, no eres más que una cualquiera arribista, te casaste conmigo por mi dinero, pero al ver lo mucho que debo trabajar para mantener la fortuna familiar te follaste al vago de mi hermano. ¿Tanta necesidad tienes de sexo que no te importó con quien lo hacías?
―Yo te amo, Aristo, nunca, nunca te he sido infiel…
―¿Crees que soy idiota? Te vi besándote con mi hermano, si no hubiese llegado estarían en la cama, mírate el camisón que traes puesto, ¿acaso en la manera de recibir a un hombre que no es tu esposo?
―Me enviaste un correo citándome aquí, si no, no hubiese venido.
―Yo no te envíe nada. ―aseguró él con rabia ―¡Por Dios! Acaso me dirás que eres tan tonta para ir a una cita que te hacen por correo, si hubiese querido citarte te habría llamado, eres una mentirosa.
―Si tu no lo hiciste, entonces es una trampa, alguien que quiere separarnos, pregunta quién pagó por la habitación. Mira tu correo.
―Este hotel pertenece a la familia, todos saben que eres mi esposa, nadie tuvo que pagar por tu estadía o la de mi hermano.
―¡Es una trampa! Seguramente tu padre…
La ira oscureció sus facciones y se acercó a ella con la mano levantada.
―No te atrevas a meter a mi padre en todo esto ―gritó Aristo bajando su mano, al instante se arrepintió y se reprimió mentalmente por haber caído tan bajo como para pensar en golpearla.
Sam se acobardó, recordó las palizas que su padrastro le daba siendo apenas una chiquilla y no resistió pensar que Aristo pudiera hacer lo mismo. Su vista se nubló, puntos negros aparecieron en sus ojos, hasta que formaron una película que la sumergió en la oscuridad.
Once años después Emma observó Bastián sentado mirando la playa con Pongo a su lado, a los trece años era una revolución de hormonas y sentimientos. El último año había sido difícil para él, cuándo cumplió los doce años pidió conocer a Blanche, quería invitarla a la isla. Emma le dijo que era preferible que primero los conociera en terreno neutral. ―¿Por qué no puede venir? Es mi madre biológica y mi hermano, no representan ningún peligro para nosotros. Alec y Emma, al igual que Aristo y Sam siempre les hablaban a sus hijos, de lo importante que era la seguridad para todos ellos después de dos secuestros en la familia. ―No estamos hablando de seguridad, Bastián, sino de cómo te afectará conocerlos, es preferible que vayamos a Francia y que los conozcas. Después de eso, si lo deseas, los invitaremos a pasar el verano con nosotros ―alegó Emma. Bastián aceptó a regañadientes. Lo llevaron a Francia a conocer a Blanche y a Étienne, su hermano que para entonces tenía diez años, el c
París abrió su ojo derecho al escuchar pasos que se acercaban, y se encontró con la mirada horrorizada de su padre. Al ver su rostro se puso a llorar. ―¡Ay! Hija mía. ¿Quién pudo ser tan malvado como para hacerte esto? ―Fue Ranjit, papá, estoy segura, no solo eso, mató a mamá y me secuestró. ―Lo lamento mucho, París, cuando te obligué a casarte con él no tenía ni idea del monstruo que era, siempre fue un hombre amable y respetuoso como su padre. ― Creo que su padre lo controlaba, pero al morir él salió a relucir su verdadera personalidad. ¿sabes si la policía lo arrestó? Nadie me dice nada aquí. ―Sí, está preso, el gobierno está solicitando su extradición por el asesinato de Maureen, por complicidad en tu fuga, por secuestro y por la agresión hacia ti. De ser juzgado aquí saldría libre y no pienso permitirlo estoy moviendo a todos mis contactos para que lo enjuicien en Inglaterra. ―¿Es cierto lo que me dijo Ranjit? ¿Qué tienes otra familia? ―preguntó París mirándolo. ―Sí, tengo
Emma se despertó sobresaltada al amanecer, se había quedado dormida, giró en la cama y se encontró a Alec al otro lado de la cama. «No me despertó a pesar de que le pedí que lo hiciera». Con cuidado se levantó de la cama y acomodó las almohadas para evitar que Bastián se cayera si se movía dormido hacia su lado. Pongo se despertó al ver que se ella se levantó y se sacudió, Emma se asomó a la habitación de las niñas y vio que todas dormían, pero las perras al ver que estaba despierta y que Pongo la acompañaba se levantaron para que las sacara. Fue a la cocina y se encontró con Flavián y Joy sirviéndose una taza de café.―Buenos días ―dijo Flavián ―¿Pudiste dormir algo?―Bueno días, Emma ―saludó Joy―Buenos días, sí, pero le pedí a Alec que me despertara cuando tuviera sueño y no lo hizo, se durmió ―respondió Emma.―Yo estaba vigilando, Emma, es mi trabajo hacerlo ―señaló Flavián.―Lo sé, pero no puedo dejar de preocuparme ―indicó Emma.―Todo estuvo tranquilo en la noche, acabo de comun
Fue una noche larga para todos los adultos Christakos, con el crespúsculo, la casa se cerró, se activaron todas las puertas de seguridad, Desde la planta baja, cada piso había sido provisto de puertas de seguridad para el acceso al piso superior. El ascensor se desactivó y todo se trasladaron al último piso. Les dijeron a las niñas que acamparían en el último piso unos días y que podían dormir juntas. Les dieron la habitación contigua a la de Aristo y Samantha, el pequeño Ari durmió con ellos. En la habitación contigua a la de las niñas estaban Emma, Alec y Bastián en una habitación y Demetrio en la siguiente.Flavián y Joy se quedaron en la antigua habitación de Demetrio en la otra ala del último piso. Esa noche se dejaron encendidos los reflectores que apuntaban a la playa y los que daban al interior de la isla. La casa estaba lo suficientemente lejos del pueblo para que las luces no le molestaran. En las torres de seguridad cada guardia estaba resguardado en la cabina. Toda la zona
Emma sintió su alma caer al infierno con la noticia, el miedo se apoderó de ella. Comenzó a temblar y un sabor metálico en la boca le dijo que estaba a punto de vomitar el desayuno. ¿Acaso nunca podría ser completamente feliz? ¿Hasta cuando esa mujer venía a amenazar sus vidas y a su familia? ―¡Mis niños! ¡Oh, por Dios! Sam, ella vendrá por nosotras y por los niños ―dijo Emma. Sam la miró asustada. ―Ella dijo que la próxima sería yo ―susurró Sam. En la mente de ambas, París se había convertido en un monstruo invencible que podía acabar con ellas. ―¡Cálmense, las dos! Ya llamé a Flavián y viene en camino con Joy, él a su vez llamó al encargado de la seguridad en la isla y están alerta. ―explicó Demetrio ―Manden a las niñeras al agua con las gemelas y que vengan Alec y Aristo. Necesitamos activar las medidas de seguridad hasta que la atrapen. Sam que era la que estaba menos afectada envió a Maria y a Marta que estaba sentadas en otro toldo al agua con los niños. Tomó un par de toal
Emma caminó hacia la casa con una niña en cada mano, al llegar a donde estaba Sam la abrazó y le dio un besito al pequeño Ari en la cabeza.―Déjame cargar a esta hermosura ―pidió Emma a Samantha.Sam la miró extrañada porque desde que su hijo nació, habían sido contadas las ocasiones en la que Emma tuvo en sus brazos a Ari. Le entregó el bebé con gusto y miró con curiosidad hacía Alec, Aristo y Demetrios que venían con el niño y las gemelas de Sam. Emma vio la pregunta en su mirada.―Niñas, vayan con papá y traigan a su hermanito para que la tía Samantha lo conozca ―ordenó Emma para deshacerse de ellas y poder hablar con Sam.―Bastián viene con papá, mamá ―dijo Amelia.―¿Estás bien? ―preguntó Sam preocupada al saber que el niño era hijo de Alec.―Sí, es una larga historia que te contaré después. Vamos a subir que debo arreglar una habitación para Bastián. ¿Quieres ayudarme?―Sí, dejo a Ari con María y le pido a la señora Agnes que nos ayude a buscar entre los muebles que hay guardados
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