Mundo de ficçãoIniciar sessãoPolos opuestos. Un error. Una noche que lo cambia todo. Derek y Naomi no son compatibles. Sus personalidades, estatus y vidas sociales están en extremos opuestos. Pero, sin quererlo, sin sentir nada, se encuentran destinados a compartir un momento íntimo y comprometedor. Ahora, enfrentan la consecuencia. Su error no solo los unirá, sino que los obligará a encarar una vida que nunca pidieron.
Ler maisBienvenidos.
💘 «Obligados A Casarse» 💘 Culpa DeLos Dos. En la agencia de bienes raíces Torres Inversiones, los ejecutivos y gerentes de las diferentes sucursales estaban reunidos en la sala de juntas. Todos esperaban al nuevo presidente de la empresa, y la tensión se podía sentir en el aire. El señor Víctor Torres miró su reloj y respiró hondo, disgustado. La irresponsabilidad que mostraba su hijo era inaceptable, especialmente en una posición tan importante. Derek Torres había sido elegido presidente de la agencia y sus sucursales hacía solo unos días. A pesar de su reciente nombramiento, ya había dejado claro que él tenía el poder y que los demás debían obedecer sus órdenes sin cuestionamientos. El joven llegó al edificio sin prisa y subió al ascensor. Sabía que lo estaban esperando desde hacía más de una hora, pero eso no le importaba. Dentro del ascensor, coincidió con el joven encargado del mantenimiento, quien llevaba utensilios de limpieza y de mantenimiento. Derek lo miró con desdén y negó con la cabeza; se negó a compartir el espacio con él. Le ordenó salir y tomar las escaleras, que era "por donde debía ir", según él. — Lo siento, señor — se disculpó el joven. Derek entró a la sala de reuniones y todas las miradas se posaron en él. Su aspecto y sus gafas oscuras dejaban en evidencia que había estado de fiesta la noche anterior. Se acercó a la silla presidencial, se acomodó e ignoró las miradas de reproche. — Buen día, perdón por el retraso — expresó con un toque de sarcasmo. Todos, incluido su padre, estaban visiblemente molestos por su actitud. Sin embargo, conocían el carácter de Derek y nadie se atrevió a cuestionar sus acciones. La reunión comenzó y, con el tiempo, la conversación se tornó acalorada. Albín Torres no estaba de acuerdo con las decisiones de Derek y se oponía rotundamente a sus nuevas órdenes. El joven había despedido a varios gerentes de finanzas y a otros empleados que llevaban años en la empresa. — Albín, tienes que entender que ahora yo soy el presidente — dijo Derek con una actitud desafiante, pero relajada —. No puedes estar cuestionando mis decisiones cada vez que te plazca. — Mi hijo tiene mejor manejo de liderazgo que tú — respondió Albín. — Eso no lo pongo en duda, pero por desgracia, yo soy quien da las órdenes aquí. La reunión terminó y todos salieron de la sala. Derek se quedó, revisando unos documentos. Derek Torres tenía treinta años. Como primogénito del matrimonio Torres Silva, nació en cuna de oro y creció rodeado de lujos. Asistió a los mejores colegios y universidades, y sus padres le complacían todos sus caprichos: desde el auto de último modelo hasta una escandalosa fiesta de fin de semana. Era el consentido de la familia, aunque sus padres sentían el mismo aprecio por él y por su hermana. Derek no solo estaba bendecido por su familia y su estatus económico, sino también por una belleza increíble. Era el hombre perfecto: guapo, millonario, con un porte de caballero intimidante. Pero detrás de tantas cualidades, se escondía un hombre sin sentimientos, un arrogante posesivo, un altanero a quien no le importaba destruir a los demás sin pensar en las consecuencias o el daño psicológico que pudiera causar. No obstante, cabe destacar que Derek era un magnate en los negocios. Estudió en el extranjero durante cuatro años y regresó con excelentes enseñanzas. La única debilidad de Derek era su abuela, doña Alba. Ella era el único ser que sabía cómo dominar su carácter fuerte. Debido a su personalidad, Derek atraía muchos enemigos y estaba constantemente envuelto en escándalos. Era un imán para las mujeres, pero ninguna pasaba de un simple rato de compañía. En la misma agencia, en el área de la cafetería, Naomi dialogaba con su hermano mientras disfrutaba de una taza de café. Tenía la costumbre de visitar a la señora que preparaba las suculentas bebidas. — Naomi, ¿puedes llevarle el café al señor Albín? Estoy cansada, necesito unas vacaciones — le pidió la señora. — Voy a dejar de venir a verte, siempre me pones a trabajar — bromeó la chica mientras terminaba el último sorbo de su taza. Naomi tomó la bandeja y se dirigió a entregar el pedido. Derek salió de la sala de juntas y caminó hacia su oficina. Iba distraído, mirando su teléfono, y tropezó con una joven. — ¡Auch! — se quejó la mujer, mientras el café se derramaba sobre ella. Él la observó de arriba abajo; era la primera vez que la veía allí. Ella vestía el uniforme de la cadena de hoteles de sus padres, DerekPat, por lo que era evidente que era su subordinada. Derek maldijo por lo bajo; sus zapatos estaban llenos de café y odiaba las imperfecciones en su vestimenta. — ¡Maldita sea! ¿Acaso eres ciega? — le reprochó, sin prestar atención a las quemaduras de la joven. — Cuida tus palabras. Fue un accidente, y tú eres el responsable — respondió Naomi sin miedo. — ¿Sabes con quién estás hablando? — dijo Derek —. Últimamente, los empleados están olvidando cuál es su lugar. — Y sin esperar respuesta, se fue. Naomi se quedó paralizada, observando cómo el hombre se perdía en el pasillo. Volvió a la cafetería para limpiar su ropa y revisar sus quemaduras. — ¿Qué te pasó? — le preguntó su hermano Tyler cuando la vio llegar. Se acercó muy preocupado y se aseguró de que estuviera bien. — Me tropecé con Derek — respondió —. Es un altanero con ínfulas de grandeza y una arrogancia que sobrepasa su ego. — Tiene su carácter — dijo Tyler —. No quiero que te le acerques. Me pidió subir por las escaleras para no compartir el ascensor conmigo. — ¿Lo ves? Es un idiota, un maleducado. Mejor me voy al hotel. Naomi Ross, una joven de veintidós años, era la menor de tres hermanos. No conoció a su padre y su madre los abandonó cuando ella tenía diez años. Desde entonces, su hermano mayor, Tyler, ha cuidado de ellos. La joven creció compartiendo lo poco que tenía, repitiendo la misma ropa y jugando con los mismos juguetes. El pan no se podía desperdiciar. Tyler, siendo aún un jovencito, era el único que llevaba el sustento a la casa, pagaba el alquiler y proveía los útiles escolares.Con el corazón desolado, subió las escaleras. Abrió lentamente la puerta de la primera habitación y, sin pensarlo dos veces, decidió que ese sería su santuario. No tenía fuerzas para explorar más, solo deseaba dormir hasta el día siguiente, y esperar que al despertar, todo fuera una pesadilla.Mientras tanto, en la otra punta de la ciudad, en un club nocturno, Derek se autodestruía a sí mismo. Él, un hombre implacable que no se dejaba vencer, se había rendido ante un simple papel: un contrato matrimonial. El alcohol ardía en su garganta, y la furia en su interior crecía a cada trago.—Deja de tomar de esa manera tan exagerada. Firmaste un matrimonio, no tu condena de muerte —le dijo Maik.—¿Cuál es la diferencia? —respondió Derek con amargura, alzando su vaso en un brindis fantasma.A la mañana siguiente, Derek se despertó a la hora de siempre, pero con la cabeza que amenazaba con explotar. Aturdido, tardó en reconocer el lugar. ¿Cómo había llegado a la cama de su abuela? No tenía ni
La magistrada le respondió con una sonrisa sabía.— No quiero su dinero, ni sus regalos. Una de mis condiciones era no convivir con su hijo y no llevar el apellido Torres. Usted y yo, y todos aquí, sabemos que este matrimonio es una farsa.— Pediste seis meses de matrimonio y no me opuse a tu petición. Al menos, debes vivir en esa casa durante ese tiempo.— No, es que aquí no habla de un período de tiempo. Esa casa está a nombre de su hijo y del mío. ¿Qué significa eso?— Por Derek no te preocupes, dudo mucho que se aparezca por allí. Si no quieres aceptar las demás cosas, te entiendo. En cuanto al apellido... lo siento, a partir de hoy serás una Torres.Los beneficios que recibiría Naomi eran absurdos, una fortuna, pero sabía que no podía aceptarlos. No quería nada de ellos. Miró a la señora Torres con una mezcla de intriga y desconfianza. Volvió a leer el documento, esta vez con más cuidado, examinando cada cláusula y cada letra pequeña. Sabía que estaba lidiando con abogados de éli
A pesar de no tener dinero, Naomi poseía una elegancia innata. Su andar, sus gestos, su mirada y su voz le daban la apariencia de una distinguida dama de la alta sociedad.Se acercó y se acomodó en una de las sillas que rodeaban la mesa.—Obviamente, usted es la única interesada en este matrimonio. ¿Por qué? Sabe que mentí, que no hubo una violación. ¿Qué busca exactamente? ¿Por qué unir a su hijo a una simple empleada, habiendo tantas candidatas dispuestas a pertenecer a su familia?.—Como madre, quiero lo mejor para mi hijo. Tengo mis motivos.—Bien. Acepto casarme con él, pero tengo condiciones.—Pídeme lo que quieras.Naomi expuso sus condiciones, la voz firme a pesar de la tormenta que se desataba en su interior. No pidió dinero, ni joyas, ni bienes materiales, solo la libertad de vivir su propia vida lejos de los Torres una vez que el trato se cumpliera. La magistrada, una mujer de expresión severa, la escuchaba con una atención que rayaba en el asombro. Aceptó sin una sola obje
Naomi permanecía en silencio. Estaba completamente distraída, una expresión de suspenso adornaba su hermoso rostro.Un empleado se les acercó. "Los señores Torres los esperan en la sala de reuniones", les dijo. Un frío se apoderó de Naomi. Su intuición le decía que ese encuentro no presagiaba nada bueno. Su destino, y el de su familia, estaba a punto de cambiar para siempre.Tyler se negó de inmediato. La supuesta reunión no era más que una burda estrategia de persuasión, y él no iba a caer en esa trampa ni a permitir que su hermana lo hiciera.Al ver que Tyler no cedía, el señor Víctor decidió ir a buscarlos personalmente. El joven se mantuvo reacio; compartir el mismo espacio con el hombre que ultrajó a su hermana era impensable. Sin embargo, con una mezcla de amabilidad y respeto, Víctor logró su cometido: los hermanos Ross asistirían a la reunión. Una de las empleadas, amiga cercana de las hermanas, se quedó al cuidado de los gemelos.En la sala de conferencias los esperaba la mag
Derek se sentía completamente traicionado. Le molestaba que su propia familia no creyera en su inocencia. Se preguntó si su reputación era tan mala como para que tuvieran una idea tan equivocada de su persona.Era una locura. ¿Encadenarse a una mujer que no conocía ni le interesaba, por un momento de placer? Era una condena sin juicio, una celda sin barrotes.—Abuela, estamos en el siglo XXI. Esas costumbres no existen. Si me hubiera casado con todas las mujeres vírgenes que me he llevado a la cama, tendría un harén. Prefiero morir, ir a prisión o simplemente desaparecer del planeta antes que casarme.Derek se dio la vuelta, el pulso acelerado, la sangre hirviendo en sus venas. Quería escapar de esa pesadilla, de esa villa, de esa familia que lo ahogaba con sus imposiciones. Dio dos pasos hacia la salida, pero un estruendo lo hizo detenerse en seco. Un grito ahogado. Doña Alba, que intentaba detenerlo, se desvaneció. Cayó al suelo como una muñeca de trapo, inerte.El mundo de Derek se
La decisión que tenía que tomar le rompería el corazón en mil pedazos, sin importar lo que eligiera.— ¡Al fin llegas! — exclamó Nelly al verla entrar. Por suerte, Tyler no estaba en casa, lo que le dio la oportunidad de indagar a solas.Nelly, con su insistencia habitual, bombardeó a su hermana con preguntas sobre lo sucedido, pero Naomi parecía estar en otro mundo. Su mirada estaba perdida en un punto fijo, lamentando su desgracia, con la mente muy lejos de la conversación.— ¡Naomi, te estoy hablando, carajo! — la voz de Nelly subió de tono, rompiendo la burbuja de dolor de su hermana.— ¿Qué? ¿Qué es lo que quieres saber? Ya te dije lo que pasó.— No te creo. Te conozco demasiado bien. Jamás te habrías quedado de brazos cruzados si él te hubiera forzado. Tú habrías luchado.— ¿Qué te hace pensar que no lo hice?Las hermanas eran inseparables, se conocían a la perfección. Entre ellas no había secretos. Y de las dos, Naomi siempre había sido la más valiente. Había defendido a Nelly





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