Valeria no podía apartar los ojos de la pantalla donde transmitían el juicio en vivo.
Llevaba horas sentada en el borde de la cama, la laptop apoyada sobre rodillas que no dejaban de temblar. Cada vez que el juez hablaba, contenía la respiración. Cuando pronunció "libertad inmediata", la tensión acumulada de semanas se rompió en un silencio ensordecedor en la habitación.
Colapsó en un sollozo seco, apenas un gemido.
Mónica la abrazó, permitiendo un breve momento de vulnerabilidad. Valeria se aferró a ella como si fuera lo único sólido en un mundo que acababa de inclinarse violentamente sobre su eje.
—Lo logramos —susurró contra su hombro, la voz rasposa de tanto contener el llanto—. Dios mío, Mónica... está libre.
—Lo sé, Valeria. Sabía que lo lograrían. —Mónica le apretó las manos una vez más antes de soltarlas—. Voy con Ruiz a preparar la nota oficial de Mura. Descansa un momento.
Valeria asintió sin voz. Cuando la puerta se cerró, el silencio del hotel la golpeó como una ola.
Pens