Mundo de ficçãoIniciar sessãoMi hermana es su vida, su amor y la mujer que presume ante todo el mundo. Yo soy su obsesión, su necesidad, algo que mantiene oculto del mundo entero para poder cumplir sus más oscuros deseos, para formar una familia que no quiere que nadie le arrebate. Yo soy su bajo instinto. Pero ¿qué pesará más en él cuando logre escapar de aquella prisión de oro? El mundo arderá, eso es seguro, aunque yo no quiero arder en él.
Ler maisAlistairQuerido hijo:Tu madre se encuentra bien; está más feliz que nunca y canta para mí todas las noches. Dice que quiere verte a ti y a tus hermanos; todavía no se resigna a que ya no tiene ese permiso.Espero que en tu siguiente carta vengas con buenas noticias y me digas que la has encontrado. Yo, más que nadie, quiero que vivas esa felicidad que solo puede darte tu objeto de deseo, tu alma gemela. Lo sabrás en cuanto la veas, que no te quede duda de eso.Feliz cumpleaños número treinta y dos.Doblé la carta, sonriendo ampliamente.—Sí, padre, la encontré —susurré—. Emiko pronto llegará.No le enviaría la fotografía de mi preciosa mujer japonesa, cuyos ojos, de un inusual tono marrón claro, me cautivaron desde el primer instante, así como la dulzura de su voz, esa manera de inclinarse respetuosamente y su disposición de siempre ayudar al que lo necesitaba. Lo que sí haría sería describírsela, pero también enfocarme en todo lo que me hacía sentir.Yo no sería como mi padre, que
EliseSemanas antes—Amore, estoy aquí —susurró Alessio mientras me tapaba la boca para que no gritara—. Por favor, no grites.—Mi amor —jadeé cuando él me quitó la mano.Me giré hacia él y lo miré de arriba abajo sin poder creer lo que veían mis ojos.—Tienes que irte —espeté—. Andrei fue con Alistair y Alaric al bosque, pero no tardan en regresar. ¿Cómo carajo entraste aquí?—Parece ser que Zyran Ashworth lo traicionó y me dio los datos para que viniera.—No te confíes, Alessio. Los dos son aliados —gruñí—. ¿Cómo puedes ser tan tonto?—Claro que sé que me está engañando —resopló—. Por Dios, ¿piensas que habría venido si no supiera lo que estoy haciendo?—De todos modos —sollocé, tocando su rostro perfecto, el único que quería ver al despertar—. Estoy dispuesta a quedarme a su lado toda la vida si eso significa que estás a salvo.—Mi vida entonces no tendría sentido —gruñó, apretándome contra su cuerpo—. Elise, te amo, y prefiero morirme antes que vivir sin ti.—No digas eso —musité—.
AndreiElaine todavía no me aceptaba, pero al menos había dejado de mirarme como si fuera algo repugnante. Sus ojos tenían la misma melancolía resignada que los de su madre, aunque ambas intentaban vivir en paz. Al fin tenía todo lo que sabía que podía tener; por fin había hecho todo cuanto deseaba con Elise.Sin embargo, todavía quedaban asuntos pendientes. Ese trío de ratas seguían rastreándonos hasta por debajo de las piedras, y por más ayuda que obtuviera de Zyran, sabía que existía la posibilidad de que nos encontraran.En el fondo, ansiaba que ese día llegara para tener por fin una excusa y acabar con ellos. —Papi, ¿qué te parece esta? —me preguntó Alistair, mostrándome una rama un poco grande—. ¿Sirve?—Cada vez eres mejor para encontrar lo que necesitamos —le dije con una sonrisa, mientras le alborotaba el cabello—. Buen trabajo, dámela.—No, no, yo quiero llevarla —gruñó—. Puedo con ella.—De acuerdo.—Yo también —dijo Alaric, arrastrando una rama más pequeña.—Vaya, pero qu
EliseLa casa era todo un sueño, algo que me habría gustado y que incluso planeaba con Alessio y los niños. Pero ahora todo era algo muy lejano, aunque estuviera aquí. El hombre que me desnudaba frente al ventanal y me tocaba con devoción no era con quien quería estar.Mientras Andrei se recreaba repasando mi espalda con los labios, apoyé las manos en el cristal y contemplé el bosque, oscurecido por la tormenta. El ventanal estaba cubierto de hermosas gotas de agua que se deslizaban lentamente, y que parecían ir al ritmo de los besos de la bestia que me iba a poseer en unos instantes.—Estoy dispuesto a todo ahora que te tengo —murmuró, mientras me abrazaba, haciéndome sentir su desnudez contra mi espalda—. Están haciendo un escándalo, pero los dejaré vivir.—No lo haces por amor a mí. Lo haces porque no resistes la idea de que los ame más, que los vea como héroes que dieron su vida por mí —contesté en voz baja—. Solo te amas a ti mismo.—Puede ser —admitió, con una risita que me hizo
AndreiTodos en la mesa estábamos tensos, incluso Alistair. No tenía idea de lo que había hablado con su madre, pero no podía ser nada bueno.Elise los estaba envenenando en mi contra, y nada podía hacer que cambiara de idea.—¿Les gusta? —les pregunté a los mellizos.Alaric asintió y me dedicó una sonrisa, mientras que Elaine solo se encogió de hombros y siguió comiendo con las manos. Odiaba a la gente sin modales en la mesa, pero simplemente no podía reprenderla ni alzarle la voz.Aunque ella no quisiera, era mi pequeña princesa. Ese dulce ángel que siempre esperé que naciera después de tener hijos varones.—Si no te gusta, puedo preparar otra cosa. O comprarla —le ofrecí.Desde la otra cabecera, Elise esbozó una sonrisa pequeña, pero que destilaba veneno y triunfo.Por alguna razón, ya no podía enfurecer como antes. La emoción de tenerla de vuelta era tan sublime que incluso su rechazo o sus muestras de desprecio eran cosas que atesoraba.Podía vivir con la insatisfacción de no tene
Elise—¿Por qué no quieres estar con papá? —me preguntó Alistair en voz baja mientras nos sentábamos uno frente al otro, junto al ventanal—. Él te quiere mucho y nos buscó. —Es algo complicado de explicarte, mi amor —respondí, tomándolo de la mano—. Por favor, no me lo preguntes.—Pero Alessio no es mi papá. ¿Por qué lo quieres? Sé que es bueno contigo, pero papá es más bueno contigo.Esbocé una débil sonrisa. Aunque ya me sentía más serena, moría de ganas de contarle a Alistair la lista de desgracias que había vivido desde que Andrei me vio por primera vez, que lo único bueno que había salido de todo eso eran él y sus hermanos.—En el corazón no se manda —repuse, besando su manita—. A veces, las relaciones entre los adultos no funcionan, y eso es lo que me pasa con papá.—¿Entonces no nos quieres? —preguntó asustado, con sus ojitos llenándose de lágrimas.—Por supuesto que los quiero, mi amor —dije enseguida—. Jamás dudes de eso, así como tampoco de que haría todo por ustedes, inclus
Último capítulo