Mi hermana es su vida, su amor y la mujer que presume ante todo el mundo. Yo soy su obsesión, su necesidad, algo que mantiene oculto del mundo entero para poder cumplir sus más oscuros deseos, para formar una familia que no quiere que nadie le arrebate. Yo soy su bajo instinto. Pero ¿qué pesará más en él cuando logre escapar de aquella prisión de oro? El mundo arderá, eso es seguro, aunque yo no quiero arder en él.
Leer másLa palabra «papá» salió de los labios de mi bebé, quien se removía enérgicamente y estiraba sus pequeños brazos, tratando de encontrarse con ese hombre que, en ese momento, se casaba con la única mujer que había elegido desde el principio y a la que había puesto por encima de sí mismo.
Estar a metros de la iglesia donde todo esto se desarrollaba era la estupidez más grande de mi vida, pero necesitaba verlo con mis propios ojos para decidirme a dar el salto de salir de mi jaula de oro. Estaba cansada de ser su amante, de ser el cuerpo con el que cumplía sus fantasías, sus fetiches y delirios de una familia feliz con un hijo al que adoraba, pero que nunca elegiría por encima de los vástagos que Sonia le daría.
—Lo siento, Alistair —le susurré a mi pequeño—. No puedes ver a papá. Está con su familia.
No amaba a ese hombre. ¿Cómo podía amarlo si él solo me veía como su mascota? Pero algo en mis entrañas se retorcía de rabia por no ocupar, ni por un segundo, el lugar de mi hermana. No importaba todo lo que había hecho, todo lo que había sufrido, ni siquiera haberle dado un hermoso y fuerte hijo. Siempre sería primero Sonia en su retorcido corazón y en su podrida alma, asumiendo que él poseía algo de eso.
—Nos vamos, bebé.
Alistair quiso lanzar un chillido, pero le cubrí la boca y me subí de inmediato al taxi que me esperaba. Eché un último vistazo a las puertas de la iglesia; él seguía besándola, pero de pronto dejó de hacerlo y giró en nuestra dirección.
Compartimos una mirada, un instante efímero y a la vez eterno, a través del cristal polarizado. Andrei no me vería, pero me sentiría. Así no me amara, nuestro hijo y yo estábamos impregnados en su ser, y le sería difícil sobrevivir sin nosotros.
Sonreí cuando el taxi arrancó. Por fin terminaba todo para él y comenzaba todo para mí. Aunque eso hiciera sufrir a mi hijo, sabía que nos esperaba un futuro mejor.
Al menos eso creía hasta que leí las enormes consecuencias de mi partida. Andrei Sangster no pararía hasta tenernos de vuelta, aunque tuviera que destruir todo lo que amaba en el proceso.
***
Elise
Años antes
—¿No estás emocionada por mí? —me preguntó Sonia, después de bajar la mano donde llevaba su anillo.
—¿Un criminal puede adorar a alguien?
Su rostro se sonrojó de vergüenza. Yo sonreí. Qué bien se sentía molestarla y echar abajo sus ilusiones, aunque fuera por un momento.
—Él no es un criminal, pero sí, a mí sí. A mí me adoró desde la primera vez que me vio —aseguró—. Quiere que sea su esposa, la madre de sus hijos.
—Pero supongo que tiene muchas amantes.
—¿Y eso qué? —se rio—. Ellas solo son distracciones; soy yo a quien ama, quien tiene el poder.
Me encogí de hombros y seguí analizando mis opciones de vestido para la fiesta de compromiso.
—Todos están hermosos, pero dudo mucho que vayas a verte bien con alguno de ellos. Tus pechos son obscenamente grandes y tienes una figura desproporcionada —comentó con desdén antes de salir de mi habitación.
Haciendo caso omiso de sus palabras, elegí el vestido blanco que menos llamara la atención de esos hombres idiotas que vendrían a la casa para acompañar a su jefe y señor. Ellos tenían la fama de devorar con la mirada a cualquier cosa que se moviera, y si bien yo no tenía un cuerpo escultural como el de mi hermana, mis pechos eran algo notable en vestidos.
—No, ese vestido no —me dijo mamá, entrando en la habitación—. No te favorece; te hace ver como una novicia adicta a los postres.
—Pues no soy yo la que se va a comprometer —contesté sonriendo.
—Lo sé, mi amor, pero tienes que lucir muy bien. Vendrán personas muy importantes y debemos estar a la altura.
—No me interesa estar a la altura de las circunstancias. Es más, no me molestaría ser la hija no querida y que me dejen aquí encerrada para no causarles vergüenza. Eso es lo que hacen las familias de nuestro círculo.
Mi madre sonrió, negando con la cabeza. Sin duda, la extrañaría durante el tiempo que no la viera, que calculaba que sería bastante, y estaba segura de que ellos sentirían lo mismo. Mis padres no eran de esas personas que querían más a una hija que a otra, aunque fueran muy diferentes. De hecho, tal vez se sintieran más afines a mí que a la caprichosa Sonia.
—Hija, eres tan amada como ella; solo que a Sonia la vida le ha sonreído más en general.
—¿Qué? ¿Crees que ella tiene una vida mejor que la mía? —me burlé—. Mamá, ella se casará con un criminal, mientras que yo cumpliré mi sueño de conocer el mundo.
—No, te recuerdo que solo es un intercambio estudiantil. Una carrera no te asegura el futuro; en cambio, un matrimonio…
—No conseguirás que cambie de opinión —la interrumpí—. Mi decisión ya está tomada. No me pienso quedar aquí para que uno de esos tipos me ponga un ojo encima. Prefiero conocer a un extranjero, si te soy sincera.
Su expresión de horror me hizo reír. Por más que insistió en que no me pusiera el vestido blanco y dejara mis ideas sobre chicos extranjeros, no logró convencerme. Al mirarme en el espejo, me sentí orgullosa. Yo no era una mujer con sobrepeso, pero mis pechos grandes y caídos me hacían parecer así, sobre todo cuando no llevaba sostén. A veces me alegraba no tener un cuerpo que se considerara estético, pues eso desviaba la atención hacia mi hermana, quien se mataba en el gimnasio para tener una figura envidiable.
A pesar de lo fastidiosa que era, tenía un lugar en mi corazón y reconocía su disciplina. No era raro que hubiera llamado la atención del hombre que prácticamente regía las vidas del «consejo de Chicago», como llamábamos a las familias afiliadas en supuestas empresas legales que realmente servían para lavar dinero. ¿Me aterraba eso? Sí, bastante; por eso me marchaba, y mucho más ahora que tendríamos como familia a Andrei Sangster. Nosotros éramos apenas unos recién llegados, y no es que hubiera mucha lealtad, por más que mi padre se empeñara en decir que sí. Si algo malo sucedía, seríamos los primeros a los que les cortarían la cabeza.
—Hija, ya comienzan a llegar los invitados —me anunció papá cuando salí de mi habitación—. Te ves preciosa, mi amor.
Parecía tan sincero que me dio una punzada en el estómago. ¿Acaso estaba ciego? No dudaba de su amor, pero sí de su vista. Había vestidos que me hacían lucir increíble, pero este no.
—¿Qué? Pero es el vestido que menos…
—Si te soy sincero, me encantaría que tu hermana usara vestidos así.
—Si tú lo dices...
Mi madre y mi hermana pusieron los ojos en blanco al pasar por nuestro lado y verme vestida así. Yo les puse mi mejor cara; adoraba molestarlas con estas cosas.
—Mamá, papá, ¿por qué no la escondemos y decimos que falleció? Al fin y al cabo, se irá al extranjero por años.
—Te apoyo, hermana —dije de inmediato, y ella me sonrió de manera cómplice—. Es la mejor idea del mundo, amo tu cerebro.
—Y tú, aunque seas horrible, eres una buena hermana —me elogió con la sonrisa más hermosa.
—Ya, ya basta —nos reprendió mamá—. Puede que Elise no se vea adecuada, pero es parte de la familia y tiene que bajar.
Sonia y yo nos miramos, agobiadas por el plan fallido, pero al final tuvimos que obedecer. Ella bajó del brazo de papá, mientras que yo del de mamá, quien me sujetaba como si fuera una niña pequeña.
—Por favor, mi vida, compórtate, ¿sí? —masculló.
—Créeme, no me interesa arruinar la noche ni frustrar mi viaje.
—¿Tanto quieres dejarnos?
—Sí. Quiero vivir mi vida —dije sin más.
Ignoré su expresión de tristeza y me dediqué a atender a los invitados en la entrada de la casa. La mayoría pasaba de mí, pero otros tantos me repasaban con la mirada. Casi nunca podía interpretar lo que pensaban, pero me imaginaba que era una mezcla de curiosidad y desagrado. Mi rostro era agraciado, pero mi cuerpo no ayudaba a que fuera mejor, a su juicio, que el de Sonia.
—Parece que el novio se retrasa —le dije a Sonia cuando esta se asomó por la puerta, angustiada—. ¿Seguro que te quiere tanto como dices?
—Cállate, maldita envidiosa —farfulló—. Seguramente lo atrapó el tráfico.
—Sí, claro —asentí.
Para mi mala suerte, un auto bastante más lujoso que los demás que habían llegado arribó a la propiedad. Aunque nunca en mi vida había visto a Andrei Sangster en persona, solo en revistas, reconocí su vehículo.
—Llegó, llegó —dijo mi hermana, entusiasmada, alisando su vestido dorado. A pesar de no tener un busto exuberante, el escote de ese vestido lo hacía parecer generoso—. ¿Cómo me veo?
—Mientras no me recuerdes cómo me veo, te lo…
—No eres fea —dijo muy seria—, pero te vistes horrible.
—El centro de atención eres tú —le recordé—. Te ves perfecta, no hay nada más que decir.
Sonia asintió feliz, se alborotó un poco el cabello y salió a recibir a su hombre, quien ya se bajaba del auto que conducía. Me quedé con la boca abierta, pues no esperaba que fuera tan alto y atlético, y que al mismo tiempo le quedara tan bien aquel traje negro sin corbata.
A pesar de que no me interesaba en absoluto, contemplé absorta cómo Andrei elevaba a Sonia en sus brazos sin que nada ni nadie le importara. Una vez que la bajó, se besaron apasionadamente y no pude evitar soltar una risita. Eran como un cuento de terror combinado con romance.
Mi risa se apagó en el momento en que ese hombre la abrazó y miró en mi dirección. No había esperado que me escuchara, dado que no me reí fuerte; sin embargo, ahí estaba, mirándome con aquellos oscuros y penetrantes ojos. No fui capaz de moverme, solo de devolverle la mirada. Me había atrapado como un depredador a su presa.
El miedo que sentí ante ese pensamiento fue tan fuerte que rompí el contacto visual y me alejé de la puerta. Odiaba a los fastidiosos niños invitados al evento, pero en ese momento no se me ocurrió mejor idea que refugiarme con ellos, sin saber que esa sería mi sentencia.
Ahora el reloj avanzaba inexorablemente hacia mi cautiverio. Ese momento le había bastado a Andrei Sangster para decidir que quería tomarme como diera lugar.
AndreiÉpoca actualElise no gritó cuando la llevé a ver el cuerpo desmembrado de la niñera que había tenido la osadía de mirarla a los ojos. La rabia me había impedido hacer un trabajo más impecable, por lo que sería difícil limpiarlo todo.—No se merecía morir —dijo Elise entre dientes—. Yo fui la que se escapó y le quitó a Alistair.—Esta es la porquería en la que me has convertido —repliqué, abrazándola por detrás—. ¿Por qué no estás gritando?—Sé que no te gusta que te lo diga, pero era estudiante de medicina y mi padre me llevó muchas veces a la funeraria. Tuve que ver muchos cadáveres en mal estado.Besé su hombro y Elise siseó de dolor por todas las mordidas que le había hecho mientras la cogía dormida, como en su primera vez.—Tienes tanta experiencia —gruñí, sintiéndome celoso de nuevo—. Ojalá ya lo hubieras olvidado.—Andrei…—Y al mismo tiempo me atrae tanto la frialdad que muestras hacia la muerte. ¿Y piensas que no eres mía?—No es frialdad, es costumbre —susurró.—¿Cost
AndreiAños antesNo había dejado de pensar en esa interesante jovencita en toda la noche y si su nombre no salió de mi boca mientras me cogía a Sonia fue porque esta se quejó muchas veces de dolor porque perdía la conciencia por momentos, imaginando ese rostro perfecto y esos grandes pechos que dentro de poco devoraría.—Gracias por conseguirlos —me dijo Sonia cuando le entregué los caramelos que quería darle a Elise—. Ella suele marearse antes de subirse a los aviones; es muy rara.—No debe ser la única a la que le pase —contesté.—Sí, pero ella quiere esta marca en específico. —Puso los ojos en blanco—. En fin, gracias. Me bajaré ahora para ir a despedirme de ella, ¿de acuerdo? Espero que no rechace la sala VIP. Sería una idiota si lo hiciera.—No te preocupes, les he mencionado a tus padres que le digan que tienen esa sorpresa para ella.—Mmm… Mi hermana es muy astuta; dudo que se lo crea, pero bueno, no le daremos más explicaciones.Sonia se despidió de mí con un beso que se prol
EliseÉpoca actualEstudiar una ciencia como la medicina me había hecho comprender la increíble fuerza que un ser humano puede encontrar en momentos de crisis o enfermedad. Sin embargo, nada me preparó para la fuerza que descubrí en mí cuando mi cerebro comprendió que estaría sin mi hijo. La fuerza de una madre, más que la de un ser humano, es comparable a la de la naturaleza cuando se desata en toda su furia, destruyendo todo a su paso.Mi amor por Alistair era la fuente de esa fuerza. Aunque hubiera nacido producto del abuso de su padre, era mío. Lo había llevado en mis entrañas, y no me importaba llegar hasta las últimas consecuencias para recuperarlo.¿Cómo lo había hecho? No tenía ni idea. Cuando reaccioné, ya había abierto la puerta, bajado las escaleras y llegado al departamento donde lo tenían.Mi hijo se reía a carcajadas mientras corría con él en brazos por todos los pasillos del edificio. No entendía por qué se lo había arrebatado a su niñera ni por qué gritaba como desquic
EliseAños antes—Estás sucia, Elise. ¿Dónde demonios te metiste? —me preguntó mi hermana, que me había seguido a mi habitación.No le respondí. Seguía aturdida y muy acalorada por lo que acababa de pasar. No diría que la culpa me mataba, ya que yo no hice nada para incitar a Sangster a acercarse y a tocarme de esa manera. Sin embargo, de repente sentí el deseo de decirle a Sonia que no se casara con él y que viniera conmigo al viaje.—¿No me vas a decir nada? —insistió, tomándome del hombro para hacerme voltear—. Elise, tienes cara de muerto. ¿Qué te pasa?—Fui a la casa embrujada —murmuré, tratando de enfocar la vista en su rostro, pero terminé desviándola.Sonia me soltó y se alejó, mirándome con asco.—Ay, Dios mío, vete a bañar. Solo a ti se te ocurriría ser tan infantil en un día como este.—Soy un fenómeno de circo, ¿no? —me burlé—. Eso es lo que les dices a todos.—Sí, pero solo porque tú me lo pides. Me ordenaste que le dijera a cada hombre de este consejo que…—Pero no se lo
AndreiÉpoca actualDejar a mi hijo lejos de su madre era una medida correctiva que no me gustaba aplicar, dada la dependencia que ambos se tenían, pero me veía obligado a hacerlo. Elise estaba fértil y, cuando eso pasaba, decía idioteces que me sacaban de quicio. A diferencia de muchas mujeres, la mía se ponía mal cuando ovulaba y era mucho más dócil durante la menstruación.¿Cómo, después de tanto tiempo, todavía se atrevía a decir que se iría? Le daba todo a ella y a nuestro hijo.—Quédate aquí, hijo. Te vas a divertir —le dije a Alistair antes de entrar al departamento de la niñera con quien se quedaría.Mi hijo se aferró a mí, brindándome un poco de paz en medio de la tormenta emocional que me asaltaba. Me preguntaba qué más tendría que hacer para que Elise dejara de decir esas cosas y me necesitara tanto como yo a ella.Sin Elise y sin mi hijo, me era imposible vivir. Cada uno de mis días lo pasaba pensando en ellos y contando los segundos para volver a verlos.—No te vayas, pap
AndreiAños antes Con cada segundo que pasaba, Elise me parecía cada vez más fascinante. En lugar de huir, como pensé que haría, se acercó más a la casa y me permitió caminar a su lado. Durante esa breve caminata, pude percibir su exquisito aroma, que me hacía difícil resistirme a tomarla ahí mismo. Conocía a la perfección casi todos los perfumes existentes en el mercado, y ninguno se le parecía. «Paciencia, pronto la tendrás», pensé. —¿Odias las fiestas? —¿Puedo decirle la verdad sin que me apunte con una pistola en la sien? —bromeó. —¿Por qué te apuntaría con una pistola en la sien? Eres muy agradable —repliqué. Me arrepentí de no haber investigado más sobre ella. ¿Qué clase de joya me estaba perdiendo? —No hemos cruzado más de cincuenta palabras. ¿Por qué dice que soy agradable, señor Sangster? —Primero, llámame Andrei, porque, después de todo, somos familia. Segundo, ¿no me vas a decir la verdad? Elise se detuvo y asintió. A pesar de la oscuridad, aún podía vislu
Último capítulo