Amira es obligada por su madrastra a casarse con un hombre millonario que le doblaba la edad, sacrificando su vida para costear los gastos médicos de su media hermana. Su padre, sin saber qué hacer, apoya la decisión de su esposa. Amira, sumida en el dolor, tuvo que aceptar la propuesta, enterrando en lo más profundo de su corazón al gran amor de su vida: Pascual. El día de su boda, sorprende a su media hermana teniendo relaciones íntimas con Pascual, su amor de toda la vida. Con el corazón destrozado, enfrenta a su media hermana. Sumergida en llanto, Amira pensó en renunciar a ese matrimonio arreglado, pero se detuvo. Por un instante creyó que quizá ese enlace sería la mejor opción para vengarse del daño que le causaron
Leer másLa barbilla de Amira temblaba mientras procesaba las palabras de su padre, ella estaba muriendo por dentro, su pecho se encogía bruscamente siendo doloroso —Por favor— les suplico, pero pudo ver en sus ojos que ya no había marcha atrás
—Lo siento mucho, hija, pero la decisión ya está tomada y no puedo echarme atrás. Ya hablamos con el señor, y él está por llegar. Así podrás conocerlo. Te prometo que no te pasará nada, hija. Estarás muy bien. El señor Assim es una buena persona, y sé que cuidará de ti—sus ojos reflejaban el dolor que sentía por la decisión que su esposa lo llevo a tomar
Amira miro a su padre a los ojos y pudo ver que, en él, se reflejaba el mismo dolor que ella estaba sintiendo, pero aun sabiendo lo que pasaría con ese matrimonio, ella no podía aceptar esa decisión, sabía que su madrastra quería cortarle las alas, ya que, al casarse con ese hombre, toda su vida ya planeada se derrumbaría hasta los escombros
La puerta sonó y el sonido hizo que los latidos del corazón de Amira se aceleraran, ella sabía que no había vuelta atrás. La madrastra de Amira se acerca con una sonrisa burlona, al abrir la puerta, Amira trago en seco al ver al hombre justo frente a ella. Ese hombre le doblaba la edad, y podía notar en su rostro lo cruel que era. Amira, sumida en el pánico, se esconde detrás de su padre, aterrorizada, al ver que el hombre era mucho mayor de lo que imaginaba
Su padre se apartó, y miro a Amira, él también sufría con la decisión que había tomado, pero no podía hacer nada para detener esa situación, ellos necesitaban ese matrimonio para poder costear los gastos médicos de la enfermedad de Monserrat, la media hermana de Amira, aunque su padre sufría por dentro, sabía que Amira con esa decisión podría tener una mejor calidad de vida al lado de ese hombre.
La madrastra se acerca a Amira, sujeta su brazo con fuerzas, enterrando sus largas y filosas uñas en ella, con una sonrisa amenazadora y una voz sutil le dice:
— Ve a saludarlo, no te quedes allí parada malagradecida —arrojo una mirada escalofriante.
Amira la miro suplicante, mientras sus lágrimas empañaban su visión, sentía querer salir corriendo en ese instante y desaparecer de la vista de todos, pero sabía que debía hacer lo que era correcto para ellos y para su media hermana. Asintió con la cabeza, limpio sus lágrimas y se acercó a él.
Él la miro de arriba abajo, y Amira se sintió desnuda por su escrutinio.
—Eres más hermosa de lo que imagine— le dijo él con una media sonrisa.
Amira se obligó a sonreírle y darle un gracias, pero en el fondo ella sentía completa repulsión por él.
Ella volteo a mirar a su padre y a su hermano y les sonrió, para después volver a mirar al hombre que desgraciadamente seria su esposo.
Fue así como Amira se obligó a meter en lo más profundo de su corazón a aquel hombre del cual estaba enamorada desde que era una niña, tenía que hacerlo, o su vida seria aún más miserable.
El señor Assim le dio una última mirada, para después llamar a su madrastra, a la cual le entrego un sobre, y después se marchó.
Amira se derrumbó, llorando como loca, ella no quería vivir toda su vida junto a ese hombre, no era justo que debía ser ella quien se sacrificara por su malvada media hermana.
Los días pasaron tan rápidamente que en un abrir y cerrar de ojos llego el día de su boda, Amira mientras se miraba en el espejo, lo único en lo que pensaba era en morir, pero si lo hacía, sabía que su padre se llevaría la peor parte.
Respiro profundamente, llenándose de valor, se dio una última mirada al espejo y sonrió, dándose ánimos, diciéndose que todo estaría mejor.
Luego subió a su cuarto para darle un último adiós a todos sus hermosos recuerdos. Sus tacones de aguja marcaban cada paso por el largo pasillo, mientras un gemido se hacía cada vez más fuerte. Amira, sorprendida, abrió la puerta de su habitación y palideció al ver a su media hermana completamente desnuda, siendo penetrada por el hombre del que había estado enamorada desde niña.
Lágrimas brotaron de sus ojos, cayendo sobre su hermoso vestido. Paralizada por el shock, permaneció inmóvil mientras su media hermana reía a carcajadas. El hombre que había amado toda su vida, visiblemente nervioso, se acercó cubriendo sus partes íntimas y le dijo:
—Por favor, entiéndeme... ¿Qué podía hacer? Tú te vas a casar con ese hombre asqueroso sin importar cuánto te amaba. No pensaste en mí. Así que yo también debía seguir con mi vida.
Amira, sumida en el dolor, lo miró completamente asqueada mientras las lágrimas continuaban surcando su rostro. Con voz gélida, respondió:
—¿Con mi media hermana? ¿Tenías que seguir con tu vida, pero con ella, Pascual?
Monserrat la interrumpió con sarcasmo:
—¿Y qué tiene de malo que esté conmigo, hermanita?
Amira se secó las lágrimas y la miró con firmeza:
—¿Cómo pudiste hacerme esto, sabiendo cuánto lo amo? —gritó Amira, con las manos temblorosos.
Monserrat arqueó una ceja con desdén: —¿Amarlo? Qué curioso ¿no?... cuando en cuestión de minutos jurarás amor eterno al señor Assim Montesinos. Que descarada, Amira.
—¡Maldita seas! —Amira apretó los puños, sintiendo cómo las lágrimas ardían en sus mejillas—. ¿Qué demonios te pasa, Monserrat? Sabes perfectamente que este matrimonio es una farsa. Me caso con un extraño... ¡Todo por tu maldita enfermedad! ¿Y así me pagas? —Escupió las palabras con desprecio—. Eres repugnante.
Monserrat esbozó una sonrisa burlona:
—¿Enfermedad? ¿De qué enfermedad hablas? Mi madre mintió solo para venderte a ese hombre y deshacerse de ti. Y el idiota de nuestro padre hizo exactamente lo que ella le pidió.
Amira quedó petrificada, incapaz de articular palabra. La revelación la golpeó como un puñal: su madrastra los había engañado, manipulando incluso a su propio padre.
Pascual, repentinamente, volvió su mirada hacia Monserrat con odio puro. Recogió su ropa y escupió:
—Espero te guste este pequeño regalito, ¡maldita zorra! —dijo con una sonrisa burlona mientras caminaba hacia Adams, parándose a su lado.Adams desenfundo su arma y apunto directamente a Amira. Perro Loco la seguía observando con atención. Pareciendo disfrutar del terror reflejado en su rostro… Cuando notó que Adams dudaba , se giró hacia él y gruño:—¿Qué tanto esperas? Hazlo de una vez. ¡Mátala ya! —exclamó con impaciencia.Adams lo observó y, con una mirada fría, movió su arma hacia él, apuntándole al rostro. Perro Loco retrocedió unos pasos, sorprendido:—¿Qué diablos te pasa, maldito desgraciado?Sin mediar palabra, Adams apretó el gatillo disparándole a la cabeza. El disparo resonó en el aire, y Perro Loco cayó de inmediato al suelo, sin signos vitales. Amira, aterrada y paralizada por el miedo, cerró los ojos con fuerza y suplicó:—Por favor…se lo ruego, no me mates… —Sus nervios hacían que todo su cuerpo temblara incontrolablemente.Adams se acercó con rapidez. Mientras que Am
Jim, completamente destrozado por la muerte de Emilio, decidió confiar en las palabras de Paulo y se dirigió a la habitación de la señora Ligia. Mientras tanto, Paulo reunió a tres de los hombres y les dijo:—Síganme al sótano, hay un trabajo pendiente que deben hacer —su mirada frívola dejaba claro que no era una sugerencia.Al llegar al sótano, Paulo observó a las pocas mujeres que aún se mantenían con vida. Una de ellas, demacrada y con voz quebrada lo miró, logrando articular entre jadeos:—Por favor… ayúdenos…Nos estamos muriendo. Se lo ruego, llévennos a un hospital…Ya no aguantamos más… —las lágrimas caían por su rostro, mezclándose con la suciedad y el dolor que ya ni siquiera podía disimular.Paulo se acercó lentamente a ellas, se inclinó y, con un falso gesto de compasión, acaricio su mejilla mientras murmuraba:—Tranquila, las sacaré de aquí. Ya no sufrirán más… Lo prometo —una sonrisa calculadora se dibujo en sus labios.Ella sonrió con un destello de esperanza de que podr
Los hombres cubrieron los rostros de las mujeres con un pasamontaña negro, arrastrándolas violentamente hacia la camioneta y huyendo del lugar de inmediato. Amira, muy confundida y aterrada, no entendía quienes eran aquellos hombres ni por qué las estaban secuestrando. Con desesperación, forcejeaba y gritaba con todas sus fuerzas:—¡Por favor, no me hagan daño! ¡Estoy embarazada! ¡Se lo suplico, déjenme ir! —Sus gritos y llantos se mezclaban con los de las demás mujeres dentro de la camioneta.A los pocos minutos, Paulo recobró el conocimiento y descubrió su precaria situación: estaba atado a una viga en el techo de la mansión, amordazado con cinta adhesiva en la boca. Debajo de él había un letal campo de alambres de púa y trampas para osos. Sabía que si se movía un poco más, su propio peso lo haría caer sobre esos objetos letales. Sus nervios se intensificaban mientras las gotas de sudor frío recorrían su rostro. Intentó pedir ayuda, pero la cinta en su boca se lo impedía…De pronto,
Ligia, al notar su demora, entro y, al ver lo que sucedía, parecía no sorprenderse, actuó con una calma escalofriante. Tomó una toalla y cubrió el cuerpo de la tercera chica. Luego ayudó a Amira a levantarse mientras gritaba hacia afuera:—¡Chicas, entren! ¡Ayúdennos a sacarlas de aquí!Dos de ellas entraron, quedando en shock al ver a sus amigas en ese estado. Ligia las tomo firmemente de los brazos y les dijo con determinación:—Ayúdennos. Debemos sacarlas pronto de aquí, ¡sino morirán!Ellas dos reaccionan y ayudan a sacarlas hacia afuera, acostándolas en el suelo, mientras las chicas lloraban al verlas mutiladas de ese modo.—¿Cómo es eso posible? ¿Por qué esos desgraciados les hicieron esto? —gritaban de dolor mientras lloraban al ver a las dos mujeres en el suelo, sin extremidades y con la mirada perdida.Ligia las observó y les dijo: —Por favor, colóquenles las toallas y traten de mantenerlas calientes. Se están muriendo. Deben darles calor, háganlo pronto.Las chicas se aproxim
De inmediato, él se levanta de la silla y corre a despertar a Assim.—¡Papá, despierta! Algo está ocurriendo —dice mientras intentaba despertarlo con fuertes cachetadas, pero fue un intento fallido, pues él continuó dormido.Enseguida, Paulo se levanta y corre hacia la entrada de la casa y observa a varios hombres corriendo con armas, y se comienzan a escuchar unos fuertes disparos. Paulo se tira al suelo y se arrastra hacia la sala donde estaba Amira, se levanta, la toma de los brazos y le dice:—Amira, corre, ve a ocultarte al sótano. No sé qué está sucediendo. Ve rápido y no salgas por nada del mundo, ¿ok?Ella temblando lo sujeta:—Paulo, ¿a dónde vas? ¡Ven conmigo! —dice muy desesperada.—No puedo. Debo averiguar qué está ocurriendo. Ve a esconderte, debes proteger a tu bebé, ¿ok? Yo ahorita te alcanzo —responde antes de salir corriendo hacia la entrada de la mansión.Amira entra en pánico; la desesperación la invadía por completo, mientras escuchaba los fuertes disparos cada vez
La gran incomodidad se sentía en el lugar. Todos comenzaron a cenar mientras Amira, discretamente observaba cómo Jim le daba la comida en la boca a Emilio, quien reflejaba en su mirada el dolor que lo consumía. Sin entender lo que ocurría, Amira opto por guardar silencio e intentó ignorar la escena incomoda que había visto.Ella, con miedo a comer lo servido en el plato, jugueteaba con el tenedor, moviendo los alimentos de un lado a otro sin entusiasmo. Assim noto su actitud y enseguida la fulminó con una mirada despectiva:—¿Qué te ocurre? ¿No vas a comer?Amira, nerviosa, alzo la vista, pero antes de que pudiera responder, él la interrumpió:—Tranquila, ya no hay postre especial… bueno, al menos por ahora —añadió con una sonrisa burlona mientras miraba a Emilio de reojo.Ella clavo sus ojos en Assim con odio contenido, luego desvío la atención hacia Paulo, quien permanecía en la mesa comiendo en silencio.No le quedó más remedio que comer lo servido. Por desgracia, todo estaba delic
Último capítulo