Capítulo 5

Elise

Años antes

Los niños que me rodeaban me miraban con miedo y asombro, a pesar de que ya llevaba más de media hora jugando a las cartas con ellos. Había tenido que golpear las manos de algunos para que no me tocaran las tetas, pero prefería eso a estar con los adultos, que estaban extasiados y aterrorizados por la presencia del prometido de mi hermana.

Sonia no podía estar más feliz; era el centro de atención de la fiesta, o al menos eso imaginaba yo. No había podido volver a casa en todo este tiempo por miedo a cruzar la mirada con ese tipo.

Aunque me esforzaba, no podía borrar su rostro de mi mente, ni la sensación de pánico que me invadía. Me preguntaba cómo mi hermana podía pasar tanto tiempo con él sin tener pesadillas ni que afectara su vida diaria. Por lo poco que había escuchado, Andrei Sangster era amable con todos y siempre concedía ayuda cuando se la pedían. Sin embargo, también se decía que podía infundir terror con tan solo una mirada.

Por primera vez en mi vida, estaba de acuerdo con todos los chismes y me sentía parte de la comunidad, que felizmente dejaría al día siguiente. No pensaba volver ni en veinte mil años, y si fuera preciso, me casaría con el primer extranjero que me pidiera matrimonio.

—No, hiciste trampa —se quejó Brandon, el más odioso de todos, cuando le gané por tercera vez—. ¡Eres una bruja!

—Sí, y si no te rindes y dejas jugar a los demás, te haré arrepentirte de haber nacido.

Brandon palideció. Contrario a lo que esperaba, los demás no se rieron, sino que se dispersaron y se alejaron de nosotros.

—Bah, ¿crees que si fuera bruja estaría en esta maldita fiesta? —Puse los ojos en blanco, intentando salvar la reunión.

—Creo que tengo sed; iré a beber algo.

A pesar de lo mucho que los odiaba, me sentí frustrada por quedarme sin compañía.

—Hija…

Me levanté del tronco en el que estaba sentada y me volví hacia mi madre, quien me observaba con evidente desaprobación.

—Hija, por el amor de Dios, todo el mundo ya saludó a Andrei. No quiero que seas la excepción.

—¿Por qué tengo que saludarlo?

—Sabes por qué —dijo con tono lúgubre—. Además, es el prometido de tu hermana; no puedes hacerle eso.

—Créeme que Sonia está feliz de que no me acerque y arruine la velada. Sabes que pocas veces puedo contenerme de decir lo que pienso, y no quiero decir algo que ofenda a Sangster. Por favor, mamá, no me obligues a esto.

—No se trata de tu hermana, ahora se trata de él. Tiene interés en conocerte y, de hecho, estaba a punto de…

Mamá volteó hacia la casa y frunció el ceño. Yo estaba al borde de un ataque al corazón ante la idea de encontrarlo en el barandal de la terraza, mirándonos con aires de grandeza, pero por suerte no estaba allí. No había rastro de él.

—Estaba allí hace un minuto. Los dos estábamos viéndote jugar a las cartas.

—Eso es aterrador —me estremecí.

Ahora entendía por qué sentía una vibra pesada mientras jugaba: no eran los niños, era ese hombre.

—¿Aterrador? Para nada. Andrei parecía fascinado con tu habilidad para tratar con los niños. Parece que le has caído bien y seguramente te ayudará. Tal vez te presente a alguno de sus primos.

—A uno de sus primos, que le caí bien por mi habilidad con los niños. ¿Acaso está ciego?

—¿Por qué no pospones tu viaje, cariño?

No solo me divertía la idea tan absurda, sino también la seriedad con la que ella se lo tomaba. ¿Cancelar la oportunidad de estudiar en Italia solo para conocer a tipos que podrían ser igual o más machistas que el prometido de mi hermana?

—No, no lo haré, y desde luego, no por lo que estás pensando. Para eso ya tienes a Sonia, a quien le encanta venderse por una vida cómoda.

—Pero, mi amor…

—Si esa vida me gustara, te aseguro que me quedaría, pero no es así. Lamento decepcionarte.

—No, no me decepcionas. —Me acarició el rostro y sus ojos se llenaron de lágrimas—. Lo que sucede es que te voy a extrañar mucho.

—Te voy a llamar seguido —reí, intentando no ponerme sentimental.

—Sabes que no es cierto. —Puso los ojos en blanco—. En fin, al menos saluda a tu cuñado. Hazlo por mí, por favor. Me esmeré mucho en la fiesta.

—De acuerdo —gruñí—. Ahora…

Una niña se acercó donde estábamos y me jaló de la manga del vestido. Estuve a punto de echarla, pero entonces me dijo que querían jugar al escondite conmigo.

—Iré a saludarlo después de jugar— le dije a mi madre.

—Hija, pero ni siquiera te gustan los juegos de niños. ¿Qué te pasa hoy? Parece que tú y Sonia están jugando a la hermana linda y la hermana rara. No me gusta, paren ya. Las dos son hermosas.

—Ahora sí me gustan los niños, ¿qué dices? Tengo que practicar para cuando sea mamá.

Los ojos de mi madre se iluminaron.

—¿En serio? ¿Quieres darme nietos? —preguntó sorprendida.

—Claro, en algún momento. —Me encogí de hombros y me volví hacia la niña, que, a diferencia de los demás, no me molestaba—. Vamos, pequeña, ¿tú vas a contar?

Ella asintió y la tomé de la mano para acompañarla. No pude irme sin antes prometerle a mamá que iría a saludar a Sangster. Desde luego que no lo haría. Usaría este juego del escondite para perderme en el enorme jardín de la casa. No era muy dada a aislarme del mundo en sitios extraños como jardines o bosques; mi mente no era tan fantasiosa, pero sí me gustaba explorar. Había descubierto ciertos lugares en donde podría perderme y «quedarme dormida» hasta que acabara el evento.

La organización del juego era una soberana m****a. Nadie se ponía de acuerdo en quién debía buscar. Casi todos proponían que yo lo hiciera, pero Brandon sugirió que sería más divertido si buscaban a mí y yo demostraba mis habilidades para esconderme. Claro, se refería a mis pechos. Por eso y por muchas otras razones, odiaba a los putos preadolescentes.

Al final, la niña, como tanto quería, fue la elegida. Como nadie creía en mí, decidí formar un equipo sola y me quité los zapatos para correr hacia el rincón más recóndito del jardín: la casa de empleados abandonada. Se decía que el mayordomo de la familia escondía allí a su propia hija y había tenido tres hijos con ella. La historia me resultaba fascinante, pero también siniestra. Por desgracia, no pude descubrir nada más, ya que fue imposible encontrar a alguien que corroborara la historia ni tampoco hallé registros en internet.

Al llegar, sentí la piel erizada, pero no pude apartar la vista de la fea y podrida casa. Papá quería demolerla y construir algo nuevo, pero mamá siempre se oponía, temiendo que nos maldijeran.

—Tiene su encanto, ¿no?

Ahogué un grito y retrocedí. Apoyado contra un árbol cercano, había un hombre alto, a quien reconocí a pesar de la escasa iluminación.

—Yo…

—Buen lugar para esconderse, Elise —prosiguió, acercándose con paso lento. Su voz era grave y profunda, pero tan aterradora como el lugar—. Aunque no te serviría si quisieras esconderte de mí. Porque no quieres esconderte de mí, ¿cierto?

—No —mentí—. No quiero esconderme de usted.

Anna Roma

Si te está gustando, no te olvides de dejar tu reseña, comentario y voto :D Muchas gracias.

| 50
Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP