Valeria Muñoz no tenía idea de cómo fue que cayó en las redes de aquel hombre apuesto, mujeriego y, profundamente machista. "Aborta", había sido la brillante solución que le había dado al enterarse de su embarazo. Estaba esperando trillizas de Enzo Dubois, lo cual terminó forzando un matrimonio, haciendo que el hombre la odiara como si fuera su peor enemiga. Ese matrimonio resultó ser una pesadilla plagada de humillaciones, infidelidades y desprecios. Soporto todo por el amor de sus hijas, pero cuando nacieron y vio sus caritas por primera vez, supo que las pequeñas merecían un mejor ejemplo de madre. Así que tomó sus cosas y escapó buscando reconstruir su vida lejos de Enzo. Tres años después, un inesperado encuentro los llevó a estar nuevamente frente a frente, pero lo que no sabía Enzo Dubois era que ella ya no era la misma mujer sumisa que conoció en el pasado.
Ler maisValeria no había dejado de llorar desde que leyó el resultado de la prueba de embarazo. Se suponía que esto no tenía que pasar, pero había sucedido y ahora simplemente no sabía qué hacer.
Algo en su interior le decía que su jefe no se tomaría la noticia de buenas maneras. Enzo Dubois no era el tipo de hombre que estuviera buscando embarazos. Sus reglas eran claras: sexo casual, sin compromisos. Y ahora ella había infringido en una de las cápsulas de aquella relación esporádica. Pero debía decirle. Era el padre de su hijo. Con la hoja del resultado arrugada en su mano, se animó a tocar la puerta de la oficina de su jefe. Su corazón latía con fuerza, sus manos sudaban y sentía que en cualquier momento saldría corriendo, demostrando, una vez más, lo cobarde que era. No supo en qué momento pensó que meterse con ese hombre era una buena idea, pero se reprochó mentalmente su decisión al detallar la mirada furiosa que le dedicaba desde su escritorio. —¿Qué quieres, Muñoz? —soltó la pregunta sin un gramo de amabilidad en su voz. Ni siquiera parecía que, hacía unas pocas horas, había estado buscándola para tener sexo. —Enzo, yo... —¿Qué te he dicho de tutearme en la oficina? —Lo siento, es que... —¿Ahora resulta que eres retrasada? —se exasperó con su tartamudeo—. ¿Por qué no hablas de una buena vez y dejas de hacerme perder el tiempo? —Sí, señor. Es que… —¡¿Qué?! —apremió con un grito cargado de impaciencia. —Señor, estoy embarazada —reveló aquello con los ojos fuertemente cerrados, esperando el grito, la reprimenda o lo que sea que aquel hombre fuera a soltarle ante la noticia de su futura paternidad. —Dime que esto es una maldita broma —exigió, con su voz tan baja y terrorífica, que no tuvo más opción que encogerse en su puesto. —Lo lamento, si no es una buena noticia para ti, pero… —Aborta —ordenó, regresando la mirada a los papeles. Aquello no lo había contemplado ni siquiera remotamente, ya que no tenía pensado perder a su hijo. Con papá o no, lo tendría, sea como sea. Pero le parecía vil y cobarde la actitud de Enzo. —No —se negó sin demora, no pensaba cometer una cosa semejante. —¿No? El hombre se puso de pie y entonces ella retrocedió rápidamente hacia la puerta. —No me importa si quieres apoyarme o no, tendré a este niño —se armó de valentía. —¿Así que pretendes tener a un bastardo que años después aspire a reclamar una herencia que no le corresponde? —le soltó como si todo esto no fuera más que un plan de su parte para sacar dinero. —No, mi hijo no aspirará a nada. Simplemente, pensé que debía decirte esto, pero veo que me equivoqué —para ese momento sus ojos ya estaban cargados de lágrimas, pero se negaba a derramarlas para no mostrarse débil ante él. —Eso dices ahora —se burló en su cara—, pero estoy seguro de que luego vendrás reclamando derechos que no te otorgaré, porque ¿sabes qué? Lo quieras o no, ese niño no puede nacer. —¡No! —dio un paso atrás, asustada, como si de pronto fuera capaz de arrancarle a la criatura que se estaba formando en su vientre—. ¡Ni siquiera te me acerques! —¡Valeria! —la llamó tratando de impedir que abriera la puerta de la oficina y saliera corriendo al pasillo. Pero era tarde. La mujer escapó con premura y corrió como si su vida dependiera de ello. En su afán, no se percató de la persona que tenía delante y con la que acababa de tropezar, haciendo que su cuerpo cayera de espalda en el suelo. —Señor Ernesto… —Se levantó rápidamente al recibir la mano que le ofrecía el CEO de la empresa, quien últimamente solía visitar muy poco la sede, ya que estaba dejando los asuntos en manos de su hijo. —Papá —habló Enzo a su espalda, haciendo notar la gravedad de la situación en la que estaban. —¿Por qué huyes, niña? —le preguntó el hombre mayor en un tono paternal, que hizo que su labio inferior temblara con el sollozo que ya no podía contener un segundo más. Y así, soltó a llorar en medio de aquellos dos hombres, arrugando la hoja con la prueba de embarazo y haciendo que Ernesto se atreviera a tomar el papel pensando que era una carta de despido redactada por su hijo, orden que pensaba refutar enseguida, ya que consideraba a Valeria como un miembro valioso de su personal, sin embargo, se consiguió con una cosa completamente distinta. La palabra “POSITIVO” saltó a la vista, haciendo que Ernesto pasara de ver el papel, a su hijo, y luego a la secretaria que no paraba de llorar. —Valeria, necesitaré una explicación para esto —fue lo que dijo, denotando una actitud de paciencia. La joven no tuvo más remedio que confesar toda la situación, haciendo que las manos de Enzo se empuñaran con impotencia, mientras su nombre era manchado delante de su padre. —Pero ya le dije que no me importa si me ayuda o no —sollozó—. Tendré a este niño sola. Puedo irme lejos y… —Nadie se irá a ninguna parte —sentenció el hombre mayor con dureza. —Pero… —¡Estoy harto de tus inmadureces! —gritó, dirigiéndose a su hijo—. Te he tolerado muchas cosas, Enzo. Pero esta falta de responsabilidad de tu parte, no la dejaré pasar por alto. —Padre, esto puede resolverse de una manera sencilla, no hay necesidad de alterarse tanto —trató de tranquilizarlo, pero fue en vano. —Nada va a resolverse, lo único que vas a hacer es asumir tu papel. —¿Qué? —Como lo escuchaste, se acabaron las fiestas y las orgías hasta el amanecer, ahora sentarás cabeza como el hombre responsable que se supone debes ser. Así que espero que no te atrevas a refutar mi decisión, porque de lo contrario puedes irte olvidando de ser mi sucesor. —¿Decisión? ¿Cuál decisión? —preguntó Enzo, dudoso, conociendo a su padre aquella “decisión” podría ser cualquier tipo de escarmiento. —Simple —sonrió—. Así como tuviste las bolas para acostarte con Valeria y dejarla embarazada, ahora asume tu responsabilidad casándote con ella.Valeria se miró al espejo y sintió mucha rabia. La forma de los dedos de Olivia se habían marcado en su cara. Esa mujer había cruzado un límite que no estaba dispuesta a tolerar. Sabía que no era una esposa real, pero al menos consideraba que por las tres vidas que llevaba en su vientre, merecía respeto. Así que estaba dispuesta a hacerle ver esto a Enzo. Le diría lo que le había hecho su madre y le exigiría que no volviera a suceder. Sin embargo, Valeria no contaba con que Olivia, siempre astuta e inteligente, se le adelantaría con una historia completamente falsa. Y así fue como Enzo entró como una fiera en su dormitorio. Exigiendo una explicación ante el supuesto maltrato que ella había infligido a su madre y que le había costado una cachetada en el rostro. Indignada y ofendida por las acusaciones, no pudo evitar soltarse a llorar. Últimamente, estaba demasiado sensible y no era para menos, estaba embarazada y en un lugar que simplemente no le hacía feliz. —¡¿De verdad piensa
Valeria no supo qué sentir ante la información dada por la empleada. Eloísa Russo, esa mujer que había sido la prometida de Enzo y ahora quería verla, ¿qué significaba? Trató de serenarse, tomándose unos minutos para verse en el espejo y mejorar su apariencia lo mejor posible. Esos últimos días no había salido de su habitación, debido a que seguía sintiéndose en una especie de prisión. Nadie en esa casa la quería. Y prefería ahorrarse los malos tratos de Olivia, razón por la cual, a duras penas, había logrado salir en la noche a dar un pequeño paseo en el jardín. Tampoco sabía nada de Enzo y estaba bien así; ya estaba claro que aquel no sería un matrimonio tradicional.En fin, trató de calmar sus nervios y salió de la habitación, con el mentón en alto. No debía de ocultarse. No había hecho nada malo.Al llegar a la sala, se encontró con Olivia y Eloísa tomando té. Ambas se veían de lo más amigables. Era como si se conocieran de toda la vida y no lo dudaba; después de todo, aquella
—¿De qué estás hablando? Valeria apartó rápidamente la cara cuando Enzo intentó besarla.—De que eres mi esposa y de que lo mínimo que espero de ti es que abras tus piernas para mí —colocó una mano en su nuca y la obligó a mantenerse quieta mientras devoraba su boca. «Justo como en los viejos tiempos», pensó Valeria, recordando las noches apasionadas en las que le arrancaba la ropa con desespero. No había sido una semana ni un mes, habían sido meses de una relación pasional. De una relación en la que había sido la única perjudicada. Porque le había entregado su corazón a cambio de nada.—Basta, Enzo. Estás borracho —lo aportó con un empujón—. Además, estoy embarazada. Ya las cosas no son como antes. Los ojos de Enzo viajaron a su barriga y entonces se dejó caer de rodillas a sus pies. —Yo no las quería, niñas —confesó, pegando su cara contra su abdomen—. Pero creo que ahora me gusta la idea de ser su padre. Valeria no pudo evitar que sus ojos se humedecieran. Sabía perfectamente
Desde que supo las cláusulas del acuerdo prenupcial, la paz simplemente desapareció y el futuro se tornó demasiado incierto para Valeria. ¿Le ataría este matrimonio de por vida a Enzo?¿Acaso el hombre no había considerado la idea de una separación luego de un tiempo lo suficientemente prudente para calmar los cuchicheos? No quería ser pesimista, faltando tan pocos minutos para concretar su boda. Pero vaya, este tipo de cosas no era lo que esperaba. Y necesitaba hablarlo con su futuro esposo antes de firmar los papeles. —Enzo… —Lo llamó cuando lo vio entrar al despacho, luciendo un traje de tres piezas que le quedaba endemoniadamente bien. El hombre se acercó, dejándola sin aliento. Su cabello negro iba perfectamente peinado hacia atrás y sus ojos grises resaltaban más que nunca, recordándole el motivo por el cual le dijo que sí aquella primera vez que la invitó a subir a su auto. “Vamos, Valeria. No muerdo. Súbete ya”, su piel se erizó al rememorar sus palabras.¡Qué mentiroso
Luego de una noche de llorar sin parar, el sol finalmente salió y con él llegó una caja sencilla que contenía su vestido de boda. Bueno, si es que podía llamarlo de esa forma, ya que la pieza era tan decepcionante como su situación actual.El vestido era de un tono azul claro, ni siquiera era blanco, y tenía un diseño sencillo y elegante, pero no lo acordé para una novia. Era un vestido sin mangas con un escote en V. A la altura de la cintura, tenía un cinturón fino y brillante que parecía estar adornado con pequeñas cuencas o pedrería. La tela del vestido era ligera y la longitud del vestido era corta, llegando por encima de la rodilla.Muy bonito, sí. Muy bonito, pero como para alguien que era invitado a una boda, no como para alguien que se suponía que era la novia. Valeria reparó en la etiqueta con el precio que tenía aún colgada. 20 $, marcaba. Y lo peor era que decía que estaba en descuento.«¿Esto era lo mejor que había podido ofrecerle Enzo?», se preguntó, dándose cuenta de
Los resultados de ADN tardaron menos de una semana. Valeria, estando cerca de cumplir sus cuatro meses de embarazo, sonrió al darse cuenta de cómo todos los que la acusaron de mentirosa debían de tragarse sus palabras. —Señores —comenzó el médico—, tenemos los resultados de la prueba de ADN —su mirada se paseó por cada uno de los presentes y una leve sonrisa se formó en sus labios, al posar los ojos en la futura madre—. La muestra del líquido amniótico, obtenida de la señorita Valeria Muñoz, y la muestra de ADN de referencia del señor Enzo Dubois… han sido procesadas. Todos guardaron silencio a la expectativa. La familia Dubois parecía esperar una sola cosa y eso era que les confirmaran que aquellos niños no tenían ningún tipo de lazo consanguíneo con ellos; mientras que Valeria y su madre, sabían de antemano cuál sería la respuesta definitiva. —Con una probabilidad de paternidad del 99.99%, el señor Enzo Dubois es el padre biológico de los bebés —informó con una sonrisa—.
Último capítulo