Demasiado tarde, Sr. Castelli: Mi exesposa es una billonaria

Demasiado tarde, Sr. Castelli: Mi exesposa es una billonariaES

Romance
Última actualización: 2025-12-20
A. Z. Palacios  Recién actualizado
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Resumen
Índice

Durante tres años, Elena fue la esposa sumisa perfecta para Marcos Castelli. Soportó frialdad y desprecio, siendo tratada como una simple sirvienta en su propio hogar. Todo cambió en su tercer aniversario, cuando Marcos le lanzó los papeles del divorcio para casarse con una mujer de "su clase" que supuestamente esperaba un hijo suyo. Sin derramar una sola lágrima, Elena firmó y se marchó. Lo que Marcos no sabía era que ella no era una huérfana pobre, sino la heredera oculta del poderoso imperio Lombardi, una identidad que guardó bajo llave para probar su amor. Al día siguiente, Marcos acudió a una reunión vital para salvar su empresa de la ruina. La sorpresa fue devastadora: Elena ya no vestía ropa vieja, sino alta costura radiante. Ella era la nueva jefa del conglomerado que ahora decidiría su futuro. Para consolidar su poder y asegurar su protección, Elena acepta un matrimonio por contrato con Damián Valente, el hombre más rico y sexy de la ciudad. Mientras Marcos se hunde en los celos y la miseria, Damián la reclama ante el mundo con posesividad: "Demasiado tarde, Sr. Castelli. Esta reina ya tiene dueño".

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Capítulo 1

Capítulo 1: Un aniversario y un divorcio

Capítulo 1: Un aniversario y un divorcio

Elena miró el reloj en la pared descascarada de la cocina. Eran las once de la noche. Sobre la mesa, la cena que había tardado tres horas en preparar ya estaba fría.

Hoy era su tercer aniversario de bodas.

Durante tres años, Elena había sido la esposa perfecta. Había limpiado la casa, cocinado y planchado las camisas de Marcos, soportando sus quejas y su frialdad. Había ocultado su verdadera identidad y su inmensa fortuna solo para cumplir el deseo de su abuelo: "Encuentra a alguien que te ame por quien eres, no por tu dinero".

Elena soltó una risa amarga. Vaya estupidez.

La puerta principal se abrió de golpe. Marcos entró con su traje caro, oliendo a alcohol y a un perfume de mujer que definitivamente no era el de Elena. Ni siquiera miró la comida en la mesa.

—¿Aún estás despierta? —preguntó él con tono de fastidio, aflojándose la corbata.

—Es nuestro aniversario, Marcos —dijo Elena con voz tranquila, sirviéndole un vaso de agua.

Marcos la miró con desdén y apartó el vaso con un manotazo. El agua se derramó sobre el mantel barato.

—Deja de actuar. Ya estoy harto de esto —Marcos sacó un sobre marrón de su maletín y lo tiró sobre la mesa, justo encima del pastel que ella había horneado—. Firma esto. Quiero el divorcio.

Elena no parpadeó. No hubo lágrimas, ni gritos, ni súplicas. Esa reacción sorprendió a Marcos, quien esperaba verla llorar a sus pies como siempre. Elena tomó el sobre y sacó los documentos.

—¿Divorcio? —preguntó ella, leyendo rápidamente las cláusulas—. ¿La razón?

—He encontrado a alguien que sí está a mi altura —dijo Marcos con arrogancia, sirviéndose un trago—. Sofía es hija de un inversor importante. Con ella, mi empresa podrá entrar al mercado internacional. Tú... mírate, Elena. Solo eres una ama de casa aburrida. No tienes dinero, no tienes conexiones, no tienes nada. Me avergüenza llevarte a las cenas de negocios.

Elena levantó la vista. Sus ojos, normalmente dulces, ahora tenían un brillo frío y agudo que Marcos nunca había visto.

—¿Así que me dejas por dinero y estatus? —preguntó ella suavemente.

—Es negocios, Elena. No lo entenderías con tu mentalidad de pobre. Además, Sofía está embarazada. Necesito darle a mi hijo una familia de verdad y una madre exitosa, no una sirvienta glorificada como tú.

La mención del embarazo fue el golpe final. Elena sintió una punzada en el pecho, pero la aplastó de inmediato. Su amor por este hombre acababa de morir en ese segundo.

—Entiendo —dijo Elena.

Tomó un bolígrafo que había sobre la mesa.

—Espera —dijo Marcos, frunciendo el ceño—. ¿No vas a pedir nada? La casa, una pensión... aunque, honestamente, esta casa la pagué yo y tú no has aportado un solo centavo en tres años.

—No quiero tu dinero, Marcos —dijo Elena con una calma que helaba la sangre—. Y tampoco quiero esta casa. Quédate con todo.

Firmó los papeles con un trazo firme y elegante. Elena V. de Castelli. Dejó el bolígrafo y se puso de pie.

—Ya está firmado. A partir de este momento, somos extraños.

Marcos se quedó atónito. Se sentía inquieto. ¿Por qué no estaba llorando? ¿Por qué parecía... aliviada?

—Bien —dijo él, recuperando su arrogancia—. Tienes una hora para empacar tus cosas y largarte. Sofía vendrá mañana temprano y no quiero ver tu basura aquí.

—No necesito una hora. —Elena caminó hacia la puerta. No llevaba maletas. No se llevaba nada de esa vida miserable.

Se detuvo en el umbral y miró a Marcos por última vez.

—Espero que tu "inversora" sea todo lo que esperas, Marcos. Pero recuerda una cosa: en el mundo de los negocios, a veces lo que parece oro es solo cobre barato. Y a veces, lo que tiras a la basura es un diamante.

—¿De qué demonios hablas? ¡Vete ya! —gritó Marcos, irritado por su actitud altiva.

Elena salió de la casa y cerró la puerta. El aire fresco de la noche le golpeó la cara. Sacó un teléfono móvil negro de última generación que tenía escondido en el bolsillo de su viejo abrigo.

Marcó un número.

—Señorita Elena —respondió una voz respetuosa al instante—. ¿Ha sucedido algo?

—El experimento terminó, Sebastián —dijo Elena mientras caminaba hacia la calle principal, sus tacones resonando con fuerza en el asfalto—. Marcos pidió el divorcio.

—Lamento oír eso, señorita. ¿Debo preparar el coche?

—Sí. Y reactiva mis cuentas bancarias y mi identidad. Estoy cansada de jugar a ser cenicienta.

—Entendido. ¿A dónde quiere ir?

Elena miró hacia atrás, a la pequeña casa donde había desperdiciado tres años de su vida. Una sonrisa fría curvó sus labios.

—Llévame a la sede del Grupo Castelli. Mañana hay una reunión para adquirir la empresa de Marcos, ¿verdad?

—Así es, señorita. Él ha estado rogando por esa inversión durante meses.

—Perfecto —dijo Elena, subiendo la barbilla—. Cancela al representante que iba a ir. Iré yo personalmente. Es hora de que mi exmarido conozca a la verdadera Elena.

En la esquina de la calle, una limusina negra alargada apareció silenciosamente en la oscuridad, deteniéndose justo frente a ella. El chófer bajó y le abrió la puerta con una reverencia.

Elena subió. La ama de casa sumisa había desaparecido. La heredera había regresado

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Capítulo 1: Un aniversario y un divorcio
Capítulo 2: La reunión de los tiburones
Capítulo 3: Un trato con el diablo
Capítulo 4: Una boda viral
Capítulo 5: La mansión del lobo
Capítulo 6: El vestido de la venganza
Capítulo 7: El despertar de la señora Valente
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