Atrapando al CEO: ¡Tengo a tus trillizas!
Atrapando al CEO: ¡Tengo a tus trillizas!
Por: Daly3210
Capítulo 001

Valeria no había dejado de llorar desde que leyó el resultado de la prueba de embarazo. Se suponía que esto no tenía que pasar, pero había sucedido y ahora simplemente no sabía qué hacer.

Algo en su interior le decía que su jefe no se tomaría la noticia de buenas maneras. Enzo Dubois no era el tipo de hombre que estuviera buscando embarazos. Sus reglas eran claras: sexo casual, sin compromisos.

Y ahora ella había infringido en una de las cápsulas de aquella relación esporádica.

Pero debía decirle.

Era el padre de su hijo.

Con la hoja del resultado arrugada en su mano, se animó a tocar la puerta de la oficina de su jefe.

Su corazón latía con fuerza, sus manos sudaban y sentía que en cualquier momento saldría corriendo, demostrando, una vez más, lo cobarde que era.

No supo en qué momento pensó que meterse con ese hombre era una buena idea, pero se reprochó mentalmente su decisión al detallar la mirada furiosa que le dedicaba desde su escritorio.

—¿Qué quieres, Muñoz? —soltó la pregunta sin un gramo de amabilidad en su voz. Ni siquiera parecía que, hacía unas pocas horas, había estado buscándola para tener sexo.

—Enzo, yo...

—¿Qué te he dicho de tutearme en la oficina?

—Lo siento, es que...

—¿Ahora resulta que eres retrasada? —se exasperó con su tartamudeo—. ¿Por qué no hablas de una buena vez y dejas de hacerme perder el tiempo?

—Sí, señor. Es que…

—¡¿Qué?! —apremió con un grito cargado de impaciencia.

—Señor, estoy embarazada —reveló aquello con los ojos fuertemente cerrados, esperando el grito, la reprimenda o lo que sea que aquel hombre fuera a soltarle ante la noticia de su futura paternidad.

—Dime que esto es una maldita broma —exigió, con su voz tan baja y terrorífica, que no tuvo más opción que encogerse en su puesto.

—Lo lamento, si no es una buena noticia para ti, pero…

—Aborta —ordenó, regresando la mirada a los papeles.

Aquello no lo había contemplado ni siquiera remotamente, ya que no tenía pensado perder a su hijo. Con papá o no, lo tendría, sea como sea. Pero le parecía vil y cobarde la actitud de Enzo.

—No —se negó sin demora, no pensaba cometer una cosa semejante.

—¿No?

El hombre se puso de pie y entonces ella retrocedió rápidamente hacia la puerta.

—No me importa si quieres apoyarme o no, tendré a este niño —se armó de valentía.

—¿Así que pretendes tener a un bastardo que años después aspire a reclamar una herencia que no le corresponde? —le soltó como si todo esto no fuera más que un plan de su parte para sacar dinero.

—No, mi hijo no aspirará a nada. Simplemente, pensé que debía decirte esto, pero veo que me equivoqué —para ese momento sus ojos ya estaban cargados de lágrimas, pero se negaba a derramarlas para no mostrarse débil ante él.

—Eso dices ahora —se burló en su cara—, pero estoy seguro de que luego vendrás reclamando derechos que no te otorgaré, porque ¿sabes qué? Lo quieras o no, ese niño no puede nacer.

—¡No! —dio un paso atrás, asustada, como si de pronto fuera capaz de arrancarle a la criatura que se estaba formando en su vientre—. ¡Ni siquiera te me acerques!

—¡Valeria! —la llamó tratando de impedir que abriera la puerta de la oficina y saliera corriendo al pasillo.

Pero era tarde.

La mujer escapó con premura y corrió como si su vida dependiera de ello. En su afán, no se percató de la persona que tenía delante y con la que acababa de tropezar, haciendo que su cuerpo cayera de espalda en el suelo.

—Señor Ernesto… —Se levantó rápidamente al recibir la mano que le ofrecía el CEO de la empresa, quien últimamente solía visitar muy poco la sede, ya que estaba dejando los asuntos en manos de su hijo.

—Papá —habló Enzo a su espalda, haciendo notar la gravedad de la situación en la que estaban.

—¿Por qué huyes, niña? —le preguntó el hombre mayor en un tono paternal, que hizo que su labio inferior temblara con el sollozo que ya no podía contener un segundo más.

Y así, soltó a llorar en medio de aquellos dos hombres, arrugando la hoja con la prueba de embarazo y haciendo que Ernesto se atreviera a tomar el papel pensando que era una carta de despido redactada por su hijo, orden que pensaba refutar enseguida, ya que consideraba a Valeria como un miembro valioso de su personal, sin embargo, se consiguió con una cosa completamente distinta.

La palabra “POSITIVO” saltó a la vista, haciendo que Ernesto pasara de ver el papel, a su hijo, y luego a la secretaria que no paraba de llorar.

—Valeria, necesitaré una explicación para esto —fue lo que dijo, denotando una actitud de paciencia.

La joven no tuvo más remedio que confesar toda la situación, haciendo que las manos de Enzo se empuñaran con impotencia, mientras su nombre era manchado delante de su padre.

—Pero ya le dije que no me importa si me ayuda o no —sollozó—. Tendré a este niño sola. Puedo irme lejos y…

—Nadie se irá a ninguna parte —sentenció el hombre mayor con dureza.

—Pero…

—¡Estoy harto de tus inmadureces! —gritó, dirigiéndose a su hijo—. Te he tolerado muchas cosas, Enzo. Pero esta falta de responsabilidad de tu parte, no la dejaré pasar por alto.

—Padre, esto puede resolverse de una manera sencilla, no hay necesidad de alterarse tanto —trató de tranquilizarlo, pero fue en vano.

—Nada va a resolverse, lo único que vas a hacer es asumir tu papel.

—¿Qué?

—Como lo escuchaste, se acabaron las fiestas y las orgías hasta el amanecer, ahora sentarás cabeza como el hombre responsable que se supone debes ser. Así que espero que no te atrevas a refutar mi decisión, porque de lo contrario puedes irte olvidando de ser mi sucesor.

—¿Decisión? ¿Cuál decisión? —preguntó Enzo, dudoso, conociendo a su padre aquella “decisión” podría ser cualquier tipo de escarmiento.

—Simple —sonrió—. Así como tuviste las bolas para acostarte con Valeria y dejarla embarazada, ahora asume tu responsabilidad casándote con ella.

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