Desde que supo las cláusulas del acuerdo prenupcial, la paz simplemente desapareció y el futuro se tornó demasiado incierto para Valeria.
¿Le ataría este matrimonio de por vida a Enzo?
¿Acaso el hombre no había considerado la idea de una separación luego de un tiempo lo suficientemente prudente para calmar los cuchicheos?
No quería ser pesimista, faltando tan pocos minutos para concretar su boda. Pero vaya, este tipo de cosas no era lo que esperaba.
Y necesitaba hablarlo con su futuro esposo antes de firmar los papeles.
—Enzo… —Lo llamó cuando lo vio entrar al despacho, luciendo un traje de tres piezas que le quedaba endemoniadamente bien.
El hombre se acercó, dejándola sin aliento. Su cabello negro iba perfectamente peinado hacia atrás y sus ojos grises resaltaban más que nunca, recordándole el motivo por el cual le dijo que sí aquella primera vez que la invitó a subir a su auto.
“Vamos, Valeria. No muerdo. Súbete ya”, su piel se erizó al rememorar sus palabras.
¡Qué mentiroso