En el despiadado mundo de los negocios, Suzy Lenox Kim, la poderosa y caprichosa CEO de una farmacéutica en Nueva York, está atrapada en un destino que no eligió. Sus padres han decidido por ella: casarse con John Patterson, el hijo de sus socios, un hombre de prestigio pero sin chispa. Sin embargo, Suzy no está dispuesta a ceder su libertad tan fácilmente. Por otro lado, Tenzin Wang Li, un monje tibetano que ha pasado años en un monasterio, regresa a la ciudad para ayudar con la cafetería de su familia, que atraviesa tiempos difíciles. Su vida pacífica y disciplinada se ve sacudida cuando Suzy le propone un trato insólito: fingir ser su prometido por correspondencia para ganar tiempo y evitar su matrimonio arreglado. Lo que comienza como una farsa se convierte en un choque de mundos. Suzy, acostumbrada al lujo, la arrogancia y el control, se enfrenta a un hombre cuya calma y espiritualidad la descolocan. Tenzin, con su temple caballeroso y su naturaleza altruista, se resiste a los caprichos de la CEO, pero cada discusión, cada roce, y cada mirada robada encienden un fuego que ninguno de los dos puede ignorar. A medida que el engaño avanza, las mentiras se entrelazan con emociones reales. ¿Podrá Suzy admitir que no solo lo necesita para un plan, sino que lo desea para ella? ¿Y Tenzin podrá abandonar sus creencias para entregarse a una pasión que desafía todo lo que conoce? Intriga, deseo y un amor inesperado chocan en esta historia donde el destino juega con fuego… y ninguno saldrá ileso.
Ler maisLa lluvia cae con fuerza sobre la gran ciudad de Nueva York.
—¡No, no, no!—se queja ella golpeando el volante. Suzy Lenox Kim maneja su lujoso auto Peugeot con desesperación, tratando de evitar el tráfico con un atajo. Sin embargo, la calle está inundada por la obstrucción del sistema de alcantarillado por toda la basura acumulada que las personas tiran sin razonamiento durante el día y la noche, el agua alcanza el mofle de su coche, ahogándolo por completo. —¡Me lleva el demonio! Debí quedarme en algún motel cerca del evento—murmura mientras trata desesperadamente que el auto vuelva a encender sin tener éxito. Frustrada, venta del vehículo bajo la intensa lluvia con su paraguas, al instante sus costosos zapatos de Chanel color crema estaban empapados. —¡Carajos, mis bebés!—Chilla del coraje al meter los pies en el charco de agua hasta los tobillos—Vamos Suzy, tu puedes—se alienta ella misma, con los efectos de los tragos de las casi treinta margaritas que tomó, su cabeza daba vueltas. Toma lo más importante y abre su sombrilla. Empieza a caminar y sube a la acera, pero una ráfaga de viento la destroza. —Mierda, no debería beber tanto. La cabeza me da vueltas. Molesta, arroja la sombrilla al suelo y decide caminar hasta la estación del metro frente al Empire State a unos cuantos pasos de ella. Su apartamento está a unas cuadras pero con esa lluvia es imposible avanzar más por las calles. Es casi medianoche. Viene de una feria donde expuso su nuevo medicamento para el autismo y otro para el síndrome de amanecer. Baja los escalones hasta el andén 1 y espera que llegue el tren. El metro es tan solitario a esa hora que da miedo aveces. Mientras espera el tren, tiembla muchísimo de frío. Se imagina envuelta en una manta calientita, con una taza de chocolate caliente en la mano. Pero en el presente, solo siente hambre, cansancio y el agua escurriendo de su ropa Prada. —Por fin—murmura al llegar el tren. El vagón al que sube está vacío, lo que la inquieta. Se sienta en el primer asiento que ve. Se dice a sí misma que en unas paradas llegará a su apartamento. Justo cuando intenta relajarse, tres tipos la rodean con sonrisas depredadoras. Con su ropa empapada de lujo, y por ser mujer es un blanco fácil. Además notan el olor a alcohol. —Hola bebé ¿quieres compañía?—uno de ellos se le acerca. Ella le ve algunos dientes negros. Suzy sin decir nada se levanta y se mueve discretamente hacia otro vagón, pero los maleantes la siguen. Justo cuando se prepara para correr a la salida al sentir que el vagón se va deteniendo, uno de ellos la aprisiona por el brazo y evita que huya, el tren se detiene en la siguiente parada y entra un hombre con una mochila de viajero, y ropas sacadas de una reguera y encima empapado de la feroz lluvia de afuera, de cabeza rapada y con un porte imponente. —¡Sueltame maldito!—le grita ella al tipo malo. Suzy levanta la cabeza, ve pasar a su lado al hombre calvo como si fuera en cámara lenta, sus ojos azules se encontraron con los ojos negros azabaches del extraño, por un segundo siente un aura asesina en su mirar. —¡Por favor...! ¡Umm! Ella iba a pedirle ayuda, pero uno de ellos le tapa la boca. Los tipos lo miran de arriba abajo amenazantes y no hacen caso de sus casi dos metros y siguen acosando a la chica. Le quitaron la cartera de diseñador. —¡Hija de puta! ¡Dame la maldita cartera!—le grita—Si dices algo te mato— cállate y no hagas un alboroto. Los tipos la rodean por el hombro como si la conocieran. —¡Por favor! —Gime en agonía al sentir un cuchillo en su vientre. —¿Que vas a hacer chinita si no te la doy? —¡No soy china estúpido. ¡Soy coreana! ¡Solo déjame en paz! Ya he tenido un día de m****a. El joven con pinta de monje se queda mirándolos. —¡Sigue tu camino inútil, no has visto nada! — le grita uno de ellos para intimidar al ver que los mira. El recién llegado frunce el ceño y se da cuenta de la situación, dos ya tienen rodeado a la chica con cara de susto. Y nota El cuchillo en la mano del tipo. —Disculpen, estoy perdido. —A nosotros que nos importa. En un descubierto. El sin pensarlo los empuja y se coloca entre Suzy y los delincuentes. —Devuélvanla —dice con calma, refiriéndose al bolso. — ¿Quien te crees que eres? ¿Bruce Lee? Los maleantes intentan hacerse los desentendidos y los atacan. —¡Púdrete pendejo de m****a! Pero en segundos, el desconocido los reduce en menos de un minuto, con movimientos precisos y rápidos sin mucho esfuerzo. —¡Ahhh!—chilla uno del dolor al ser embestido con los puños cerrados en un costado. Siente cómodo se le quiebran sus huesos. -¡Sí! ¡Mi brazo, idiota me lo rompiste!—se queja el otro. —¡Maldito, monstruo! El tercero se queda congelado del miedo. —No se levanten. Tienen dos costillas rotas y el fémur y la muñeca, les aconsejo que vayan a emergencia o se quedarán lisiados. Les dice con toda la tranquilidad del mundo. Suzy observa, boquiabierta, cuando ve que los deja en el suelo, inmovilizados, el hombre la mira. —¿Está bien, señorita? Suzy parpadea varias veces antes de reaccionar. —Sí... sí. Gracias, Señor ¿Cómo hiciste eso? ¿Eres un maestro de karate? ¿Un actor de películas de acción? El hombre sonríe, apenas. Atrapado en su mirada azul le responde. -No. Solo entrené mucho tiempo—levanta la cartera del piso y se la da—Es Kung-fu Shaolin, también sé Thai Chi y Sengueï Ngaro. El tren se detiene en otra estación y los maleantes huyen tambaleándose. Suzy, aún atónita, se vuelve hacia su salvador. —Déjame hacerte una transferencia para ayudarme. Dame tu número de cuenta. Porque todo para ella se mueve con dinero. Hasta la buena voluntad de las personas. —No uso cuenta bancaria. No es necesario. Hay que hacer el bien sin mirar a quien. Acabo de llegar a la ciudad—responde él con naturalidad. —¿Y una tarjeta de presentación? —Tampoco. Suzy arquea una ceja. ¿Será una nómada? —¿Y a dónde vas? —Estoy perdido desde hace dos horas, pensaba ir a la estación de policías más cercana. Mis padres tienen una cafetería, pero me robaron y perdí la dirección junto con mi billetera—admite él como si no fuera nada del otro mundo. Ella lo observa con curiosidad. Su rostro cambió, se ve más apacible. Tiene una presencia imponente, con un aura de tranquilidad inusual para alguien que acaba de noquear a tres tipos. —Si quieres, puedo ayudarte a llegar a tu casa. La estación de policía está muy lejos —ofrece ella—. Mi apartamento está más cerca. Podemos buscar en el directorio la cafetería que buscas y te pagaré un taxi. Es lo menos que puedo hacer. Él duda un momento, pero acepta con un leve asentimiento. Salen de la estación y caminan bajo la llovizna. Él saca de su mochila lo que parece un trapo y cubre la cabeza de Suzy, ella nota que es una túnica para protegerla de la llovizna. — Por cierto soy Suzy ¿De dónde vienes? ¿Como te llamas?—pregunta ella. —Soy Tenzin. Vengo de un monasterio en el Tíbet. Estuve allí desde los diez años. Mis padres me enviaron con mis abuelos porque era lo que quería hacer. Mi madre se casó con mi padre, un inglés y se mudó a Nueva York. —Vaya… Así que eres un monje guerrero. —Ella sonríe. Tras diez minutos caminando, llegan al imponente edificio donde vive Suzy, a unas cuadras del Empire State. La torre de sesenta pisos tiene un diseño lujoso y moderno. Suzy entra con su clave de acceso y lo invita a subir al último piso, donde se encuentra su penthouse. Saludan al portero un señor de algunos 52 años. Ya en el apartamento. —Espera aquí mientras tomo una ducha sinó me dará gripe —dice, entregándole una cerveza sin alcohol—. Es lo único que tengo. Tenzin se siente incómodo. La modernidad del lugar lo abruma. Cuando intenta abrir la botella, se da cuenta de que no sabe cómo hacerlo. Se dirige a la habitación en donde entró Suzy para preguntarle, pero la puerta está entreabierta y, sin querer, la ve cruzar casi desnuda de la habitación al baño. Nunca en su vida ha visto a una mujer semi desnuda. —Por los cinco preceptos budistas—murmura para él—No debí mirar eso, no debí mirar eso. Sus mejillas se ponen rojas y, nerviosas, da media vuelta y se va de vuelta a la sala. Uno de sus preceptos es no tener mala conducta sexual. Desde su habitación, Suzy le dice: —¡Puedes usar el baño de la habitación de invitados y ponerte ropa de mi hermano. ¡Siempre deja algo cuando va de fiesta! El frío empieza a molestarle, encima no quiere que ella lo vea erëctö, así que accede. —¡De..de acuerdo! Gracias... El entra a la habitación conjunta, con un estilo minimalista, deja la mochila mojada en el piso para no mojar tanto la alfombra. Entra por la siguiente puerta y queda sorprendido. —Wao—murmura mientras se desnuda. Su cuerpo estaba expuesto y por estar en una casa ajena se puso tímido pero debe encargarse de su problemita. Se reprende por tener pensamientos pecaminosos por una mujer que no es su esposa. Nunca había estado rodeado de tanto lujo. Luego de adivinar como abrir la ducha, le cae agua caliente. —¡Por buda!—gira la manilla desesperado y cambia a fria—¡Ahh!—trata de equilibrar la temperatura. —Todo bien?—pregunta Suzi al escucharlo gritar. —Sí, ya lo tengo controlado. Se ducha rápidamente y se viste con ropa más cómoda que ve en un cajón aunque le queda un poco ajustado. El pantalón deportivo le queda como un guante. Optó por no ponerse ropa interior porque es muy pequeña. Así que sus partes íntimas se marcan debajo de la tela. Empieza a una camisa o camiseta de su tamaño, pero todas son buscar de colores o con brillo así que se toma su tiempo. —Esto es un caos—dice mirándose al espejo con una camisa llena de palmeras y otra en la mano con diseño de hojas de marihuana. Se la quita y sigue probando. Justo en ese momento, la puerta principal se abre. Jefferson, el hermano de Suzy, entra con dos mujeres que trajeron de un bar. —Bienvenidas a mi casa, muñecas. Bueno, más bien de mi hermana. —Es tan linda, bebé. —Coman y beban, mi hermana creo que no vendrá por aquí hoy. Detrás de ellos, llegan los padres de Suzy, Sena y George, quienes venían de una cena benéfica. Al ver la escena, los padres se enfurecen. —¡Jefferson! ¿Qué haces trayendo mujeres de mala vida a la casa de tu hermana? —reclama Sena. —¿Madre, padre? —¡Largo de aquí!—ruge George a las mujeres. Las mujeres desaparecen en un santiamén por la puerta. Suzy sale en bata de baño y se encuentra con la escena. Las mujeres abandonan el penthouse sin mirar atrás. —¡Lárgate con tus mujeres, Jefferson! —le grita Suzy, con el soplador en una mano y el peine en la otra, amenazante. Sus padres aprovechan el momento. —Por eso te lo digo. Suzy, es hora de que acepte el compromiso con John. Si te casas con él, Jefferson dejará de molestarte con sus excesos. —No quiero casarme con John —responde, cruzándose de brazos—mejor le rompo la cabeza a mi hermanito y listo. En ese momento, Tenzin sale de la habitación por la algarabía con una camisa en la mano y el torso descubierto, pensando que había entrado algún delincuente. Todos se quedan boquiabiertos al ver su físico. Alto, musculoso y con un tatuaje de dragón en la espalda y otro en el brazo derecho. Jefferson, impactado, casi deja caer la botella que llevaba en la mano. —¡¿Qué mierdas, hermanita?! —¡Suzy! ¿que significa esto?—ruge su padre con los ojos encendidos por la ira.La pintura fresca todavía olía una promesa ya futuro. Tenzin había pasado toda la tarde armando la cuna, colgando cortinas con estampados de nubes y estrellas, y aplicando la última mano de pintura en una suave tonalidad verde agua.—Esto sí que es más duro que una clase de sparring —murmuró, bajando de la escalera con un suspiro, todo sudado, con una mancha de pintura en la mejilla.Desde el umbral, Suzy lo observaba con una sonrisa divertida y los brazos cruzados sobre su barriguita ya pronunciada. Su vestido de algodón ceñía su figura, dejando entrever las curvas acentuadas por la gestación.—Te ves… delicioso —dijo sin rodeos, mordiéndose el labio inferior.Tenzin se giró, con la ceja levantada.—¿Perdón?—Dije que estás sudado, sí. Pero también que me encantas así. Todo rudo, todo hombre de familia, todo mío —dio un paso hacia él.Él la miró de pies a cabeza y dejó caer el trapo que tenía en la mano.—Voy a darme una ducha.—Yo te espero —dijo ella, muy segura, y desapareció por
Los niños aún saltaban alrededor de Suzy, gritando emocionados tras la propuesta de Tenzin. Fue uno de esos momentos en los que el alma se siente tan ligera, que ni el aire basta para contenerla.Tenzin y Suzy se abrazaron entre las risas, los aplausos y los pequeños brazos que los rodeaban como una muralla de ternura.Pero no todo el mundo compartía esa felicidad.Dos días después, Suzy estaba sentada en la sala de la casa de sus padres. Su hermano, con los brazos cruzados y el ceño fruncido, la miraba como si le hubiera dicho que se iría a vivir con una secta en la montaña y como si Tenzin fuera un ladrón de tesoros.—¿Casarte? ¿Con ese tipo? —pregunta el hermano—. ¡Ni siquiera lo conocemos bien!—Yo sí lo conozco —responde Suzy, tranquila pero firme—. Lo suficiente para saber que me hace feliz. No necesito tu aprobación, solo quería que lo supieran.Su madre soltó un largo suspiro, mientras se acomodaba las gafas en el rostro.—Hija, es muy pronto… Tal vez estás confundida. Las emo
Ella se ayudó en su pecho sin resistirse. Entonces, con una dulzura inesperada, él la alzó en brazos.— ¿Estás seguro? —susurra contra su oído.—Más segura que nunca —respondió ella, acariciando su cuello.La llevó hasta la habitación. La dejó con cuidado sobre las sábanas mientras se quitaba la camiseta, revelando el torso firme, los tatuajes que recorrían su piel como antiguos caminos tibetanos.Ella lo miraba como si fuera la primera vez. Como si lo redescubriera.— ¿Siempre fuiste así de sexy? —pregunta, con voz suave.—Solo cuando estoy contigo.Suzy gritando y se sentó para quitarse la blusa con lentitud. Él la ayudó a desabrochar el sostén, y cuando su piel quedó al descubierto, Tenzin no dijo nada. Solo se inclinó para besarle los hombros, el cuello, el centro del pecho. Y luego lo demás.Ella respiró hondo.—Te extrañé tanto —susurra Suzy.—Y yo a ti, más de lo que sabes.Los besos se hicieron lentos pero hambrientos. Él se detuvo un momento para mirarla a los ojos.— ¿Puedo
La noticia del accidente de Loys corrió como pólvora encendida.Habían pasado menos de una semana desde el atropello frente a la cafetería de Doña Mei, y Tenzin apenas podía dormir. Había notificado a los padres de Loys, a sus amigos Dorjee, Pang y Karmann, y ahora reorganizaba su vida para poder visitarla cada día tras sus clases en el dojo.Mientras tanto, en una elegante oficina de un rascacielos empresarial, Suzy revisaba un informe de marketing. Su celular vibró dos veces, pero no lo revisó hasta que la pantalla se encendió con el nombre "MAMÁ MEI". Frunció el ceño. Mei rara vez llamó en horas de oficina. Algo no estaba bien.Suzy contestó de inmediato.—¡Señora Mei! ¿Está todo bien?—Suzy, querida... No, no está todo bien. Loys tuvo un accidente hace días. Tenzin está en shock. El está en el hospital ahora con ella. No sé si lo sabes ya que no te he visto por aquí. Se que eres una mujer muy ocupada.Suzy se quedó sin palabras.—¿Loys? ¿Qué le pasó?—La atropelló un auto. Fue fre
El hospital con su bullicio, olía a desinfectante y ansiedad. Tenzin se encontró aún en shock cuando llegó al hospital.La imagen de Loys tendida en el asfalto, con sangre en la frente y la pierna en un ángulo alarmante, no dejaba de repetirse en su mente.Tenzin caminaba de un lado a otro frente a la sala de urgencias como algunas otras personas, el rostro tenso, las manos cerradas en puños. Aún sentía el eco del golpe, el sonido seco del cuerpo de Loys impactando contra el capó del auto. Todo había ocurrido tan rápido. Un segundo había estado rechazando sus avances y al siguiente, ella yacía en el suelo inconsciente.—Por favor, que esté bien… —murmura, casi sin voz.Había llamado a una ambulancia al instante, acompañado a Loys en el trayecto, mientras conducía sus labios manchados de sangre murmuraban cosas inconexas.¿Está consciente? —había preguntado una enfermera al llegar.—No... pero respiraba —respondió él, con la voz ronca y los ojos vidriosos.Cuando los médicos finalmente
—Hablemos luego, Loys...ahora debo ir a buscar a papá—Tenzin toma su gorra —si necesito algo Mami los atenderá.—Pero...—Bueno, nos iremos en un rato—dice Pang—Nos vemos mañana antes de que se vayan—les dice Tenzin antes de salir de la cafetería.—Así será.Al día siguiente, frente a la cafetería de doña Mei, el aroma a pan tostado y café recién hecho flotaba en el aire. Las sillas de mimbre en la pequeña terraza, estaban ocupadas por algunos clientes habituales, pero en una esquina lateral, de pie, Loys esperaba. Su silueta elegante destacaba incluso bajo la luz tenue de la tarde.Vestida con una blusa de seda color marfil y una falda ajustada que le daba ese aire de sofisticación inalcanzable, Loys miraba hacia la puerta con ansiedad. El corazón le palpitaba rápido en el pecho. Había llegado temprano para asegurarse de que Tenzin no se le escapara otra vez. Había hecho sus maletas, los chicos tibetanos habían partido hacia minutos y Tenzin se excusó un momento para atender a unos
Último capítulo