Cassio ha roto el corazón de la única mujer que ha sido capaz de gobernar su corazón y doblegar su entereza, señalándola de infiel y acusándola de intentar desfalcar su empresa. ¿Cómo diablos confías en la mujer que encuentras con otro en la cama? ¡Imposible, se te nubla el juicio! Kathia ha huido a la costa amalfitana con el alma destrozada y un matrimonio hecho pedazos. Cuando Cassio la desterró de su vida sin darle la oportunidad para explicarse, o al menos defenderse de lo que todo la acusaba, tomó la inalterable decisión de no volver a cruzarse en su camino y prometió olvidarte, llevándose consigo el secreto más grande que sabía marcaría sus destinos: un hijo. Ha pasado un tiempo desde entonces y Cassio no ha podido volver a ser el mismo, por eso, cuando se entera de que todo fue meticulosamente planeado por terceros para acabar con su matrimonio de tres años, no solo se arrepiente en seguida de lo que hizo, sino que está dispuesto a suplicar perdón y tenerla de regreso. ¿Será Kathia capaz de perdonarlo después de tanto dolor y humillación? Cassio tendrá que averiguarlo, y en el proceso, conquistarla de nuevo. — ¡¿Qué haces aquí?! ¡Apártate de mi camino! — He venido a recuperarte, y no me moveré de aquí hasta conseguirlo. — ¡Entonces te saldrán raíces, capullo arrogante!
Leer másSe enamoraron a las pocas semanas de conocer y se casaron presas de la pasión desbordada, de ese sentimiento que día con día se alimentaba. Tres años más tarde, se sabría cuánto peso tenía una palabra así de grande.
Cassio no solo amaba a su mujer hasta lo impensable; y su deseo por ella era abrumador en casi todos los sentidos, sino que confiaba en ella incluso con los ojos vendados, por eso, cuando pruebas que parecían irrefutables llegaron a sus manos la misma tarde en la que se suponía celebrarían su tercer aniversario de bodas, el mundo del italiano colapsó bajo la suela de sus zapatos.
— ¡¿Qué diablos significa esto, Francesca?! — preguntó a su hermana mayor, rabioso, no, más que eso, estaba que se lo llevaba el diablo y no lo traía de regreso. Sabía que la relación entre su mujer y ella no era buena, ni siquiera cordial, pero… ¡¿eso?! No, era demasiado. Aventó los papeles sobre el escritorio y la miró contenido — ¡Explícate, por amor a Dios! — exigió, colérico.
Francesca sabía que debía actuar con bastante inteligencia, así que soltó un suspiro y fingió estar conmovida, incluso destrozada.
— Cassio, sé que esto es delicado, pero… tu mujer ha tratado de desfalcar la empresa de nuestra familia, y lo que ves allí — señaló el reguero de papeles que él mismo había lanzado sobre el escritorio — es la prueba de ello. Tienes que abrir los ojos, esa mujer…
— ¡Cállate! ¡Esto debe tener explicación! — Sí, no podría ser de otro modo — Solicita una junta con la directiva de la empresa. ¡Los quiero a todos presentes!
La mujer negó con la cabeza, fingiendo estar afligida.
— Sé que confías en esa mujer, Cassio — dijo despectivamente — pero…
— ¡Esa mujer, a la que te refieres de forma desigual es mi jodida esposa, Francesca! — gritó embravecido, enérgico — Organiza la put4 junta y espero que alguien me dé razones de esto. Kathia tiene acceso a todo lo que concierne a la empresa, pero no es capaz de esto y lo sabes.
— No, lo único que sé, es que tu flamante esposa te ha hecho perder toda perspectiva de la realidad que ni siquiera eres consciente de lo que hace a tus espaldas — argumentó, indignada.
Cassio entornó los ojos, advirtiéndola. Jamás había consentido que a su mujer se le faltase el respeto, no lo haría ahora.
— Francesca… — dijo con tono demandante.
— Cariño, escucha, de verdad lamento ser yo quien te diga esto porque soy tu hermana y te adoro, pero necesitas un golpe de realidad, necesitas quitarte de una buena vez la venda de los ojos.
— ¡Suficiente! — gruñó — ¡No toleraré más infamia!
La mujer guardó silencio por un segundo y sacó de su bolsa un sobre sellado que no demoró en entregarle.
— Te dejaré solo, y cuando tomes una decisión sobre qué hacer con ella, búscame, en mis brazos sabes que encontrarás consuelo.
Instantes después, abandonó el corporativo.
Cassio se dejó caer en la silla de su escritorio y sin tanto regodeo abrió el sobre. En apenas segundos, su corazón se paralizó para entonces reanudar su marcha a toda prisa, frenético.
Casi perdió el juicio en ese momento, y que un camión lo arrollase, hubiese sido menos doloroso que lo estaban viendo sus ojos en aquellas fotografías.
¡¿Qué diablos?!
No, no podía ser. Definitivamente no. Se negaba, ella… ella no era así. ¡Su Kathia no era así! Maldición, no lo era, su mujer, el centro de su universo, ella no podía estar haciéndole eso.
Se mesó el cabello e intentó tranquilizarse. Debía estar seguro antes de cometer una estupidez, y asegurarse, por sus propios medios, de que nada de eso fuese real, que se trataba simplemente de una farsa para difamar a la mujer que amaba. Sí, eso debía ser… ¡una jodida farsa!
Salió de allí desorientado, sin ánimos de atender a los llamados de su asistente personal por la importante junta que tenía ese día, ni el de su jefe de seguridad preguntándole hacia donde se dirigía. A ese último, simplemente le arrebató las llaves del Bentley y condujo a toda máquina, incluso se saltó varios semáforos y no se detuvo hasta que llegó a su destino.
Para ese punto, no le importaba nada más… salvo descubrir la verdad.
Con temor, entró.
Eric, un hombre de su entera confianza y experto en el tema sobre tecnología falsificaciones, ya lo esperaba, y en menos de una hora, mientras él aguardaba inquieto y con el alma a punto de abandonar su cuerpo, le confesó que el contenido en aquel sobre no había sido alterado, ni siquiera manipulado.
Las fotos eran completamente reales.
Todo lo era.
¡No! Se negaba rotundamente a creerlo.
Tomó al hombre de la camisa y lo miró directo a los ojos. Se sentía fuera de sí mismo.
— Haz una segunda revisión — pidió, no, suplicó, sintiendo que su matrimonio se caía segundo a segundo en pedazos —. Por favor, Eric, esto es delicado, por no decir que importante.
El hombre, apenado, incluso afligido, asintió, pero no pasó mucho tiempo para darle la misma respuesta, explicando que sus equipos eran de la más alta calidad, que algo así se detectaría en solo instantes.
El pecho de Cassio se comprimió dolorosamente. Su última esperanza, como un castillo de naipes, se desmoronó.
Sin decir ni una palabra más, pues no encontraba el habla, salió de allí con las manos convertidas en dos puños a ambos contados y saltó de nuevo en el asiento copiloto del auto, golpeando el volante hasta que los nudillos se le pusieron blancos. Rabia, dolor, lágrimas contenidas… humillación. Todo arremolinándose en su interior, desquebrajándolo a pedazos.
Sintió que iba a darle un puto infarto de la conmoción.
Su mujer y el vicepresidente de la empresa, que también era un miembro de su propia familia, se estaban revolcando en la cama, y quien sabe desde cuanto, como unos…
Gritó una maldición que quemó su garganta.
Condujo a través de la ciudad sin ningún rumbo; hasta que anocheció. Solo quería perderse, y con un poco de suerte, olvidar… olvidar a esa ingrata. ¡¿Cómo pudo hacerle algo así?! ¡¿Es que no se daba cuenta de que él la amaba?! ¡¿Qué habría dado su m4ldita vida por ella?!
Se recargó contra el respaldo del asiento. Se había quedado sin fuerzas, pues aunque fuese un hombre de temple, amaba a esa mujer como nadie tenía una idea, y con una traición de esa magnitud, sabía que no podría recuperarse nunca.
Habían transcurrido casi dos horas desde los hechos cuando recibió la llamada de Francesca. Al principio, no tenía planeado contestar, pero ella era la única que lo podía ayudar con todo el sufrimiento que estaba experimentando en ese momento.
— Tenías razón — sollozó con un crío al contestar — Kathia es una…
Selló sus labios de forma abrupta y negó con la cabeza. ¡Ni siquiera podía referirse a ella como una cualquiera! Y es que de verdad la amaba tanto… tanto.
Dios, todo era tan abrumador. ¡Tan imposible de creer!
— Cariño, sé por lo que estás pasando en estos momentos, y no sé si debería echar más leña al fuego, pero para como ya están las cosas… lo mejor será que lo diga. Me ha contactado una amiga que trabaja en un hotel, y me ha dicho que tu… bueno, esa mujer, pidió una suite con Maurizio y se veían muy… juntos.
Cassio estrujó el móvil sintiendo que sus pulmones colapsaban.
— Envíame la dirección.
— Cassio, pero…
— ¡Envíame la put4 dirección ahora, Francesca!
Y colgó.
Iba a desenmascararla de una buena bendita vez por todas. Nadie se burlaba así de Cassio Garibaldi.
El yate estaba decorado perfectamente, como si hubiese tomado un buen par de días hacerlo. En realidad, había sido así. Cassio no había dejado de pensar en que quería volver a contraer matrimonio con Kathia, así que a escondidas, diariamente, se encargó de organizarlo todo para que al fin fuesen del otro legalmente.Kathia se llevó las manos a la boca para contener la impresión. Todo estaba de ensueño. Flores blancas, un camino de velas hasta el final de la pasarela que caminarían juntos y un arco de ramas secas y luces tenues que enmarcaban el mar perfectamente.— Cassio… — sollozó conmovida — ¿Cuándo hiciste todo esto?Él le besó la coronilla de la cabeza mientras la rodeaba por detrás.— Dediqué un par de horas cada tarde de la última semana — respondió, satisfecho con el resultado, y la giró entre sus brazos para hablarle mirándole directo a los ojos —. La verdad es que no quiero pasar un día más sin ser tu esposo, Kat.— Oh, Cassio — miró a su alrededor, todavía sin poder creerlo
Tomó por ambos lados el elástico de la ropa interior y la deslizó por las torneadas piernas, llenándole la piel de besos y caricias que le arrancaron suaves y débiles quejidos a la mujer.Con una mano, le masajeó el muslo, y con la otra, le apretó la nalga.— Mm — ella se quejó de gusto, y él sonrió.— Date la vuelta — ordenó con voz profunda, y ella no dudó en responder obediente —. Ahora… manos contra la pared e inclínate para mí.Kathia se sonrojó, y fue exactamente lo que hizo, porque después de varias semanas, estaba muy… muy necesitaba, y quería que él le hiciera de todo y más.— ¿Estoy bien así? — le preguntó por encima del hombro.— Estás perfecta — respondió él, al tiempo que masajeaba ambos redondos y rosados glúteos, para después deslizar un dedo por el canal y encontrarse cara a cara con el cálido y húmedo jugo que goteaba de entre los pliegues —. Joder, Kat, estás exquisita.Y un segundo más tarde, probó largamente la carne, de principio a fin, mientras ella se retorcía d
La celda en la que Francesca iba a vivir por un largo… largo tiempo, fue sustituida por unos gruesos barrotes y un espacio muy pequeño al que solo un guardia insobornable tendría acceso para proporcionarle únicamente sus alimentos. Fue lo que Sebastian Mancini le dijo a Cassio en aquella llamada una semana después.El CEO Garibaldi se mostró agradecido, y no dudó en invitarlo a cenar alguna vez a él y a su familia cualquiera de los veranos siguientes en Amalfi, donde ya residía con su familia. El Mancini por supuesto que aceptó y su mujer le pidió que enviara saludos a la suya.También, después de lo que había ocurrido en el hotel de los Arcuri, Cassio cubrió todos los daños materiales. Grecia, la mujer del importante hotelero, lamentaba que la ceremonia no se hubiese podido llevar a cabo, pero que las puertas seguían abiertas para ellos, incluso cuando decidieran vacacionar, solo tenían que comunicarse directamente y ella misma iba a hacer todo lo posible para asegurarles la mejor su
Cuando Cassio volvió a llamar a Sarah para preguntar por Cassie y quizás intentar explicarle la situación, o al menos una parte, ella ya se había quedado dormida. Más tarde, esa misma noche, el doctor lo buscó para darle las buenas noticias de que Kat al fin había despertado y que había reaccionado favorablemente. En seguida, no dudó en pedir que le permitieran verla. El hombre asintió con una sonrisa. — Sígame. Al abrir la puerta de la habitación de Kathia, Cassio sintió que una parte de sí mismo se reintegraba a su piel, porque daba igual lo que dijese el médico o las enfermeras, él solo necesitaba saber que ella estaba bien por su propia cuenta. Estaba despierta, efectivamente, pero tenía una expresión cansada y sus parpados se abrían y cerraban con bastante dificultad. Aun así, no dejaba de ser la mujer más preciosa del planeta entero. Se acercó con sigilo y ella lo recibió con una pequeña sonrisa torcida. — Hola — musitó suave. Cassio escuchó esa pastosidad en su voz y p
Las próximas dos horas Cassio parecía un león enojado, hambriento y enjaulado. ¿Por qué nadie salía a darle noticias de su mujer? ¿Qué diablos estaba ocurriendo allí dentro? Se preguntaba, mientras intentaba contenerse para no hacer un escándalo allí mismo. Lo que le estaba resultando muy... muy difícil.— Cassio — se acercó su prima, con un vaso de café de la máquina dispensadora. Él negó, caminando de un lado a otro. No quería nada, solo necesitaba saber si ella iba a estar bien o no. ¡Debía estarlo! ¡Debía estarlo o… iba a enloquecer en cualquier m4ldito momento! —. No ganas nada con ponerte así. Kathia es fuerte y estará bien.— ¿Entonces por qué nadie sale por esa puerta a darme razón de ella? ¿Por qué carajos…?En ese instante, el doctor que sabía estaba atendiendo a Kathia salió por la puerta.— ¿Son ustedes familiares de la paciente?— Es mi mujer. ¿Qué ha pasado? ¿Cómo está? ¿El bebé…?— Señor, tranquilícese. Su mujer está bien — explicó el doctor, quitándose el gorro. Cassio
La ceremonia iba a celebrarse dentro de un par de horas y Cassio no cabía en su propio cuerpo de la emoción, y es que era como si de pronto un ser superior se hubiese apoderado de a él. Se sentía invencible. Enamorado… increíblemente enamorado.El lugar que juntos escogieron para la unión civil y la recepción había sido el salón de eventos de uno de los mejores hoteles del país. En un principio les dijeron que la fecha era muy cercana y no había disponibilidades hasta dentro de un par de meses más; sin embargo, Cassio no quería esperar tanto tiempo para estar nuevamente unido a Kathia hasta la eternidad, así que se reunió personalmente con el propietario y su esposa: Emilio y Grecia de Arcuri, y estos se mostraron flexibles ante su petición.Cassio quería hacer de ese día el más especial para ella, así que la gente que la quería y sabía era importante iba a estar presente.La hora llegó, y Kathia se miró a sí misma en el reflejo del espejo con ilusión. En el salón de eventos todo esta
Último capítulo