Suzy bosteza y se estira en la comodidad de su cama, disfrutando por unos segundos de la calidez de sus sábanas. Mira a su costado y Nat, está atravesada con un mal dormir, casi callendose de la cama.
—Loca...—murmura mientras se estruja los ojos. La noche anterior había sido un caos total, pero ahora, con la cabeza más despejada aunque con un poco de resaca, sabía que tarde o temprano tendría que aclarar la situación con Tenzin y atraerlo a su red. Su teléfono vibró sobre la mesita de noche, sacándola de sus pensamientos. Lo tomé y vio un número desconocido en la pantalla. y una llamada perdida. —Hola?—atendió con curiosidad. —Soy Tenzin—dijo la voz grave al otro lado de la línea. —Oh… Tenzin. Buenos días. Hubo una pequeña pausa antes de que él hablara de nuevo. —Quiero agradecerte por lo de anoche. Anoche te llamé cuando llegué y no respondiste. —Ah...mi amiga vino de visita y nos quedamos dormidas chismeando. —Ohh…ya veo. Y disculparme… no debería dejar que te metieras en ese lío con tu familia. Debí simplemente esperar abajo de tu edificio. Suzy sonrió con ligereza. —No pasa nada. Fue una improvisación de emergencia. Pero admito que me salvaste de una situación bastante incómoda momentáneamente. Nat despierta y hace señas preguntando quién es. Su amiga le hace muecas y señas mientras pone el alta voz. —Aún así, no es correcto mentir. No debí quedarme callado. Si eres sincera con tus padres te van a escuchar. No está bien que te quieran casar en contra de tu voluntad. —Ya lo hiciste, así que podemos aprovecharlo. Tenzin guardó silencio unos segundos. —¿Aprobarlo? —Nada malo—dijo Suzy con una risita—. —Ok—responde sin entender. —Hablaremos luego, te visitamos para pedir café para llevar, cuídate. Ahora debo alistarme para ir a trabajar. Cortó la llamada antes de que él pudiera objetar y, sin dudarlo, se metió al baño y ve la túnica con la que Tenzin la cubrió de la lluvia. —Ay amiga que mala eres. —Es tu culpa por darme ideas. Su amiga le había dado una idea interesante la noche anterior: abrir un dojo para personas con síndrome de Down. Y si Tenzin tuviera un dojo, podría ayudarla. Tras llamar a la grúa y cambiar su carro por otro, mientras le reparan el de ella, llega al restaurante de la madre de Tenzin luego de atravesar la ciudad con ayuda del directorio. No quería parecer desesperada, así que entró con la actitud más casual posible. Una mujer de aspecto sereno, con los ojos rasgados y una puerta elegante a pesar de su sencillez, la recibió con amabilidad. —Bienvenida. ¿Mesa para una? —Gracias, buenos días, pero en realidad solo vine a presentarme. Soy Suzy Lenox Kim, fui la persona que ayudó a su hijo anoche en el metro. Él dejó su túnica anoche en mi casa. Los ojos de Mei Li, la madre de Tenzin, se iluminaron con interés. —Ah, así que tú eres la famosa Suzy de la que él me habló esta mañana… ¡Gracias por ayudar a mi único hijo! «Nat, te jodiste, no tiene hermanos, solo te salva que tenga amigos»—piensa Suzy. —Fue más bien al revés—confiesa Suzy con una sonrisa—. ¿El se encuentra? —Salió con mi esposo, regresarán en breve. —Entonces lo voy a esperar, quiero volver a agradecerle. —Qué linda eres. —Tambien, quisiera hablar con usted sobre una idea que tengo. ¿Como va el negocio de la cafetería? —Ay mi niña. El negocio va mal, casi todos los días lloviendo. La moto de los entrega se dañó. Y la renta subió bastante. Mei Li la guía hasta una mesa apartada, y Suzy le explica la propuesta del dojo para personas con síndrome de Down y autismo. Mei Li la escucha con atención, asintiendo de vez en cuando. —Eso suena maravilloso—dice Mei Li—. Pero la decisión es de Tenzin. Justo en ese momento, la puerta del restaurante se abre y Tenzin entra con su padre, cargando un saco de arroz de un lado, en su hombro y un saco de papas en el otro, su padre solo llevaba bolsas de mercado con vegetales y especias. Al ver a Suzy con su madre, su ceja se arquea con sospecha. —Suzy? ¿Qué está pasando aquí? Suzy sonríe, dispuesta a convencerlo de su idea. Tenzin pone la mercancía detrás del mostrador. Al levantar la vista, se sorprende al ver a Suzy caminando hacia su dirección. Antes de que pudiera reaccionar, ella se pone en puntillas con una gran sonrisa y le planta un beso en la mejilla casi rozando sus labios. —Hola, Tenzin. Buenos días —saluda con naturalidad. Él parpadea, aturdido por el gesto inesperado, siente como su corazón se salta algunos latidos. Su amiguito entre sus piernas que dormía ahora amenaza con despertar, pero antes de que pudiera decir algo, ella ya había girado para saludar a su padre con una leve inclinación de cabeza. —Hola, tío. —¿Tío?—repita el señor. Luego, sus ojos se volvieron a centrar en Tenzin. —Solo pasé a saludar. Dejaste tu túnica—dice con una sonrisa traviesa—. Además, tengo una idea para resolver tu situación y, bueno, también escuché de tu madre que las cosas no andan muy bien en la cafetería. Tenzin frunció el ceño, sospechando que se traía algo entre las manos. Desde su lugar, Suzy nota que algunas clientas que acaban de llegar lo miran de reojo, sonriendo con timidez. Un leve pinchazo de celos se aloja en su pecho, pero lo ignora y mantiene su expresión relajada. —No me interesa —responde él sin rodeos. —Te pagaré bien —contraataca ella sin perder la compostura. -No. Desde una esquina de la cafetería mientras atendía a los clientes, Mei Li los observaba con atención. Se alegraba de ver que su hijo había hecho una amiga, pero le preocupaba que siguiera estando tan frío y seco como siempre. Suzy lo hala del brazo y lo sienta con ella en la mesa. Mei decide acercarse con dos tazas de té humeante y las coloca sobre la mesa. Suzy suspira, dándose cuenta de que con dinero no lograría convencerlo. Se inclina un poco hacia adelante y con una sonrisa traviesa, dijo: —Está bien, si el dinero no es suficiente, déjame decirte que es para personas especiales. Tenzin arquea una ceja, cruzándose de brazos. —Te lo estás inventando. Eres muy mentirosa. Mejor cambia de camino. —¡No te estoy mintiendo! —protesta ella con sinceridad—. Soy la Ceo de mi propia compañía de farmacéuticos. Mi compañía sacó un medicamento para personas con síndrome de Down y autistas, además queremos hacer algo para tener una buena imagen y contribuir a la sociedad. —Para llenarse los bolsillos —murmura él con desconfianza. —Bueno, sí, eso también —admite ella sin vergüenza—. Pero en serio necesito tu ayuda. Tengo un dojo y puedo dártelo para que lo administres. Habrán más empleados a debajo de ti. Mis padres no saben que tengo un dojo y te agradeceré que lo mantengas en secreto. Tu sabes, son muy autoritarios. No van con eso de que una mujer tenga ese tipo de negocio. —Eres un CEO. —No es lo mismo... Mei Li, que había estado observando atentamente la conversación, sonriendo con complicidad y le dio un leve empujoncito en el brazo a su hijo. —Vamos, Tenzin, no seas tan frío. Esta chica me cae bien. Podrías ayudarla. Y de paso tendríamos un ingreso extra. —Madre... —Es la verdad. Tenzin suelta un suspiro, mirando de reojo a Suzy, quien sonreía con satisfacción al escuchar las palabras de Mei Li. —Gracias, señora —dice Suzy con gratitud, mirando a la mujer con respeto. Tenzin resopla, sabiendo que su madre no le dejaría otra opción tan fácilmente. —Hablaremos después, ahora hay mucha gente —dice finalmente, sin comprometerse del todo. Suzy le guiña un ojo, satisfecha. —Sabía que aceptarías. No te arrepentirás. —No, él dijo que sí. Dije que hablaríamos más luego. — Rindete, es lo mismo para mí. Mei Li suena con ternura mientras los observa. Tal vez, solo tal vez, su hijo finalmente estaba comenzando a abrirse un poco más. —Eres un caso perdido—murmura Tenzin.