Mundo ficciónIniciar sesiónÉl lo tiene todo: poder, dinero y control absoluto sobre su imperio… pero no sobre su vida personal. Su esposa lo traiciona y abandona, dejándolo solo con una hija que anhela cariño y presencia. Absorbido por el trabajo, no nota que la pequeña también se siente huérfana de padre. Cuando en un descuido la pierde por unos minutos, comprende que necesita ayuda. Una niñera aparece en su camino, sin imaginar que, más allá de cuidar a la niña, llegará para despertar sentimientos dormidos y enseñarle lo que significa amar de verdad.
Leer másDAVID
―No pueden seguir comportándose de esa manera, no los eduqué para que sean unos malcriados ―sermoneo a mis gemelos. Los llamé hace unos minutos. Estaba muy molesto con ellos, decidí hablar de cosas de su colegio para calmarme un poco y no ser demasiado duro.―Pero papá, ella tuvo la culpa, no nosotros ―se queja Axel, mi hijo mayor, por solo cinco minutos más, siempre lo dice así.―Axel tiene razón, la niñera fue la culpable ―salta Alexia, defendiendo a su hermano. Físicamente, es idéntica a su madre, ambos tienen mucho de ella, pero Alexia tiene aún más parecido. Verla a veces me duele, aunque ya no tanto como al principio; los recuerdos se han ido desvaneciendo con el tiempo. Ellos dos son todo lo que tengo y lo único que me importa.―De igual manera no debieron haber sido groseros con ella. ¿Ahora qué se supone que haré? ―Fijo mi mirada primero en mi hijo y después de unos segundos, la dirijo a mi princesa. ―Es la cuarta niñera en este mes que sale corriendo debido a sus travesuras. No pueden seguir haciendo esto.Alexia agacha su cabecita mientras Axel me sostiene la mirada. Él se parece más a mí, sin duda alguna.―Pues no nos gustó, se la pasaba tomándose fotos y hablando con sus amigas por teléfono, ni siquiera nos cuidaba ―dice Axel en el momento en que cruza los brazos.―No por eso tenían que ser groseros con ella y cortarle el cabello ―digo, mientras recuerdo a la pobre chica que salió casi llorando de mi casa.―Ella fue grosera primero con nosotros ―aclara mi hija.En sus brazos carga una muñeca de trapo a la que le puso el nombre de “Sol”. No he querido indagar en ese tema, sé que no debería ignorarlo. Me he estado negando a que vaya a terapia, pues la psicóloga del colegio ha estado insistiendo en que asistamos a unas cuantas sesiones.―Les guste o no alguien, ustedes no deben responder como lo hicieron. Nunca les enseñé ese tipo de comportamiento.Los labios de Axel hacen un gesto de disgusto, mientras que Alexia se concentra en cepillar el cabello de su muñeca con sus manos. Mi hijo necesita más disciplina, siempre he tratado de educarlos con dureza; sin embargo, mi tiempo con ellos es limitado, ya que últimamente una, de mis empresas ha tenido dificultades y no se ha recuperado como debería.Alexia es más tranquila, pero aun así sigue a su gemelo en cada una de las travesuras que se le ocurren, como ahuyentar a todas las niñeras que contrato. Eso se ha convertido en su principal objetivo desde que cumplieron 6 años. Los conozco, nada es accidental, todo está planeado por mis dos pequeños traviesos.―¡Pero papá, no necesitamos una niñera! ¡Ya somos grandes y podemos cuidarnos solos! ―Esas son palabras de Alexia, ahora es Alexia la que las repite.― ¡Sí! ―lo apoya su hermana.― ¿Por qué siempre tienes que contratar a alguien? ¡Yo puedo cuidar de Alexia y de mí mismo!―Entiendo que quieren ser independientes, que ya se sienten mayores, pero no, todavía deben quedar bajo el cuidado de un adulto. Saben que paso mucho tiempo en la empresa y cuando llego a casa ya es muy tarde ―esto me recuerda que ha pasado tiempo desde que no los arropo cuando van a dormir; por eso me detuve antes de decirlo, no quiero entristecerlos. ―Tienen 8 años y ya comprenden muchas cosas, no los puedo dejar solos, así que necesito ayuda adicional.―Cuando te vas al trabajo no nos quedamos solos ―responde mi hija. ―Teo y Hilda se quedan con nosotros, ellos también ayudan.Suspiro. Tienen algo de razón; sin embargo, ellos no pueden quedar al cuidado total de mis hijos, porque Teo es el chofer y Hilda es la cocinera. Tienen sus propias tareas y horarios ocupados.―Hilda y Teo no fueron contratados para cuidarlos.― ¡No importa! ―exclama Axel. ―Ellos nos quieren mucho y nos cuidan bien. ¿Es que acaso no confías en ellos?―No se trata de eso, Axel.Hilda y Teo son los únicos empleados que permanecen más tiempo en mi hogar; Hilda no se va hasta que yo llego y Teo también espera casi todos los días. Solamente los fines de semana se va cuando su horario termina, ya que también tiene familia esperándolo en casa.― ¿Entonces? ¿Quieres dejarnos con alguien que sea bueno, como Teo y Hilda?―No sería justo para ellos, así que no voy a pedirles que cuiden de ustedes. Buscaré otra niñera y no habrá más problemas con respecto a la joven, ¿entendido?―Pero, papá… ―replican los dos al mismo tiempo.―No quiero quejas y mucho menos más travesuras ―les advierto severamente.En lugar de disfrutar el resto de la noche con ellos, estoy aquí regañándolos y advirtiéndoles que no repitan lo que hicieron antes. Si lo hacen, los castigaré durante varias semanas sin televisión, tabletas y videojuegos.Termino de hablar con ambos y después de cenar, los acompaño a sus dormitorios. Axel solo me pide que apague la luz y me marche. Él se ha vuelto algo independiente. En cambio, Alexia me pide que le lea un cuento y que me quede unos minutos más con ella hasta que se duerma.Voy hacia mi habitación y me dirijo a la mesa, donde dejé mi celular. Busco entre mis contactos el número de mi amigo Samuel.―Hola, ¿qué pasa? ―responde de inmediato. ― ¿Algún problema con la empresa?―No, no es eso. Te llamo por otra razón.Por lo general, no lo llamo a esta hora y cuando lo hago, es por asuntos relacionados con la empresa.― ¿Entonces? ―pregunta sorprendido. ―Es extraño que me llames a esta hora y más en un sábado. ¿Acaso cambiaste de opinión y has aceptado mi invitación para salir a beber a un bar?Lleva tiempo invitándome a un bar; quiere que bebamos unos tragos y que me olvide por un momento del trabajo. Esa es su sugerencia para que me relaje.―Te llamo por algo importante. Estoy buscando una niñera para mis gemelos.― ¿No habías encontrado una ya?―Sí, pero es una larga historia. ¿Podrías ayudarme con eso?―Por supuesto ―dice sin dudar. ― ¿Qué es exactamente lo que estás buscando?―Primero lo primero, necesito a alguien responsable y capaz de manejar sus travesuras.―Ahora ya entiendo todo.Samuel está al tanto de las travesuras de los gemelos y de todas las niñeras que he contratado y que se han ido por esos motivos.― ¿Te encargo eso entonces? Digo, si conoces a alguien así y que sea de confianza.―Sí, no te preocupes, déjamelo a mí.Hablamos de algunas cosas más y luego nos despedimos. Le recuerdo al final de la llamada que no se olvide de avisarme cuando haya conseguido algo.*****ANDREAEstoy sentada en la clase de diseño corporativo, la última del día de hoy. No he conseguido concentrarme, mi mente ha estado en otra parte desde que recibí la mala noticia sobre mi beca.La voz del profesor de diseño se escucha a lo lejos. Sé que debería prestar atención, normalmente no me distraigo, pero ahora me cuesta mantenerme concentrada.Necesito buscar un empleo lo antes posible, o perderé mi primer semestre. Tal vez Danna sepa de algún trabajo a través de sus conocidos; podría averiguar si alguien sabe algo. Cuando salgamos de clase, le preguntaré.―¡Hey, Andy! —la voz de mi amiga Danna me hace salir de mis pensamientos. Parpadeo y giro la cabeza para verla; está de pie a un lado de mí—. He estado tratando de contactarte, incluso tu clase ya terminó.Ni siquiera me di cuenta de eso; si no hubiera hablado tan alto, seguiría perdida en mis pensamientos.—Lo siento, estaba distraída.—Eso está claro. ¿En qué estabas pensando? Debe ser algo realmente importante para distraerte tanto y no prestar atención en clase.No quiero contarle mis problemas financieros, pero no tengo otra opción. Danna es mi mejor amiga, normalmente le cuento todo, pero en este caso no puedo permitir que me ayude. Ella trataría de solucionar mi situación, y no puedo permitirlo porque entonces le contaría a sus padres, y no tengo los medios para devolverles el favor.Aún absorta en mis pensamientos, Danna chasquea los dedos frente a mi rostro para que reaccione.―Oye, sigo aquí —mueve la cabeza, sin apartar su mirada de mí—. ¿Qué te pasa hoy? Estás muy distraída.―Nada, es solo que… —sacudo la cabeza—. Tengo que irme.―Pero habíamos quedado en almorzar juntas hoy.―No puedo —digo de inmediato—. Lo siento, quedamos para la próxima semana.Apenas doy un paso, cuando la mano de Danna me detiene, sujetándome del brazo.―No te irás hasta que me digas qué pasa. Te conozco y sé que me estás ocultando algo.Suspiro y bajo la mirada.―Me cancelaron la beca —digo apenada—. Ahora será más difícil seguir en la universidad.―¡¿Qué?! —exclama—. ¿Pero por qué? ¿Qué te dijeron?―Que no pueden seguir apoyándome porque el benefactor redujo el apoyo y solo lo darán a los estudiantes que llevan tiempo en la institución, no a los nuevos —encojo los hombros—. Eso es todo.―Eso es injusto —dice molesta—. Le diré a mi padre que hable con el rector. Andy, no pueden hacerte esto.―No, no lo hagas, buscaré una solución.―Pero es que no conoces a nadie que pueda ayudarte, excepto yo. Déjame hablar con papá, él podría…―No —digo firmemente—. Por favor, no lo hagas.―Pero…La interrumpo:―Dame tu palabra de que no le dirás nada a tu padre.Me mira mientras guarda silencio; veo desilusión y tristeza en su mirada. Soy consciente de que ella quiere ayudar de una manera buena, sabe que no soy del tipo de persona que pide favores ni le gusta dar pena para recibir ayuda.―No quiero que te sientas mal, Danna. Sabes que me gusta resolver mis asuntos por mí misma.―Está bien —asiente resignada.―Gracias.―¿Y entonces, qué tienes en mente? Supongo que ya estuviste pensando en algo.―Pues la única opción que tengo es buscar un empleo.Hace un gesto con los labios mientras piensa.―¿Al menos me permitirás ayudarte con eso?―¿A buscarme un empleo?No me negaría; después de todo, es solo un empleo. Si lo rechazo, ella podría pensar que mi orgullo es tan grande y absurdo por no dejar que me ayude a buscar un trabajo. Además, estoy muy desesperada por encontrar algo.―Sí, me refiero a que, si escucho de algún lugar que esté buscando estudiantes de 18 años, te lo haré saber de inmediato.―¡Oh, sí! Eso me sería de mucha ayuda —respondo con entusiasmo.―¡Genial! —dice con una enorme sonrisa—. Entonces, en cuanto sepa algo, te lo diré al instante.―Gracias, Danna.―No tienes que agradecerme, sabes que para siempre es un gusto apoyarte. —Me rodea los hombros con su brazo—. Ahora, vamos a comer algo.―Pero no tengo dinero para pagar —digo avergonzada.―No te preocupes, yo invito.―No puedo aceptarlo.―Cuando tengas trabajo, te tocará pagar a ti —me guiña el ojo.No puedo evitar soltar una risita al escuchar eso.―Bueno, pagaré la próxima vez —contesto.Todavía no sé cuánto tiempo me llevará encontrar un empleo, pero me apresuraré; no descansaré hasta encontrar algo. No puedo permitirme perder el semestre, así que cualquier trabajo servirá.**Cuando llego a la puerta de mi dormitorio, me encuentro con una nota pegada. En ella dice “Para Andrea Parker”. Tomo la hoja y la doblo antes de abrirla. Me doy cuenta de que mi compañera no está, debido al silencio absoluto que reina en la habitación.Después de entrar, dejo el papel sobre la cómoda y me encamino hacia el cuarto de baño. Hoy tuve un día agotador, y ahora lo único que deseo es tomar una ducha y relajarme un poco. Después revisaré la nota que dejaron en mi puerta.En cuanto termino, me tomo mi tiempo para preparar una cena instantánea. La verdad es que tengo mucha hambre, pero no quise abusar de la amabilidad de Danna, así que solo pedí un jugo y un bizcocho glaseado. Ella se había molestado un poco, pero no podía permitirme hacerla gastar más.Mientras llevo mi primer bocado a la boca, desdoblo la hoja y leo: “Lamentamos informarle que, debido a la cancelación de su beca, ya no podremos ofrecerle un dormitorio en nuestras instalaciones. Se disculpa el departamento directivo.”Dejo de hacer lo que estaba haciendo, mis ojos se empañan y las lágrimas caen, mojando la hoja que sostengo en mis manos.¿Me están echando? ¿Y ahora, dónde me quedaré? No tengo a dónde ir. La casa de mi tía fue tomada por el banco cuando ella falleció, ya que el terreno quedo embargado. Me quedé completamente sin hogar, y Danna me ayudó mientras esperaba ser aceptada en la universidad. De hecho, me ofreció quedarme en su casa, pero me negué. Ahora, cuando se entere de que también me desalojaron de aquí, seguramente insistirá en que vuelva.Aparentemente, no solo necesito el trabajo, sino que lo necesito con urgencia y en gran medida.★LulúDesperté ese día con la sensación de que el mundo se me venía encima. La alarma del celular sonaba como si se burlara de mí, como si supiera que no tenía adónde ir. La noche anterior me habían despedido y todavía me costaba asimilarlo. No era la primera vez que me quedaba sin trabajo, pero en esta ocasión dolía más porque mi madre estaba enferma y las medicinas no se pagan solas.Me quedé un rato acostada, mirando el techo con esas goteras que parecían burlarse de mi mala suerte. Tenía que hacer algo, cualquier cosa, porque el dinero que llevaba guardado apenas alcanzaba para un par de pastillas. Me dolía verla toser en la habitación de al lado, escuchar su voz débil cuando me pedía un té caliente, y no poder darle lo que necesitaba. Esa impotencia era peor que cualquier despido.Mientras me lavaba la cara en el pequeño baño del departamento, pensé en todas las opciones posibles: pedir prestado, vender mis zapatos, salir a la calle a cantar aunque mi voz asuste a los gatos… y en
—¿Yo? —balbuceó—. Pero… yo solo hago fiestas y rescato globos, no sé si sé cuidar abuelas pequeñas.—No es una abuela pequeña —corrigió la mía, con cara de que ya estaba cansada de explicaciones—. Es una abuela grandota que necesita ayuda con una nieta grandota.Y en menos de lo que pensé, Lulú estaba subiendo al coche con nosotras. Me sentí poderosa, como cuando uno dirige una tropa de peluches a una misión secreta. Lulú prometió enseñarme juegos, canciones y a hacer piyamas voladoras (o algo parecido; yo no entiendo todo lo que dicen los adultos, pero me encanta cuando hablan con emoción).Al llegar a casa, se oyó el ruido de la puerta y ahí estaba mi papá. Él apareció en la sala con su traje que siempre huele a café y estrés, con la cara que tiene cuando un plan de negocios no encaja en su cabeza. Lo vi fruncir el ceño «ese ceño que parece estufa cuando no funciona» y supe que no le gustaría la sorpresa.—Papá —dije, con la voz de quien trae buenas noticias—. Te presento a mi niñer
★Amelia.Sofi, mi muñeca, me dijo una vez que la gente de mi edad tiene “curiosidad de motor”, y desde entonces me río mucho porque suena a que tenemos un motor dentro que nunca se apaga.Esa mañana me desperté con las energías a tope. Salté de la cama como si fuera un trampolín y me puse a correr por la casa «casi derribo un cuadro, pero la abuela lo atrapó con la mirada». La abuela me miraba desde la mesa de la sala con esa cara de “te quiero pero me voy a volver loca”, y dijo algo que me hizo cosquillas en las orejas.—Yo solo tengo paciencia tres horas, Amelia. Tres.Tres horas. Suena a cronómetro. Yo pensé que era una broma, pero la abuela no bromea con sus paciencias. Tenía el tono de quien ha sobrevivido a quince cumpleaños con piñata y sabe que a las tres horas empieza el apagón mental.Para gastar mi “motor”, la abuela decidió llevarme al parque. Me emocioné tanto que casi me olvido de Sofi en la cama (casi: no puedo abandonar a mis muñecas ni aunque haya parque y palomas y t
Hay mañanas en las que me descubro mirando a Amelia dormir. Se ve tan tranquila, abrazada a esa muñeca vieja que ya parece sobreviviente de guerra, que casi olvido el caos que trae despierta. Claro, dura poco: en cuanto abre los ojos empieza el maratón de preguntas, risas y ocurrencias que me dejan más cansado que cualquier junta de ocho horas.Hoy no fue la excepción.—¡Papi Dani! —gritó desde su cuarto—. ¡Sofi no quiere vestirse para ir al kinder!Traducción: ella no quiere ponerse el uniforme.Entré al cuarto y la encontré con el cabello revuelto, el vestido del uniforme a medio poner y la muñeca Sofi con un calcetín en la cabeza como si fuera turbante.—Amelia, la que va al kinder eres tú, no Sofi.—Pero si ella no se viste, yo tampoco —dijo cruzando los brazos.Respiré hondo. Negociar con inversionistas millonarios era más fácil que con mi hija de cinco años y medio.Al final accedió, pero con una condición: que yo le hiciera dos colitas. “Perfectas”, según sus palabras. Ahí empe
★AmeliaMe llamo Amelia. Tengo cinco años y medio. Papá siempre dice que los “medios” no cuentan, que los cumpleaños solo se celebran cuando cumples números enteros. Pero yo digo que sí cuentan, porque un medio es como un secreto que te hace más grande que los demás niños de cinco.Antes yo tenía una mamá, pero un día se fue. Papá dice que “nos dejó”. Yo no entiendo bien, porque yo la vi desde la ventana abrazando a otro señor. No era un abrazo como el que me da la abuela ni como los que yo le doy a mis ositos, era distinto, como cuando las princesas encuentran a un príncipe y se quedan pegados para siempre. Seguro jugaban a las princesas, pero papá no quiso jugar y después gritó mucho. Desde ese día, mamá no volvió.Papá se quedó con cara de piedra.Él se llama Daniel, pero yo le digo “papi Dani” cuando quiero que se ría un poquito. Aunque casi nunca sonríe. Siempre anda con trajes grises, corbatas azules y huele a café. Yo creo que su trabajo es pelear con papeles, porque grita por
Último capítulo