—¡Oh, no, no es eso! Es… es… una reacción fisiológica. Nada más.
—¿Reacción a qué? ¿Al miedo?
—No, no, claro que no. Es solo… el calor… y…
Se queda en blanco.
—Tranquilo —dice ella, llevándose una mano al pecho—. No tienes que explicarme nada. Aunque debo decir… estás muy vivo para un monje en entrenamiento y retirado.
Él desvia la mirada, con las orejas rojas.
—Lo siento. De verdad.
El se iba a alejar pero ella lo abraza más fuerte.
—No tienes que disculparte por ser hombre, Tenzin. Además… —se acomodó entre sus piernas, apoyándose aún más en él—. Si te hace sentir mejor, tú también me pones un poquito nervioso.
—¿En serio?
—Claro. Tú me haces querer… portarme mal. Y eso no me pasa con cualquiera.
Tenzin cerró los ojos un segundo. El mundo daba vueltas. La disciplina colgaba de un hilo. Pero Suzy ya estaba tranquila. Sonreía. Y él... él también.
Tenzin suspira. El karma... estaba tomando forma.
El silencio del almacén se había convertido en un arrullo extraño. Las cajas apiladas, los