Suzy repasa unas veinte páginas de cafeterías y finalmente encuentra la que busca. Sin perder el tiempo, toma el teléfono celular de su bolso mojado y marca el número.
Después de un par de tonos, una voz femenina contesta en chino con un tono amable. —Buenas noches. —¡Aló! ¿Coffeeshop Sol Naciente? —pregunta Suzy con acento forzado. Tenzin se apresura y le arrebata el teléfono. Su rostro cambia al instante, su expresión tensa se relaja y responde en mandarín fluido. —¡Mamá ! Soy yo, Tenzin. Estoy bien, pero me he perdido en la ciudad —dice, apretando el auricular con ambas manos. Suzy lo observa en silencio sin saber qué carajos dicen, dándole su espacio mientras él y su madre intercambian palabras en su idioma. Luego, él le extiende el teléfono. —Mi madre le dictará la dirección —dice sin mirarla. Suzy toma el teléfono y suena con naturalidad. —¡Hola! Soy Suzy, amiga de Tenzin. Él está a salvo, pero anda perdido. Wao, su inglés es muy bueno—su tono es tan amigable que parece que hablara con una vieja amiga. —Gracias por ayudarla, señorita —responde Mei Li en un inglés sorprendentemente fluido—. Mi esposo es europeo, por eso hablo inglés. —¡Oh, qué interesante! ¿Y qué tal es tener una cafetería? Debe ser hermoso trabajar rodeado de café todo el día. —Suzy se acomoda en el sofá mientras habla con la madre de Tenzin, disfrutando de la conversación como si llevaran años conociéndose. Tenzin, por su parte, comienza a dar círculos en la sala, inquieto. Hoy ha pecado de tantas maneras que siente que el karma le cobrará con creces. Cierra los ojos e intenta respirar con calma, pero cuando los abre, la imagen de Suzy en bata, con gotas de agua recorriendo su cabello y su rostro angelical, vuelve a aparecer en su mente. Se golpea las mejillas con las palmas abiertas. «Despierta, Tenzin, despierta» Suzy lo mira extrañada. —¿Estás bien? —pregunta, notando su expresión perdida. -Si. No. Talvez. —Él se endereza y junta las palmas en señal de disculpa—. Perdón, estoy confundido. Ella se ríe y le anota la dirección en un papel, pero al final de la hoja escribe su número de teléfono. —Llámame cuando llegues para asegurarme de que todo está bien —dice con tono despreocupado. —No tengo teléfono. —Tenzin evita verla a los ojos ya sus enormes y suculentos pechos como duraznos. —Entonces usa el de la cafetería. —Ella le guiña un ojo—. Quiero asegurarme de que el hombre con el que estoy "comprometida" llegue sano y salvo. Él traga saliva. ¿Por qué esta mujer lo desarma con tanta facilidad? Suzy toma su móvil y marca el número de un taxista de confianza. —Henry, necesito un taxi en mi edificio en cinco minutos. Tengo un amigo que necesita llegar a una cafetería. —Hace una pausa—. Sí, Henry, un amigo. No, no es un secuestro, maldito entrometido. Solo ven rápido. —cuelga con una sonrisa. —Muchas gracias. —El taxi estará aquí pronto —dice, mirándolo fijamente. Tenzin asiente. Luego de cinco minutos una persona habla por el intercomunicador. -¿Si? —Señorita, Lenox. Ya estoy aquí abajo esperando, envíalo. —Gracias, Henry. Ella cuelga y se gira hacia Tenzin. —Bien, ya te están esperando. Cuidate. —Gracias y disculpa por no poder ayudarte. —No te preocupes. El se despide con una inclinación de cabeza y se dirige a la puerta, sintiendo que ha recuperado su camino. Pero antes de salir, vuelve a mirarla una vez más. Tal vez nunca vuelva a verla, piensa. —Cuídate, Suzy —dice con voz tranquila. —Tú también, monje. Y no olvides llamarme. —Ella sonríe con picardía, como si supiera que esa no sería la última vez que se verían. Una hora después, Suzy está tirada en el sofá de su penthouse con una botella de whisky a medio acabar en la mano, el cabello revuelto y la mirada perdida en el techo. Parece una gallina desplomada después de una tormenta. No ha podido sacarse de la cabeza lo ocurrido con Tenzin. Ese beso...ese malditamente, dulce y embriagador beso. El monje que no debería provocarle pensamientos impuros y que, sin embargo, la tiene en un estado de ebullición mental. La puerta del penthouse se abre de golpe y entra Natalie Choi, su mejor amiga de toda la vida, cargando una caja de cervezas. — ¿Pero qué demonios te pasó, amiga? —pregunta, dejando la caja en la mesa y mirándola con horror. —La vida, Nat… la vida me pasó por encima como un camión de carga, con rostro varonil, un gran paquete entre las piernas —responde Suzy, dándole otro sorbo a su whisky Natalie estalla en carcajadas. —¿De qué diablos estás hablando, mujer? ¿Ya estás borracha sin mí? Suzy le cuenta todo a su mejor amiga desde que se bajó del auto hasta el momento que vio su mirada antes de que se cerrará la puerta. —Ay, amiga. ¿Que te impide volverlo a ver? Nueva York es pequeña. Y el mundo da muchas vueltas. Es la primera vez que me hablas de alguien con tanta devoción. Además si vas a perder tu virginidad que sea con alguien que te folle duro, te adore como si fueras buda y no te engañe con la primera perra que le pase con una mini falda. —Crees que debo convencerlo con la excusa de ayudarme? Tengo su número de la cafetería. Henry puede llevarme cuando yo quiera… —Suzy sonríe maliciosamente. —Ajá… O sea que planeas acosar a un monje. Muy budista de tu parte. Esa es mi amiga, ya era hora —Natalie rueda los ojos mientras se toma otra cerveza. —No es acoso. Solo quiero explicarle por qué hice lo que hice. Además, necesito que siga finciendo que es mi prometido. Mis padres hicieron aviones para una cena en un mes. Si descubren que es mentira, me van a obligar a casarme con John. —Suzy hace una mueca de asco. —¡¿Con el dinosaurio cascarrabias y perfeccionista de 35 años?! —grita Natalie, horrorizada. —Exacto. Y no pienso dejar que eso pase. Así que necesito convencer a Tenzin de que me ayude. —Suzy se sienta de golpe con una mirada determinada. —O sea, básicamente lo vas a seducir. —Natalie la mira con las cejas alzadas. —No, no es seducción… —Suzy duda por un momento—. Bueno, quizás un poco. Pero solo lo necesario para que acepte mi propuesta. —Suzy, es un monje. Mon-je. Ningún tipo cualquiera. Ya no estoy tan segura—Natalie niega con la cabeza. —¡Un monje con tatuajes! Uno de un dragón gigante en la espalda. No me jodas, Nat, ese tipo tiene más secretos que el Pentágono. —Suzy entrecierra los ojos con suspicacia. —Ok, ok, supongamos que aceptamos tu locura. ¿Qué vas a hacer? ¿Aparecerte en su cafetería vestida de monja sexy? ¿O vas a ofrecerle un millón de yenes? —se burla Natalie. —No hay mares tonta. Solo voy a hablar con él. Explícale mi situación. Usar mis encantos si es necesario. —Suzy se levanta, decidida. —Ajá. Oh mar, seducción. —Natalie bebe un sorbo de cerveza, divertida. —Llámalo como quieras. Pero necesito su ayuda. Es pulcro, respetuoso y si decide terminar con él no será problema, todo lo de él es Namasté— Suzy camina hacia su habitación. —¿Y si dice que no? —pregunta Natalie. —No lo haré. No puede dejarme en este embrollo después de lo que vió. Tengo un plan. Tiene el corazón de pollo, lo sé—Suzy sonríe con picardía. Natalie la observa y suspira resignada. —Ay, Suzy… Esto va a ser un desastre. Pero me encanta. ¿Cuándo vamos? —pregunta con emoción. —Eres única, pero iré sola. Me pasó un monje tibetano, amiga. Besa pésimo, pero quiero imaginar que fue su primer beso. Me tuve que masturbar solo de recordarlo me en ascendido —responde Suzy, llevándose la botella a los labios y tomando un trago largo antes de pasarle el soplador a su amiga para que la ayude a secarse el pelo. Natalie arquea una ceja, toma una cerveza y la abre con los dientes. —Dios santo, Suzy, ¿te imaginas que sea un monje virgen? —Eso parece. Yo soy virgen pero no tonta. —¡Por favor! Te hiciste un «namasté» en solitario por culpa del monje calvo. ¡Esto es demasiado! —se seca una lágrima de risa mientras toma una cerveza y le pasa otra a Suzy. —No te rías. Estoy en crisis existencial. Se supone que Tenzin es puro, espiritual… ¡Y yo lo arrastré a mi desastre! —se queja Suzy, dando un largo trago a la cerveza. —Tendrá un amigo monje que me presenta? ¿No vienen con traumas? —Eso es lo peor. ¡Se pegó a sí mismo en la cara para despabilarse! Creo que le arruiné la vida en un solo día. —Suzy hace un puchero y se deja caer en la cama. —Mujer, tienes agua en el pelo. Siéntate. Y a todo eso ¿que dicen tus padres? —Nada… o bueno, sí. Mentí como nunca antes en mi vida y ahora mis padres creen que estoy comprometido con un hombre que nunca ha tocado a una mujer en su vida. ¡Es un maldito santo, Nat! —Suzy la mirada preocupada. —Espera, espera, espera… ¿cómo llegamos a este punto? Estás en problemas y serios—Nat rompe en carcajadas—¡Esto es oro puro! ¡No puedo creer que te metiste en este lío tú sola! —dice entre risas. —No es gracioso, Nat. Él no quiere nada conmigo. Me mira como si fuera la encarnación del pecado. Un bicho raro. La reencarnación de medusa. Literalmente, salió corriendo—Suzy hace un puchero y se cruza de brazos. Natalie se inclina hacia ella con una sonrisa pícara. —Ajá… ¿y qué piensas hacer al respecto? —empieza a secarse el pelo. —¡Nada! Porque es un santo de la montaña y yo una depravada de la ciudad. Está perdido en mi mundo, y aunque me gustaría… bueno, tú sabes… —Suzy se sonroja—, no creo que eso funcione con él. —No, no, no. Querida amiga, no te preocupes por eso. Ese tipo de hombre no se atrae por lo mundano ni por lo carnal. He visto muchas películas de monjes—Natalie le da un golpecito en la frente con un dedo—. Si quieres conquistarlo, tienes que hacerlo de otra manera. A la antigua. Suzy frunció el ceño, interesada. —¿Cómo? Natalie se inclina más cerca y le susurra como si estuvieran planeando un crimen. —Tienes un proyecto con medicamentos para personas con síndrome de Down y autismo, ¿cierto? —Sí, pero no veo qué tiene que ver con Tenzin. —Le dijiste a tus padres que él tiene un dojo… entonces, amiga mía, ARMA UN DOJO —Natalie abre los brazos como si fuera lo más obvio del mundo. Suzy la mira con incredulidad. —¿Estás diciéndome que abra un dojo solo para atraerlo? —Exactamente —Natalie asiente con una sonrisa de suficiencia—. Pero no cualquier dojo. Uno para niños con necesidades especiales. No lo atraerá la paga, sino la buena obra. Hazle creer que trabaja para ti ya escondidas pon todo a su nombre. Suzy entrecierra los ojos y procesa la información. Finalmente, una sonrisa maliciosa se dibuja en su rostro. —Amiga…eres un maldito genio. -Perder. Ahora, dame una cerveza y pongámonos a planear cómo atrapamos a tu monje.