María Luiza Petrova, conocida por todos como Malú, carga con un pasado oscuro y doloroso. Huyendo de Rusia, busca desesperadamente una nueva vida para sí misma y para la pequeña Mayla, la niña que depende de ella para todo. Pero escapar no significa estar libre. Viktor Petrova, su tío adoptivo, es un hombre cruel y obsesivo que la ve como su posesión, su "novia", y hará todo lo posible para recuperarla. En medio de la huida, Malú se cruza con Ravi Castellani, un CEO millonario, dueño de una enorme empresa de lácteos. Y desde la primera mirada, Ravi siente que Malú es diferente. Hay algo en ella—en sus ojos atormentados, en su fuerza silenciosa—que lo atrae de una manera inexplicable. Y, aunque atormentada por el miedo, Malú encuentra en Ravi algo que nunca tuvo antes: protección, seguridad... y un amor abrumador. Pero Viktor no aceptará ser desafiado. Él quiere a Malú de vuelta y no medirá consecuencias para poseerla nuevamente. Entre persecuciones implacables, secretos oscuros y un amor que desafía al destino, Malú y Ravi tendrán que luchar contra todo y todos para finalmente ser libres. Una historia intensa, emocionante y llena de giros inesperados, donde el amor es la mayor arma contra las sombras del pasado. ¿Logrará Malú escapar de su peor pesadilla y vivir el amor que siempre mereció?
Leer másHacía ya varios días que Malu y la pequeña May se escondían en aquel pequeño apartamento. Malú se sentía sofocada allí dentro; el olor a moho y humedad que impregnaba el aire se mezclaba con el polvo de los muebles viejos. Las paredes, descascaradas por el tiempo, eran de un gris amarillento y deprimente, y la luz que entraba por la única ventana era tenue, filtrada por cortinas agujereadas y manchadas. Por la noche, el silencio solo se rompía con los ruidos lejanos de la ciudad, haciendo el ambiente aún más opresivo.
Era un escondite sombrío, pero por ahora seguro. Además, no tenía otra opción. Todo la asustaba. Podía escuchar pasos resonando en su mente o sentir que la observaban, y eso la atormentaba incluso en sus sueños. Pero lo peor era despertar de sus pesadillas con la repugnante sensación de toques no deseados y un perfume familiar impregnado en su piel, junto a la terrible certeza de que la vigilaban. Era como una advertencia: él siempre estaba cerca. El miedo era un peso constante en su pecho. Por más que intentara escapar, él siempre la encontraba. Era un cazador implacable, un depredador al acecho. Pero hasta ahora había tenido suerte. Siempre lograba huir en el último momento, como si una fuerza mayor la protegiera. Quizá fuera su madre, desde el otro lado de la vida, velando por ella y por May. Sin embargo, por improbable que pareciera, él siempre daba con ella. Casas, hoteles baratos, refugios improvisados... no importaba dónde se escondiera, él terminaba descubriéndola. Era como estar atrapada en un juego del que nunca podría salir. Pero esta vez, algo parecía distinto. Desconfiada, Malú empezó a sospechar que podría haberle puesto un rastreador entre sus pertenencias o los de May. Decidida a cortar todo vínculo con aquel monstruo, tomó una medida drástica: lo cambió todo. Ropa, maletas, zapatos, hasta los accesorios. Dejó atrás cualquier cosa que pudiera estar comprometida. Pero lo que más le dolió fue deshacerse del reloj de oro que su padrastro, Dimitry, le había regalado en su cumpleaños número 15. Amaba a su padre y nunca creyó que su muerte fuera un simple accidente. Por eso, se prometió investigarlo algún día. Al empeñar el reloj, lloró amargamente. Era un tesoro, un símbolo del amor que Dmitry le tenía. Sin embargo, al hacerlo, sus sospechas se confirmaron: por primera vez en años, él no apareció. No hubo persecuciones. Ni amenazas. Un mes entero sin huir. El shock vino acompañado de un pensamiento horrible: *¿Cómo puso eso ahí? ¿Desde cuándo? ¿Acaso la vigilaba desde que era una niña?* La idea le provocó un asco profundo, un escalofrío que le recorrió la espalda como un toque repulsivo. Malú recordó lo que había descubierto en el pasado: cámaras ocultas en su habitación, cerca del armario y de la cama. El recuerdo la hizo estremecer. ¿Cuántas veces la había visto desnuda? ¿Cuántas veces espió sus momentos más íntimos? La náusea se mezcló con el miedo, dificultándole hasta respirar. Intentando olvidarlo, vistió a May y le besó las mejillas. En aquel apartamento claustrofóbico, una ola de desesperación y furia creció dentro de ella. El miedo siempre estaba ahí, acechando, pero ya no huiría más. Debía encontrar la manera de vencerlo. Malú miró de nuevo las paredes sucias y los muebles viejos. Era lo único que había podido conseguir con sus escasos ahorros. Besó la frente de May mientras el colchón, arrinconado en el cuarto, crujía bajo su peso. —Te lo prometo, cariño. Esto terminará —dijo, sonriéndole a la niña. La pequeña le devolvió la sonrisa, inocente, sin entender la gravedad de sus palabras. El estómago de Malú se encogió. Sabía que no podía enfrentar a Viktor sola. Necesitaba ayuda. Dinero. Protegerse a sí misma y a May. Con un suspiro, se concentró en la niña, arreglando su ropa gastada y peinando su suave cabello. Incluso en aquel lugar lúgubre, May brillaba como un rayo de esperanza, su pequeña luz. —Ahora sí, mi amor —sonrió Malú, obligándose a creer sus propias palabras—. Por fin podremos ser felices. Había entablado amistad con la dueña del lugar, una señora que la miraba con compasión mientras movía cosas en su diminuta cocina. —Estoy buscando trabajo —dijo Malú, vacilante—. No tengo título, pero acepto lo que sea. Limpieza, servicio doméstico... solo necesito dinero para cuidar de mi niña. —Cariño, escuché que el hotel de aquí cerca busca camareras. Quizá puedas conseguir algo ahí. El corazón de Malú se llenó de esperanza. —¿Cree que me aceptarían? —No pierdes nada intentando. Y si lo logras, puedo ayudarte con la niña los primeros meses, hasta que encuentres a alguien que la cuide mientras trabajas. —Gracias, señora Moreira. Es muy amable. ¡Iré mañana! —dijo, renovada. —Inténtalo. Si no funciona, no te rindas. Habla directamente con el dueño. Así lo hizo Fabiana, la hija de doña Marta. Dicen que es comprensivo y bueno. Al parecer, él también salió de abajo y entiende a los pobres. ¡Algo raro hoy en día! A la mañana siguiente, Malú despertó a las seis, antes del amanecer. Se vistió con su mejor atuendo —una blusa sencilla y unos jeans desgastados— y salió en busca del empleo. El viento helado le cortaba la piel, y apretó a May contra su pecho para protegerla. El hotel era un edificio imponente de vidrio y mármol. Al llegar, se dirigió a Recursos Humanos, pero el encargado, un hombre severo de traje impecable, ni siquiera la dejó explicarse. —Imposible trabajar aquí con una niña en brazos. El corazón de Malú se hundió. Pero no se rendiría. Hablaría con el dueño, como le sugirió la señora Moreira. Le explicaría que no llevaría a May al trabajo. El tipo de RH ni siquiera la escuchó. Supo que el dueño estaría allí por la noche. Decidió insistir. A las nueve, volvió al hotel, esta vez por la entrada principal. El lujoso vestíbulo, con sus lámparas relucientes y el suelo pulido, olía a flores y madera. Esperaría al dueño allí. Pero al entrar, vio a dos hombres preguntando en la recepción. Hablaban un portugués con un marcado acento. Un escalofrío la recorrió al reconocer ese tono. "¡Rusos!" Se quedó paralizada. Los hombres, de espaldas, mostraban una foto suya a la recepcionista. Su corazón se aceleró. "Me encontró..."Ravi notó el silencio de ella por unos instantes, como si estuviera luchando contra sus propios pensamientos. Con delicadeza, tomó a la pequeña de sus brazos, besándole la cabecita dormida. Sintió la ligereza del cuerpecito infantil acurrucándose y, entonces, se oyó la justificación de ella: — Por May. Creo que el interior es un lugar mejor para criarla. Aquellas palabras sonaron falsas. Él lo percibió en el mismo instante: no era una mentira cualquiera, sino una que parecía gritar por auxilio. Era como si pudiera verla por dentro, como si la conociera desde hacía años y cada una de sus mentiras estuviera escrita en su expresión. Ravi se inclinó ligeramente hacia adelante, mirándola con intensidad. — ¿Y sobre tu patrón abusivo? ¿No piensas reclamar tus derechos? Puedo ayudarte con eso, conozco buenos abogados laboralistas… Malú negó rápidamente con la cabeza, casi como un reflejo automático. — ¡No! No es necesario. Ya lo decidí. Me iré. Al fin y al cabo, estoy segura de que cons
Malú se sonrojó y murmuró un "gracias", aún sintiéndose fuera de lugar. Sin embargo, le agradó mucho Gabriela y notó que May miraba a todos con sus ojitos curiosos, como si también ya los conociera.Entonces, bajando la cabeza, habló avergonzada:— ¡Pueden llamarme simplemente Malú!— Ahora que todos estamos presentados, ¿puedo llamarte solo Malú también? — preguntó Ravi.Ella vaciló, luego bajó la cabeza y respondió en un hilo de voz:— Sí, no hay problema…— ¡Perfecto! Prefiero así, Malú. Y tú también puedes llamarme simplemente Ravi — dijo él, sonriendo.Camila entonces intervino:— En cuanto a mí, prefiero Cami. Pero dime, Malú, ¿te sientes mejor?— Sí, señora… ehm… ¿podría ayudarme a preparar algo para que mi bebé coma? Tiene hambre y…— Claro, ¿Gabriela puede ayudarte? — dijo Camila.— ¡Sí, por supuesto! Ven, vamos a ver qué tenemos en la nevera que sea bien nutritivo para que esta muñequita se ponga todavía más fuerte — dijo Gabriela, mirando a la bebé, que ya estaba nuevamente
En ese momento, al sentir la mirada afilada de Ravi, la tensión de Malú era evidente. Tragó saliva al escuchar sus palabras, sintiendo que su corazón se aceleraba. La mirada firme de él la atravesaba como si pudiera ver más allá de sus titubeos. Ravi la encaró y respondió con franqueza:— Es evidente que estás huyendo de alguien, pero estoy completamente seguro de que no es de la policía.Un escalofrío recorrió la espalda de Malú. Apretó instintivamente los dedos contra la orilla de la sábana que aún la cubría.— ¿Por qué dice eso? — Su voz sonó más débil de lo que hubiera querido.Ravi se inclinó levemente hacia adelante, apoyando los codos sobre las rodillas, sin apartar la mirada.— Porque ese alguien te hizo daño. Mucho. Y, por lo visto, todavía quiere hacerlo.Ella abrió los ojos con asombro y, sin darse cuenta, contuvo la respiración. Su mente corría, intentando encontrar una respuesta convincente.— No, señor Castellani, créame… está equivocado. No es exactamente así. Yo… yo hu
Malú tenía miedo de los extraños, sobre todo si eran hombres, y no solía confiar en ellos. Por eso, se levantó y fue hacia él, pidiéndole a la niña:— Por favor, devuélvame a mi May. Puedo cuidarla.Ravi arqueó una ceja, observándola con atención; su mirada aguda captó la tensión en su postura, y el fuerte acento ruso en su voz lo intrigó.— ¿Está segura de que puede cuidarla? —preguntó él, notando el sutil temblor en sus dedos.— ¡Sí! —respondió ella rápidamente.Fue en ese momento cuando Malú notó lo que estaba vistiendo. Su rostro palideció al darse cuenta de la bata ligera y absurdamente transparente que cubría su cuerpo. La tela fina revelaba mucho más de lo que debía, dejándola expuesta de una manera que la hizo sentirse vulnerable y avergonzada.Su corazón se aceleró aún más al ver la expresión sorprendida de Ravi. Él no disimuló el impacto de aquella visión. Sus ojos recorrieron su silueta de forma involuntaria y, por un segundo, pareció estupefacto.El pavor se apoderó de ell
Aquella noche, en su cumpleaños número quince. La fiesta lujosa tenía lugar en la mansión Petrova, una construcción imponente de arquitectura neoclásica, rodeada por un vasto jardín. Fue allí, bajo la sombra de los frondosos árboles del jardín, donde Viktor se le acercó por primera vez. Malú percibió el aroma amaderado de su perfume que se mezclaba con el perfume floral del entorno, y ese olor, asociado al miedo que sintió hacia él, le provocó náuseas. Él tomó su mano con firmeza y la atrajo más cerca. —Eres mía, Malú —susurró, con los labios casi rozando su oído—. Y no importa adónde vayas, jamás podrás huir de mí. Ella sintió un escalofrío recorrerle la espalda e intentó apartarse, pero él la sujetó de la cintura con fuerza, inmovilizándola contra su cuerpo. En ese momento, sus ojos, de un azul profundo y gélido, brillaban como una amenaza silenciosa. —Ya te lo advierto, Malú —continuó él, bajando la voz—. Si permites que algún idiota te toque, acabaré con él… y lo mataré lentam
Ravi frunció el ceño totalmente incrédulo."¿Escuché bien?" —se preguntó con una mirada tensa y fija en el espejo retrovisor. Entonces, el sonido volvió, un llanto apagado y tembloroso. Esta vez, el sonido era un poco más claro.—¡Es un... llanto de bebé realmente! —confirmó, molesto e incrédulo, mientras sentía su corazón acelerarse y una corriente de adrenalina recorrer sus venas, mezclando rabia e indignación.Aún detenido dentro del coche pensó: "¿Sería realmente posible que alguien hubiera puesto un bebé dentro de mi maletero?"Sin embargo, el llanto, que al principio era bajo, en cuestión de segundos se convirtió en un grito claro y desesperado.—¿Qué demonios estaba pasando? —susurró.Sin perder tiempo, salió del coche y caminó hasta la parte trasera. Cada paso suyo que resonaba en el silencio de la noche, mezclado con la humedad del aire, hacía que la atmósfera se volviera pesada, además de todo lo insólito de la situación.Pero al escuchar el llanto infantil con aún más nitid
Último capítulo