Ser la hija de uno de los hombres más poderosos del crimen organizado no es fácil. Valentina Morelli lo sabe bien. Su vida ha estado marcada por el lujo, la violencia y la lealtad ciega a su familia. Pero lo que nunca esperó fue enamorarse de quien menos debía: Dante Russo, su imponente y hermético guardaespaldas. Dante vive según un código: obedecer, proteger, no involucrarse. Pero Valentina es un torbellino imposible de ignorar. Lo que comienza como una relación profesional se convierte en una pasión prohibida que podría costarles la vida. Entre traiciones, secretos familiares y una guerra de poder, ambos deberán decidir si su amor vale más que la lealtad... o si están destinados a arder juntos en el infierno.
Leer másVALENTINAEl sonido del papel desgarrado rompió el silencio de mi apartamento como si fuera un disparo. Había abierto el sobre sin remitente que me dejó Ángela, la vecina entrometida, con esa mirada entre compasiva y alarmada que últimamente no dejaba de dedicarme. Dentro había una sola hoja: una fotografía borrosa, en blanco y negro, tomada desde lo alto. El almacén. El coche de Dante. Dos figuras saliendo a toda prisa. Y una mancha que parecía sangre extendiéndose por el suelo.Sentí cómo el corazón me daba un vuelco, como si se hubiese soltado de su sitio. Me aferré a la encimera de la cocina con fuerza, intentando no caer al suelo. ¿Dante estaba herido? ¿Había sido él quien sangraba en la imagen? ¿Quién h
DANTELa habitación estaba a oscuras, salvo por la luz tenue que se filtraba desde la calle a través de las persianas cerradas. La mesa, cubierta de mapas, papeles y teléfonos, parecía la mesa de guerra que solíamos usar en tiempos de caos. Pero esta vez, lo que estaba en juego era distinto. Esta vez, no se trataba solo de proteger el negocio, no se trataba solo de dinero o poder. Esta vez, se trataba de Valentina.Un nudo de tensión se había formado en mi estómago desde que había recibido la noticia del hombre que había amenazado a Valentina. El simple hecho de saber que alguien de nuestro pasado estaba dispuesto a arrastrarla de nuevo a la oscuridad me llenaba de furia. Y más aún saber que la mafia, mi propia familia, la estaba utilizando como moneda de cambio. No lo
VALENTINAEl sol apenas se filtraba entre las cortinas de mi departamento, una luz tenue que no lograba disipar el peso de la noche anterior. El rostro del desconocido seguía rondando en mi mente. Las palabras de ese hombre resonaban en mis oídos, como un eco persistente: “No escaparás tan fácil”. Mi corazón latía de forma irregular, como si intentara deshacerse de la ansiedad que me ahogaba desde que se había ido. La amenaza era clara, pero lo que más me perturbaba era lo que representaba. El pasado, ese maldito pasado que parecía tener garras invisibles, me alcanzaba una vez más.No me había dado cuenta de lo frágil que era hasta ese momento, cuando todo parecía tambalear bajo mis pies. Estaba acostumbrada
DANTELa noticia llegó como una bomba silenciosa: un testigo había reaparecido. Uno de esos fantasmas del pasado que todos pensábamos muertos o escondidos en algún rincón olvidado del mundo. Pero no. Ese cabrón había decidido salir de su agujero. Y yo sabía que eso no era casualidad. Nada en este mundo lo es.Estaba sentado en mi auto, frente a un bar de mala muerte en las afueras de la ciudad, observando la entrada con la misma paciencia con la que un cazador acecha a su presa. Las luces del letrero parpadeaban como si también tuvieran miedo de apagarse del todo. Apreté el volante con fuerza. Si ese testigo sabía algo, si estaba dispuesto a hablar, entonces tenía que encontrarlo antes que lo hicieran los otros. Porque lo que estaba en juego no era solo mi vida. Er
VALENTINADesde que dejé atrás la mansión Morelli, creí que el silencio era mi salvación. Que el eco de los disparos, las amenazas susurradas tras las puertas cerradas y las decisiones manchadas de sangre, quedarían atrás con el tiempo. Que un nuevo código postal bastaría para reescribir mi historia. Pero estaba equivocada. Y lo supe esta mañana, en el instante exacto en el que encontré ese sobre sin remitente, con mi nombre escrito en una caligrafía que no necesitaba firma.Valentina Morelli.Ni siquiera lo abrí dentro del apartamento. Algo, una punzada en el pecho que reconocí de mis días más oscuros, me obligó a cerrar la puerta tras de mí y a bajar con paso rápido hasta el callejón lateral, donde la sombra de la panadería solía envolverme con el olor a levadura caliente. Lo abrí ahí, con el corazón tropezando en cada latido.El papel estaba doblado con precisión. Impecable. Como si quien lo hubiese escrito no tuviera prisa. Como si me hubiese estado esperando. No decía mucho. Una
ValentinaLa noticia me golpeó como un puño en el estómago. Dante había estado callado, guardando secretos nuevamente. No pude evitar que la rabia se acumulase dentro de mí. Había estado luchando tanto para tener algo de paz en mi vida, para dejar atrás todo lo que había sido y empezar de nuevo. Y ahora, con esta amenaza a punto de destrozarlo todo, me encontraba de nuevo en el centro de la tormenta.La última vez que había sentido esta furia, fue cuando la mafia me arrastró a su mundo. Ahora, el único que me hacía sentir esa misma sensación era él.Dante, el hombre que decía querer protegerme, había tomado decisiones a
DANTEHay sonidos que uno no quiere volver a escuchar. Voces que deberían estar enterradas junto con los fantasmas del pasado. Pero a veces, esos susurros regresan… y no vienen solos.Estaba en la parte trasera del pequeño taller donde trabajaba, reparando un viejo motor que un vecino había traído. No era glamuroso ni emocionante como las misiones que solía cumplir para Alessandro Morelli, pero me mantenía ocupado. Me daba una razón para no pensar demasiado en Valentina.Aunque eso era imposible.Ella estaba en todo. En el olor del café de las mañanas, en las calles tranquilas del pueblo, en el sonido de su risa que se me aparecía en la memoria como una canción que se resiste a desap
ValentinaEl sonido del viento golpeando contra los ventanales me despertó antes de que el sol siquiera se asomara del todo. Me senté en la cama con las sábanas enredadas entre las piernas, aún con el corazón agitado, como si hubiese soñado con algo que no lograba recordar. O quizá sí lo recordaba... porque esa sensación, ese nudo en el pecho, tenía nombre y apellido: Dante Romano.La noche anterior aún flotaba en mi mente como una niebla espesa que no terminaba de disiparse. Él en la puerta de mi apartamento. Su mirada cargada de preguntas que no hizo. Mi llanto —ese maldito quiebre que tanto tiempo había reprimido— estallando como una represa rota frente a sus brazos, que no me exigieron explicaciones, solo me sostuvieron en silencio.Y ahora estaba aquí, en mi pequeño mundo lejos de todo, intentando recomponerme, intentando recordar quién era antes de la oscuridad. Pero ¿cómo se reconstruye una mujer que fue hecha de cicatrices? ¿Cómo se sobrevive al amor cuando el amor fue también
DanteLa puerta de ese pequeño departamento se abrió con un chirrido tímido, casi como si también ella estuviera dudando de dejarme entrar.Valentina.Ahí estaba. De pie en el umbral. Con el cabello recogido de cualquier manera, una camiseta que seguramente no le pertenecía —demasiado grande, demasiado neutra, demasiado… anónima— y los ojos tan oscuros como los recordaba. Pero había algo más en ellos, algo distinto. Eran los mismos ojos, sí, pero ahora cargaban con el peso de demasiadas lunas solitarias.—Hola —murmuré.No sabía qué más decir. Había ensayado ese encuentro mil veces en mi cabeza, y sin embargo, las palabras se esfumaban al ver la curva de sus labios temblar con una contención dolorosa.—Hola, Dante —respondió, sin moverse.El silencio entre nosotros era espeso. No incómodo. Dolía. Porque ese silencio estaba lleno de todas las palabras que no nos dijimos cuando ella decidió irse. Estaba cargado con promesas rotas, con despedidas no pronunciadas y con un amor que se habí