Sonriendo y sintiéndose mucho mejor, Luna acarició el rostro de Cristiano, lo besó con ternura y dijo:
— Prometo que, si siento algo extraño, te aviso. Pero, para probar que estoy bien, te invito a bailar.
— Luna… mi princesa, ¿estás segura? — preguntó él, aún preocupado.
Su madre, Diana, también preocupada, preguntó:
— ¿Estás segura, hija, de que realmente te sientes mejor?
Ella sonrió y, tirando de su marido, dijo:
— No te preocupes, mamá, de verdad me siento mejor. — Luego, mirando a su esposo, añadió: — ¡Ven ya, tonto! Sabes cuánto me encanta bailar contigo. Además, como dijo Natalia, esto es solo el comienzo. ¡Nuestro pequeño todavía nos dará muchos sustos!
Cristiano miró a Miriã y a Diana, que sonrieron y asintieron en aprobación. Entonces siguió a Luna hacia la pista, encantado de verla tan radiante. Amaba contemplar cuánto había evolucionado después del tratamiento y cómo disfrutaba ahora de la vida, repartiendo felicidad a todos como nunca antes. Sí, porque Luna ya no temía a