Mundo ficciónIniciar sesión—¡Aléjate de mi! Te odio —Camila Sáenz vestida de novia se apartaba del que ahora era su esposo, el mafioso Luciano Ferrer. —No más de lo que te odio yo a ti, por tu culpa no voy a ser feliz con la mujer que amo, con tu hermana —Luciano tiró un jarrón de la habitación —Te juro que te voy a hacer la vida imposible. Un par de semana antes Camila Sáenz fue víctima de las mentiras de su media hermana Adriana, que para escapar de sus problemas mintió sobre Camila obligándola a casarse con uno de los mafiosos más poderosos del país. Lo que empezara como una relación de odio, pronto se convertirá en una relación pasional, donde Camila descubre el placer de su cuerpo y Luciano lo que es el amor.
Leer másCapítulo 1
Camila Sáenz se miró una última vez en el espejo, alisando con suavidad las telas rojas de aquel vestido que una vez perteneció a su madre. No era nuevo, ni de diseñador, pero tenía algo que ninguna otra prenda podía ofrecerle: sentir que su madre estaba cerca.
Respiró hondo, obligándose a sonreír mientras se miraba en el espejo, aparentaba seguridad, pero desde hace mucho era solo eso una fachada.
Esa noche cumplía veintidós. Y aunque su padre, uno de los precandidatos más sonados para la alcaldía, había organizado una fiesta tan lujosa que parecía un evento político más que un cumpleaños, lo único que ella esperaba… era a Santiago.
Santiago Belmonte. Su mejor amigo desde que tiene memoria. Su crush secreto desde hace años. El chico que, esa misma tarde, había soltado una frase que no dejaba de repetirse en su cabeza:
—Hoy, en tu fiesta, voy a tomar la decisión más importante de mi vida. Y tú vas a ser parte de ella.
La ilusión llego a su corazón, pero no quería hacerse ideas, después lo vio en una joyería, ssteniendo lo que parecía un anillo. Y eso fue suficiente para que su mente se llenará de ideas, quizás hoy el le pediría ser su esposa.
La puerta del cuarto se abrió de golpe.
—Ese vestido te queda horrible —soltó Adriana, su media hermana, con esa sonrisa venenosa que ya le conocía. La examinó de pies a cabeza con una mirada soberbia —. De nuevo te voy a opacar.
Camila tragó saliva. Había escuchado ese tipo de comentarios tantas veces que ya deberían resbalarle, pero dolían igual.
—Es importante para mí. Era de mi madre —respondió, fingiendo tranquilidad aunque su voz pudo decir esa frase.
—Ah... claro —rio Adriana, acercandose con burla—. El mal gusto es hereditario.
Y se fue, como siempre, dejando inseguridades en la cabeza de su hermana.
Camila respiró hondo. Retocó el brillo en sus labios y la pestañina en sus ojos. Esta noche no iba a dejar que la arrastraran al fondo. No hoy.
Bajó las escaleras con las piernas temblando, La música, las luces, au hermana la protagonista de todo, y ella apenas tenía un papel secundario. Su padre, rodeado de empresarios, ni siquiera la miró al principio. Luego le estampó un beso frío en la mejilla y le pidió que se encargara de la cocina.
La festejada, Organizando el catering.
Sonrió por educación, aunque por dentro algo se le rompiera un poco más.
Y entonces lo vio.
Santiago cruzó el salón vestido con un traje negro impecable, el cabello ligeramente despeinado, y esa sonrisa que siempre la hacía olvidar lo demás.
—Feliz cumpleaños, Cami —Le dio un beso suave en la mejilla, quedándose un segundo más de lo normal—. En unos minutos te doy tu regalo. Te prometo que es especial.
Su pecho se apretó, quería saltar de alegría, quizás la felicidad por fin le tocaba.
La cocina parecía el único lugar donde respirar, pero ni eso consiguió. Amelia, su madrastra, la detuvo antes de entrar.
—Es tu fiesta. No tienes que complacerlos. Aunque tu padre y tu hermana quieran robársela, hoy se trata de ti.
Camila asintió con una sonrisa pequeña. Amelia su madrastra fue buena desde que llegó a casa, n era cruel, al contrario, siempre fue amable. Pero su sola existencia le recordaba el sufrimiento de su madre.
Horas después, el discurso de su padre cortó la música.
—La familia es lo más importante. Es la base de la sociedad. Y como su futuro alcalde, les prometo que acabaré con criminales como Luciano Ferrer. Ese malnacido aún no ha pagado, pero lo hará...
Camila contuvo la respiración. El nombre resonó en el ambiente como una amenaza directa. Todos temían a Luciano, el heredero maldito de la mafia Ferrer. Pero ella, más que miedo, sentía una ansiedad creciente por lo que eso podía significar para la seguridad de su padre.
—Papá... por favor, hoy no —susurró, tocándole el brazo.
Él rodó los ojos, molesto, pero accedió a terminar.
—Mi hija Camila, mi hija mayor, hoy cumple veintidós años. Felicidades.
Eso fue todo. Un brindis seco, sin emoción. Nada parecido al discurso larguísimo y perfecto que dio en la fiesta de Adriana. Camila levantó la copa, intentando no dejar que el vacío en su pecho la consumiera.
Pero entonces, sintió una mano rozarle la espalda, Santiago, el se acercó y pidió la palabra.
—Hoy es un día especial para nuestra familia. Como heredero de los Belmonte, considero a los Sáenz parte de mi vida... y hoy, más que nunca, lo serán.
Camila se quedó inmóvil.
Los latidos retumbaban en sus oídos, cada uno más fuerte que el anterior. Santiago metió la mano en el bolsillo de su pantalón y sacó una pequeña caja de terciopelo, era todo lo que había soñado en silencio.
Pero entonces, el mundo se detuvo.
Santiago no la miró a ella. Dio un paso hacia un costado y se arrodilló frente a Adriana.
—¿Quieres casarte conmigo?
El aire se le escapó del cuerpo.
—¡Siii! —gritó Adriana —. ¡Claro que sí!
Y mientras lo decía, giró la cabeza con una sonrisa burlona, Justo hacia Camila.
Los aplausos no eran para ella. Las miradas, tampoco. Todo lo que pensó que viviría esa noche era un espectáculo ajeno, su hermana de nuevo le había quitado lo que quería.
Se marchó, bajó por el costado del salón hasta perderse en el jardín, sintiendo que la había matado
Se sentó en una banca, abrazando su propio cuerpo, y lloró. Lloró hasta que le ardieron los ojos, hasta que la garganta se le secó, hasta que no supo si temblaba por frío o por el corazón roto.
—¿Por qué no me felicitaste? —preguntó la voz que menos quería oír.
Santiago.
Ella alzó la mirada. Él estaba ahí, sonriendo, Se agachó frente a ella y la abrazó.
—Pensé que te alegraría saber que seré tu cuñado. Esa era mi sorpresa.
Camila sintió que el estómago se le revolvía.
—Es que... yo pensé que... —murmuró, pero la voz se le quebró.
No quería llorar frente a él, Así que respiró hondo, contuvo las lágrimas, y tragó lo que sentía.
—¿Cuándo empezaron a salir? ¿Por qué no me dijiste nada?
Santiago sonrió con ternura, como si hablara de algo hermoso.
—Adriana quiso mantenerlo en secreto. Pero la amo, Cami. Ella es la mujer con la que quiero formar una familia... tener hijos.
Y con cada palabra, sentía que él la apuñalaba.
Camila asintió, lo felicitó y fingió una alegría que no sentía.
La fiesta terminó cerca de la una, Camila subió a su habitación derrotada, se quitó los tacones, se tiró en la cama y dejó que el dolor saliera en llanto.
Susana, su mejor amiga, entró furiosa.
—¡No puedes llorar por ese idiota! —le dijo, cruzándose de brazos—. Te juro que no lo soporto. Ese imbécil no te merece ni un poco.
—Pero me dolió, Su... —susurró Camila, mirándola con ojos hinchados.
—Lo sé. Por eso nos vamos. No vas a quedarte aquí sufriendo por ellos. Hoy es tu cumpleaños, y si ellos lo arruinaron, yo lo voy a arreglar.
Sin darle opción, la llevó a un club del centro. El ambiente era oscuro, con luces suaves, buena música y una vibra algo tensa.
—¿Por qué la gente no baila? ¿Por qué todos están tan... raros? —preguntó Susana, frunciendo el ceño.
Uno de sus amigos se les acercó rápido, mirando hacia la zona VIP.
—Chicas, deberíamos irnos. Luciano Ferrer está aquí.
Camila sintió un escalofrío bajarle por la espalda, Luciano. El nombre que más había oído en boca de su padre. El enemigo número uno de la ciudad.
—Vámonos, Cami —suplicó Susana, agarrándola del brazo.
Pero Camila no se movió.
—Quiero verlo. Solo una vez. Quiero saber quién es ese imbécil del que todos hablan.
Se soltó, subió por las escaleras hacia la zona VIP y, al llegar, los guardias la dejaron pasar sin problemas. Ser una Sáenz todavía abría algunas puertas.
Y entonces lo vio.
En un sillón de cuero negro, con una copa en la mano, estaba él. Luciano Ferrer.
Guapo, imponente, peligroso, ojos azul acero, brazos tatuados. Una mujer sentada sobre él, con el vestido enrolado en su cintura y sus senos al aire frente a el, sin pudor mientras se movía sobre su cuerpo.
Camila se quedó helada.
—Es un asco —gruñó—. Se está follando a esa mujer delante de todos.
La música seguía sonando, pero no podía tapar los gemidos.
—¡Asíii! —gritó la mujer, sin vergüenza.
Luciano la sujetó por la cintura y, con voz grave, lanzó una advertencia helada:
—Nadie mire a mi mujer... o lo
mato.
Y luego, con una calma, la ayudó a subir el vestido. Ella giró, dejando ver su rostro.
Camila sintió que el mundo se detenía.
—¡Adriana!
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Capítulo 63Vicente apretó la mandíbula y negó con la cabeza, no le importaba la autoridad de Ernesto, el iba a defenderse—No voy a casarme con Alejandra. No la amo, y no pienso hacerlo solo por conveniencia, lo siento pero no voy a asumir ese sacrificio.Luciano, sentado al lado, le dio una palmada en la espalda y lo respaldó, Vicente era como un hermano para el y no iba a dejar que su abuelo impusiera su voluntad.—Tiene razón, abuelo. Nadie merece vivir una mentira, Alejandra es caprichosa, solo quiere un esposo, Vicente no se casará si no la ama.Ernesto soltó una risa ronca, el desafío de su nieto lo divirtiera, porque sabía que aunque los dos intentarán salirse de sus manos estaban bajo su control.—¿Y tú hablas de amor, Luciano? —lo señaló con el bastón—. Tú también te casaste sin amor. Y ahora mírate… no puedes vivir sin esa mujer, quizás eso le pase a nuestro amigo VinceteLuciano lo miró serio.—No compares, abuelo. Lo que tengo con Camila es verdadero. Vicente no va a casa
Capítulo 62Ernesto no tardó en formarse una opinión de Camila. Lo que le dijo Adriana fue suficiente para manipularlo, sintió que no era la mujer perfecta que su nieto describía con tanto amorSu instinto le decía que había algo en ella que no encajaria en el mundo de la mafia y tenía miedo que esa mujer obligará a Luciano a dejar la mafia.Esa misma tarde llamó a su mano derecha y le dio una orden c—Quiero un informe completo sobre esa mujer. No me importa cuánto tardes ni lo que cueste. Necesito saber quién es Camila.De regreso a la mansión, exigió a Teresa que preparara una cena especial. La nana de la familia lo abrazo y obedeció, entre los dos había una amistad Cuando Ernesto entró en la casa, Laura corrió a recibirlo. Él la abrazó con cariño, ella era su niña consentida.Laura era la única nieta mujer y por eso era su debilidad.—Mi niña linda —le dijo, besándole la frente—. Me han contado que tienes un noviazgo con Alejandro. Estoy orgulloso de ti.Laura fingió una sonrisa,
Capítulo 61Luciano no sabía qué hacer, Adriana sangraba en el suelo y Camila, alterada estaba muy pálida a punto de desmayarse, ella logro llegar a la cama para sentarse mientras respiraba agitada Luciano no sabía que hacer, es de las pocas veces que se sentía con la mente en blanco, Por un momento se quedó paralizado, entre el miedo de no saber a cual de las dos proteger, fue de inmediato con Camila para asegurarse que ella estaba bien.—¡Ayúdala! —gritó Camila, con lágrimas en los ojos preocupada al ver a Adriana acurrucada en el suelo —. ¡Haz algo por ella!Luciano tomo la mano de su esposa, y acaricio su pancita, Adriana veía aquella escena con los ojos llenos de lágrimas, no podía creer que el pusiera a Camila por encima de ella como su prioridad.—Camila, tú eres lo más importante… necesito que me digas si estás bien.—¡Ayúdala! —repitió, con voz quebrada —Yo estoy bien mi amor, pero Adriána está sangrando.Sin discutir más, Luciano se acercó y cargó a Adriana en brazos, Ella
Capítulo 60Mientras tanto en la mansión Ferrer...Laura estaba desnuda, liberando la tensión del día, encima de Vicente, moviéndose despacio sobre su erección, disfrutando de tenerlo abajo de ella.Él tenía las manos en su cintura, guiándola de arriba a abajo,, respirando fuerte casi gruñendo, Ella mordía su labio para no soltar ningún sonido, nerviosa de ser escuchada.—No te contengas… —le dijo Vicente, con voz ronca muy excitado —. Quiero escucharte, Laura.Ella lo miró nerviosa y negó con la cabeza sin dejar de moverse.—No… nos pueden escuchar.Él arqueó la espalda, enterrándose más en ella.—No me importa… necesito tus gemidos… me vuelvo loco sin escucharlos.Laura aceleró el ritmo de su cadera, cabalgándolo con mas fuerza y rápidez. Apretaba los dientes para no hacer ruido, pero cada embestida le arrancaba un gemido que tapaba con sus manos —¿Ya vas a venirte? —preguntó él, jadeando.—No… todavía… —respondió ella, con la voz temblorosa.Vicente la sujetó más fuerte, desespera
Capítulo 59Camila abrió los ojos lentamente, aún le dolía la cabeza y estaba mareada, Reconoció de inmediato el techo de su antigua habitación, Se sentía confundida, débil y con la mente mareada Se levantó con esfuerzo y miró alrededor, los recuerdos de su vida en esa casa llegaron a ella.Todo estaba en su sitio, Caminó despacio hacia el armario. Abrió las puertas y, entre la ropa, encontró una cajita de madera. Era la misma que había guardado desde hacía años, con los recuerdos de su madre. Habia olvidado llevársela cuando se fue de allí con Lucíano, tenía fotografías de ella, y una carta que nunca se había leido, su madre le había hecho prometer que lo haría cuando tuviera a su primer bebé y cumpliría esa promesa como un recuerdo de amor hacia ella.Todo esto solo avivo una llama en su interior, tenía que saber la verdad de su pasado, de su origen y de lo que pasó con su madre En ese momento la puerta se abrió. Luciano entró con un médico, el estaba muy preocupado por su salud
Capítulo 58Luciano estaba inquieto por la discusión con Camila, Se había quedado parado en el marco de la puerta escuchandola vomitar en el baño. Ella no estaba comiendo, y empezó a preocuparse, aunque sabía que ella no quería tenerlo cerca, debía hacer algo.Cuando ella salió, pálida y con los ojos lloroaoa, intentó acercarse.—Déjame llevarte al hospital —pidió preocupadoCamila negó de inmediato, aún no estaba lista para decirle.—No necesito nada de ti, Solo que me des el divorcioLuciano apretó la mandíbula y apretó su puño para contenerse—Ya te dije que eso no va a pasar, No insistas, no dejaras de ser mi esposa.Ella lo miró con rabia.—No puedes obligarme a vivir contigo, no después de todo lo que está pasando con AdrianaÉl respiró hondo, intentando controlarse.—No te obligo por capricho, Camila. Te obligo porque te amo. Y porque no voy a dejar que destruyas nuestro amor.Ella lo evadió y giro su rostro, no quería escuchar más. Luciano bajó a la cocina. Decidió prepararle
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