Mundo ficciónIniciar sesiónNoel Silva estaba a punto de casarse con su primer amor. Raina Lara, que había estado a su lado durante siete años, no lloró ni hizo un escándalo. Incluso fue ella quien le organizó una boda por todo lo alto. El mismo día de la ceremonia, Raina también se vistió de novia. En una calle engalanada, las caravanas de boda se cruzaron. Al encontrarse, Noel alcanzó a escucharla decir con calma: —Que seas feliz. Él no lo soportó y corrió tras ella durante varias cuadras, hasta que la alcanzó. Con la voz quebrada por las lágrimas, le gritó: —Raina, eres mía. Pero en ese momento un hombre bajó del auto, la rodeó con los brazos y, mirándolo de frente, respondió: —Si ella es tuya, entonces, ¿yo de quién soy?
Leer másEn el fondo, Raina sabía que esa pregunta sobraba.El día que Selena le entregó el collar de su madre, también soltó gran parte del rencor que llevaba encima. Con ese gesto, le dejó claro que, si algún día quería buscar a ese hombre, no iba a reprocharle nada.Aun así, Raina necesitaba escucharlo de viva voz.La muerte de su madre había sido la herida más profunda en la vida de Selena. Durante años, ese dolor agudo tenía nombre y apellido: el de aquel hombre.Más de una vez, Raina había llegado a pensar que, en el fondo, su abuela también podía guardarle algún resentimiento. Después de todo, si ella no hubiera nacido, su madre no habría muerto en el parto. No habría perdido a la hija que más amaba.Pero Selena quería demasiado a su hija como para odiar a la nieta. Todo lo que pudo haber sido reproche lo convirtió en cariño. La quiso así, sin filtros ni condiciones.—Qué cosas dices, tonta —sonrió Selena con ternura—. Si a mí me molestara, no te habría dado el collar ni te habría conta
—Raina, ¿de verdad eres tú?La voz le dio de frente, sacándola de sus pensamientos. Una mujer de cabello entrecano se detuvo a unos pasos, con una mezcla de asombro y alegría pintada en la cara.Raina, que se había quedado tiesa como una tabla, sintió cómo la tensión empezaba a cederle poco a poco, aunque el nudo en la garganta no la dejaba articular palabra.—Rita... —alcanzó a decir apenas.—Soy yo. Pensé que ya ni te acordarías de mí —dijo Rita, tendiéndole la mano, con esa postura firme que siempre había tenido cuando entrenaba.Raina estiró la suya, todavía algo torpe.—¿Cómo no me voy a acordar?Rita no había sido solo su entrenadora de clavados. Había sido la persona que más tiempo pasó con ella y con Celia durante aquellos años de gloria y sudor.Para Raina, fue casi una madre.Pero después de lo que pasó, cortó todo contacto.Jamás se le pasó por la cabeza que volvería a cruzársela. Y mucho menos ahí, en un lugar así.—¿Qué haces aquí, Rita? —preguntó al final, buscando ganar
Desde el día de la boda, esa mocosa ya había dejado claro que no la quería ahí. Y por lo visto, hoy seguía en las mismas.A Raina, en realidad, no le hacía falta tomárselo tan a pecho. Al fin y al cabo, en este mundo nadie odia ni quiere porque sí.De pronto le picó la curiosidad: en toda la familia Herrera la trataban con guante de seda, ¿cómo era que justo esa chiquilla la tenía entre ceja y ceja?Como no tenía nada urgente que hacer, decidió que podía perder un rato midiéndose con ella. Con suerte, hasta le sacaba algo de información.—A mi hermano no le gustas —soltó Fiona, sin rodeos.Por la posición en la escalera, Raina se veía obligada a mirar hacia arriba, y esa sensación de inferioridad física le molestó. Avanzó un par de pasos con elegancia y se recargó con calma en el barandal.—Iván nunca me ha dicho eso —respondió, tranquila.En la carita bonita de Fiona apareció una sonrisa burlona.—¿Hace falta que lo diga? ¿No te das cuenta tú sola?Era joven, sí, pero ya tenía la len
Iván bajó las escaleras con un aire gélido que se sentía en el ambiente.Apenas apareció, los que estaban en la sala lo sintieron.—¿Y ahora qué te pasa tan temprano? —soltó Carla, barriéndolo con la mirada, directa como siempre.—¿Qué va a ser? —intervino Fiona desde un rincón, con tono burlón—. Seguro anda con ganas y sin salida.No terminó de cerrar la boca cuando sintió un buen zape en la cabeza.—Todavía eres una mocosa. No sabes ni de lo que hablas —le espetó Carla, sin soltarle la mirada tras el golpe.Fiona se levantó del sofá, furiosa.—En dos meses cumplo dieciocho.—Aunque los cumplas, eso no te da derecho a decir tonterías —Carla no perdió ni un gramo de autoridad.Fiona se cruzó de brazos y la sostuvo con la mirada unos segundos. Luego se dio la vuelta y, al pasar junto a Iván, le dio un empujón con el hombro.—Te lo mereces —le soltó entre dientes.Solo entonces, la expresión de Iván se suavizó apenas un poco. Recorrió con la mirada a los que seguían instalados en la sala
Raina se miró en el espejo y se estiró un poco los labios finos. ¿Cobarde? No, era lucidez.Tenía claro que no podía seguir bebiendo de esa manera. Y menos con Iván cerca. ¿En qué momento se le cruzaron esas ideas con él?¿Será que la soledad también termina borrando ciertos límites?Bajó la mirada hacia su propio cuerpo, delgado, de líneas suaves. Negó apenas con la cabeza y se metió bajo la regadera, abriendo la llave.El agua tibia le cayó desde arriba, despejándole la mente y llevándose los restos del alcohol. Poco a poco empezó a sentirse más ligera, más despierta.Lo que no esperaba era que, al salir del baño, Iván siguiera ahí.Estaba sentado en el sofá, sin periódico, sin celular, ocupando el espacio con naturalidad, como si le perteneciera, como si no tuviera nada mejor que hacer que esperarla.Raina apenas le lanzó una mirada y se dirigió al vestidor, pero la voz de él la detuvo a sus espaldas:—¿Podemos hablar un momento?¿Todavía quería hablar?—Si seguimos hablando, se no
Raina durmió de un tirón, vencida por un sueño profundo y pesado, cortesía del alcohol.Cuando por fin abrió los ojos, vio a Iván sentado en el sofá, con ropa de casa, leyendo el periódico. Llevaba unas gafas apoyadas en el puente de la nariz. No sabía si era porque todavía estaba medio dormida, pero por un segundo le pareció ver en él a Roman.Fue apenas un instante. En cuanto terminó de despabilarse, Raina se incorporó de golpe.—¿Ya despertaste? —Iván pasó la página. El papel crujió con un sonido seco.Raina murmuró un "mm" y estiró la mano en busca del celular. Miró la hora: ya pasaban de las nueve. Frunció el ceño.Para ser apenas la segunda vez que amanecía ahí, otra vez se había levantado tarde.Se acordó de la vez anterior, cuando intentó madrugar y terminó con una pequeña "charla" de Iván. Por eso entendía que, una vez despierto, él siguiera ahí.No quería quedar como alguien que no se esfuerza.—¿Qué pasó con lo del collar? —preguntó Raina, sin rodeos.Iván cerró el periódi
Último capítulo