Inicio / Romance / Nos perdimos para encontrarnos / Capítulo 8 Mañana no vendrá
Capítulo 8 Mañana no vendrá
Noel le había dicho a Raina que descansara, pero ella no lo hizo. Aún tenía demasiadas cosas pendientes.

El primer día volvió a la oficina. Pasó toda la jornada cerrando la entrega de su trabajo: dejó firmados los documentos, recopilados los contratos y organizado un registro minucioso con las actividades más importantes de Noel.

En la sala de descanso, escuchó a sus compañeros comentar que él había comprado todos los paneles electrónicos de Lureña para transmitir en vivo la boda.

El segundo día empacó lo poco que le quedaba en el departamento y lo entregó a voluntarios para donarlo a quienes lo necesitaran. Entre conversaciones, oyó que la familia Herrera celebraría la boda de Iván con un banquete abierto a toda la ciudad, sin aceptar regalos.

El tercer día subió al Pico del Alba. Le tomó seis horas borrar, con sus manos, los nombres que ella y Noel habían grabado en la Piedra de los Deseos. Cuando la última letra desapareció, sus dedos sangraban.

Esa noche, en la televisión, vio una entrevista conjunta de Noel y Marta: él prometía una boda distinta, inolvidable. El cuarto día, era víspera de la boda. Raina fue al lugar del evento y presenció el ensayo general.

—Raina, ponte detrás de mí —dijo Marta, radiante—. Quiero lanzarte el ramo para que heredes mi buena suerte y encuentres pronto al amor de tu vida.

Ella obedeció. Desde su lugar, alcanzó a ver a Noel decirle los votos, ponerle el anillo y acercarse para besarla. Pero se detuvo. En vez de hacerlo, clavó la mirada en Raina, con los ojos encendidos.

Ella le sostuvo la mirada: tranquila, distante, casi como si lo viera desde afuera, como si ya no fuera parte de su historia. Esa frialdad en sus ojos le provocó a Noel una incomodidad difícil de disimular, una mezcla de nervios y temor.

—Está bien, por hoy es suficiente. Estoy cansado —dijo, rompiendo el ensayo sin besar a Marta.

Qué ironía... Si ella lo hubiera visto besarla, quizá su corazón habría terminado de romperse. Pero no lo vería. Mañana no estaría allá.

—Noel. —Marta frunció los labios. Su plan era mostrarle a Raina su felicidad para acabar con cualquier ilusión que le quedara.

—Raina, ven —la llamó Noel, interrumpiéndola.

—¿Qué necesita, señor Silva? —preguntó con su tono formal.

Noel se aflojó la corbata, dudó un instante y, sin saber qué decir, se la lanzó.

—Tráeme otra.

—Raina, mañana no quiero verte en la boda. —Intervino Marta, arrebatándole la corbata con brusquedad—. No aparezcas.

Ella entendía que la negativa de Noel a besarla tenía que ver con Raina, y había notado esa forma distinta en que él la miraba. Lo que antes había sido solo un juego para hacerla sufrir, empezaba a sentirlo como una amenaza real.

Ella, al captar su inquietud, dejó escapar una leve sonrisa.

—Entonces te faltará una dama de honor.

—Eso no te importa. Si vienes, vas a pasar vergüenza —dijo Marta con dureza.

Raina recordó lo ocurrido en la prueba de vestidos; entonces, asintió despacio.

—Está bien. Pero quiero decirte algo.

—¿Qué cosa? —Marta se acercó con cautela.

Ella le hizo un gesto para que se inclinara y, en cuanto lo hizo, le sujetó el brazo y apoyó la otra mano en su cintura. Marta abrió los ojos de par en par al sentir un dolor agudo que la paralizó.

—Señorita Quiles —dijo con voz firme, apagando cualquier intento de réplica—, que sean muy felices y que este sea el comienzo de una vida llena de amor.

Con cada palabra, la aguja oculta en su mano se hundía un poco más en la cintura de Marta. Era la misma que Marta había usado contra ella aquel día.
Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP