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Capítulo 5 ¿Cómo puede humillarla así?
—¡Iván Herrera, el soltero más codiciado de Lureña va a casarse!

—Sí, lo anunció anoche y casi no dormí de la emoción. Muero por saber quién es la afortunada.

Durante la pausa del café, Raina alcanzó a escuchar el alboroto en la sala de descanso.

Conocía a Iván; se habían cruzado un par de veces, siempre en momentos en que él había terminado ayudándola.

Una vez, cuando se le reventó una llanta en plena carretera, apareció justo a tiempo para cambiársela. Otra, en una cena de negocios, un cliente borracho intentó pasarse y él la sacó de allí, salvando, no solo el contrato, sino también la dignidad.

Seguramente había más episodios, pero ya ni los recordaba todos. Lo cierto era que le debía varios favores. Por eso, al enterarse de su boda, pensó que lo mínimo era mandarle un regalo, aunque quizá él ni se acordara de ella.

—¿Y para cuándo es la boda? —Raina preguntó, mientras se servía un café.

—La próxima semana. Justo el mismo día que la del señor Silva —contestó alguien.

La mano de Raina tembló. El café hirviendo se le derramó sobre los dedos.

—Sigan —murmuró antes de salir de la sala.

Detrás de ella todavía alcanzó a oír:

—¿Para qué le mencionas eso? ¿No ves que a Raina le duele?

—Pobre, tantos años al lado del señor y al final se casa con otra.

—En cambio, Iván sí es un romántico. Dicen que se casa con la mujer que ha amado en secreto durante diez años...

Por la tarde, Noel la llamó.

—Acompáñame a un lugar.

—Está bien —respondió ella, sin preguntar más. Prefería ahorrarse las preguntas: de todos modos, siempre terminaba yendo.

Guardó su lista de pendientes, tomó sus cosas y lo siguió. El auto se detuvo frente a la casa de los Quiles. Marta salió corriendo como una princesa, se lanzó a los brazos de Noel y le plantó un beso en la mejilla.

Él la recibió con total naturalidad, sonriendo, y, tomándola de la mano, dijo:

—Sube.

Ya dentro, Marta la miró desde el asiento trasero.

—Vamos a probarnos el vestido de novia. Aprovecha y elige el tuyo de dama de honor.

Para eso la había llevado: para que viera de primera mano lo feliz que era. Entonces, Marta se inclinó hacia Noel, quedando casi pegada a él.

—¿Supiste que Iván se casa? Es el mismo día que nosotros. ¿Será que lo hace para quitarnos protagonismo?

Iván y Noel eran figuras conocidas, pero la familia de Iván tenía un respaldo mucho más sólido: además de dinero, poder. Noel solo tenía dinero.

—No le des vueltas a eso. Ese día tú serás la novia más hermosa y todos te van a admirar —dijo él, con una voz suave.

Raina lo miró a través del retrovisor. Casi había olvidado cuándo fue la última vez que él le había hablado así a ella.

—Noel, es tan bueno tenerte. Lamento que perdiéramos siete años —dijo Marta, con un tono de nostalgia que se transformó en una sonrisa radiante—. Pero soy afortunada, porque siempre me amaste, a pesar de todo. Gracias, Noel.

Se inclinó para besarlo. Raina apartó la vista. Ella ya lo había dejado ir, ya había roto ese lazo... pero todavía dolía.

—En estos siete años, ¿estuviste con otras mujeres? —preguntó Marta.

Raina sintió un vuelco en el pecho y apretó el celular entre los dedos. Levantó la vista hacia el retrovisor, encontrándose con la mirada de Noel. Él, consciente de que ella lo observaba, sostuvo el contacto y al mismo tiempo calmó a la mujer que tenía al lado.

—No, no creas en esos rumores.

—Y aunque hubiera pasado... no importa. Entiendo que un hombre tiene sus necesidades, ¿no? —dijo Marta con tanta soltura que a Raina se le revolvió el estómago. Sabía que lo decía para lastimarla, porque no le quitaba la mirada de encima.

—No hablemos de eso. —Interrumpió él

—¿Por qué no? ¿Te enamoraste de esa mujer? —Insistió Marta.

—No. Para un hombre, el sexo y el amor no son lo mismo —respondió él, tajante.

Al oír eso, el corazón de Raina se encogió. Noel acababa de admitir que lo suyo no había sido más que saciar una necesidad. No podía amarla, no podía casarse con ella.

Pero ¿cómo podía humillarla de esa manera?
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