—Raina, ya sabes cuál es tu lugar, ¿cierto? —dijo Marta, probándose el vestido de novia y dejando, por fin, la máscara de dulzura.El corazón de ella estaba tan anestesiado que ya ni dolía.—Señorita Quiles, usted abandonó a Noel cuando no tenía nada y regresó cuando ya lo tenía todo. Dígame, ¿cómo le llama a eso?—¿Y qué? Él me ama, por eso se casa conmigo. Tú, aunque hayas estado en su cama y lo hayas acompañado en sus peores años, igual nunca te quiso —respondió Marta, con una sonrisa victoriosa.Lo decía sin pudor, pero no mentía. Raina no pensaba pelear por un hombre ni discutir quién sabía retenerlo mejor. Entonces, fue directa.—¿Y para qué me dice todo esto?—Porque después de la boda no quiero volver a verte —contestó Marta, tajante.Ella le sostuvo la mirada y sonrió, desarmando con calma la intención de la otra. Se iría, sí... pero no porque la echaran.—Eso mejor que me lo diga Noel.—¿Todavía sueñas con que él te ama? —preguntó Marta, con rabia en la mirada.No. Ese sueño
Ler mais