Mundo ficciónIniciar sesiónLana es la Omega despreciada de su manada, humillada y condenada a las sombras de su hermana, necesita escapar al mundo de los humanos. Cuando el Beta del Alfa sangriento finge que ella es su compañera para salvarla, Lana cree encontrar al fin una salida, pero no sabe que todo está a punto de cambiar, pues despierta la ira y los celos del líder más temido de todas las manadas. Ella debería ser intocable, pero Eryx no puede evitar desearla. Entre ellos solo debería existir un vínculo posible: El odio. Sin embargo, dentro de ambos, arde el deseo y el anhelo de un fuego prohibido que los consumirá a ambos si se dejan llevar.
Leer más—Ellos hacen una pareja perfecta, ¿No lo crees?
Lana no podía quitar la vista de los dos.
El dolor en su pecho era casi imposible de disimular.
En el centro del lugar estaba el Alfa Eryx, tan dominante, imponente y peligroso como siempre, su rostro era una máscara indescifrable.
Estaba rodeado de hembras que ansiaban ser elegidas por él como su compañera.
Entre ellas estaba Nina, su hermana. Tocándolo como si le perteneciera, y sin embargo, él no la apartaba.
—Diosa Luna, él es guapísimo —escuchó a otra hembra a su lado.
Lana sabía que no tenía derecho a sentir celos, ella no era más que otra de sus concubinas, forzada a pertenecerle hasta que encontrara a su compañero pero eso era casi imposible pues él apenas la dejaba salir de su habitación.
Se había sorprendido de que esa noche fuera invitada, aunque más tarde se había enterado de que era obligatorio que todas las hembras asistieran esa noche, decepcionándola.
Incluso aunque supiera que ella nunca sería nadie para él, eso no significaba que no doliera.
—El Alfa hoy debe marcar a su compañera elegida —habló nuevamente Valeria con esa sonrisa venenosa que la caracterizaba.
Lana ni siquiera se inmutó.
—Solo la hija de un Alfa como Nina podría ocupar el lugar de la Luna de un Alfa tan poderoso como Eryx.
Lana sabía que ese era el mismo pensamiento que tenían todos en la manada. Incluyendo a Eryx, de no ser así, él ya la habría nombrado su Luna después de marcarla la noche pasada.
Pero en lugar de eso seguía siendo únicamente la hembra oculta que él solo buscaba para poseer.
“¿Por qué me marcaste si te mantienes tan lejos de mí?”
“—Eres mía.” Había gruñido él con tanta posesividad la noche anterior.
Los recuerdos volvieron a ella haciéndola olvidar por un instante dónde estaba, rememorando el pasado.
*
LA NOCHE ANTERIOR:
El pasillo se encontraba casi desierto mientras que ella intentaba volver a su habitación para no ser vista por nadie.
Su corazón latía con urgencia bajo su pecho y entonces antes de poder ingresar en la habitación. Una sombra bloqueo su camino, ni siquiera tenía que alzar la cabeza para darse cuenta de quién estaba frente a ella. Lana dio un paso atrás, pero antes de que pudiera huir, el macho frente a ella hizo que su espalda se apoyara contra la pared en un movimiento rápido.
—Ah…
Su aroma llegó a sus fosas nasales entonces alzó la cabeza encontrándose con los ojos de
Eryx que ardían de furia contenida y algo más peligroso.
—¿Huyendo? —Su voz grave hizo que su piel se erizara por completo al mismo tiempo que se inclinaba más cerca.
Lana tragó saliva nerviosa.
—N-no.
La electricidad se sintió en el aire como cada vez que estaba cerca de ese macho.
Cuando ella iba a bajar la cabeza, él la sostuvo de la barbilla. Su mano callosa se puso sobre la pared junto a su cabeza, bloqueando cualquier intento de escape que estuvieran planeando.
—¿De dónde vienes?
—De la cocina.
Él la miró con ojos entrecerrados como si estuviera buscando la verdad en sus pupilas.
Su aliento chocó con el suyo al acercarse.
—Espero que no estés mintiéndome, Lana —su voz sonaba a amenaza implícita.
Ella se puso mucho más nerviosa de lo que ya estaba pero fingió que era inmune a él.
—De todas maneras, no es tu problema. Si encuentro a mi compañero dejaré de ser tu concubina.
Un gruñido resonó en el pecho del Alfa y la furia cubrió sus facciones.
—¿Eso es lo que has estado buscando? ¿Al bastardo de tu compañero?
Su sonrisa fría la asustó mucho más que su ceño fruncido. Y su cercanía estaba causando estragos dentro de ella.
Quería huir lo más pronto posible, pero estaba convencida de que él no la dejaría.
—Sí…
Eryx cortó sus palabras golpeando la pared a su lado sobresaltándola.
—No me gusta compartir, Omega.
Ella soltó un grito al sentirlo tomarla por la cintura cargándola sobre su hombro para entrar en su habitación.
Cerró la puerta detrás de él y la arrojó a la cama.
—Tú eres mía, Lana. Más te vale que lo tengas claro, ningún otro macho va a tocarte, solo yo —declaró él furioso.
El Alfa enjauló su cuerpo con el suyo haciendo que ella gritara buscando liberarse.
Lana golpeó su pecho histérica, furiosa consigo misma por desearlo.
—¡No te atrevas! —gritó ella.
Él no la escuchó.
Apartó su cabello del cuello entonces hundió sus colmillos en ella, la marcó haciéndola sollozar y gemir al mismo tiempo.
La fuerza del deseo abrasador casi la cegó por un momento.
Sus uñas se clavaron sobre la piel de su pecho.
Eryx la miró en una mezcla de lujuria e ira antes de apoderarse de su boca con un beso intenso que sacudió a ambos.
Lana no quería corresponderle pero su instinto era más fuerte.
Sus labios se acoplaron enseguida hasta que ella recuperó un poco de cordura y lo mordió ocasionando que ambos se separaran.
—¡No tienes derecho!
Eryx le sonrió con malicia lamiendo la sangre que ella misma le había causado sin dejar de verla a los ojos.
—¿De verdad? Ahora llevas mi marca. Ningún otro macho va a tocarte otra vez.
—La marca se borrará, el vínculo no está completo.
—No me provoques, Omega. Al parecer se te olvidó con quién estabas tratando.
—Te odio.
La expresión de él no cambió, pero su mirada se volvió más intensa.
Su mandíbula se tensó.
—Aunque me odies, eres mía y lo seguirás siendo hasta que yo lo decida —sentenció.
—¡Yo no soy tuya!
Él pasó un pulgar por su labio inferior haciéndola estremecer.
—¿De verdad? Avísale a tu cuerpo. Mañana te quiero en la maldita recepción, Lana. O haré que te arrastren ahí —declaró él antes de soltarla.
Él se apartó de golpe.
Le dio una última mirada y luego se marchó como si no hubiera estado allí.
Como si no acabara de romperla.
Ella se llevó una mano a donde la había marcado sin poder creer que lo había hecho.
“¿Por qué lo hizo? ¿Qué significa esto?”
—Sea como sea, tengo que irme de aquí —susurró ella temblorosa.
Su cuerpo ardía de ira, humillación y… deseo.
Por más que no quisiera admitirlo, su cuerpo respondía ante él y ella conocía las razones.
Era su verdadera compañera.
Pero estaba ocultando su aroma para que él no lo supiera.
Con un movimiento brusco, casi violento, Lana se soltó de sus manos, empujándola hacia atrás con una fuerza que sorprendió a ambas.—Tú hiciste esto, conspiraste para que esto sucediera, ¿Verdad? —preguntó con los ojos llenos de cólera—. ¿Dónde están? ¡Habla!Su voz no sonó como la suya, era más grave, más profunda sin dejar de ser femenina.Laura se detuvo en seco mirándola con culpa y miedo.—Lana, escúchame...—¡¿Dónde están mis cachorros?! —rugió descontrolada—. ¡¿Dónde están Samuel y Sarah?! ¡Tú lo sabes! ¡Tú participaste en esto!El sonido salió distorsionado, casi animal, ni siquiera le importó que algo hubiera cambiado dentro de ella. Laura dio un paso atrás, aterrada, como si recién en ese momento estuviera viendo a su hija de verdad.—Yo... yo solo quería protegerte —balbuceó—. A los tres, ellos estarían mejor lejos de él...Esas palabras la hicieron arder aún más en aquella furia brutal, que estaba experimentando. Lana avanzó un paso con los ojos encendidos, su pecho subía
Lana salió al exterior desesperada, el frío nocturno la golpeó en el rostro brutalmente pero no lo sintió. El exterior de la manada era un caos pero para ella, todo eso era ruido lejano y borroso. En su cabeza solo resonaba un par de palabras repetidas como un mantra desesperado "mis cachorros".Sus piernas temblaban, el vestido negro se pegaba a su piel por el sudor y aún así se las arregló para correr sin detenerse, sin mirar atrás, sin escuchar las voces que la llamaban desde el interior.Necesitaba encontrarlos, necesitaba tenerlos en sus brazos, necesitaba saber que estaban bien.Corrió directamente al bosque donde sentía más cercano el vínculo, algunas ramas bajas le arañaban los brazos y el rostro, pero ni siquiera podía sentir el dolor físico, su corazón latía tan fuerte que parecía querer salirse de su pecho. Sentía algo extraño dentro de ella, un calor que subía desde el estómago, un cosquilleo que le recorría la columna vertebral, como si sus huesos se estuvieran moviendo b
—¡Ataque!El grito hizo que el caos explotara de inmediato, las mesas se volcaron, las copas se rompieron, mientras sombras oscuras irrumpían desde las ventanas y entradas laterales. No eran meros intrusos, eran una fuerza organizada, moviéndose con precisión letal, como si hubieran esperado este momento exacto. Eryx reaccionó antes de que Lana pudiera siquiera girar la cabeza.Su mano se cerró en torno a ella y la jaló contra su espalda con violencia controlada, cubriéndola con su cuerpo como un escudo.—Quédate detrás de mí —ordenó ya sin suavidad—. No te separes.Un aullido de dolor se alzó desde el ala norte. Los Alfas invitados se pusieron de pie al mismo tiempo, algunos ya estaban transformándose, otros daban órdenes a sus Betas.Pero Lana no podía obedecer. Su mente estaba ya agitada por los recuerdos que habían empezado a llegar.Un macho surgió de entre las sombras con un ataque directo hacia Eryx soltando un golpe y la reacción de Eryx surgió al instante, recibiendo el impa
En vez de acobardarse dio un paso adelante, incluso aunque por dentro temblaba.—¿O qué? —se atrevió a decir—. ¿Vas a matarme por decir la verdad?Eryx inhaló intentando controlar a su lobo que clamaba por su sangre y la de cualquiera que se atreviera a hablarle de esa forma a su hembra y a sus cachorros.—No —respondió—. Eso sería fácil. Giró apenas el rostro, sin dejar de bloquear a Lana y sus ojos verdes recorrieron a los Alfas presentes uno por uno.—Escuchen bien —ordenó—. Porque no voy a repetirlo.El salón entero quedó rígido.—La próxima vez que alguien use la palabra Omega como insulto —continuó—. Le arrancaré todo lo que creen que los hace poderosos, las alianzas, su nombre, el respeto, territorios.Volvió a clavar la mirada en la hembra.—Y tú... —dio un paso más, tan cerca que ella tuvo que alzar el mentón para sostenerle la mirada—. Mírala bien porque esta hembra sobrevivió a cosas que te habrían roto en dos. Nadie como tú va a cuestionarme, yo la elegí, no por debilidad
Lana se tensó de inmediato, el calor del beso que Eryx Ale había dado frente a todos aún estaba sobre sus labios, pero ignoró la sensación al ver a una hembra hermosa mirándolos.Eryx no se movió, su mirada seguía fija en la de ella como si quisiera volver a ese espacio íntimo que acababan de crear y que solo habían saboreado unos segundos, la mano que aún descansaba en el muslo de Lana no se apartó, pero sus dedos se cerraron con más fuerza, posesivos, como si el simple hecho de soltarla fuera impensable. Solo cuando se dio cuenta de que Lana no volvería a mirarlo en ese momento suspiró irritado y lentamente giró la cabeza hacia la mujer que había hablado.La mujer avanzó y Lana la miró en silencio, ella era alta, elegante y hermosa. Cabello era oscuro perfectamente arreglado, ojos felinos cargados de seguridad y un aroma que Lana percibió, era una loba poderosa con sangre de Alfa.—¿De verdad, Alfa Eryx? —repitió evidentemente furiosa, pues sus ojos destellaban peligrosamente—. ¿Vas
Eryx la miró un momento más largo y luego se apartó apenas para darle un nuevo vistazo de arriba abajo una última vez, con deseo crudo y devoción peligrosa.—Vamos, Zoe está esperando afuera que salgamos.Lana respiró hondo antes de moverse.Se inclinó y sus dedos recorrieron la mejilla de Sarah y luego la frente de Samuel, memorizando cada rasgo como si fuera a estar lejos más tiempo del que realmente estaría.Pero lo cierto es que no le gustaba estar demasiado tiempo lejos de sus cachorros.—Mamá vuelve pronto —susurró antes de besar la cabecita de uno y luego del otro.Uno de los cachorros se movió apenas y Lana sintió ese amor feroz que dolía y la llenaba al mismo tiempo.Eryx la observó en silencio sin interrumpir.—Zoe no se moverá de aquí —aseguró como si quisiera que ella no temiera—. Nadie entra sin mi permiso.Lana asintió y luego se volvió hacia él.Eryx le ofreció su brazo y a pesar de la duda que cada vez se desvanecía más, lo tomó.El calor de él la envolvió mientras la
Último capítulo