Caius cerró la puerta detrás de ambos con suavidad y apoyó la espalda contra la madera.
Lana ni siquiera se fijó demasiado en la habitación, eso era lo que menos importaba. En su propia casa ni siquiera había tenido un lugar propio por ser una hija ilegítima, incluso aunque fuera mayor que su hermana.
Lo que ciertamente la incomodaba era estar cerca de un macho desconocido, a pesar de que este estuviera ayudándola.
—Esta será tu habitación —dijo Caius rompiendo el silencio autoimpuesto señalando con un gesto mesurado la cama amplia que dominaba el espacio—. Puedes usar la cama. Yo dormiré en el sofá.
Lana no supo en qué momento su sorpresa se tornó en un alivio casi culpable.
—No tienes por qué —balbuceó como si no mereciera la gentileza.
El macho estaba dándole incluso más de lo que ella siquiera hubiera pensado.
—Yo puedo dormir, en el sofá, soy más pequeña…
‘’Y he dormido en lugares peores.’’ Pensó ella recordando las veces que su padre la castigaba por cualquier mentira que inventara Nina.
Caius negó con la cabeza y su voz no admitió réplica.
—No lo negociaré. Quiero que te sientas segura.
Se dirigió al armario y dejó ver un vestido doblado con cuidado, lino sencillo, color crema, sin bordados, pero planchado y limpio. Era simple, pero tan bonito que ella se sorprendió de que estuviera tendiéndoselo.
—Toma, cambiate, te conseguiré más ropa cuando pueda ir al centro de la manada.
Su generosidad la asombró ligeramente, tomó el vestido como si no hubiera visto nada más hermoso y el Beta se la quedó mirando fijamente al ver el atisbo de sonrisa que se mostraba en sus labios.
Incluso con su camisa puesta se veía hermosa.
Era una hembra que destacaría con lo que fuera y parecía tan inocente que le hacía querer protegerla, por eso había mentido, aunque sabía que se metería en un gran problema si alguien sabía la verdad.
—Yo… no creo que eso sea justo. Ya has hecho demasiado por mí…
Caius sonrió negando con la cabeza sin apartar la mirada de ella.
—No mencionemos nada aquí, ya hablaremos después.
Ella enseguida comprendió que las paredes tenían oídos y que aquel no era el lugar donde debían hablar.
—Debes cenar con nosotros —le advirtió Caius cambiando el tema—. Las hembras de altos rangos comen aquí. No hay nada que temer si estás a mi lado. Si alguien te molesta, sal y ven a mi habitación.
—Trataré de no avergonzarte.
Para su sorpresa él tomó su mentón levantándole la cara para que lo mirara a los ojos.
Lana notó la sonrisa del macho, era cordial pero al mismo tiempo burlona, como si le divirtiera su timidez y fragilidad.
—Difícilmente me avergonzarías. ¿No te has visto en un espejo, Lana?
—No sé a lo que te refieres.
Él la soltó sin querer arruinar esa inocencia que parecía caracterizarla. Aunque recordaba la fiereza con la que se enfrentaba a su mejor amigo.
—Seguramente pronto lo descubrirás, pequeña Omega.
*
Caius había salido de la habitación para dejar que se cambiara.
‘’Dijo que no podíamos hablar aquí, pero ¿Cuándo vamos a hacerlo? Si mi estadía se prolonga en este lugar solo se complicarán las cosas para él y para mí.’’
Lana se miró al espejo después de estar lista y sonrió a duras penas.
No recordaba haber llevado un vestido tan bonito desde que era pequeña, y aunque fuera algo tonto para otras personas ella se setía hermosa por primera vez en años.
Como Nina le había dicho ni siquiera se miraba al espejo porque no le gustaba ver su reflejo en este. Pero por primera vez en años se había atrevido a hacerlo. Se había peinado y su cabello largo ya no estaba enmarañado, había hecho una trenza que caía hasta su trasero. Su rostro estaba desprovisto de suciedad y polvo por lo que podían verse perfectamente sus mejillas enrojecidas. Sus ojos violeta parecían brillar con las luces de la habitación.
De repente Lana se sobresaltó al escuchar el toque de la puerta y pensó que podría ser Caius pero al abrir se encontró con otro macho.
—Es hora de la cena —dijo este con el entrecejo fruncido.
—Estoy lista.
El macho no dijo nada más, ella tragó saliva y caminó tras él intuyendo que debía seguirlo..
El salón principal de la fortaleza sangrienta era amplio, frío y tallado en piedra gris. Al centro, una mesa de madera maciza se extendía entre antorchas encendidas. Los altos rangos ya estaban sentados, Alfa, Gamma, Delta.
A los lados de los dos últimos estaban las que Lana supuso eran sus compañeras comiendo carne cocida, pan de centeno y bebiendo vino oscuro. Sin embargo, a cada lado del Alfa habían dos hembras cada una tratando de llamar su atención, por sus vestimentas, Lana intuyó que se trataban de hembras del harem, lo que quería decir que el Alfa no tenía compañera aún.
Sus ojos se encontraron con los del macho y sintió un estremecimiento involuntario dentro de ella, una tensión que parecía ir más allá de todo lo que había sentido nunca y la ponía en alerta, le revolvía las entrañas, no le gustaba.
Las miradas de los otros habitantes de la mesa se clavaron en ella de inmediato.
—Mírala… —susurró una voz femenina.
—Ni joyas trae —rió otra.
—¿Ese vestido es de luto?
Lana sintió las mejillas arder.
Rápidamente buscó a Caius entre los presentes pero él… no estaba.
—¿Dónde está? —susurró al macho que la había guiado.
—El Alfa lo envió a una misión urgente hace unos minutos. Ocupa tu lugar.
El alma se le cayó al piso. ¿Sola? ¿Ahí? ¿Con esas miradas?
Sintió que su garganta se cerraba.
Ella caminó con la cabeza gacha hasta el asiento que le habían asignado junto a Caius.
A lo lejos, al final de la mesa, Eryx, el Alfa sangriento, alzó la copa sin apartar la vista de ella.
Ella lo notó.
Y lo evitó.
Pero él no dejó de mirarla.
Durante toda la cena, Lana comió apenas dos bocados. La tensión era insoportable. Las otras hembras vestían telas de seda y joyas brillantes.
Lo que ella pensaba era un vestido hermoso, las otras lo habían considerado desdeñoso pero poco le importaba.
‘’No me importa lo que digan, pronto ni siquiera me acordaré de sus rostros petulantes y odiosos.’’
Una de las hembras se inclinó hacia su compañera y murmuró, sin molestarse en bajar la voz:
—¿Crees que esa ratita del bosque pueda sobrevivir aquí? Está temblando como una hoja.
Todas rieron.
El Alfa, sin embargo, no apartaba la vista. Cada vez que sus ojos se cruzaban con los de ella, un escalofrío la recorría; no sabía si aquel efecto era por el miedo o por algo más antiguo y primitivo que la reconocía. No era una mirada de bondad, ni de desprecio, había algo más.
—Discúlpenme —musitó Lana antes de ponerse de pie cuando ya no pudo soportar ni las burlas constantes de las hembras, ni las miradas de aquel macho que sabía que tenía el poder de matarla con un chasqueo de dedos.
—¿Ya te vas, compañera del Beta? —soltó una de las hembras con tono burlón.
Ella no respondió.
Pero al girar, se encontró de nuevo esa mirada incómodamente intensa del Alfa.
Regresó a su habitación con el corazón encogido.
—Si esas hembras tontas creen que van a destruirme por decir tantas tonterías es obvio que no me conocen.
Si no las había enfrentado no era porque les tuviera miedo, sino porque sí temía al Alfa sangriento, no sabía demasiado de él pero era consciente de que incluso su propio padre le asustaba enfrentarse a él.
‘’Pero si vuelven a ofenderme de alguna manera cuando él no esté…’’
Ella respiró profundo tratando de calmar su enojo.
‘’Recuerda que realmente no eres la compañera de Caius y podrías meterlo en problemas. Lo mejor será que me calme.’’ Pensó con desagrado.
Un golpe suave en la puerta la sacó de sus pensamientos.
Al abrir, encontró a dos sirvientas. Las dos la miraron como si apestara.
—Traemos esto —dijo una empujando un baúl de madera.
La otra depositó una caja más pequeña sobre la mesa.
Sin decir más, se marcharon.
—¿Es para mí?
Lana abrió primero la caja pequeña y se quedó sin aliento.
Dentro había joyas de lo que parecía ser oro blanco y piedras que parecían diamantes azules.
Luego abrió el baúl.
Tres vestidos majestuosos.
Pensó inmediatamente en Caius.
—Dijo que iba a comprarme ropa, ¿Fue tan rápido al centro de la manada? Esto es tan bonito.
“Tal vez... solo quería que me sintiera mejor frente a los demás.”
Pero de ser así, ¿Cómo se había enterado tan rápido de lo que había sucedido en el comedor?
Detrás de esa fachada amable había un hombre que arriesgaría su vida por algo que considerara justo, nunca había conocido a nadie como él. Recordó la manera en la que miraba a su manada, él era un macho de alto rango, solo el Alfa tenía más poder que él, ¿Valdría ella la pena que se arriesgara por alguien como ella?
—Caius está haciendo demasiado por mí. Tengo que encontrar una manera de devolvérselo —se prometió a sí misma mientras se sentaba para esperarlo.
A lo lejos, en el pasillo de piedra, el macho miró a una de las hembras de confianza.
—¿Le diste la ropa que te pedí?
—Lo hice.
Él miró más allá y solo asintió con la cabeza tensando su mandíbula.
—Haz que las hembras no comenten nada sobre esto o me aseguraré de arrancarles la lengua una a una. Retírate.
Cuando la hembra se marchó, un aroma suave a lirios fue captado por sus fosas nasales ocasionando que su lobo gruñera en lo que sabía era posesividad.
La deseaba. Lo irritaba no poder arrancarse esa imagen de la cabeza, su trenza deslizándose por la espalda delicada, sus manos temblando sobre la tela. Quería ver sus ojos pero seguía bajando la mirada.
—No es tuya —murmuró para sí apretando los puños.
“Es la compañera de tu mejor amigo y Beta.”
Cerró los ojos un instante pero volvió a verla, vestida de blanco, asustada y valiente.
No era como las otras.No le temía como debía.Y eso lo enloquecía más.
Dio un paso atrás y desapareció en la oscuridad del pasillo antes de que alguien notara su presencia.
Pero la sensación no lo abandonó aunque debiera hacerlo.
Espero que les guste el nuevo capítulo :3