Juliette Lambert ha vivido en soledad, tan solo acompañada de sus pinturas y el recuerdo de un padre amoroso, guardando en secreto de aquel joven que hacia años robó su corazón. Viajando a Francia en busca de un hermano perdido, Juliette se vera en medio de dos hombres que tan solo por oler su curioso perfume, han quedado cautivados de ella, sin saber que aquellos hombres son en realidad hombres lobos que han decidido cada uno tomarla como su Luna y compañera. Edmond Rohan y Fernand Beaumont; enemigos declarados y con un pasado de lucha entre ambos, han quedado cautivados por la belleza y aroma de una misma mujer humana a la que desean tomar para sí mismos. ¿Uno de ellos es aquel joven del pasado de Juliette?, ¿O aquella obsesión tan solo traerá desgracias a todos?
Leer más“Tu hermano mayor, del que jamás te hablé antes, se encuentra en Francia, tienes que buscarlo, Juliette, búscalo y mantente a salvo, porque la luna llena se encuentra muy cerca. Encuentra a tu pareja, y se feliz, por favor.”
Juliette Lambert acariciaba aquella lápida fría que se hallaba al fondo del cementerio. En ella, yacía escrito el nombre de su padre, el único familiar que había conocido y amado, y a quien había perdido meses atrás debido a la terrible enfermedad que mermó sus días. Su madre, había muerto cuando ella era muy pequeña, por lo que no tenía recuerdo alguno de la mujer que le dio la vida.
En sus veinticinco años, la hermosa joven de cabellos castaños y ojos grises del color de las tormentas jamás había sido besada; ni siquiera había sentido el suave rose de una mano masculina sobre su cuerpo, pues el amor, si no era con aquel joven que un día conoció en los floridos campos de España hacia casi diez años atrás, no le interesaba en lo absoluto, y aquella petición de su padre que ahora llegaba a su memoria, le pareció imposible de cumplir.
Además de todo, Juliette estaba en la ruina, pues todo su dinero, lo había utilizado para mantener a su padre con vida…y al final, él también se había marchado.
Cumplir aquello que su padre le había dejado como su última voluntad, no sería lo mas sencillo, pues hasta el momento de su muerte, ella no se había enamorado mas que una vez y de aquel joven que, a veces, creía haber visto tan solo en sus sueños, pues nunca más volvió a saber de él. Además, sobre aquel hermano perdido, no había logrado ni siquiera encontrar un solo rastro, y aun siendo la famosa pintora que era, su ansiedad social y el costo de un viaje casi permanente a una nación extranjera, le habían complicado la búsqueda de su perdido pariente del que apenas y había sabido su existencia en el lecho de muerte de su padre, ya que este hermano desconocido, era el hijo de otra mujer diferente a su madre.
—Todo está listo señorita Lambert, el señor Beaumont le espera en París, se alegra mucho de que usted haya aceptado su propuesta. — decía un hombre que usaba un traje elegante, a las espaldas de Juliette.
Dejando un ramo de blancas rosas frescas sobre la tumba de su padre, Juliette cerró los ojos por un momento…aquella sería la última vez en tal vez mucho tiempo, que visitaría al padre que siempre amó y que la amó.
Caminando luego tras aquel hombre que ya la esperaba, Juliette se sintió angustiada al mismo tiempo que agradecida; había recibido una propuesta para trabajar en la valiosa galería de arte del museo de Louvre, cuyo dueño Fernand Beaumont, era un apasionado del arte, y un coleccionista empedernido que había recorrido el mundo entero en busca de piezas valiosas que incrementaban el incalculable valor de su colección.
Ella, tan solo tenia que clasificar aquellas obras de arte, además de impartir cursos de pintura privados en el museo…aquella oferta, había sido su salvación, pues de esa manera podría viajar a Francia sin pagar nada, y su elevado salario y días libres, los ocuparía en la búsqueda de su hermano perdido.
Mas pronto que tarde, y con el patrocinio del señor Beaumont, Juliette estaba ya sobre aquel avión que la llevaba ya a su destino, en tan solo unas horas, debía de decirle un hola a su nueva vida.
En un alto edificio en París, un apuesto hombre observaba aquella pintura hecha por una joven Juliette Lambert cuando ella apenas tenía dieciséis años; la pintura frente a él, la había catapultado a la fama internacional.
Los ojos azules de Fernand Beaumont apreciaban aquella obra de arte con fascinación, pues la mirada del lobo en ella era tan profunda y atrayente, que, a momentos, la pintura parecía cobrar vida propia. Quería conocer a la mujer humana que había pintado aquello, quería saber como era la dama que había capturado una esencia de su alma sin saberlo.
—La señorita Lambert arribará pronto a la ciudad, mi señor, ¿Quiere que envíe a los hombres a recogerla? — cuestionó un hombre a las espaldas de Fernand, sacándolo completamente de sus pensamientos.
Dando una mirada fría a su subordinado, Fernand soltó un gruñido bajo, que paralizó de inmediato al otro hombre.
—No vuelvas a entrar al despacho del Alfa sin pedir permiso…beta. Y sobre la señorita Lambert, quiero que la traigan directamente al museo a verme. — respondió Fernand soltando otro gruñido de advertencia.
En el aeropuerto de París, Le Bourget, y después de poco menos de dos horas de vuelo desde España a Francia, Juliette descendía del avión. Adormilada por el viaje, la hermosa joven buscaba su pasaporte entre su bolso mientras bajaba las escaleras, recién había salido del puente de abordaje, y sin detenerse ni mirar bien por donde iba caminando, repentinamente sintió chocar con algo demasiado duro, casi como una pared, y la joven cayó sobre el suelo.
—¿Por qué no se fija por donde va caminando?, ¿Acaso esta ciega? — cuestionó un joven y apuesto hombre de cabellos castaños y ojos verdes, quien le dio una mirada fría a Juliette.
—Yo, lo siento mucho, buscaba mi pasaporte. — respondió Juliette levantándose del suelo, y sintiendo un doloroso pinchazo en una de sus rodillas.
Se había hecho un raspón, y un poco de sangre se asomaba en su piel lastimada. Aquel joven hombre con el que Juliette había chocado, sintió como aquel delicado aroma de la sangre de la joven, se mezclaba con el perfume de jazmín que ella estaba usando, aquel aroma, lo había embriagado.
Durante un momento, Juliette creyó ver como los ojos verdes de aquel hombre desconocido, brillaron en color rojo intenso, y en un instante, el joven hombre la levantó con algo de brusquedad en sus brazos, al mismo tiempo que parecía olisquearla sin pudor alguno.
Juliette sintió como sus mejillas ardieron ante el repentino acto del mismo hombre que minutos antes la había llamado ciega.
—Señor Edmond Rohan, ¿Todo está en orden? — cuestionó una joven que miró aquella escena con curiosidad, pues su señor estaba sosteniendo a una desconocida jovencita entre sus brazos al mismo tiempo que parecía olerla.
Dando una mirada a la asustada Juliette en sus brazos, el señor Rohan sonrió mostrando un par de afilados colmillos que sobresalían intimidantes.
—¿Cuál es tu nombre mujer? Será mejor para ti decírmelo, pues desde este momento, tú me perteneces. — cuestionó Edmond Rohan.
Juliette sintió que sus mejillas ardieron aún más por aquello dicho por el hombre hasta ese momento desconocido.
—¡No se lo diré a un loco desconocido! — gritó Juliette al mismo tiempo que golpeaba el rostro de Edmond Rohan con su bolso, regando todo el contenido del mismo sobre el suelo.
Sorprendido por el acto, Edmond soltó a Juliette quien rápidamente tomó todo cuanto pudo del contenido tirado de su bolso, y con el pasaporte en las manos corrió hacia en donde se encontraban las demás personas, perdiéndose entre la multitud.
Edmond sonrió, y levantando una tarjeta de papel del suelo que se había manchado levemente con la sangre de Juliette, leyó el nombre en ella en voz alta.
—Juliette Lambert, pintora. — pronunció Edmond saboreando aquel nombre en sus labios.
—Mi señor, ¿Sera posible? — cuestionó la mujer que acompañaba a Edmond.
Edmond Rohan sonrió.
—Si, Colette, parece ser que finalmente he encontrado a mi Luna…su olor, ha despertado a la bestia que duerme dentro de mi…Juliette Lambert, tiene que ser mía. — respondió el Alfa sin dejar de mirar aquella tarjeta que tenía impregnado el aroma de Juliette.
Mirando aquellos papeles de propiedad, donde su nueva empresa seria construida como una trampa para lobos para aquellos dos que de diferente manera se habían ganado su odio y repulsión, sabia que Dark Woods le daría lo que quería, ayudándole a culminar aquella venganza cuya raíz había nacido en aquellos recuerdos de un ayer que no sería más…Beaumont y Rohan, no tenían idea de lo que les esperaba con aquel socio secreto que no era otro que el mismo.Gevaudan, 1987.La tarde había caído, el cielo se había teñido en tonalidades rosadas casi rojizas, en la mansión Rohan, cualquiera podría suponer que reinaría la soledad y el silencio como siempre, pero por aquella tarde no era así, el piano sonaba pero un eco de voces resaltaba a su alrededor pareciendo no respetar el talento del pianista, esta vez no era el claro de luna de Beethoven o alguno de los muchos nocturnos de Chopin, un joven Edmond en sus años de pubertad, no se sentía de humor para ninguno de ellos, en su lugar, en el elegant
Viejas paredes remodeladas lucían prístinas y brillantes, aquella casona era antigua y hermosa, remodelada a su gusto personal y el mejor refugio lejos del bullicio que alteraba sus destruidos nervios…los Beaumont y el Rohan, no tenían idea de que se encontraba en la vieja y hermosa Paris, incluso dudaba que alguien lo supiera…después de todo el no permitió que su hermana volviese a verlo después de casarse con ella…su dulce hermana había sido una mujer bellísima, su cabello de oro cobrizo era una rareza deseada por el Artista Frances, sin embargo la había forzado a teñirlo.El apuesto Eros veía con tristeza aquel cuadro que colocaban en el saloncito principal de la casona, recordó el dolor que durante tantos años de su más tierna infancia lo carcomió desde aquel día en que sus avariciosos padres habían vendido a su hermana a un familiar lejano para que cumpliese el papel de esposa de un joven que pronto heredaría todo el poder de los Beaumont originales, ellos, nacidos en la segunda
Acariciando la pulsera en su mano, una vez mas no se sentía ella misma, todo comenzaba a volverse extraño y confuso, no había tenido de vuelta aquellos sueños húmedos con Edmond, Beaumont ni nada con relación a ellos dos, también, pensaba en su hermano perdido, y de nuevo, venía a ella la inquietud de lo dicho por Travis, la posibilidad de que su hermano fuese un asesino, recargándose en el vidrio de la ventana, en ese momento deseo tomar un avión de regreso a su antiguo hogar y olvidarse de todo, pero, sabia…no podía hacerlo.Había llegado al lujoso restaurante, todo era tal cual lo había imaginado, la sofisticación y el lujo eran todo cuanto se apreciaba en el sitio, la habían guiado hasta la mesa donde ya la esperaba su anfitrión con una enorme sonrisa dispuesta, de nuevo, aquel sentimiento de familiaridad la embargaba, aquella sonrisa le recordaba de cierta manera a la de su padre, aunque, en realidad, el joven Ceo no era en nada parecido a él, sonriendo para él, Juliette tomo el
Una charla casual, un taller de pintura, un encuentro fortuito en el parque una noche no demasiado oscura, un rincón sobre una banca, besos fogosos y apasionados, toqueteos inesperados y deliciosos, un hombre que tenía una llama interior oculta de los ojos del mundo, una llama que solo a ella parecía mostrarle dejándole ver qué era más que un Ceo y multimillonario serio con un imperio a cuestas para cargar, era un hombre fogoso, con ese fuego oculto que le encantaba, y que la hacía desearlo desnudo sobre ella, tomándola por los cabellos mientras la tomaba con violencia, forzándola a mirarle a los ojos, aquellos ojos castaños profundos y misteriosos que la hacían desear cada uno de los secretos que se guardaba para sí mismo...se estaba convirtiendo en una depravada...y por alguna razón, aquello no la molestaba en lo más mínimo, tan solo la hacía sentir deseo de tener un trío con ellos dos, que la tomarán una y otra vez, que aquellas manos fuertes que tenían ambos, estrujaran sus pechos
— Bueno, es que, vine aquí después del museo, pero me he quedado dormida en una de las bancas, ahora mismo es que regreso a casa — respondió Juliette con timidez.En un impulso, Edmond tomo a aquella hermosa mujer y beso sus labios con pasión, con desespero, tomándola entre sus brazos, la arrastro hasta aquella misma solitaria banca donde la joven había estado durmiendo, no había una sola alma en el lugar, no había nadie que mirase, aquella falta que ella estaba usando, facilitaría las cosas, no había podido visitarla en sus sueños, y al mirar su muñeca pudo entender el porqué, una protección de cierto afamado alquimista sobrenatural, pero, por ese momento, no pensaría en ello, besándola como un demente, desesperado por probar su sabor, bajo su mano hasta la dulce y prohibida intimidad de la mujer de cabellos rubios, comenzando a toquetear aquel botón de rosa que se ocultaba como un tesoro entre sus piernas, Juliette, sintió tocar el cielo ante aquello, quería quitarlo, pero no podía,
Saliendo de aquel museo, no deseo regresar de inmediato al departamento, la tarde había caído, en unas horas seria de noche, y tal vez, saldría a cenar con aquel amable hombre que tuvo la fortuna de encontrar esa mañana, decidida a caminar durante un rato antes de sumergirse en su ya demasiado arraigada rutina, dirigió sus pasos hacia la plaza principal, aunque, quizás, aquella no había sido la mejor de las ideas, el lugar estaba repleto de parejas que parecían compartir un buen momento, aquella sensación de infinita soledad, la invadía de vuelta, sentándose en una banca bajo la sombra de un enorme árbol, Juliette recargo su espalda y cerro sus ojos, el aire que soplaba se sentía ligero, refrescante, escuchaba los murmullos en la lejanía, aquel lugar escogido estaba, quizás, demasiado apartado del tumulto de personas que iban en un vaivén de un lado a otro paseando sus perros o charlando con sus parejas, en su vida, todo era lo mismo, había sido un día y era una tarde como cualquier o
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