Marcada por el Alfa sangriento, ¡Yo no soy tuya!
Marcada por el Alfa sangriento, ¡Yo no soy tuya!
Por: ANGGIE VILLALOBOS
1. ¡Yo no soy tuya!

—Ellos hacen una pareja perfecta, ¿No lo crees?

Lana no podía quitar la vista de los dos.

El dolor en su pecho era casi imposible de disimular.

En el centro del lugar estaba el Alfa Eryx, tan dominante, imponente y peligroso como siempre, su rostro era una máscara indescifrable.

Estaba rodeado de hembras que ansiaban ser elegidas por él como su compañera.

Entre ellas estaba Nina, su hermana. Tocándolo como si le perteneciera, y sin embargo, él no la apartaba.

—Diosa Luna, él es guapísimo —escuchó a otra hembra a su lado.

Lana sabía que no tenía derecho a sentir celos, ella no era más que otra de sus concubinas, forzada a pertenecerle hasta que encontrara a su compañero pero eso era casi imposible pues él apenas la dejaba salir de su habitación.

Se había sorprendido de que esa noche fuera invitada, aunque más tarde se había enterado de que era obligatorio que todas las hembras asistieran esa noche, decepcionándola.

Incluso aunque supiera que ella nunca sería nadie para él, eso no significaba que no doliera.

—El Alfa hoy debe marcar a su compañera elegida —habló nuevamente Valeria con esa sonrisa venenosa que la caracterizaba.

Lana ni siquiera se inmutó.

—Solo la hija de un Alfa como Nina podría ocupar el lugar de la Luna de un Alfa tan poderoso como Eryx.

Lana sabía que ese era el mismo pensamiento que tenían todos en la manada. Incluyendo a Eryx, de no ser así, él ya la habría nombrado su Luna después de marcarla la noche pasada.

Pero en lugar de eso seguía siendo únicamente la hembra oculta que él solo buscaba para poseer.

“¿Por qué me marcaste si te mantienes tan lejos de mí?”

“—Eres mía.” Había gruñido él con tanta posesividad la noche anterior.

Los recuerdos volvieron a ella haciéndola olvidar por un instante dónde estaba, rememorando el pasado.

*

LA NOCHE ANTERIOR:

El pasillo se encontraba casi desierto mientras que ella intentaba volver a su habitación para no ser vista por nadie.

Su corazón latía con urgencia bajo su pecho y entonces antes de poder ingresar en la habitación. Una sombra bloqueo su camino, ni siquiera tenía que alzar la cabeza para darse cuenta de quién estaba frente a ella. Lana dio un paso atrás, pero antes de que pudiera huir, el macho frente a ella hizo que su espalda se apoyara contra la pared en un movimiento rápido.

—Ah…

Su aroma llegó a sus fosas nasales entonces alzó la cabeza encontrándose con los ojos de

Eryx que ardían de furia contenida y algo más peligroso.

—¿Huyendo? —Su voz grave hizo que su piel se erizara por completo al mismo tiempo que se inclinaba más cerca.

Lana tragó saliva nerviosa.

—N-no.

La electricidad se sintió en el aire como cada vez que estaba cerca de ese macho.

Cuando ella iba a bajar la cabeza, él la sostuvo de la barbilla. Su mano callosa se puso sobre la pared junto a su cabeza, bloqueando cualquier intento de escape que estuvieran planeando.

—¿De dónde vienes?

—De la cocina.

Él la miró con ojos entrecerrados como si estuviera buscando la verdad en sus pupilas.

Su aliento chocó con el suyo al acercarse.

—Espero que no estés mintiéndome, Lana —su voz sonaba a amenaza implícita.

Ella se puso mucho más nerviosa de lo que ya estaba pero fingió que era inmune a él.

—De todas maneras, no es tu problema. Si encuentro a mi compañero dejaré de ser tu concubina.

Un gruñido resonó en el pecho del Alfa y la furia cubrió sus facciones.

—¿Eso es lo que has estado buscando? ¿Al bastardo de tu compañero?

Su sonrisa fría la asustó mucho más que su ceño fruncido. Y su cercanía estaba causando estragos dentro de ella.

Quería huir lo más pronto posible, pero estaba convencida de que él no la dejaría.

—Sí…

Eryx cortó sus palabras golpeando la pared a su lado sobresaltándola.

—No me gusta compartir, Omega.

Ella soltó un grito al sentirlo tomarla por la cintura cargándola sobre su hombro para entrar en su habitación.

Cerró la puerta detrás de él y la arrojó a la cama.

—Tú eres mía, Lana. Más te vale que lo tengas claro, ningún otro macho va a tocarte, solo yo —declaró él furioso.

El Alfa enjauló su cuerpo con el suyo haciendo que ella gritara buscando liberarse.

Lana golpeó su pecho histérica, furiosa consigo misma por desearlo.

—¡No te atrevas! —gritó ella.

Él no la escuchó.

Apartó su cabello del cuello entonces hundió sus colmillos en ella, la marcó haciéndola sollozar y gemir al mismo tiempo.

La fuerza del deseo abrasador casi la cegó por un momento.

Sus uñas se clavaron sobre la piel de su pecho.

Eryx la miró en una mezcla de lujuria e ira antes de apoderarse de su boca con un beso intenso que sacudió a ambos.

Lana no quería corresponderle pero su instinto era más fuerte.

Sus labios se acoplaron enseguida hasta que ella recuperó un poco de cordura y lo mordió ocasionando que ambos se separaran.

—¡No tienes derecho!

Eryx le sonrió con malicia lamiendo la sangre que ella misma le había causado sin dejar de verla a los ojos.

—¿De verdad? Ahora llevas mi marca. Ningún otro macho va a tocarte otra vez.

—La marca se borrará, el vínculo no está completo.

—No me provoques, Omega. Al parecer se te olvidó con quién estabas tratando.

—Te odio.

La expresión de él no cambió, pero su mirada se volvió más intensa.

Su mandíbula se tensó.

—Aunque me odies, eres mía y lo seguirás siendo hasta que yo lo decida —sentenció.

—¡Yo no soy tuya!

Él pasó un pulgar por su labio inferior haciéndola estremecer.

—¿De verdad? Avísale a tu cuerpo. Mañana te quiero en la maldita recepción, Lana. O haré que te arrastren ahí —declaró él antes de soltarla.

Él se apartó de golpe.

Le dio una última mirada y luego se marchó como si no hubiera estado allí.

Como si no acabara de romperla.

Ella se llevó una mano a donde la había marcado sin poder creer que lo había hecho.

“¿Por qué lo hizo? ¿Qué significa esto?”

—Sea como sea, tengo que irme de aquí —susurró ella temblorosa.

Su cuerpo ardía de ira, humillación y… deseo.

Por más que no quisiera admitirlo, su cuerpo respondía ante él y ella conocía las razones.

Era su verdadera compañera.

Pero estaba ocultando su aroma para que él no lo supiera.

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