En un mundo donde la magia y la pasión reinan, Alana, una joven con un destino único, se encuentra en el centro de una lucha por el amor y la supervivencia. Tres reyes Alphas, cada uno con su propia personalidad y deberes, han sido los responsables de herir de diferentes maneras a Alana, sin saber que ella es su pareja destinada. Ahora, los Alphas deben dejar de lado sus diferencias y trabajar juntos para ganarse el amor de Alana, o de lo contrario, todos morirán, ya que la conexión entre ellos es débil, y si no logran fortalecerla, la muerte los espera. A medida que Alana se enfrenta a sus propios sentimientos y a la verdad sobre su destino, debe decidir si puede perdonar a los Alphas y unirse a ellos en una unión que podría salvarlos a todos. Pero ¿podrán los Alphas demostrar su valía y ganar el corazón de Alana antes de que sea demasiado tarde? ¿podrá Alana aceptarlos finalmente?
Leer másLa luna llena brillaba en el cielo, proyectando una luz plateada sobre el bosque nocturno, mientras la loba pelirroja con tonos cobrizos y blancos, corría con gracia por el sendero forestal, su cola ondeando detrás de ella y su pelaje rojizo brillaba en la oscuridad, como si estuviera iluminado por una llama interna, sus patas se enterraban en el suelo húmedo, disfrutando de esa sensación por primera vez, al fin Alana no solo tenía a su loba, sino que se había transformado, su emoción era tal que no se había percatado que tres lobos negros, la seguían de cerca, los trillizos, Osiel, Edur y Otto, la asechaban, sus patas silenciosas se movían sobre las hojarasca y el musgo, sus ojos amarillos brillaban en la oscuridad, fijos en la figura de Alana, jamás habían observado una loba como esa, su pelaje, su figura, toda Alana era única, sin lugar a dudas, ella brillaba con luz propia, como si fuese fuego corriendo por el bosque, mientras los hermanos Alphas, eran sombras en la noche, ya que su pelaje negro parecía absorber la luz de la luna, haciéndolos casi invisibles entre las sombras.
Pensaron que estaban haciendo bien su trabajo, solo la seguirían a la distancia, cuidando que ningún otro macho, pensara que tendría una oportunidad con su destinada, una para los tres y aun se preguntaban como lo harían, pero Alana tenía buena audición, ahora, al fin tenía a su espíritu animal, ahora ya no era la estúpida anormal inútil de la manada y cuando se dio cuenta de que los tres hermanos la habían seguido, se detuvo bruscamente, su pelaje se encrespo, y al girar los miró con una mezcla de miedo y rechazo en sus ojos, su desprecio era tan claro que, Otto, Osiel y Edur se detuvieron, la desesperación afloro en sus rostros, como también la determinación, no la perderían, no la dejarían escapar, sus intenciones estaban claras en sus rostros lobunos, pero Alana no estaba interesada, y ellos lo sabían muy bien, antes la despreciaron, antes la rompieron, ya no más se dijo la loba y con un gruñido, se dio la vuelta y salió corriendo en dirección opuesta, alejándose de los tres Alphas.
Y fue cuando la persecución se convirtió en una carrera desesperada, los tres hermanos corrieron con todas sus fuerzas, sus patas golpeando el suelo con fuerza y aunque Alana corría con una velocidad sorprendente, su pelaje rojizo brillando en la oscuridad no le permitió el perderlos, aunque los árboles parecían pasar volando a su lado, y el viento rugía en sus oídos. Otto, Osiel y Edur estaban decididos a atraparla, y Alana parecía estar corriendo por su vida.
La distancia entre ellos se reducía con cada paso, y los tres hermanos podían sentir el olor de Alana cada vez más cerca, la humana podía rechazarlos, pero la loba aun no sabía que hacer, y eso les daba una mínima de esperanza, sus corazones latían con fuerza, y sus pulmones ardían por el esfuerzo, pero no se detendrían hasta que la hubieran alcanzado, porque Alana era su destinada, y no permitirían que se les escapara.
La persecución finalmente llegó a su fin cuando los tres hermanos Alphas alcanzaron a Alana, Otto, con un movimiento rápido y preciso, mordió una de las patas delanteras de la joven loba, sujetándola con fuerza, mientras Edur, por su parte, se lanzó hacia la pata trasera de Alana, mordiéndola con igual fuerza, inmovilizándola, y aun así Alana gruñó y se debatió, lucho por liberarse, tratando de morder aunque sea a uno de los dos que la habían atrapado, pero los dos hermanos la sujetaban con firmeza y fue cuando Osiel, el más dominante de los tres, se acercó a Alana y la miró a los ojos, su mirada intensa y dominante, pero a la vez comprensiva, porque sabía muy bien lo que habían hecho, como también sabía lo mucho que le costaría conseguir el perdón de su luna, por lo que decidido a tratar de hacer borrón y cuenta nueva, con un movimiento suave pero firme, mordió el cuello de Alana, sometiéndola.
Alana finalmente se rindió, su cuerpo tenso y su respiración agitada, mientras veía a los tres hermanos Alphas que ahora la rodearon, sus ojos fijos en ella, y su lenguaje corporal indicaba que la habían sometido, habían ganado, la reclamarían como suya, allí bajo la luna llena que brillaba sobre ellos, iluminando la escena con una luz plateada.
En ese momento, la faceta animal de los lobos se hacía evidente. La lucha por la dominación había terminado, y los tres hermanos Alphas habían salido victoriosos. Alana, la loba pelirroja, se había sometido a su voluntad, y ahora estaba bajo su control.
La escena era intensa y primitiva, con los lobos mostrando su naturaleza salvaje y dominante. La sumisión de Alana era un acto instintivo, y los tres hermanos Alphas la tomaban como su luna. La dinámica entre ellos era clara: los Alphas mandaban, y Alana se sometía, o eso es lo que creían, porque si, la loba podía ser que se diera por vencida, pero ella también era humana, misma que habían despreciado y humillado, y aunque Alana no sabia manejar el cambio, solo deseo ser humana una vez más, porque de ninguna manera se aparearía con ellos, ni como animales, ni como humana, pero si regresaba a su ser razonante, quizás, tendría una oportunidad.
—Diosa. — se quejó la joven cuando de pronto dejo de ser loba y regreso a ser humana, pasando por alto, las mordidas que su cuerpo animal había sufrido, que tardaría mucho mas en curarse si era humana. — Maldición. — llorisqueo al ver sangrar su brazo derecho, pierna izquierda y sentir la sangre caer por su clavícula.
— Maldición Alana. — la voz molesta de Osiel la hizo cubrirse y verlo con miedo, porque malditamente ellos eran los futuros reyes, ellos podían hacer lo que quisieran con ella.
— Ven aquí pequeña, deja que te ayude. — Edur hablaba con miel en sus labios y Alana solo lo vio con desconfianza.
— Déjenme, yo puedo sola, siempre pude. — escupió con acides, pero es que le era imposible mantenerse callada.
— Alana. — Otto hablaba con paciencia, la misma con la que entrenaba a los cachorros en la manada. — No eres tú la que habla es tu loba. — trato de explicar y cuando Alana lo vio dar un paso al frente, trato de ponerse de pie, pero no pudo.
— Suficiente, si te comportas como un cachorro, se te tratara como uno. — Osiel dio una zancada y la tomo en brazos, provocando que la joven lo viera con miedo, algo que no le agrado al mayor.
— No te haremos nada de lo que crees Alana. — refuto apretando los dientes, al verla cubrir sus pechos.
— Eso no parecía hace un momento. — ¿Por qué no podía hacer silencio? Tal vez Otto tenía razón, y era su espíritu lobo hablando por ella.
— Hace un momento tu loba nos estaba coqueteando. — murmuro cerca de su oído Otto y de forma inconsciente Alana se pego al pecho de Osiel, quien sonrió con agrado.
— Eso… — no podía negarlo, había cierto frenesí en esa persecución, y algún tipo de orgullo en que los Alphas perdieran la cordura y la mordieran, porque malditamente ella los había llevado a eso, pero jamás lo admitiría. — Eso no es lo que yo deseaba. — termino susurrando, notando como ninguno de ellos veía su cuerpo desnudo, y tratando de no ver más a bajo que el rostro de esos tres bastardos.
— Lo sabemos. — dijo no muy contento Edur.
— Claro que deberían saberlo, ya se los dije. — rebatió, mientras trataba de alejarse de Osiel, pues lo estaba manchando de sangre.
— Quieta. — dijo el mayor y Alana lo obedeció, era uno de los próximos reyes después de todo.
— No funcionamos así Alana. — la voz de Otto la hizo verlo. — Tu lado humano puede decir una cosa, tu lado animal otra, pero al final del día, solo uno ganara.
Bien, ahora Alana no estaba tan contenta de tener a su loba.
Otto irrumpió en la cabaña abandonada, la madera rechinó bajo su peso con un sonido que parecía un grito lastimero en medio de la noche oscura, su corazón latía frenético, no solo por el esfuerzo de la carrera, sino también por el miedo que le atenazaba al mirar a Alana desfallecida en sus brazos, con sus labios tan azules que casi eran negros, y sin perder tiempo la depositó en la cama con suma delicadeza, como si temiera que cualquier movimiento brusco pudiera romperla, sus ojos azules, recorrieron el rostro pálido de la joven, la forma en que los mechones de cabello cobrizo que caían como un halo desordenado sobre las mantas ajadas, y el temblor de su cuerpo que no cesaba, dejándole en claro que por más que al fin estaban bajo un techo que los protegiera de la nieve que fuera caía, el peligro para Alana no había acabado, pues la cabaña estaba helada y no había leña para encender la chimenea, además el aire frío se colaba por cada grieta de las paredes, mordiendo la piel desnuda de
La noche invernal envolvía el bosque en su abrazo gélido, y la nieve crujía bajo las patas de los dos lobos que corrían con libertad por el suelo helado, Alana, en su forma de loba de pelaje cobrizo y ojos brillantes como estrellas fugaces, era un destello de vida en la oscuridad, su figura destacando entre los árboles como una llama danzante, mientras que Otto, rompía con la blancura de la nieve, antes su pelaje negro e iluminaba la noche con sus ojos amarillos que parecían lunas profundas y misteriosas. Otto la seguía no solo con el cuerpo, sino con el alma, la conexión entre ellos era palpable, como si la misma naturaleza los hubiese diseñado para estar juntos, y es que así era, los dos lobos corrían en un juego de persecución, sus patas golpeando el suelo con un ritmo constante y armonioso, donde Alana se desviaba bruscamente hacia la izquierda, y Otto, ágil y rápido como una sombra que baila entre luces, la seguía sin perderle el rastro. La nieve volaba detrás de ellos formando
Otto salió tras Alana, pues habían pactado que el Alpha le daría clases para refrescar la memoria de la pelirroja, y así poder controlar a su loba, para evitar cualquier incidente fuera de la manada que los dejara al descubierto con los humanos.El bosque se extendía ante ellos como un océano de sombras y blanco gracias a la nieve acumulada en el suelo, las copas de los árboles, desnudas por el invierno, se alzaban hacia el cielo como gigantes inmóviles, sus ramas cubiertas por una delicada capa de escarcha que brillaba bajo la luz argentada de la luna y, la nieve crujía bajo sus botas con cada paso que daban, rompiendo el silencio sepulcral de la noche, el aire era frío y limpio, casi cortante, llevaba consigo el tenue aroma de la madera húmeda y el hielo. Alana sentía que el bosque respiraba, vivo y eterno, como un testigo de todo lo que ocurría bajo su manto.Otto lideraba el camino, caminando con una seguridad que parecía casi natural y obviamente así era, de los tres príncipes,
La mansión en el corazón del bosque resplandecía bajo la luz cálida de docenas de lámparas de araña suspendidas en sus vigas de madera tallada, los muros estaban adornados con tapices antiguos que narraban historias de reinos olvidados, mientras un fuego crepitaba en la chimenea de mármol, proyectando sombras danzantes sobre los pisos de madera pulida, la opulencia no había sido relegada a los castillos; aquí, en esta aislada pero majestuosa residencia, cada rincón hablaba de una riqueza atemporal y elegante.El comedor, con sus largas mesas de roble oscuro, estaba dispuesto para un banquete, con vajilla de porcelana fina y cubiertos que brillaban gracias a la plata con la que habían sido fabricados, pues a diferencia de lo que se decía en las leyendas, a los hombres lobos no les afectaba la plata, al menos no a estos hombres lobos. Los grandes ventanales ofrecían vistas al bosque circundante, donde la luz de la luna se filtraba entre los árboles, añadiendo un brillo plateado al ambie
Osiel, Edur y Otto se reunieron en la oficina del rey, un espacio amplio con paredes cubiertas de libros antiguos y un gran escritorio de madera oscura que dominaba la habitación y Edur no pudo evitar pensar que podían remodelar ese lugar para que Alana no extrañara el café, donde pasaba las tardes luego de la universidad con sus amigos, salvo que podria pasar las tardes con ellos, luego de almorzar, si incluso se visualizaba, trabajando junto a sus hermanos mientras disfrutaban de la presencia de Alana en ese lugar, y mientras Edur soñaba despierto, afuera, el cielo comenzaba a teñirse con los colores cálidos del atardecer, y la cena aún estaba a una hora de distancia. Mientras tanto, Alana se encontraba poniéndose al día con Lina, la reina de los lobos debía preparar a su sucesora, aunque Alana no estuviera todavía decidida a dejar marcarse por los príncipes.Edur se sentó en una de las sillas frente al escritorio, con su expresión solemne marcando el tono de la conversación antes d
El almuerzo había finalizado quizás con mucha rapidez, y poca alimentación para Alana, pero al menos Edur consiguió que la pelirroja le aceptara un café.— ¿En qué piensas? — preguntó Alana de repente, rompiendo el silencio que entre ellos flotaba, pues había notado la expresión pensativa de Edur mientras miraba a través del vapor de su café.— En Benjamín, su madre y su prometida. — respondió el Alpha sin rodeos, su tono de voz era bajo, pero la gravedad de sus palabras hizo que Alana se tensara. — Uno de ellos fue quien te drogo anoche, y merecen un castigo, puede que dos de los involucrados o sospechosos, sean el príncipe y reina de los vampiros, pero pertenecen a Redomón, y me corresponde a mi poner un castigo a su falta. — Alana dejó su cuchara lentamente, horrorizada por lo que acababa de escuchar, sus ojos buscaron los de Edur, y en ellos vio una determinación feroz que le preocupó, y una vez más intento tener el favor de uno de sus destinados, aunque ya había fallado con Osi
Último capítulo