Mundo ficciónIniciar sesiónUna ex Luna marcada por una vida que la destruyó. Un Alfa que la repudió… y la quiere de nuevo. Un príncipe que podría salvarla… o terminar lo que su hermano empezó. Lyra ha regresado del más allá con un solo propósito: cambiar su destino. En su vida anterior fue repudiada por el Alfa Ronan, obligada a parir su heredero y condenada al olvido. Ahora, reencarnada y con todos sus recuerdos, se encuentra atrapada entre dos hermanos: Ronan, el tirano que la desea como trofeo, y Lucian, el príncipe que guarda un secreto capaz de derrumbar todo el linaje. Pero el juego de poder es más oscuro de lo que imagina. Ronan la quiere como concubina. Lucian la necesita como arma. Y el Concejo exige un heredero… a cualquier precio. Tres vidas unidas por la luna. Un Alfa decidido a poseerla. Un heredero dispuesto a protegerla. Y una Luna repudiada que descubre que su reencarnación no fue un regalo… sino una sentencia. ¿Podrá Lyra romper el ciclo de dolor, o la luna la condenó a amar aquello que más debería temer?
Leer másEl eco del agua cayendo desde el techo era la única compañía que tenía. Un goteo irregular, húmedo, frío… parecido al tempo errático de su respiración. Cada lágrima que caía por su rostro se mezclaba con la humedad del calabozo, como si ese lugar quisiera apropiarse también de su tristeza.
La piedra parecía absorberlo todo: su dolor, su miedo, incluso su nombre.Lyra llevaba horas… o quizá días… encadenada a la misma pared. Las manos, suspendidas sobre su cabeza, estaban amortiguadas por la herrumbre que se mezclaba con la sangre seca. El metal le mordía la piel con la intensidad de un depredador paciente. El olor a óxido, barro viejo y desesperación impregnaba cada bocanada que inhalaba.
Su mejilla ardía donde el consejo la había golpeado tras declararla culpable. La marca se sentía caliente, inflamada, como una herida que todavía respiraba odio. Ese latido agudo en su piel era un recordatorio constante de que ya nadie la veía como persona.
Solo como un estorbo que debía desaparecer.El mismo odio que él le había tenido desde el principio.
Ronan.
El Alfa de Fuego de Bruma. Su verdugo. Su dueño. El hombre que la había tomado con brutalidad y luego la había odiado por el único pecado que ella jamás cometió: sobrevivir.Una carcajada amarga escapó de su garganta al pensar en lo absurdo de todo.
—¿Cómo…? —susurró al vacío—. ¿Cómo pueden creerlo…?¿Cómo podían pensar que una madre mataría a su propio hijo?
A Sebastián.El recuerdo del pequeño cuerpo inerte sobre las sábanas aún la perseguía incluso cuando cerraba los ojos. La sangre. El silencio. El instante en que sus rodillas cedieron y su alma se quebró por completo. Ella había sido la primera en encontrarlo; había sido su grito el que alertó a los guardias.
Y aun así la señalaron como la asesina.
Porque era lo más conveniente. Porque el Alfa lo pidió. Porque nadie se atrevería jamás a contradecirlo. Así funcionaba el poder en aquella manada: la verdad nunca importaba más que la palabra del Alfa.Lyra apretó los dientes, intentando no llorar, pero el dolor la desbordó. No solo el físico. Sino aquel que se había instalado en su pecho desde hacía años. Ese que había comenzado la noche en que su propia manada, Luna Silente, cayó bajo el fuego y las garras de Fuego de Bruma.
Ella todavía recordaba la traición de su pueblo.
Recordaba las tropas de guerreros enemigos adentrándose en el palacio del alfa, los gruñidos, los gritos de terror de los sirvientes. Recordaba cómo el aire se impregnó de humo y miedo, cómo la luna se ocultó tras nubes rojas como si también temiera mirar.Cómo su padre había entrado a su habitación intempestivamente, en un intento desesperado de salvarla, y cómo cayó ante Fuego de Bruma. Recordaba cómo la entregaron a Ronan como trofeo, como botín de guerra, como símbolo de sometimiento.
Recordaba la mirada del Alfa cuando la vio por primera vez.
Esa mezcla de hambre, rabia y un deleite cruel que nunca olvidaría.Y recordaba la noche en que él la tomó con violencia, marcándola para siempre.
Después… después todo cambió en un instante.
Porque él lo supo.
Ronan, con toda su sangre alfa, su instinto, su poder… supo de inmediato que ella había concebido. Lo sintió. Lo olió. Lo reconoció.Y como llevaba más de ciento cincuenta años sin descendencia, como ninguna mujer había sobrevivido jamás a la gestación de un hijo suyo… la dejó vivir.
Ella había sido la única capaz de traer al mundo un heredero: Sebastián.
Su milagro. Su luz.Y aun así, después del parto, la relegaron a la servidumbre.
La Luna convertida en esclava. La madre del heredero convertida en sombra.El concejo había obligado a Ronan a aceptarla como Luna por el bien del linaje, pero él jamás lo había perdonado. La había castigado por ese embarazo todos los días de su vida.
Hasta que apareció Selira, la princesa alfa de Sombra Carmesí.
Perfecta. Bella. Poderosa. Todo lo que Lyra no era.Ronan había decidido que Selira sería su nueva Luna. Para eso debía repudiar a Lyra. La humillación fue pública. Cruel. Irreversible.
Y cuando Sebastián murió…
Lyra tembló. Cuando su hijo murió, todo terminó.La sentencia llegó sin juicio. El consejo la declaró culpable sin escucharla. Ronan exigió su muerte, y el consejo obedeció.
Ellos nunca la habían visto como Luna.
Ni siquiera como mujer. Solo como un recipiente que había servido su propósito.Ahora, ese recipiente sería destruido.
La luz cálida que apareció en su celda la tomó por sorpresa. No era fuego. No era antorcha. Era un resplandor suave, casi maternal, que no debería existir en un lugar como ese.
Una figura femenina comenzó a formarse frente a ella. No tenía rostro definido, pero Lyra sintió su presencia como un abrazo que había esperado toda la vida, como si ese brillo conociera cada fragmento roto de su alma.
—¿Quién eres…? —balbuceó, con la voz rota—. ¿Vienes a salvarme…? ¿O eres la muerte?
La figura no respondió de inmediato. Su silencio era profundo, casi sagrado.
Cuando finalmente habló, la voz no llenó el aire: llenó a Lyra.
—¿A dónde deseas volver?
Volver.
Esa palabra la perforó.Volver a qué.
¿A su vida rota? ¿A los días de humillación? ¿Al dolor? ¿A Sebastián… sin Sebastián?No respondió.
No podía.Sus lágrimas fueron la única respuesta.
Y, agotada, cayó dormida.
~~~
El agua helada la despertó con violencia.
—Levántate —ordenó una guardia—. Debes prepararte.
Un vestido blanco cayó frente a ella.
Blanco para la muerte.
Blanco para celebrar su final.
La llevaron al centro de la plaza. La multitud gritaba. Algunos con morbo. Otros con indiferencia. Nadie con compasión.
Había tantos rostros, pero ni un solo par de ojos que la viera como madre, como víctima, como algo más que un cadáver anunciado.
El verdugo levantó el látigo.
El primer golpe la hizo arquearse de dolor.
El segundo le arrancó un recuerdo.
El tercero le cortó la respiración.
Con cada latigazo, Lyra veía a Sebastián.
Su sonrisa.
Su llanto.
Su primer “mamá”.
Cuando cayó inconsciente, la despertó la sensación del arrastre. La ataron a un peso de hierro y la arrojaron al lago.
El impacto del agua le robó el aire.
Pataleó.
Luchó.
Intentó nadar.
Pero el peso la hundía más y más. La luz se desvaneció. El frío se transformó en silencio. Y Lyra se dejó ir.
Murió.
~~~
Lyra jadeó al incorporarse.
La habitación estaba iluminada por el sol de la mañana.
El aire olía a madera pulida y flores secas. El espejo frente a ella mostraba un rostro joven. Demasiado joven.Sus manos no tenían cicatrices.
Su cuerpo no tenía heridas. No era la sirvienta humillada. No era la Luna repudiada.Era ella.
La Lyra de antes. La princesa de Luna Silente.El cuarto que había sido destruido la noche en que su manada cayó estaba intacto.
Un grito afuera la hizo sobresaltarse.
Los recuerdos la golpearon.—¡Nos atacan! —vociferó un guardia.
La puerta se abrió de golpe.
Su padre entró, vivo, desesperado, respirando.
—¡Lyra! ¡Debes venir conmigo! ¡Ahora!Lyra sintió que el mundo se partía en dos.
La figura luminosa.
Su pregunta. “¿A dónde deseas volver?”El destino había respondido por ella.
Ella… ella había vuelto al pasado.
A la noche en que todo comenzó. A la noche en que la traicionaron. A la noche en que Ronan la tomó.No era salvación.
Era una segunda condena.El inicio del ciclo que la había destruido… otra vez frente a ella.
Y Lyra entendió, con un terror profundo, que esta vez no tenía a Sebastián para salvarla.
Pero sí tenía memoria.
Y esa era su nueva arma.La habitación estaba tan silenciosa que Lyra creyó escuchar el eco de su propia respiración golpeando las paredes. La puerta seguía cerrada, pero el símbolo marcado en el marco parecía palpitar todavía, como si retuviera el calor de la mano de Ronan… o el de algo peor.La cama estaba destrozada.El colchón hundido donde el alfa la había aplastado.Las plumas blancas seguían suspendidas en el aire, cayendo lentamente, como nieve maldita.Lyra no se movió al principio.No podía.El pulso en su marca aún vibraba, suave pero insistente, como un latido ajeno al suyo. Era una sensación cálida, casi dulce, pero teñida de un nerviosismo que le erizaba la piel. Aquello dentro de ella había respondido… pero ¿a qué?A la voz, sí.A la magia, tal vez.A Ronan… no.De eso estaba segura.Su respiración se aceleró. Se llevó la mano al pecho, justo sobre el punto donde había brotado aquella chispa, caliente y antigua. Era como si algo durmiera bajo su piel, algo que ahora había abierto los ojos.«No.
La puerta volvió a crujir.No era un sonido normal.No era madera moviéndose por el viento.Aquel crujido tenía un ritmo orgánico, casi como si algo detrás respirara.Ronan levantó la cabeza de golpe, la respiración entrecortada, los colmillos asomando por puro instinto. La lujuria que lo dominaba segundos antes se rompió como cristal. Sus pupilas rojas se enfocaron en la puerta, estrechándose con un miedo que jamás habría confesado en voz alta.Lyra permanecía debajo de él, medio desnuda, temblando, la piel marcada por los desgarrones frescos. Su pecho subía y bajaba con respiraciones frenéticas, pero esta vez no era solo por Ronan…Era por aquello.El pulso que vibraba bajo su marca.El calor encendiéndose en su pecho.La voz que hace un momento había surgido desde lo más profundo de su mente.Una voz imposible.Ronan gruñó, apartándose de ella.El sonido volvió.Crrrk.Como si la puerta se doblara hacia adentro.Lyra sintió que el corazón se le detenía.Y Ronan también.Literalment
Los vítores retumbaban en el gran salón como un rugido colectivo, rebotando en las paredes de piedra y ascendiendo hasta las vigas del techo. Ronan respiraba ese júbilo como si fuera aire sagrado. Se alimentaba de él. Lo moldeaba. Lo convertía en poder.Era invencible.O así creía.Lyra, en cambio, apenas podía respirar.La mano del alfa apretaba su muñeca como un cepo, marcándola con una furia silenciosa que amenazaba con estallar cuando ya no hubiera ojos ajenos observando. El dolor no era nuevo. Lo que la consumía era el peso de una certeza insoportable: Ronan la estaba reclamando frente al mundo.No como mujer.No como Luna.Sino como propiedad.Las bocas a su alrededor seguían vitoreando… pero el silencio interno de Lyra era ensordecedor. Su corazón golpeaba contra las costillas como si quisiera escapar de su cuerpo. Cada respiración era un recordatorio de que estaba atrapada, de que no había salida posible.Hasta que, como si el suelo se reacomodara bajo los pies de todos, un ho
La música era suave, elegante… pero para Lyra sonaba como una sentencia de muerte.Ronan la tomó por la muñeca con ese toque helado que ella recordaba demasiado bien, y la arrastró hacia el centro del salón como si fuera una pieza más de la decoración. Los invitados fingían indiferencia, pero cada mirada estaba clavada en ella. Siempre era así. Siempre había sido así.—Deberías sentirte afortunada —susurró Ronan en su oído, con esa suavidad que solo anunciaba tormenta—. Ninguna esclava ha tenido jamás el honor de bailar conmigo. Y menos frente a toda la élite de Fuego de Bruma.Su tono era dulce.Sus dedos no.La mano en su cintura presionó con intención deliberada, casi calculada, como si quisiera moldear su miedo.—Y tranquila —continuó, sonriendo como un depredador—. Cuando acabe esta velada, pagarás con creces la humillación que me he permitido al dejarte a mi lado. Solo por ver cómo estos hipócritas intentan no fruncir el ceño ante ti.Lyra sintió el estómago encogerse.No lo hac
Lucian no se atrevía a besarla.No importaba cuántas veces se lo ordenara, cuántas justificaciones construyera, ni cuántas paredes de hielo intentara levantar en su mente… sus labios no podían tocar los de Lyra. No había amor, ni pacto, ni intimidad verdadera entre ellos. Ni siquiera la sombra de una amistad.Pero sí había algo más peligroso:un destino retorcido al que ambos estaban encadenados.Un plan en el que ella era la llave y él el verdugo.Un plan que podría salvarlos… o destruirlos a los dos.Eso se repetía mientras la sostenía por la cintura y la depositaba en su cama.El calor de su cuerpo traspasó la tela como un latido vivo.Demasiado suave.Demasiado humano.Lucian apartó la mirada con brusquedad.No quería ver la fragilidad que ella no podía ocultar.No quería notar cómo sus manos temblaban cuando apoyaba las palmas sobre la sábana.Pero su cuerpo sí lo notaba.Y su sangre también.Levantó la blusa de Lyra con un gesto calculado, casi mecánico.Buscaba forzar su propia
Ronan no apartó la mirada de Lyra.Y Lucian… tampoco podía.El alfa inclinó la cabeza lentamente, como un depredador estudiando dos presas a la vez. Sus ojos se movieron entre su hermano y ella, evaluando, midiendo, probando límites invisibles que solo él disfrutaba romper.—Quiero una fecha —repitió Ronan, marcando cada palabra con un filo venenoso—. Una semana. Ni un día más.Lyra sintió el golpe como una sentencia clavándose en la piel.Lucian también se tensó, pero él lo disimuló mejor.Ella lo vio.Vio cómo algo dentro de Lucian se quebraba sin hacer ruido, como un hueso que se fractura bajo la carne sin sangrar.Y lo peor era que Lyra entendía demasiado bien el porqué.Si Ronan la reclamaba en una semana…si la poseía…si la tocaba…Ella quedaría marcada por su olor.Por su fuerza.Por su poder.Y todo el plan de Lucian —su venganza, su rabia, el motivo que lo mantenía vivo— quedaría destruido.Pero para Lyra, la amenaza era doble.Por un lado, revivir la brutalidad del pasado.
Último capítulo