9. Desnudo
El Alfa sangriento no estaba acostumbrado a perder el control.
No con sus enemigos.
No con su manada.
Y mucho menos consigo mismo.
Pero esa hembra… esa maldita hembra estaba logrando algo que nadie antes había conseguido, desordenar el pulso frío que llevaba en la sangre.
Eryx cerró con violencia el libro de informes que tenía sobre el escritorio. La madera crujió bajo la presión de sus dedos.
Desde hacía horas no podía concentrarse en nada más que en la imagen de ella con ese vestido sencillo, el mismo que Caius había mandado traerle al llegar.
La hembra creía pasar desapercibida pero que encendía más miradas de las que él quería tolerar. Los guerreros habían girado la cabeza hacia ella como si no existiera nada más y era obvio por que, era hermosa. Demasiado para su propio bien.
Y ella, ingenua, parecía no notarlo.
Eryx apretó la mandíbula.
—¿Por qué demonios sigue usando esa tela barata? —gruñó,sin dirigirse a nadie en particular.
Las palabras ‘’mi compañero’’ al referirse a Caiu