ONCE MESES ANTES DE QUE LANA ESCAPARA DEL ALFA…
Los lobos se mantenían a la expectativa, uno a uno fueron apartándose abriendo el paso para que él liderara el camino.
Nadie actuaba si no era bajo su orden.
Incluso aunque la necesidad estuviera golpeando sus cuerpos.
Todos le temían, Alfa sangriento era su apodo pero nadie en su manada se atrevía a llamarlo de esa forma en voz alta.
Observó el pueblo que se encontraba en la salida del bosque con indiferencia.
No estaría allí si su manada no tuviera un tipo extraño de maldición. Las hembras eran contadas, escasas y la necesidad de sus subordinados de conseguir a su hembra destinada cada vez era más intensa, por eso él hacía siglos atrás había designado una recompensa para ellos, “La caza”.
Cuando la luna llena estaba puesta, los lobos podían ir en busca de su hembra destinada saliendo de su manada, una traición necesaria para los demás.
No para él.
—Que empiece la caza —declaró el Alfa Eryx.
Aunque su voz había sonado baja, era igual de peligrosa que siempre.
Acto seguido los machos comenzaron a correr en dirección a la manada más cercana mientras que él se mantuvo ahí, de pie, a la espera de que volvieran.
Sus brazos estaban cruzados por encima de su pecho musculoso, marcado con tatuajes.
Su postura era relajada, aunque dentro de él algo se tensó. Un hormigueo extraño recorrió su nuca.
Nunca había acompañado a sus hombres a “La caza”, era la primera vez que lo hacía, por alguna razón que ni siquiera él entendía.
Vio la desesperación de los lobos yendo en busca de su compañera y casi se burló desdeñoso.
La desesperación por encontrar a su hembra destinada, era una debilidad que él jamás admitiría en sí mismo.
A él lo que menos le interesaba era tener una compañera.
Ni siquiera por la ridícula profecía que citaba, si él no encontraba a su compañera y engendraba a su heredero, perecería al cumplir los 500 años.
Faltaba un año y aun así, nadie le decía lo que debía hacer, ni siquiera la Diosa Luna.
De repente un aroma sutil a lirios llamó su atención, aunque desapareció tan rápido como había aparecido haciéndolo gruñir.
— ¿Qué demonios fue eso?”
Pronto se vio caminando en busca de ese aroma, sin embargo, creyó haberlo perdido por completo.
*
Su cabello enredado caía por su torso lleno de barro y suciedad mientras todas las hembras de la manada se burlaban de ella al igual que los machos.
—Oh Diosa Luna, eres una vergüenza —Nina, su hermana menor se inclinó más cerca de ella con su sonrisa burlona ampliándose en su cara—. Tan asquerosa, ¿Por eso evitas mirarte al espejo? Haces bien.
Las risas burlonas siguieron.
Dolía, incluso aunque desde muchos años atrás había entendido su lugar en la manada.
Pero eso no quería decir que no odiara cada segundo que estaba en ella.
—Hoy es día de luna llena, quizás el mismo Alfa sangriento venga por mí para ser su Luna, en cambio tú, por favor, ni siquiera un mal pensamiento podrías despertar a ninguno de los lobos que vengan.
—Quizás alguno de los sirvientes del Alfa pueda hacerla su compañera —se burló otra de las amigas de Nina.
Todos temían al Alfa sangriento y el día de “La caza” algunas hembras camuflajeaban su aroma para no ser reclamadas por ninguno de aquellos machos bárbaros, sin embargo, a Nina y sus secuaces siempre les había encantado el poder a cualquier costo.
—Incluso para los sirvientes sería un castigo tener a alguien como ella.
Lana se tragó las lágrimas que amenazaban con escapar de sus ojos.
“Tengo que ser fuerte. Esto terminará pronto.”
O eso quería creer.
Esa noche iba a llevar su plan a cabo, ya había tenido suficiente de ser humillada.
Necesitaba escapar al mundo de los humanos.
Alguien débil como ella no podía pensar en escapar a otra manada donde sabía que tampoco sería bien recibida.
Todos se regían por jerarquías y ella pertenecía a la última.
Una Omega.
Hija de la amante del Alfa.
Lana era un error, una vergüenza para su padre.
Destinada a no nacer.
Después de que su madre muriera dando a luz solo había sido una carga para su padre y la compañera de él.
Nina se había encargado de hacerle la vida imposible desde que nació pero Lana estaba cansada de ser el chivo expiatorio de la que debía ser su familia.
—Ya, Nina. Los machos se acercan. Vamos…
—Descuida, bastarda. Cuando sea la Luna del Alfa sangriento, acabaré con tu sufrimiento, te llevaré conmigo, para que seas mi sirvienta.
Nina se rió antes de correr a la alineación.
La caza había comenzado.
Para algunas hembras, esto era terrible, aquellos lobos bestiales acostumbrados al salvajismo se las llevaban de su manada sin posibilidades de regresar, pero para otras como ella, quizás era la salvación. Sin embargo, sabía que Nina tenía razón que ningún macho, la escogería mucho menos al ver su aspecto. Si por casualidad alguno era su compañero, no dudarían rechazarla.
—Pero puedo usar la distracción de su llegada para escapar —susurró ella.
Nadie salía ni entraba de la manada por orden de su padre, el Alfa. A menos que fuera luna llena, cuando los lobos más poderosos se adentraban a sus tierras, nadie podía vencerlos, por lo que nadie los enfrentaba.
Cuando ya no estuvo en el campo de visión de su hermana, se levantó del suelo y logró escabullirse de la manada corriendo entre los árboles, sin molestarse en limpiarse la piel sucia, sus piernas temblaban no solo por la última paliza que había recibido de parte de su padre, sino también porque tenía varios días sin comer y la debilidad estaba apoderándose de su cuerpo.
Se detuvo cerca de un claro donde la luna iluminaba perfectamente y apoyó su espalda contra el tronco de uno de los árboles buscando estabilizar los latidos de su corazón.
—¿Quién eres?
La potente voz masculina cortó el aire y provocó que ella diera un salto lista para escapar.
—No te funcionará, te atraparé en un instante y supongo que no quieres que lo haga.
Sus ojos enseguida se dirigieron al macho que estaba parado cerca de ella.
Sus ojos verdes la miraron de arriba abajo, pero para la sorpresa de Lana, él no la miró con desprecio, sino con diversión y curiosidad al mismo tiempo.
—¿Quién eres? —repitió ladeando la cabeza.
—Mi nombre es Lana y yo… necesito tu ayuda.
Jamás había visto al macho, por lo que evidentemente, era uno de los lobos que había venido para la caza.
Siempre los había creído unos bárbaros, pero ahora necesitaba abogar por escapar.
Si había una posibilidad ella la tomaría.
Él arqueó una ceja ladeando su cabeza para mirarla más intensamente.
Su vestido estaba hecho jirones, sus piernas y el resto de su cuerpo estaba lleno de barro.
Pero también podía oler la sangre y el miedo con un ligero aroma a lirios, que evidentemente era el aroma original de aquella loba.
Entonces notó aquellos ojos violeta que poseía, eran los más hermosos que había visto nunca.
—¿Mi ayuda?
—Sí, por favor, te lo suplico. Tienes que ayudarme a escapar… —su voz se quebró.
Sabía que aquello era una locura pero no tenía a nadie más a quien pedírselo, solo a ese desconocido.
Ella lo sabía, sin embargo, no tenía nada que perder.
Quizás ese desconocido fuera su única salida.
Su única posibilidad de libertad.
O su perdición.