ACTUALIDAD:
Lana se tragó sus lágrimas.
No quería seguir siendo débil ante él.
Pero sobre todo, no quería que su corazón siguiera aferrándose a un imposible.
Por más que hubiera descubierto que realmente era su compañera y lo estuviera ocultando.
Su marca no estaba completa pues no se habían vinculado por lo que pronto desaparecería y ella quizás no sentiría aquel dolor al verlo al lado de otras hembras.
Esa era su única ventaja.
—Sinceramente, no me importa. Ni el Alfa, y mucho menos Nina —bufó Lana recordando la pregunta de Valeria mientras se aferraba a la copa que tenía en la mano.
Como si la hubiera escuchado, él giró su cabeza en su dirección.
Sus ojos se encontraron por una fracción de segundos.
La mandíbula del macho se tensó pero su mirada estaba llena de frialdad. Lana sintió que el aire se le escapaba de los pulmones.
“Él me mira como si no me hubiera marcado. Como sí lo de anoche simplemente no hubiera entrado a mi habitación y me hubiera besado.”
Era como si fuera otro hombre o simplemente ella había elegido engañarse.
“¿Quién eres realmente, Eryx?”
—Eso dices ahora, pero mira lo pálida que estás. De todas, tú eras la única que creía que podía competir con Nina.
De repente, Eryx dejó de mirarla pasando una mano por la cintura de Nina.
Su hermana la miró sonriéndole con suficiencia.
Una punzada ardió en su interior como si algo dentro de ella se hubiera quebrado de repente.
“¿Por qué me duele tanto si ya sabía que iba a escogerla a ella?”
Lana parpadeó tratando de apartar las lágrimas.
Eso era más de lo que podía soportar.
—¿A dónde vas? —se burló Valeria una vez más—. ¿No me digas que pensabas ser la elegida del Alfa? Que ridícula, por más que ahora seas una concubina del Alfa, nadie podría olvidar de dónde vienes, bastarda.
Ella la ignoró.
Pero por dentro… estaba temblando.
Comenzó a alejarse de ese lugar esquivando a las personas que se atravesaban en su camino.
Sus piernas se sentían temblorosas con cada paso que daba.
Al salir de la sala repleta de gente, apoyó su espalda a la pared fría.
Cerró los ojos y llevó una mano a su vientre plano aún.
Aquellas náuseas no eran causadas por el dolor.
Sino por el hijo que crecía ahí dentro.
El cachorro del Alfa.
El que se había prometido así misma proteger.
—Tengo que pensar en mi hijo, esto es lo mejor.
“Mi cachorro no será tratado como un bastardo como yo. No lo permitiré.”
Lana sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas y su respiración se volvía irregular al sentir el dolor en su pecho intensificarse.
Una oleada de náuseas la sacudió.
—Lana, ¿Te sientes bien? —la pregunta repentina de Caius la hizo sobresaltar.
Lana abrió los ojos y se relajó al ver que se trataba de Caius.
—Sí, estoy bien.
El Beta no pareció convencido de su respuesta, la miró de arriba abajo y se acercó tomando su mano con cuidado, antes de comenzar a susurrar para que solo ella pudiera escuchar.
—Me encargaré de que nadie salga y te vea huir.
—¿Estás seguro de que esto no te meterá en problemas, Caius?
Él sonrió al notar la preocupación en su voz.
Puede que Lana no fuera su compañera, sin embargo, no había podido evitar enamorarse de ella. Alzó una mano para acariciar su rostro y luego se apartó al sentirla estremecerse.
—No me importa meterme en problemas con tal de salvarte, no quiero que siga haciéndote daño.
Ella bajó la mirada avergonzada.
—Tengo que volver, es cuestión de tiempo para que alguien salga.
Él iba a irse pero ella lo tomó de la mano antes de que lo hiciera.
Sus ojos se encontraron.
—Cai, gracias.
El Beta sonrió casi hipnotizado con su belleza.
—No tienes nada que agradecerme.
Él se apartó lentamente volviendo a la sala.
Solo por curiosidad ella volvió a asomarse.
“Una última vez.”
Se convenció a sí misma.
Volvió a verlo.
Los dedos de Nina seguían sobre él y eso quemaba más que cualquier herida abierta.
Lana se sintió reducida, invisible.
Entonces le quedó claro que evidentemente para Eryx, ella no era más que un peón que podía manipular a su antojo.
Se odiaba así misma por sentir.
Por amarlo.
—Ya no más.
Lana apretó sus labios respirando profundamente, entonces comenzó a correr saliendo de la casa de la manada.
Esa noche, sus ilusiones habían terminado de destruirse. Ella había tenido la estúpida esperanza de que Eryx la tomara como su compañera frente a su manada, pero las acciones de Eryx hablaban más que mil palabras.
Ella notó la complicidad entre su hermana y el Alfa. Estaba segura que cuando terminara la noche, sería Nina la seleccionada para hacer la compañera del Alfa.
Aquella certeza hizo que su marca escociera y apretó los dientes para no gemir.
Con cada paso que daba sus pies sangraban, las lágrimas ya no bajaban por sus mejillas, sin embargo, su corazón pesaba en su pecho, como si un millón de espinas se hubieran clavado en el músculo haciéndole daño, destruyéndola.
Pero algo dentro de ella seguía gritando, diciéndole que se detuviera.
“Vuelve. Él es tu Alfa. Tu destino…”
No podía evitar pensar en lo estúpida que había sido al enamorarse de un Alfa tan cruel como Eryx.
—No soy nada para él. Solo otra hembra de su colección.
Ella dio una última mirada a la manada al ver el límite con el mundo humano, el lugar al que nunca pensó llegar tan fácilmente después de todo ese tiempo en la manada sangrienta, si no hubiera sido por Caius, no lo hubiera conseguido.
Por un momento vaciló pero se reprochó, por lo estúpida que estaba haciendo.
—Esta es tu última oportunidad. Y no hay nada para ti en ese lugar, Lana —se dijo a sí misma—. Tienes que irte.
Se giró nuevamente y solo en este momento, se atrevió a dar un paso, cruzando límite del mundo humano.
No sabía a dónde se dirigía, de lo que sí estaba segura era de que protegería a su cachorro.
Se llevó una mano a su vientre Y con una mezcla de amor y miedo.
—No lo sabrá, él nunca lo sabrá.
Porque si se enteraba de que su heredero crecía en su vientre, él iría por ella y haría de su vida un infierno peor.
—Él no vendrá. Yo no le importo.